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Pipino recibía ya desde el año 814 la delegación del reino de Aquitania por parte de su padre Ludovico Pío. Gracias al Acta del año 817 por el que Ludovico restablece la sucesión imperial Pipino, conservaba la corona, gobernando bajo la dirección imperial. Al fallecer su padre recibiría la Gascuña, Tolosa, Carcassone y los condados de Autun, Avallon y Nevers. A pesar de su corta edad, Pipino ya se iniciaba en las tareas de gobierno. En el año 827 participó como comandante en jefe de las tropas que se dirigieron a la Marca Hispánica donde Abd al-Rahman II había atacado. La situación se complicó por la tardanza de la llegada de las tropas, bajo el mando efectivo de los condes Hugo y Matfrido, lo que motivó el revuelo en la corte de Aquisgrán. Pipino también participó en la rebelión del año 830 que, liderada por su hermano Lotario, intentó eliminar del poder al emperador Ludovico. Luis de Baviera también participó en este golpe de Estado que acabó con la reacción del año siguiente, cuando Ludovico recupera el poder. El siguiente paso del emperador será distribuir el territorio imperial en tres lotes iguales entre los tres hijos en quien confiaba: Carlos el Calvo, Luis y Pipino. La llama de la rebeldía volvió a encenderse en Aquitania dos años después. Pipino recibió el apoyo de su hermano Luis mientras Ludovico intenta acabar con esta conjura. Ludovico reacciona contra su hijo y lo envía prisionero a Tréveris (septiembre de 832), sustituyéndolo en el trono por Carlos. Pipino se escapa y se pone en contacto con Lotario y Luis, preparando con sumo cuidado una nueva rebelión, reuniéndose los tres hermanos en Alsacia. Los dos ejércitos establecieron contacto en las cercanías de Colmar pero no llegaron la enfrentamiento al solicitar el emperador la protección de sus hijos. Este acto supuso el nombramiento de Lotario como emperador, lo que motivó la desavenencia entre los hermanos. Pipino regresó a Aquitania y al año siguiente Ludovico recuperaba la corona imperial gracias a la ayuda de Pipino y Luis. Estos enfrentamientos fraternales minaron la salud de Pipino, quien fallecía víctima de la enfermedad en diciembre del año 838. La herencia imperial será distribuida entre Carlos y Lotario ya que Luis está en esos momentos en rebeldía.
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El Regnun Francorum estaba dividido en tres reinos: Austrasia, Neustria y Borgoña. El cargo de mayordomo de palacio de Austrasia había recaído en la persona de Pipino el Joven -también llamado de Herstal- tras la muerte de su padre, Grimoaldo. Decidido a ampliar sus dominios, venció a los de Neustria en el año 687, en Tertry, anexionándose las mayordomías de Neustria y Borgoña. De esta manera, hasta su muerte en el año 714, Pipino se convirtió en el omnipotente dueño de los reinos que formaban el Regnun Francorum. Podemos considerar que desde el siglo VII el mayordomo del palacio de Austrasia se convierte en el dueño de la monarquía. La muerte de Pipino provocó un momento de crisis solventado gracias a la aparición de un hijo bastardo, Carlos, más conocido por su sobrenombre, Martel, al vencer en la batalla de Poitiers a los musulmanes.
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Pipino fue nombrado por su padre mayordomo de Neustria, Borgoña y Provenza, mientras su hermano Carlomán recibía Austrasia, el país de los alamanos y Turingia. Este reparto del reino franco entre dos personas -a pesar de que Carlos Martel no era el rey- fue considerado como un síntoma de debilidad lo que motivó el estallido de varias rebeliones, sofocadas contundentemente por ambos hermanos. Una vez alcanzada la paz será la reforma de la Iglesia franca su próximo objetivo, nombrando a san Bonifacio como responsable. La retirada de Carlomán a un cenobio en el año 747 motivará que Pipino se convierta en el único responsable del reino, gobernando en nombre de Childerico III. Grifón, hermano ilegítimo de Pipino, volverá a rebelarse encontrando ciertos apoyos en Baviera y Sajonia. Tras unos meses de lucha, los rebeldes serían sofocados. El reino franco recuperaba la paz, paz que fue utilizada por Pipino para derrocar al rey Childerico III y convertirse en el rey de los francos. Para ello contó con el estrecho apoyo de nobles y eclesiásticos e incluso del propio papa Zacarías. Pipino encerró a Childerico en un convento (noviembre de 751) y se hizo reconocer rey ante un asamblea en Soissons. El obispo san Bonifacio ungió al nuevo monarca, lo que implicaba que el nuevo soberano era el elegido de Dios. Años más tarde -verano de 754- será el propio papa Esteban II quien consagraría al rey y a su descendencia -sus hijos Carlomán y Carlomagno- en la iglesia abacial de San Dionisio. A cambio Pipino ofreció ayuda al pontífice para expulsar a los lombardos de Italia. Carlomán volvió a aparecer en escena, rechazando esa ayuda y apelando a la amistad entre francos y lombardos. Pipino reaccionó encerrando a su hermano y prometió situarse a la cabeza de sus ejércitos para restituir los dominios pontificios. De esta manera se produce su intervención en Italia entre los años 755-756, tras intentar alcanzar un acuerdo pacífico con el soberano lombardo Astolfo. La victoria en los alrededores de Roma sobre el lombardo permitió a Pipino hacer honorable "donación perpetua a San Pedro, a la santa Iglesia romana y a todos los pontífices que en los sucesivo ocupasen la Sede apostólica", de todas las ciudades ocupadas por el rey lombardo, lo que supondría la futura creación de los Estados Pontificios. Esta intervención le valió a Pipino los títulos de "nuevo Moisés y nuevo David". Los nuevos enfrentamientos entre el Papado y los lombardos -dirigidos ahora por Paulo I y Desiderio, respectivamente- motivarán que Pipino mediara entre ambos para alcanzar un acuerdo hacia el año 766. La participación de Pipino en los conflictos italianos será aprovechada por los alamanes para levantarse en varias ocasiones, aunque el resultado del conflicto se decantará del lado franco. Algo similar ocurre en Baviera, donde el duque Tassilon se rebelará en el año 763. Los sajones serán otra de las fuentes de conflicto permanente en el reino franco, realizando continuas campañas para su sometimiento que no se producirá definitivamente hasta el reinado de Carlomagno. Aquitania también será una región difícil, desarrollando anuales campañas para asimilar esta provincia al reino franco, una vez fueron expulsados los musulmanes definitivamente, tras haber puesto Carlos Martel la primera piedra con la victoria de Poitiers. Precisamente durante la definitiva campaña en Aquitania fallecerá Pipino el 24 de septiembre de 768, dejando a Carlomán y Carlos como sucesores.
contexto
Retirado Carlomán a un monasterio, Pipino actúa como único Mayordomo desde el 747. Durante algún tiempo -al igual que su predecesor- la pugna con las fuerzas periféricas ocupó buena parte de sus inquietudes: bávaros, alemanes y, sobre todo, aquitanos. El asesinato del duque nacional de Aquitania, Waifre, permitiría rehacer una vez más la unidad del regnum francorum. Siguiendo la política de su padre, Pipino el Breve mantuvo buenas relaciones con San Bonifacio. Se plasmarían no sólo en la protección a los misioneros en el interior de Germania y el apoyo a las medidas de reforma, sino también en algo con mayor proyección de futuro: gracias a san Bonifacio, los carolingios tomarán contacto directo con los papas. En esa alianza, dice Robert Folz, está la clave del nacimiento de un nuevo mundo que inició Pipino y su hijo Carlomagno organizó. En el 751, Pipino dio el golpe que ningún mayordomo había osado: destronar al último -y ya sólo nominal- rey merovingio Childerico III y tomar él la Corona del reino. Una arraigada tradición habla de la aquiescencia pontificia a esta usurpación. Asistimos al inicio de una estrecha complicidad entre dos poderes: el Papado y la nueva dinastía. En efecto: en el 753, el papa Esteban II daba solemnidad al relevo dinástico mediante la unción de Pipino y sus hijos y concedía al primero el título de Patricius Romanorum que hasta entonces otorgaban los emperadores de Constantinopla. Posiblemente en aquellos momentos el monarca franco sancionaría un documento que se había elaborado en la cancillería papal. Lo conocemos como la "Falsa donación de Constantino" y según ella el primer emperador cristiano otorgó a los papas amplios poderes sobre Roma, Italia y el conjunto del Occidente. El Papado daba, así, importantes pasos en sus ambiciones espirituales y temporales. En lo referente a las últimas, sin embargo, hubo de conformarse con las garantías francas para ejercer -pese a las protestas bizantinas y lombardas- su autoridad sobre Roma y algunas provincias del centro de Italia. Pipino el Breve muere en el 768. Uno de sus sucesores -de nombre Carlomán- siguió el mismo camino en el 771. En esa fecha sólo quedaba un heredero: Carlos, el Carlomagno de la historia y de la leyenda que disponía de excelentes bazas para proseguir la labor de su progenitor. Sus campañas militares (Dilatatio regni o Dilatatio Christianitatis según las expresiones del momento) consolidaron el reino de los francos y le dotaron de importantes glacis defensivos. Louis Halphen distinguió hace años entre la anexión del reino lombardo y el redondeamiento territorial del reino franco. La primera se consumó con la derrota del último rey lombardo independiente -Desiderio- a manos de Carlomagno en el 774. El monarca franco tomaba la corona de hierro de los vencidos, ratificaba la autoridad del papa Adriano I en el centro de Italia y ligaba los destinos del ducado de Benevento al Estado carolingio. Las operaciones de redondeamiento territorial del regnum francorum presentan una mayor complejidad. Algunas se desarrollaron en la periferia en donde la influencia franca siempre había sido notable. Otras tuvieron características mucho más novedosas. En efecto: territorios como Frisia, Bretaña y Baviera habían tenido desde tiempo atrás algún tipo de relaciones con los monarcas francos aun manteniendo unos amplios márgenes de autonomía. Carlomagno procedió a hacer más estrechos estos lazos. Así, Frisia quedó, a partir del 785, más directamente sujeta al poder central. De Bretaña se diría, para el 799, que estaba sometida al yugo franco como nunca hasta entonces. Se trataba de un sometimiento engañoso: lo más que se hizo fue organizar una marca fronteriza para evitar graves sobresaltos. Baviera, dotada de una fuerte personalidad, fue incorporada al reino franco tras reprimir Carlomagno la rebelión de su duque Tasilón. Pero, la gran novedad y la gran empresa de Carlomagno, sería la difícil conquista de Sajonia en cuyo sometimiento habían fracasado merovingios y primeros carolingios. La operación se inició tras la liquidación del problema lombardo. Durante un cuarto de siglo, el monarca franco volcó todo tipo de recursos. La rendición y bautismo en el 785 del caudillo de la resistencia sajona Widukindo fue seguida de la publicación del capitular "Ad partibus Saxoniae" que inauguró una política de auténtico terrorismo franco contra los rebeldes. Las multas, penas capitales y deportaciones fueron monedas frecuentes para la pacificación. Los últimos focos de resistencia sajona subsistieron aún más allá del año 800. Para entonces los misioneros habían logrado tejer ya una tupida red de establecimientos que garantizaba el proceso de evangelización. La iglesia de Hamburgo, fundada en 804, sería la punta de lanza para la penetración en los mundos escandinavo y eslavo. En las fronteras orientales del mundo franco, Carlomagno procedió a conjurar dos peligros: los ávaros y los eslavos. Los primeros, asentados entre el Tisza y Carintia, pasaban por descendientes de los hunos. Sus incursiones desde el 791 forzaron a la Monarquía franca a poner en marcha una operación de gran envergadura que se materializó en los años siguientes. La región de la llanura del Danubio pasó a ser tributaria de los francos y a recibir el cristianismo de misioneros enviados desde el arzobispado de Salzburgo. En el 811, el gran jan ávaro acudía a Aquisgrán a rendir pleitesía a Carlomagno. En relación con los eslavos, la política franca fue oscilante. Uno de sus pueblos -los carintios- quedó prácticamente asimilado al edificio político carolingio. A los restantes se les quiso hacer temerosos de la potencia militar franca más que pueblos sometidos. Así ocurriría con los bohemios o los obodritas (entre el Elba inferior y el Báltico) sobre los que se estableció una especie de protectorado, o con los linones y sorabos contra quienes se emprendieron campañas de castigo. En definitiva, la incorporación masiva del mando eslavo a las estructuras políticas, sociales y religiosas europeas había de esperar algún tiempo. La política militar en la frontera meridional -la España musulmana- estuvo marcada por la prosecución de las empresas de Carlos Martel y Pipino el Breve. En el 778 Carlos condujo una gran expedición con el ánimo de apoyar al gobernante local de Zaragoza que, a la postre, se negó a colaborar con los francos. En su retirada, la retaguardia de las fuerzas carolingias sufrió un terrible desastre en el paso de Roncesvalles a manos de los montañeses vascones. La leyenda acabó superando a la historia a la hora de juzgar este evento. El fracaso en el Pirineo occidental quedó compensado unos años después en el otro extremo de la cordillera: en el 801 una ofensiva franca llevó al heredero de la Corona, Luis, a la conquista de Barcelona. A su muerte en el 814, Carlomagno dejaba una construcción política con unas fronteras aparentemente seguras. Unos años antes, además (Navidad del año 800) su coronación en Roma como emperador había contribuido poderosamente a prestigiar a su dinastía.
Personaje
Político
Pipino el Viejo, también llamado de Landen, se considera el fundador de la dinastía carolingia. Fue mayordomo del palacio de Austrasia con los reyes francos Clotario II y Dagoberto durante un periodo de 20 años, interrumpidos por una breve etapa (634) en la que su yerno Ansegiselo ocupó el cargo. Su hijo Grimoaldo y su nieto Pipino el Joven o de Herstal continuarán en el cargo.
Personaje
Militar
Político
Pipino I, hijo de Carlomagno, será coronado rey de Italia a la edad de cinco años por el papa Adriano I. De esta manera agradecía el pontífice la labor de Carlomagno al tomar cartas en los asuntos italianos. El hijo del emperador puso en marcha una serie de expediciones para defender su territorio dirigidas a sus enemigos: Venecia, los sarracenos o el duque de Benevento.
Personaje
Científico
Estudia filosofía y Medicina en el Universidad de Valencia. Tras finalizar sus estudios optó a trabajar en el Hospital General de Valencia y en la Universidad. Entre tanto fue adquiriendo un gran prestigio y editó su primera publicación "Medicina vetus et nova". Le encargaron algunos informes sanitarios. Mantuvo una excelente relación con Gregorio Mayáns, una de las personalidades más importantes de su tiempo. En 1742 ganó la oposición a la cátedra de anatomía de la Universidad de Valencia y luego consiguió una plaza en el hospital de esta misma ciudad. Perteneció a al Academia Valenciana, que había sido fundada por Mayáns. Sin embargo, no tuvo demasiado éxito. Piquer criticó el hecho de que Mayáns publicara obras de Juan Bautista Corachán al considerarlas anticuadas. Mientras enseñó en Valencia editó "Física moderna, racional y experimental" y "Lógica moderna". En 1751 salió a la luz una de sus obras más importantes "Tratado de calenturas". En este mismo año se produce su traslado a Madrid como médico de cámara de Fernando VI. Piquer desde su juventud se mostró partidario del sistema iatromecánico, pero cuando se produjo su traslado a Madrid se produjo un cambio y comenzó a criticar el iatromecanismo para apoyar una postura antisistemática. Este cambio de postura, acorde con las nuevas tendencias que imperaban en Europa, condicionaría sus siguientes estudios y tratados. A este tiempo corresponde una traducción que realizó de "Las obras de Hipócrates más selectas". Piquer destacó sobre todo por su eclecticismo. Recurrió a Descartes, Gassendi, Boyle y Newton. Aristóteles y Locke fueron también algunas de sus principales fuentes de inspiración.
Personaje
Escultor
Formado en la Academia de Bellas Artes de San Carlos y educado en la visión barroca levantina, por lo que tuvo menos prejuicios a la hora de abandonar la corriente clasicista, produciéndose más fácilmente que en el caso de otros artífices el acercamiento al gusto romántico, tanto en lo que se refiere a la emotividad artística de sus obras como al tratamiento técnico. Protegido en Madrid por el pintor Vicente López, se sintió atraído por la obra de Flaxman, que estudió profundamente y de la que se nota cierto influjo en el relieve de El sacrificio de la hija de Jefté, que le valió el grado de académico de San Fernando. Llevado por el ideario romántico de su época y por un cierto anhelo de aventura, marchó en 1836 a México, acompañado de un enemigo que había concluido los estudios de Medicina y que le abandonó tras robarle el dinero y todas sus pertenencias. Remontada la crisis, realizó distintas obras, hoy desconocidas y se trasladó a Estados Unidos, donde permaneció algunos meses, regresando entonces a Europa e instalándose en 1840 en París, donde vivió un año y conoció y admiró la obra y la personalidad de los escultores románticos Rude y D'Angers. Ejecutó entonces, en los primeros meses de 1841, su famoso San Jerónimo (Museo del Prado), que llevó a cabo en sólo nueve días, siendo muy elogiado por D'Angers. En esta obra supo combinar elementos románticos y barroquismos de innegable inspiración castiza. Ya en Madrid en 1841, fue nombrado en 1847 teniente director de Escultura y en 1858 se le ascendió a primer escultor de cámara, cargo que desempeñó hasta 1866, cuando fue suprimida la plaza. En su obra se advierten las alternancias estéticas propias de su momento, pues junto a la citada escultura de San Jerónimo o la de Isabel II, plenamente románticas, destaca el clasicismo del sepulcro de Espoz y Mina (Catedral, Pamplóna), cuya composición recuerda el sepulcro de Víctor Alfieri, obra de Canova. Criterio historicista presentan sin embargo la estatua ecuestre de Fernando el Católico que hizo para Barcelona y la de Cristóbal Colón para Cuba, además de la de Fernando III (Armería del Palacio Real, Madrid). De sus retratos mencionaremos los de Vicente López (Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando) y los del Marqués del Duero, Ros de Olano y Evaristo Sanmiguel (Museo del Ejército, Madrid), en los que se advierte la huella de admiración por sus maestros franceses.