Parte superior de un muro que termina en punta, generalmente para que se apoye la armadura de la techumbre.
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obra
El gran maestro del Periodo Momoyama es Hasegawa Tohaku y ésta que contemplamos es su obra más famosa, considerándose una de las creaciones maestras del suiboku-ga (pintura a tinta) de Japón. Este estilo pictórico surgió en China, durante los últimos años de la Dinastía Tang, y pronto se extendió hasta Japón. El suiboku-ga dejó paso, en la segunda mitad del siglo X, al yamato-e, estilo que se distanciaba por completo del arte chino. Pero el suiboku-ga volvió a tomar auge en Japón en la segunda mitad del siglo XIII debido a la llegada al archipiélago de sacerdotes de las sectas budistas Zen y Ritsu llegados de China. El suiboku-ga fue introducido progresivamente de nuevo y en el siglo XV aparecen maestro de gran importancia. Lo más significativo del suiboku-ga lo encontramos en la extrema sobriedad de las pinceladas, consiguiendo que un paisaje surja de la oscuridad, iluminándose por sombras de tinta desleída. Los contornos de los pinos aparecen difuminados por la niebla o la lluvia, empleando Hasegawa Tohaku una pincelada enérgica, pintando los troncos con vigorosos y simples trazos mientras las copas se ejecutan con violentos toques de pintura, creando de manera sobria pero acertada magníficos claroscuros y sensaciones de perspectiva.
obra
El contacto, aunque a través de carta, entre Van Gogh y Bernard le incita a aportar un mayor simbolismo a sus trabajos del mes de noviembre de 1889, dotando de mayor energía a su dibujo como observamos en los árboles de esta composición. La puesta de sol está sensacionalmente conseguida, mostrando los colores exactos de ese momento del día, llenando el cielo de tonalidades anaranjadas que contrastan con la oscuridad de los tonos en los pinos. La figura de la mujer no deja de ser un mero elemento anecdótico, mostrando la pequeñez humana frente a la grandeza de la naturaleza. Los colores son aplicados con la pincelada habitual en la producción de Vincent: arremolinada o en pequeños trazos formando facetas.
lugar
Situada a unos 15 kilómetros de la capital granadina y a unos 575 m. de altitud. Cuenta con unos catorce mil habitantes y el río Cubillas atraviesa la localidad, asentada a los pies de la vertiente oeste de la Sierra Elvira. Sus orígenes están legados a dos ciudades cercanas de las que apenas han quedado vestigios; la iberorromana Ilurco o Ilurce, situada en el Cerro de los Infantes, y la califal Madinat Ilbira, en el sitio que ocupó en su momento la Qastiliya ibérica. Se cree que el origen de Pinos Puente pudo ser una alquería medieval, pues todo este territorio se hallaba en este periodo medieval plagado de alquerías. Las crónicas hablan de innumerables escaramuzas entre cristianos y musulmanes en esta zona, disputándose las privilegiadas tierras de sus alquerías. Se pueden citar, como ejemplo, la incursión del Condestable Álvaro de Luna o el enfrentamiento entre las tropas de Muhammad I y los ejércitos de Fernando III El Santo. El acontecimiento que le ha dado fama sucedió una vez finalizada la guerra entre musulmanes y cristianos, cuando Cristóbal Colón, desesperado por no haber encontrado el apoyo de los Reyes Católicos para realizar su proyectado viaje, abandonó la Corte y se encaminó hacia Francia. El cambio de opinión de Isabel la Católica por los consejos de Luis de Santángel, fray Diego de Deza y Juan Cabrero, motivó el envío de emisarios para traer de nuevo a la Corte al navegante, hallándose éste en el puente de Pinos. Una placa colocada en dicho puente recuerda hoy estos hechos. En 1928, Alfonso XIII otorgó a Pinos Puente el título de Ciudad y a su ayuntamiento el tratamiento de Excelencia.
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Pinos Puente, en plena vega granadina, debe su nombre al puente de época califal que salva el río Cubillas. Una alquería medieval puede estar en el origen de la actual población. Lugar idóneo para el disfrute de la naturaleza y la práctica de deportes al aire libre, una de las excursiones inevitables ha de ser la visita al sistema de regadío conocido como las tres medias lunas, de posible origen ibero o romano.
obra
Cuando Cézanne tomó contacto con Pissarro a partir de 1872 se producirá un importante cambio en su pintura al abandonar la "etapa romántica" e integrarse en el impresionismo. La principal aportación de esta relación será la forma de trabajar ya que desde ahora Cézanne pintará al aire libre, tomando directamente la naturaleza con sus pinceles. Sin embargo, el maestro de Aix pronto superará el impresionismo para adentrarse en una nueva fórmula pictórica que tiene el objetivo de convertir el cuadro en una composición unitaria gracias al color. Recurre a las formas geométricas -el cubo, el cilindro y la esfera- para estructurar las obras, recuperando así las formas que en los lienzos de Monet acaban perdiéndose a favor de la luz y la atmósfera. Esta recuperación formal a través del color la podemos observar en este lienzo identificado por Rewald en 1972 como un paisaje de Fontainebleau. Las rocas en primer plano nos llevan a una zona de pinos, dominado las líneas verticales el conjunto. Estos pinos tiene delimitada su silueta por trazos de color oscuro, en sintonía con el sintetismo de Gauguin. Los árboles permiten contemplar parte del cielo pero apenas tenemos sensación de perspectiva ya que todos los elementos se agolpan en primer término. El colorido empleado es de gran intensidad a pesar de recurrir a una paleta de gama fría dominada por azules, grises, marrones y verdes. La pincelada aplicada ya no intenta simular movimiento como en las primeras obras, sino que el color está distribuido de manera uniforme. El resultado es una obra que anticipa directamente el cubismo.