El crítico John Ruskin pronto consideró a Millais como el sucesor natural de Turner. El joven pintor se sintió halagado con la comparación. Ruskin quiso llevar a Millais a Suiza pero el joven artista declinó la invitación para quedarse con Hunt y Collins preparando los trabajos para la exposición de la Royal Academy del año 1852, entre los que se incluía la Ofelia, la obra emblemática de los prerrafaelitas.Millais deseaba con todas sus fuerzas realizar este tema inspirado en la literatura de Shakespeare. El asunto de una joven ahogada no era muy habitual en los cuadros de aquellos tiempos, lo que brindaba al artista nuevas posibilidades de experimentar lo relacionado con la ausencia de gracia y equilibrio. Ofelia fue víctima del desequilibrio existencial de su prometido, Hamlet. El asesinato involuntario de su padre la llevará a la deseperación, a lo que debemos añadir el rechazo de su propio prometido, causas de su más que probable suicidio, ya que su cuerpo aparecerá flotando en el río rodeada de las flores que había ido a recoger.Para la joven ahogada posó como modelo Elizabeth Siddal, bella muchacha que trabajaba en una sombrerería como dependienta y que se convirtió en la modelo favorita de los pintores de la Hermandad, casándose posteriormente con Rossetti. Lizzy no posó en unas condiciones muy agradables ya que tuvo que estar durante numerosas horas sumergida en un baño de agua tibia.La postura de Lizzy es una importante novedad en esta obra al igual que la facilidad de Millais para mostrar de manera tremendamente realista los setos y las flores de las charcas inglesas, mostrando también adecuadamente el color del agua encharcada. El resultado es una obra cargada de poesía, en la que encontramos el naturalismo solicitado por los prerrafaelitas, alejándose de las tendencias académicas del arte oficial tanto en los estilos como en los temas.Sin embargo, a pesar del naturalismo de la composición, el lienzo no fue del agrado de Ruskin.
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contexto
Las circunstancias llevaban, tanto externa como internamente, a acentuar la actuación ateniense en el exterior. Poco más tarde, en la misma temporada del año 457, Mirónides dirigió un ataque contra Beocia, donde los peloponesios se habían hecho fuertes en su anterior expedición. Los atenienses alcanzaron la victoria en Enófita y con ello abrieron la posibilidad de penetrar en los territorios meridionales de la Grecia central. Su intervención se mantuvo dentro de cierta moderación, limitándose a recibir ayuda militar y a intervenir en favor de los sectores de la población partidarios de la aproximación a Atenas, sin ningún tipo de imposición tributaria. Es posible que los atenienses trataran de aprovechar su situación para ganar alguna forma de control sobre la Anfictionía de Delfos. Las intervenciones del ejército hoplítico pueden estar relacionadas con la reforma, señalada por Aristóteles, consistente en que los zeugitas podrían acceder al arcontado a partir del año 457-56, pues da la impresión de que están recuperando un cierto protagonismo también en lo militar. En el mar también se sucedían los éxitos, con el final de los asedios de Egina y Tasos. Consecuentemente, aquí se ampliaba de la misma manera el campo de acción, con igual orientación agresiva hacia el Peloponeso. Tólmides realizó un viaje triunfal alrededor de la península, en el que devastó la isla de Citera y la ciudad de Metona, al sur de Mesenia, y destruyó las naves espartanas estacionadas en Giteo, en el golfo Lacónico, cerca de la desembocadura del Eurotas, vía de comunicación con la ciudad. Además llegó a las islas de Zacinto y Cefalenia y penetró en el golfo de Corinto, con lo que no sólo dañaba las bases espartanas, sino que además se interfería en las importantes rutas de Corinto hacia occidente. En Etolia, se apoderó de Cálcide, con lo que fortalecía la posición de la colonia de mesenios establecida en Naupacto. Todavía en 454-53, Pericles llevó a cabo una nueva expedición por el golfo de Corinto, que puso de su parte a los aqueos de la costa norte del Peloponeso, pero no logró dominar más que parcialmente la zona de Acarnania. La posición era muy favorable para Atenas frente a Esparta, mientras que en sus relaciones con los persas y los miembros de la Liga de Delos abundaban los problemas, que llevaron a que Cimón, a su regreso del ostracismo, fuera encargado de conseguir una tregua de cinco años con Esparta, lo que también beneficiaba a esta ciudad, preocupada por los problemas internos planteados por los mesenios, sobre los que sin duda ha influido el fortalecimiento ateniense y su presencia en torno al Peloponeso.