El carácter utópico de la arquitectura orgánica de Wright se hace aún más evidente que en la Casa Kaufmann en el edificio de Racine. Se trata de unas oficinas, de un lugar de trabajo, articulado con columnas arboriformes que sostienen una cubierta transparente y que se cierra al exterior redondeando los accesos, tragándose literalmente la ciudad. Pero se trata de una ciudad que Wright rechaza: las curvas que envuelven el edificio también le dan forma, obligándole a ensimismarse.
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Ceres, la hija de Saturno y Cibeles, enseñó a los hombres la agricultura. Por eso, en este cuadro de Jordaens recibe el homenaje de los campesinos que le brindan los productos de la tierra. La diosa está sobre un pedestal, erguida como si fuese una estatua a pesar de ser una figura viva. En este sentido, se asemeja a la Ofrenda a Venus de Tiziano que también guarda el Museo del Prado. Los campesinos que se arremolinan alrededor de Ceres están representados con una elevada dosis de naturalismo, siguiendo a Bassano y a Caravaggio; aunque en los efectos lumínicos vaya Jordaens por su cuenta, al no crear fuertes contrastes de claroscuro. La vigorosa factura sitúa esta escena en los primeros años del artista, cuando la Escuela veneciana es la que más le atrae.
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Van der Hamen es más conocido por sus famosos bodegones aunque también cuenta con una importante producción religiosa, retratística e incluso mitológica como esta Ofrenda a Flora, en la que la diosa ha sido interpretada como una cortesana madrileña, ataviada a la moda de las primeras décadas del siglo XVII. Un niño, también vestido a la moda contemporánea, le entrega un cesto de rosas, mientras que numerosas flores de todo tipo se muestran en la zona de primer plano, hacia donde señala Flora. Al fondo apreciamos un jardín con una estatua clásica, supuestamente para situarnos en el mundo antiguo, creando cierta sensación de perspectiva, uno de sus intereses en esos años. El estilo minucioso y preciosista que caracteriza la producción de bodegones de Van der Hamen se repite en este lienzo en el que describe con delicadeza tanto los ropajes como las diferentes flores. La luz baña toda la zona principal quedando el fondo en semipenumbra para recortar las figuras, siguiendo el estilo caravaggista que observa en Maíno. Precisamente en las figuras será donde demuestre sus buenas dotes como retratista. Sus rostros están perfectamente interpretados y resueltos con maestría. El colorido empleado es muy sugerente abundando los tonos pardos animados por rojos y blancos, creando una obra de excelentes resultados.
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Sustermans decía que Rubens "tenía siempre a Tiziano en su pensamiento, de la misma forma que una mujer lleva a su amante en el corazón". Ya durante su viaje a Italia no dudó en copiar todas las obras del maestro veneciano que se interpusieron en su camino, tomándolas como punto de partida para buena parte de sus trabajos. Pero esta actitud de homenaje a Tiziano continúa tras su llegada a España en 1628 e incluso años más tarde, cuando realice esta copia del cuadro que hoy guarda el Museo del Prado y que en su momento adornó la Cámara de Alabastro de Alfonso d´Este en Ferrara. Existen algunas variaciones respecto al original, diferencias en torno al tratamiento de la luz y el color, el paisaje o algunos cambios de sexo en los amorcillos que rodean a la estatua, pero existe una singular cercanía entre ambos artistas. Gracias a estas obras, Rubens descubre la fórmula para traspasar a lienzo las historias literarias que decorarán la Torre de la Parada encargada por Felipe IV. Pero no sólo Tiziano servirá a Rubens como modelo para sus figuras; el mundo de luces y colores creado por el veneciano provocará en el flamenco un importante cambio que se dejará ver en su pintura, introduciendo la atmósfera que será tan admirada por una buena nómina de artistas, desde Rubens a Goya pasando por Rembrandt.
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La fama de Tiziano va subiendo enteros en los primeros años de la década de 1510. Su nombramiento en 1516 como pintor oficial de la República de Venecia provoca un importante aumento de sus encargos, no sólo de la ciudad sino de lugares más lejanos como Ferrara. El Duque de Ferrara le va a encargar varias obras para la decoración de la Cámara de Alabastro en su castillo, en la que el tema principal sería la figura femenina desnuda, realizando la Bacanal, Baco y Ariadna y esta Ofrenda a Venus. En la Ofrenda a Venus su principal preocupación es la representación de la figura en el espacio, continuando a Giorgione. Como podemos observar, han desaparecido las arquitecturas típicas del Quattrocento para dar paso al efecto perspectívico a través de las figuras y del color. Por eso los amorcillos ocupan la mayor parte de la superficie pictórica, dando la sensación de profundidad, igual que los árboles y el paisaje del fondo. Insertar la figura en el paisaje será la gran preocupación de los primeros artistas del Cinquecento. Venus está representada por una estatua de piedra sobre una fuente. Debajo de ella se sitúan dos mujeres, posiblemente prostitutas por sus ricos ropajes y su escaso pudor - para la época, se entiende - que hacen las ofrendas a la diosa de los amores. Pero los auténticos protagonistas son los amorcillos, en todas las posturas posibles, dando efecto de movimiento y realismo. Los ricos colores empleados son típicos de los primeros años de Tiziano, muy interesado por las calidades de las telas y los detalles, observándose la influencia de su maestro, Giovanni Bellini.
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Esta alegoría fue enviada a Madrid junto a La Religión socorrida por España en septiembre de 1575, un año antes del fallecimiento de Tiziano. En ella se recoge el ofrecimiento al cielo del príncipe Don Fernando, nacido en 1571 y fallecido siete años después. La victoria de Lepanto lograda el 7 de octubre de 1571 y el nacimiento del heredero, en diciembre del mismo año, colmaron la felicidad de Felipe II y provocaron el encargo de la obra. Así, el monarca español ofrece a su hijo al cielo, sujetándolo en el aire. En la parte superior, se aprecia un ángel portador de la palma y en la zona baja vemos al turco encadenado, símbolo de la derrota del poder naval otomano observándose la batalla al fondo. El cuadro no deja de ser extraño, al recurrir Tiziano a conceptos del Quattrocento como el suelo con baldosas de colores y la columnata de la derecha para dar sensación de perspectiva, así como la escena del fondo que parece un telón de teatro; quizá fuera por las exigencias del monarca español. Un retazo excelente de la obra es el turco encadenado, perfecto por sus detalles que tan bien aprendió de Giovanni Bellini.
Personaje
Militar
Político
Continuador de la política expansionista de su padre, Gengis Khan, sofocó rebeliones en China, Corea y el Turquestán. Durante su mandato tomó parte de Polonia y Hungría, asolando Kiev y saqueando Moscú. Intentó construir un imperio de alcance mundial, muriendo sin embargo en el intento.