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Los especialistas no se ponen de acuerdo en el número exacto de dibujos que realizó Rembrandt durante su vida. Las cifras iniciales barajaban los 1.500 pero en la actualidad se han reducido a la mitad. En sus primeros años de Leiden y Amsterdam apenas ejecutó dibujos para extenderse desde ese momento hasta el final de su vida. Algunos son bocetos preparatorios pero la mayoría han estado motivados por el deseo de captar la realidad que circundaba al maestro como esta Mujer con niño bajando la escalera, donde se interesa por el equilibrio entre el movimiento tranquilo y sosegado de la madre frente al dinamismo vertiginoso del pequeño. Los trazos son seguros, exhibiéndose como un dibujante hábil y preciso gracias a su estancia en el taller de Pieter Lastman, teniendo la suficiente capacidad de sintetizar las formas mediante rápidos trazos.
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Apenas conocemos datos sobre esta obra ya que apareció a la luz pública a la muerte de Degas. Los rayos X han puesto de manifiesto que está pintada sobre un retrato inacabado de una joven vestida de negro, La Mujer con paraguas está realizada sin dibujo preparatorio y con un toque seguro y preciso que define sus principales elementos: la cabeza, los hombros y los brazos. El rostro de la mujer es lo que más nos llama la atención con una naturalidad digna del propio Goya. Especialmente destacan sus vivos y expresivos ojos que nos miran indirectamente. Su elegante vestimenta nos hace suponer que nos encontramos ante una burguesa parisina.
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Entre el grupo de los Nabis encontramos a Felix Vallotton, formado en la Academia Julian y deudor de la pintura de Cézanne, Toulouse-Lautrec y Rousseau el Aduanero. La mujer también es uno de sus temas favoritos tal y como contemplamos en este lienzo protagonizado por una bella y anónima dama, ataviada con un amplio sombrero negro, cubriendo parte de su cuerpo con una tela transparente también del mismo color. La figura aparece aislada del mundo exterior, mostrándonos un delicado seno y dirigiendo su mirada hacia abajo, lo que refuerza la actitud de aislamiento. Sin embargo, se trata de una imagen cargada de seducción, en la que el objeto del deseo se transforma en un sujeto autónomo, convirtiéndose el alma y la personalidad en las nuevas armas de seducción.
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Desconocemos la identidad de la modelo que posó para este retrato al pastel en relación con los ejecutados en los años finales de la década de 1870, como Madame Jacob o Madame Michel Levy. Se trata de un busto en tres cuartos bastante abocetado que perteneció a Renoir, único de los impresionistas amigos de Manet que continuó con la técnica de retratos femeninos al pastel.