Busqueda de contenidos

termino
acepcion
En la arquitectura hindú es el nombre que recibe la base o plataforma de un edificio.
termino
acepcion
Es el nombre que recibe el Buda supremo o primordial, uno de los cuatro Budas del Vajrayana. Se representa con el diamante y la flor del loto. Viaja sobre un elefante con seis monturas que simbolizan la superación al apego de los seis sentidos. En las representaciones varjayana aparece con el rostro pintado de azul, y copulando con su pareja que está pintada en blanco.
obra
termino
acepcion
Estructura arquitectónica que se basa en la utilización del dintel y la columna.
contexto
Inmediatamente después de la consolidación de los desembarcos, fuerzas aliadas se dirigieron a Túnez, donde fueron recibidas como libertadores. Así pudieron llegar en pocas horas hasta cerca de la capital de la colonia. Pero la reacción del Eje fue fulminante: el día 11 comenzaron a llegar a los puertos tunecinos tropas germano-italianas, que pronto contuvieron la ofensiva y que, incluso, pasaron al contraataque. Sin embargo, los días del Eje en África estaban contados: las tropas enviadas no podrían ya dar vuelta a la situación y los suministros que requerían supusieron un esfuerzo adicional para la flota italiana, que se consumió en la empresa. Dos mil quinientos kilómetros al este, Rommel retrocedía lentamente ante la presión de Montgomery, cuya cautela permitió al zorro del desierto retirar al grueso de su ejército, pese a su angustiosa carencia de carburante, vehículos y tanques. Pero tal cautela no era totalmente gratuita porque, en palabras del general británico Leese: "...Combatimos mucho, casi una batalla al día, porque con la retaguardia alemana había pocas bromas. Todos los días Rommel combatía con algo". Pero ni sus genialidades ni su audacia podrían ya compensar su falta de medios de combate. Berlín y Roma comenzaron pronto a vislumbrar su nefasto destino en África, pues sus efectivos estaban en una inferioridad de 1 a 2 en el mejor de los casos y sus suministros de 1 a 10. Sólo la entrada de España en guerra hubiera podido equilibrar algo la balanza permitiendo el contraataque y el abastecimiento a través del estrecho de Gibraltar. Pero Madrid no mostraba ningún deseo de ir a la guerra. El general Jordana, ministro de Exteriores, declaraba que su misión era la de mantener a España fuera del conflicto. Franco tampoco tenía interés alguno, tanto que no escuchó a sus ministros falangistas que aconsejaban la intervención. Incluso, en consejo de ministros, se acordó rechazar la petición de paso del ejército alemán, si tal demanda se producía. Y Alemania, metida hasta el cuello en el cerco de Stalingrado, no podía distraer fuerza alguno para proyectar una invasión de España... En vista de la voluntad española de permanecer neutral y de los progresos de la campaña de Túnez, los aliados desactivaron el Plan Backbone en febrero de 1943 y destinaron a la futura invasión de Italia las fuerzas que tenían reservadas para invadir el Protectorado. A finales de enero, Rommel se retiraba a Túnez. Libia quedaba en poder de los aliados que, en una inmensa tenaza que abarcó la mitad norte del país concentraron más de medio millón de hombres en Túnez. Primero perforaron la línea Maret, después la línea Akarit... África estaba perdida. El 8 de marzo Erwin Rommel era retirado de Túnez para evitarle la amargura de la derrota y, probablemente, el cautiverio. Su marcha se mantuvo en secreto tanto para no desmoralizar a los soldados del Eje como para no alentar a los aliados. Dos meses después, el 7 de mayo de 1943, los aliados entraban en Túnez y Bizerta. El día 8 se rendía el general Von Arnim, jefe de las fuerzas alemanas, y el 12 de mayo sólo mantenía la resistencia una parte del ejército italiano junto a algunas tropas alemanas, bajo el mando del general Messe, que se rindió ante la orden expresa de Mussolini: "Cese el combate. Es usted nombrado mariscal de Italia. Honor a usted y a sus valientes". No pudo Messe saborear el mariscalato. Al día siguiente caminaba hacia el cautiverio con 250.000 hombres del Eje (130.000 alemanes y 120.000 italianos) (22), entre los que había 22 generales. Para conseguir esta victoria, que un mes más tarde les llevaría hasta Italia, los aliados pagaron un elevado precio: 41.000 bajas, de las que 10.000 eran muertos. A primera hora del 13 de mayo, dos días antes de lo previsto por los planes del Estado Mayor Conjunto aliado, el mariscal Alexander podía telegrafiar a Churchill: "...La campaña de Túnez ha terminado. Ha cesado por completo la resistencia enemiga. Somos dueños de las costas norteafricanas".
obra
<p>Esta obra captura un momento emotivo y dramático en el que una flota de barcos se despide mientras zarpa hacia el horizonte.La composición de "Adiós a la flota" muestra una escena en la que varios barcos están navegando fuera del puerto, mientras que en primer plano se observa a personas despidiéndose de los marineros que parten. Achenbach logra transmitir una sensación de movimiento y acción a través de la representación de las olas, el viento y la agitación en el agua. El cielo, con nubes dramáticas y tonos cambiantes de luz, contribuye a la atmósfera intensa de la obra.La pintura evoca una mezcla de emociones, desde la anticipación y la excitación de la aventura marítima hasta la tristeza y la nostalgia por la separación. Achenbach logra capturar la interacción entre la humanidad y la naturaleza, así como el poder y la majestuosidad del mar. "Adiós a la flota" es una representación evocadora de la vida marina y la conexión emocional entre los marineros y sus seres queridos.</p>
contexto
A Napoleón le quedaba por superar un último obstáculo: la vieja fortaleza cruzada de San Juan de Acre (Akko), defendida por una guarnición turca, con apoyo de la flota británica. Iniciado el 18 de marzo, el asedio se prolongó durante 62 días, pese a lo deteriorado de las fortificaciones. Los defensores eran regularmente abastecidos de víveres y municiones por los buques británicos. En el campamento francés, por el contrario, pronto comenzaron las escaseces, mientras se extendía una epidemia de peste -contraída por los soldados en Jaffa- que se cobró numerosas vidas. Asustados por los progresos de la enfermedad y escasos de provisiones, los franceses cayeron en una creciente desmoralización. Por fin, el 21 de mayo, Bonaparte dio la orden de levantar el campamento. Siguió casi un mes de penosa marcha hacia el Sur, marcada por el calor y la sed, las bajas causadas por la peste y las partidas de merodeadores árabes. Finalmente, el 14 de junio, la columna, reducida en un tercio de sus efectivos, hizo su entrada en El Cairo. La aventura siria había costado a los franceses la pérdida de unas cinco mil vidas y de gran parte de las municiones que habían traído de Europa. Humillado ante la población egipcia y sin esperanzas de recibir suministros, Napoleón tuvo que pasar a la defensiva y renunciar a su sueño de llevar la guerra hasta la India. Pero los ingleses no le dieron mucho tiempo para meditar en sus desgracias. En julio desembarcaron en Alejandría un cuerpo de ejército con unos 18.000 hombres. Napoleón les salió al paso y el 25 de julio les batió en la batalla que él quiso denominar de Abukir, quizá para disimular el desastre naval del año anterior. Era, sin embargo, una victoria pírrica: su ejército se desgastaba sin poder reponer sus pérdidas, mientras que los turcos podían levantar nuevos ejércitos con apoyo inglés y desembarcarlos cuando y donde quisieran, al amparo de la flota británica. Sabía, por lo tanto, que a la larga sería derrotado. En el interior del país, la tarea de revisión de los títulos de propiedad, encomendada al Diwan a fin de aumentar los ingresos fiscales, provocaba una resistencia enconada entre los agricultores, mientras mamelucos y turcos amenazaban las líneas de comunicación entre las guarniciones francesas. En Europa surgía amenazadora la Segunda Coalición, encabezada por Austria y Rusia, que traía el peligro de una nueva invasión de Francia. En Egipto ya nada podía hacer Bonaparte, pero en Francia le aguardaba el mando militar y un futuro político aún por decidir. Cansado de su aventura oriental, no quiso esperar más. A mediados de agosto nombró a Kléber comandante en jefe y le autorizó a capitular si no recibía refuerzos antes de mayo de 1800, o si la peste seguía causando bajas alarmantes entre los soldados. Luego, el día 23, zarpó en secreto hacia Francia a bordo de la fragata Muiron, en compañía de sus mejores generales. Burlando la vigilancia británica en el mar, el 9 de octubre, pisaron tierra francesa. Justo un mes después, el 18 de Brumario del año VIII, Napoleón dio un golpe de Estado que puso fin al Directorio y le convirtió a él en Primer Cónsul, virtual dictador de Francia. En Egipto había quedado un ejército desmoralizado, carente de dinero y suministros, aislado de sus bases metropolitanas y rodeado de fuerzas hostiles. A finales de enero de 1800, el general Kléber consideró cumplido el plazo dado por Bonaparte para enviarle ayuda y solicitó al mando del ejército anglo-turco de Siria la firma de un armisticio, que se concluyó en El-Arish, el día 24. El acuerdo preveía la evacuación de las tropas a Francia, pero el Gobierno británico se negó a admitir las condiciones y Kléber rechazó la rendición que se le exigía. A lo largo de la primavera, la situación de las tropas francesas se volvió cada vez más precaria. La población de El Cairo se sublevó y expulsó a la guarnición. En el Sur, las incursiones de los mamelucos se hacían cada vez más audaces. Sin embargo, Kléber pudo derrotar el 20 de marzo en Heliópolis a un ejército otomano que intentaba reconquistar Egipto, y luego recuperó El Cairo, donde los franceses desataron una dura represión. Después de ello, los restos del cuerpo expedicionario se encerraron en Alejandría y en El Cairo, dispuestos a una última resistencia. A mediados de julio de 1800, Kléber fue asesinado por un sicario otomano. Le sucedió el general Menou -convertido al Islam y casado con una egipcia- quien intentó aplacar los ánimos de la población poniendo fin a las acciones represivas. Menou pretendía convertir Egipto en un Estado nacional en el que, bajo el protectorado de la Francia revolucionaria, los notables locales administraran el país sin depender de turcos y de mamelucos. Pero el plan se antojaba quimérico, y bastante tenían a estas alturas sus tropas con defender sus asediadas posiciones. El 21 de marzo de 1801, un ejército británico, mandado por el general Abercrombie, desembarcó en Abukir, y derrotó a los franceses en aquella estrecha lengua de tierra. Sitiado en Alejandría, Manou tuvo que capitular el 30 de agosto. Pese a su fracaso militar, la expedición a Egipto produjo algunos resultados positivos. Entre los elementos mejor preparados de la población, la ocupación francesa y las reformas administrativas y políticas que introdujo supusieron una sacudida moral, que les movió a adoptar ideales nacionalistas y a rechazar el despótico gobierno de los mamelucos y del sultán otomano. Poco después, el albanés Mehemet Alí asumiría el cargo de pacha y colocaría a Egipto en vías de sacudirse la tutela turca y el dominio de la vieja clase feudal. Por otra parte, la actividad científica de los sabios franceses y de su Instituto de Egipto, proporcionaría a Occidente un enriquecedor encuentro con el milenario mundo egipcio, que marcaría el inicio de la Egiptología.