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Personaje
fuente
La Organización de los SS Angehörigen, de carácter clandestino, integraba a miembros de las SS con un compromiso de ayuda mutua. Esta red permitió a muchos integrantes de las SS escapar a los juicios y a los cargos que pesaban contra ellos como criminales de guerra.
contexto
A Odilon Redon (1840-1916) se le ha llamado "decadente, wagneriano, simbolista, poeta del inconsciente, precursor del surrealismo... Es otro de los autores ensalzados por Huysmans, quien estaba encantado con los dibujos de alguien que traspasa incluso los límites de la pintura y cuya fantasía es, muy del gusto de la época, enfermiza y delirante. Sin embargo, se acerca al misterio con más sutileza que Moreau. El propio Redon achacaba a este último un exceso de retórica óptica; se consideró diferente a él ya que opina que el poder evocador de las imágenes debía permanecer solamente como tal. M. Denis le considera un intercesor entre los Nabis y Cézanne. Expondrá con los Fauves y será invitado a Bélgica por los XX y lo continuará haciendo con "La libre Esthétique". Redon aparece como interlocutor de la época. A pesar de experimentar ante la obra de Delacroix temblores y fiebres y de haber amado la línea de Holbein y Durero, la luz de Corot, el claroscuro de Rembrandt y la libertad de Goya, su deuda la tiene con el materialismo científico. Su amigo el científico Armand Clavaud le hace estudiar anatomía, osteología y zoología. Su mirada parece la de un investigador ante el microscopio, ante un mundo de bacilos y protozoos que sin embargo él interpreta y traduce desde una visión interior. De ahí el entusiasmo por las cabezas de ojos cerrados, perdidas en la contemplación íntima, que aparecen insistentemente en su obra desde 1890. Estudia la naturaleza hasta hacerla una realidad sentida: Sus paseos por los bosques del Medoc, sus encuentros con los monumentos megalíticos que le nombran los druidas y los seres misteriosos, junto con la intención de dejarse penetrar por el espíritu de las cosas harán de él un verdadero panteísta, obsesionado sobre todo por esa vida intermedia entre los animales y las plantas. "Toda mi originalidad -decía- consiste en dar vida, de una manera humana, a seres inverosímiles y hacerlos vivir según las leyes de lo verosímil, poniendo, dentro de lo posible, la lógica de lo visible al servicio de lo invisible". Una vez más nos encontramos ante un ilustrador (había realizado litografías y dibujos sobre la obra de Poe, Flaubert, Picard, Verhaeren) que niega su reputación de artista literario. En la cubierta del álbum de "Las flores del mal" dice expresamente que se trata de interpretaciones: alusiones, extrañas relaciones, deslizamientos de sentido... no son comentarios visuales, niega la necesidad de buscar equivalentes plásticos y reivindica un lenguaje puramente pictórico (él mismo habla de "la autonomía de la línea abstracta"). Muchos de los significados de su obra no pueden traducirse en palabras, tal es la fuerza que tienen sus imágenes. Fuerza que viene muchas veces de la utilización de unas dentro de otras, de la vaguedad, la indefinición que requiere ese "dócil sometimiento al inconsciente", al mundo ambiguo de lo indeterminado, de la exploración y la búsqueda valiente en los remolinos de la pesadilla. Sugiere más que describe, alude, combina aquellos elementos que encontramos separados en la naturaleza. Para él, el sentido del misterio obliga a trabajar con el equívoco, con los dobles y triples aspectos (vemos aquí un eco de la poética de Mallarmé que aconsejaba que las palabras se "reflejaran las unas sobre las otras hasta que parecieran no tener más su color propio y no ser más que las transiciones de una gama"). Logró provocar el escalofrío y el estremecimiento en un mundo acostumbrado a la tranquila evidencia del naturalismo y por ello fue objeto de controversia. Hasta 1880 trabajó casi exclusivamente en blanco y negro, al que consideraba el príncipe de los colores. Realiza sobre todo dibujos al carbón y litografías. Curiosamente, su relación con el color coincide con la establecida también con Gauguin y sobre todo con Bernard. Quizá no sea demasiado casual que hubiera cesado también el dolor en su vida hasta entonces llena de muertes. Llega al color cuando ronda los cincuenta años y se dejará seducir por él. El paso no se hará drásticamente, sino a través de la luminosidad que poco a poco van adquiriendo sus litografías (L'Apocalypse). Pero además encontrará la luz, que se hará color, ambos asociados al ascenso hacia el mundo espiritual. El color se hará portador de la cualidad moral de la luz. Explorar la naturaleza de la luz le llevará también, significativamente, a El cuadro solar de Apolo tirado por cuatro caballos (1905). El pintor debe tener siempre presente el sentido y la clarividencia de sus facultades porque aspira a las invenciones plásticas. Es un compositor. La amplitud de su arte abre vía a todas las posibilidades que constituirán la trama del arte moderno: la afirmación de los derechos de la subjetividad, el valor autónomo del color y de la línea y también bucear en el corazón del subconsciente. Aunque simplemente haya permanecido en los límites del esbozo y de la enunciación. Incluso su diario "A soi-même" nos los muestra como un ser que flota, contemplativo y envuelto por sus sueños. Así denominará su primer Suite, publicada en 1879: Dans le rêve, La noche, será también el título de su álbum de 1886. Para él, el inconsciente oscuro en la noche, lo invisible (siempre sus cabezas de ojos cerrados, "¡ojos que no saben abrirse si no es en las tinieblas!"). Pero, por extraño que parezca, reivindica la clarividencia. Hasta cuando deja en libertad a su inconsciente logra controlar sus revelaciones y sus sueños (yo las he conducido y llevado... según leyes del organismo del arte, que yo sé, que yo siento). Eso lo quiso dejar claro cuando artistas -Bernard sin ir más lejos- tendían a minusvalorar su clarividencia. Por ello hay que ser cautos al considerar el surrealismo de su obra. La misma cautela se debe emplear a la hora de valorar muchas de sus imágenes como alucinaciones, cuando se sabe que fue un hombre muy culto y que dominaba la iconografía empleada por Durero, Rembrandt, Delacroix, todo el repertorio romántico, la mitología greco-romana, la cosmogonía de la India y la iconografía cristiana.
contexto
"La piedad y el horror que provocó el proceso y ejecución de Juana de Arco despertaron el odio y la unión de Francia contra el invasor inglés". La muerte del regente Bedford -grave adversidad para Inglaterra- agudizó el declive de sus ejércitos y el duque de Borgoña, dando por perdida la causa inglesa en 1435, puso fin a la querella civil y se reconcilió con Carlos VII quien, como triunfador, entró en París. No obstante, continuaron los choques entre franceses e ingleses y ante la imposibilidad de resolver el conflicto, en abril de 1444, ambos bandos acordaron en Tours otra tregua que Francia aprovechó para reorganizar su ejército e instituciones y, en 1449, reanudar las hostilidades. Normandía fue pronto sometida por los franceses y una fuerza de socorro llegada de Inglaterra fue destrozada en Formigny (1450). Pero como la reconquista de Guyena requería más esfuerzo, en la primavera de 1453, Carlos VII emprendió la que sería última campaña bélica de la Guerra de los Cien Años. Jean Bureau, el gran maestre de la artillería de Francia, al frente de un aguerrido ejército se dirigió contra Burdeos, el gran baluarte inglés de la Guyena. La artillería de aquella tropa estaba compuesta por los nuevos cañones montados sobre cureñas con ruedas, de fácil movilidad, que serían determinantes en el campo de batalla. A mediados de julio, los franceses llegaron a las cercanías de Castillon, ciudad pro-inglesa situada a treinta millas al este de Burdeos, junto a la orilla derecha del río Dordogne. Bureau, que disponía sólo de unos 10.000 hombres, fuerza escasa para cercar la ciudad, instaló estratégicamente a sus infantes y cañones en un campamento fortificado al este de Castillon. John Talbot, conde de Shrewsbury, el veterano y popular comandante del ejército inglés en Francia, partió de Burdeos el 15 de julio con una fuerza que no superaba los 7.000 hombres y el día 17 -ahora hace 550 años- ante las murallas de Castillon se enfrentó al enemigo. En la primera fase de la batalla, al observar el inglés que, tras los primeros, los franceses se dispersaban dejando un amplio espacio abierto, creyó que el adversario se retiraba. Engañado por esta falsa impresión, Talbot ordenó el ataque impetuoso de su caballería e infantería, que fueron recibidos por una lluvia de proyectiles disparados por la batería de cañones, mandados por el célebre cañonero Giraud de Samain, emplazados en los flancos y fondo del campamento francés. A pesar de todo, Talbot confiaba en el empuje de sus hombres y mantuvo la ofensiva, pero, finalmente, la infantería francesa, superior en número y sin haber sufrido castigo alguno, aniquiló a los ya maltrechos y desconcertados supervivientes ingleses.
obra
Los siete meses que Turner pasó en Italia entre 1828 y 1829 van a suponer importantes novedades en su pintura. El Quattrocento y el Cinquecento serán una nueva fuente de inspiración para el maestro londinense, tomando sus referencias como punto de partida en las obras realizadas a su regreso a Londres, especialmente al maestro Claudio de Lorena. La Odisea de Homero, obra también conocida como Ulises engañando a Polifemo es definida por el crítico decimonónico John Ruskin como "el cuadro central de la carrera de Turner". La mitología será una mera excusa para representar a los elementos de la naturaleza. Turner ha recogido el momento de la huída del héroe de Itaca tras haber engañado a Polifemo reventándole el único ojo que tenía. Aprovecharon el amanecer que observamos al fondo para escapar rápidamente en el barco. El colorido utilizado por el artista ha sufrido un importante cambio al pasar de los tristes tonos oscuros utilizados anteriormente a unos colores claros y luminosos, gracias admirados durante la estancia italiana. Pero la gran protagonista sigue siendo la atmósfera que parece que va a engullir todos los elementos de la composición, inclusive al espectador.
Personaje Militar Político
El protagonista más famoso de la Guerra de Troya es Odiseo, el Ulises romano, rey de Itaca, uno de los hombres más sensatos y astutos de Grecia. Felizmente casado con Penélope, se resistió a abandonar a su familia para participar en la lucha e intentó evitarlo haciéndose pasar por loco. Cuando fue descubierto participó de manera activa en la lucha, junto a Aquiles, Agamenón o Menelao, siendo el promotor de la hazaña con la que se puso fin al conflicto: el caballo de Troya. Tras arrasar la ciudad, los dioses decidieron castigar a los griegos con dureza a su regreso a su patria, siendo Odiseo el peor parado. Durante diez años estuvo errante antes de llegar a su hogar donde su mujer será pretendida por un centenar de hombres que deseaban quedarse con las riquezas del héroe. Penélope intentó retrasar la boda hasta que tejiera un precioso sudario, sudario que era destejido cada noche. Odiseo tras numerosas aventuras fue hecho prisionero en una isla por la ninfa Calipso de donde salió gracias a la ayuda de Atenea. A su regreso a Itaca mató a los pretendientes con ayuda de Telémaco y consiguió recuperar su reino y a su esposa.