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obra
Asnières era un pequeño pueblecito a orillas del Sena donde los parisinos acudían con frecuencia a bañarse. En la primavera y el verano de 1887 Van Gogh, Bernard y Gauguin se trasladarán con frecuencia a este lugar, acompañados de sus lienzos y pinceles para captar las impresiones que causaban las imágenes que contemplaban. Vincent realizará una admirable serie de paisajes fluviales en los que la influencia del impresionismo es palpable. Su preocupación por el color va tomando forma y los lienzos se llenan de tonalidades brillantes, dominadas por el azul y el amarillo. En esta composición encontramos una acentuada diagonal ocupada por los árboles que bordean el río, provocando un marcado contraste entre el intenso azul de las aguas y el apagado ocre del paseo, tocado a su vez con algunas notas azuladas en referencia a las sombras. Un paseante completa la escena trabajada con una pincelada rápida y esbozada, ligeramente más minuciosa en los hojas de los árboles ejecutadas con tonalidades verdes y amarillas.
obra
Antes de 1500 Durero realizó un grupito de grabados sobre temas profanos en los que se incluyen este Paseo, la Muerte de Orfeo o el Rapto de Europa. Todos ellos tratan del amor en sus diferentes aspectos, y todos ellos tienen el sello de lo trágico. Pero mientras que en los mitológicos, el clasicismo y su concepto de la tragedia son las características predominantes, en este Paseo se recogen viejos mitos de Centroeuropa.Analicemos bien la imagen: una pareja de nobles enamorados, ricamente vestidos, pasean por un campo esplendoroso, cuajado de flores y abierto a un bello paisaje, que el caballero le enseña a su dama. Sin embargo, tras ellos hay un árbol donde se esconde la muerte, que agita hacia ellos un reloj de arena que se acaba, con un gesto grotesco y terrorífico. El tema es muy querido en la vieja Europa y no es otro que el del Amor y la Muerte, siempre unidos.En el gesto del amante, la mirada es grave y melancólica al posarla sobre su compañera. Parece que el caballero es consciente de lo efímero del placer y la felicidad, manchada siempre por la premonición de la Muerte.
obra
Tras pasar un duro final de invierno, la primavera llegó a Arles con toda su fuerza inundando de luz y color toda la naturaleza. Vincent se sentirá lleno de alegría y se pondrá manos a la obra en la ejecución de una amplia serie de paisajes donde capta el ambiente mediterráneo como en este paseo que observamos. El azul del cielo, el verde del prado y el amarillo del sendero ocupan los papeles protagonistas del lienzo, expresando el pintor a través de ellos sus sentimientos, su estado de ánimo. Ya no sólo se interesa Vincent por los efectos de luz que atraían al Impresionismo sino que es la naturaleza en su máxima expresión la que llama al pintor para captarla en su plenitud. Las pinceladas rabiosas, casi violentas, de primer plano contrastan con los ligeros toques con los que elabora el árbol o las líneas de los contornos de la casa, marcadas con un trazo seguro y firme siguiendo el método cloisonista de Bernard.
obra
Entre el verano de 1870 y el invierno de 1872 la pintura de Cézanne va a manifestar un significativo cambio al introducir nuevos conceptos en cuanto al color y la luz, afectando especialmente al paisaje. Adoptará la paleta impresionista gracias a su estrecho contacto con Pissarro como podemos apreciar en este lienzo realizado en el Jas de Bouffan, la finca adquirida por el padre de Cézanne en 1859 y que fue vendida cuarenta años después. Contemplando esta obra podemos advertir que estamos ante un momento de cambio en la pintura del maestro, interesándose por mostrar la luz de un momento determinado, trabajando al aire libre con una pincelada rápida y empastada, aunque aún se encuentran presentes las tonalidades oscuras de su periodo romántico. Los tonos verdes ocupan el papel protagonista en la composición, contrastando tanto con los sienas de la arena del paseo como con los negros de las sombras. Los toques cortos de color se irán adueñando paulatinamente de la escena hasta configurar un entramado similar al mosaico, que será determinante para el desarrollo del cubismo. La obra está compuesta en planos paralelos, en sintonía con las obras de Manet, sirviendo los troncos verticales para articular la composición.
monumento
La Barcelona del cambio de siglo había recibido el impulso de la Exposición Universal celebrada el año 1888, modernizándola y dándole una nueva imagen. La ciudad histórica estaba encerrada dentro del perímetro de murallas de origen medieval, impidiendo su crecimiento y propiciando que a su alrededor nacieran dispersos en el llano, una serie de núcleos de población, San Martín de Provenzales, San Andres del Palomar, Gracia, San Gervasio, Sants... La campaña para la demolición de las murallas empezó en 1854 y al mismo tiempo se convocaba un concurso para trazar y distribuir el nuevo crecimiento de la ciudad hacia las poblaciones más cercanas. La unión del centro histórico con éstas poblaciones se definió en el proyecto de el Ensanche, del año 1859, que consistía en la urbanización del plano de Barcelona con una trama de calles paralelas y perpendiculares las unas a las otras que delimitaban manzanas de casas. El Ayuntamiento declaró como ganador a un arquitecto local, Antoni Rovira i Trias, quién había articulado la urbanización a partir de ejes radiales que partían de la ciudad antigua. Pero fue el gobierno central quién escogió la propuesta de un plano más regular en su diseño y en su distribución, la que finalmente se ejecutó. Esta planificación era obra de Ildefons Cerdà, urbanista profundamente preocupado por la dificultades del obrero y por las condiciones sanitarias y de salubridad extremadamente insuficientes de Barcelona. Su distribución ideal, en la que proyectaba manzanas con espacios abiertos ocupados por jardines fue corrompida rápidamente por las clases dominantes, quienes lo modificaron de la mano de urbanistas, arquitectos y empresarios repetidas veces. El Paseo de Gracia fue inaugurado en 1827 y funcionaba como eje de comunicación entre la ciudad y la cercana población de Gracia. Se ensanchó un antiguo camino, que seguía el trazado de un torrente de agua, que en su camino dejaba fuentes, jardines, unos Campos Elíseos y diferentes zonas de paseo. Con el crecimiento del Ensanche se convirtió en la vía principal de la nueva ciudad, dotándola de iluminación, pavimento y circulación de los principales transportes públicos y privados. En ella se construyeron los mejores cines y teatros, se concentraron los mejores y grandes almacenes, así como se convirtió en el escenario de los grandes actos y paseos de la burguesía barcelonesa. Contribuyendo a su ornamentación, el Paseo de Gracia se dotó de unas farolas y bancos, diseño del arquitecto Pere Falqués. Es en esta avenida donde los burgueses decidieron construir sus residencias, en una carrera de trasgresión respecto de los modelos más historicistas y académicos y de exhibición de su riqueza, encargando los proyectos a los mejores arquitectos del momento. Buena muestra de ello nos la proporciona la llamada "Manzana de la Discordia", entre las calles Consejo de Cent y Aragón. Su nombre lo debemos a que en ella se encuentran tres obras de especial relevancia de los arquitectos más emblemáticos del momento: Lluís Domènech i Montaner con la Casa Lleó Morera, Josep Puig i Cadafalch con la Casa Amatller y Antoni Gaudí i Cornet con las Casas Batlló y Milà.
obra
El Paseo de las Delicias era uno de los lugares más frecuentados de Madrid. Trazado como la continuación del Salón del Prado -zona de paseo visitada por la nobleza-, bajaba desde la Puerta de Atocha hasta la orilla del río Manzanares, destacando su arboleda. Allí se reunían majos, majas, chisperos, manolas, damas y caballeros de la burguesía, militares, siendo más popular que el del Prado. En este pequeño boceto, Francisco Bayeu ha querido transmitir la gracia y el ambiente de este paseo, presentándonos a todos sus personajes con indiscutible acierto, especialmente el grupo central donde unos caballeros saludan a una dama acompañada por el ama y un niño vestido como un hombrecito. El dibujo y el colorido son muy acertados, destacando la pincelada rápida al tratarse de un boceto preparatorio de un cartón para tapiz, destinado a la decoración del cuarto de los Príncipes de Asturias en el Palacio de El Pardo. Debido a la enfermedad que sufrió Francisco en 1786 de la que se recuperaría posteriormente, fue su hermano Ramón quien concluyó el cartón.
obra
La sala de la planta superior de la Quinta del Sordo tiene una iconografía muy difícil de interpretar. No existe ningún nexo de unión entre las escenas, que parecen estar pintadas sin mantener ninguna relación. El Paseo del Santo Oficio se situaba junto a Asmodea y frente a Duelo a garrotazos.La figura que contemplamos en primer plano va vestida a la moda del siglo XVII; junto a él se situa un personaje tremendamente obeso, lo que hace pensar en una crítica a la Inquisición, renovada por Fernando VII en 1814, abolida en 1820 y restaurada tres años después. Quizá Goya piense que el Santo Oficio ya "ha engordado" lo suficiente y que ese tribunal anacrónico pertenece al pasado y no al siglo XIX en el que está trabajando el maestro.Las figuras son totalmente grotescas, dando la impresión de ser una mascarada. La pincelada empleada por Goya es totalmente suelta, llegando en algunas zonas a aplicar el color con la espátula y con los dedos, poniendo de manifiesto su total libertad creativa.