Uno de los edificios más reproducidos y comentados de la arquitectura francesa de mediados del siglo XVIII es, sin duda, el Petit Trianon, construido para Madame de Pompadour por Ange-Jacques Gabriel. La composición cúbica y la presencia del pórtico de columnas en la fachada posterior han hecho que se haya insistido en demasía sobre el carácter palladiano del edificio. Sin embargo, la ausencia del frontón y la balaustrada que lo corona no son paIladianos. Heredero del tradicional pabellón francés, mezcla un ritmo aticista, muy representativo de esta época, con el recuerdo de Palladio visto a través de la óptica inglesa de un Campbell.
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La decoración se llevó cabo en 1678 bajo la dirección de Charles Le Brun. El conjunto es el más representativo del estilo decorativo del reinado de Luis XIV, poniendo el punto final a la evolución iniciada en Vaux-le-Vicomte.
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El Palacio de Versalles representará el momento culminante de la arquitectura palaciega en Europa, tanto por sus dimensiones como la magnificencia de su estructura, escenificando de manera excepcional el poder del rey absoluto.
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El origen de este palacio se remonta a los planes urbanísticos de Carlos III. El solar originalmente fue comprado por un pintor de la Corte, quien se construyó una casona. Cuando se constituye el Salón del Prado como nuevo centro de moda en la élite madrileña del XVIII, el duque de Villahermosa la compra, la derriba y realiza un nuevo proyecto acorde con los nuevos criterios arquitectónicos provenientes del Neoclasicismo francés. El encargado de la construcción del nuevo palacio será Antonio López Aguado, apreciándose los ecos de Juan de Villanueva y el cercano Museo del Prado. El edificio ha sufrido diferentes remodelaciones, entre ellas la adaptación llevada a cabo por una entidad bancaria cuando lo empleó como sede. Cuando se planteó el traslado de la colección de los barones Thyssen a España, el palacio Villahermosa, cedido por el Estado español, fue restaurado y remodelado por la Fundación Thyssen, quien hizo el encargo al prestigioso arquitecto español Rafael Moneo, en 1992, alojando desde ese momento el Museo Thyssen-Bornemisza.
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El encargado de la construcción del nuevo palacio será Antonio López Aguado, apreciándose los ecos de Juan de Villanueva y el cercano Museo del Prado.
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Frente al parque del Oeste levantó el marqués de Cerralbo su palacio, realizando él mismo los diseños del edificio. La dirección de los trabajos recayó en tres arquitectos Alejandro Sureda, Luis Cabello y Asó y Luis Cabello Lapiedra, aunque el estilo no varió, recurriendo a referencias neoclásicas y románticas. El edificio se levanta en cuatro plantas, interesándose el proyecto en asegurar la iluminación y la ventilación por lo que se concede importancia a los patios y al jardín. Las fachadas exteriores se construyeron en piedra y ladrillo mientras que en la distribución interior se empleó hierro y madera. El templete mirador del jardín y la sala invernadero presentan elementos neomudéjares, lo que indica el eclecticismo de la arquitectura de fin de siglo como se aprecia también en la decoración con elementos neobarrocos y rococós, destacando la ornamentación de la sala de baile y de la escalera de honor. En la actualidad este palacio acoge el Museo Cerralbo con las obras cedidas por el propio Marqués al Estado por lo que el palacio sufrió reformas en 1944 y 1982, esta última de manos de Chueca Goitia.