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Aunque ya había realizado estudios al óleo en 1798, Friedrich no comenzó a emplear de manera sistemática esta técnica hasta 1807. El lienzo más antiguo a este respecto es el que nos ocupa, que forma pareja con Niebla, ambos actualmente en el Österreiche Galerie de Viena. El paisaje está tomado de la costa del Báltico en Mecklenburgo, en concreto del lago Tollen, junto a Neubrandenburg. Sobre un horizonte muy bajo, se encuentran varios arbustos, un armazón para secar hierba, redes extendidas y el pescador con su aparejo. El arroyo que cruza la escena hacia el mar, es el símbolo de la fugacidad de la vida; junto a él, la hierba seca y los útiles de pesca nos recuerdan la vanidad de la vida. Su factura aún se halla muy vinculada a la de sus dibujos y sepias. La mayor parte de la superficie está ocupada por el celaje, ese cielo neblinoso cubierto de nubes. Esta relación se verá culminada en el afamado Monje en la orilla del mar, que tanta sorpresa causó entre sus coetáneos. A diferencia de la tradición cristiana, en que representa a los Apóstoles, el pescador, en la visión de Friedrich, simboliza al hombre secularizado frente a la naturaleza, a la que se somete. Runge, su amigo, lo expresó con estas palabras: "Somos testigos de un fallecimiento. Hemos superado la época de las religiones que nacieron del Catolicismo, las abstracciones se han secado, todo es más apasionado y libre que antes. Todo el mundo se precipita hacia el paisaje, en busca de la certeza en la incertidumbre".
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El tono luminoso de la pintura de Constable se estaba oscureciendo por estas fechas. Su esposa, María Bicknell, estaba muy enferma y por recomendación del médico se habían trasladado cerca del mar. Allí el pintor comenzó a pintar marinas con mares encrespados y turbias atmóferas llenas de nubes. La salud de su esposa decaía y el estado de ánimo del artista se transmitió a su pintura. En este lienzo encontramos una composición muy incisiva, con una vertiginosa diagonal trazada por la línea de playa. Al fondo, los barcos carboneros parecen pájaros negros junto a la bahía.
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Fotografía cedida por la Sociedade Anónima de Xestión do Plan Xacobeo
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A principios del año 1883 Monet está trabajando en Etrerat, buscando paisajes marinos. En esta ocasión le llamaron la atención las barcas varadas en la arena, apreciándose una frenética actividad en las figurillas que rodean a las embarcaciones. La imagen parece estar tomada desde un acantilado similar al del fondo, creando un sensacional efecto invernal gracias a la iluminación empleada, una luz fría y casi desapacible. Sólo dos pequeños barcos se han echado a navegar, desafiando la embravecida mar cuyas olas llenan de blanca espuma la arena de la playa. Los vivos colores de las barcas contrastan con la sobriedad de los tonos de la naturaleza, creando un atractivo contraste. La técnica empleada por Monet es tradicional en el Impresionismo, aplicando el color con rápidas pinceladas como si se tratase de pequeñas comas. La forma aún tiene importancia en estas obras de la década de 1880, perdiéndose paulatinamente como observamos en Lirios en el jardín.