Busqueda de contenidos

obra
Nos encontramos ante una de las imágenes más extrañas de Toulouse-Lautrec, interesado por la complejidad espacial a través de los reflejos en diferentes espejos. La escena tiene lugar en un palco, apreciándose a una mujer de espaldas saliendo del palco ya que la puerta abierta nos permite contemplar las luces del pasillo - la mancha roja y amarilla que hallamos sobre la cabeza de la dama - mientras que en el espejo de la izquierda se refleja la silueta del acompañante y la platea, quedando un sillón blanco en primer plano. Las tonalidades empleadas han sido aplicadas a través de largas pinceladas paralelas como observamos en la alfombra. Lautrec ha optado por un colorido cálido y vibrante que no tiene sintonía con el blanco del sillón y el echarpe que la mujer lleva sobre los hombros, resultando atractiva su transparencia. El resultado es bastante interesante, preocupándose también el pintor por estudiar las luces artificiales, siguiendo a su admirado Degas.
obra
Entre los quince cuadros presentados por Renoir a la segunda exposición de los impresionistas, celebrada en el mes de abril de 1876, se encontraba esta Mujer al piano que contemplamos. Como sus compañeros impresionistas, Renoir sentirá una especial atracción hacia las temáticas cotidianas, asuntos alejados de los cuadros de historia o de la mitología que planteaban los académicos y que triunfaban en el Salón. De esta manera, los jóvenes artistas se acercaban al mundo que les rodeaba, intentando también conseguir éxito entre los burgueses parisinos de la época.La muchacha aparece vestida con un largo traje blanco y elegantes ribetes negros, jugando el pintor con las sombras coloreadas que se proyectan por todo el vaporoso vestido. Su delicada piel también contrasta con el negro del piano, creando un atractivo juego cromático muy admirado por Manet, una de las referencias para los jóvenes creadores. Las pinceladas son rápidas y empastadas, interesándose más el maestro por las atmósferas que por los detalles o las calidades táctiles. El espacio es muy limitado, aportando algo más de cromatismo a la composición, especialmente amarillos y verdes.
obra
Durante el tiempo pasado en La Haya, Van Gogh pudo contemplar las obras de los grandes maestros del Barroco, especialmente Rembrandt y Vermeer, interesándose por estas obras de las que tomó el colorido, los contrastes de luz y la temática cotidiana como observamos en esta imagen donde una campesina casi de espaldas trabaja ensimismada en su torno de hilar. Es una escena íntima que contrasta con la serie de los tejedores, suponiendo un canto de Vincent a la vida rural y tranquila frente a la vorágine de la Revolución Industrial y urbana. La mujer se sitúa en un interior del que apenas existen referencias espaciales, a excepción de unos objetos en primer plano que sirven para crear la profundidad. Una intensa luz procedente de la izquierda baña al personaje, impactando en sus manos y rostro, sin inmutarse por nuestra presencia. Empleando una factura rápida y empastada, sin atender a detalles, Vincent iniciará su camino hacia una pintura dominada por el color, en este caso tonalidades oscuras con las que transmite su estado de ánimo.
obra
En el siglo XIX, el tema de la ventana como tema autónomo alcanza su plenitud. En el Círculo de Dresde, formado efímeramente en torno a Caspar David Friedrich, alcanzará cierta prosperidad, en especial en autores como Dahl y el propio Kersting. Aunque el punto de referencia es Mujer en la ventana, Kersting se aparta del profundo misticismo del pintor pomerano para pintar una escena intimista, de signo costumbrista, al estilo de los holandeses del siglo XVII, como Vermeer. Esta corriente intimista encarnada por Kersting es la base de la corriente burguesa Biedermeier, que se impondrá en Dresde a la solitaria visión de Friedrich.
obra
Tras su estancia durante el verano de 1874 en Argenteuil junto a Monet y Renoir, Manet aclara paulatinamente su paleta. La relación con Degas servirá además para introducir nuevas temáticas en la producción de Edgard como serán los cafés o las mujeres en actitudes intimistas. Nos encontramos ante una mujer que se contempla en un espejo; el corsé azulado y las enaguas blancas recuerdan a Nana, pudiendo tratarse de una versión diferente de ese tema. La pincelada es rápida, aplica el color con largos toques de pincel, aunque apreciamos la exquisitez del dibujo que conforma el volumen de la figura. Los colores son alegres, lejos de las tonalidades oscuras de su primera etapa como apreciamos en el Trapero o el Filósofo. Manet se incorpora al Impresionismo manteniendo, eso sí, su independencia lo que le llevó a no exponer en ninguna de las ocho muestras del grupo.
obra
Gerrit Dou fue el primer discípulo que tuvo Rembrandt, imitó la manera del maestro, adoptando sus modelos y traduciendo los temas y motivos de su repertorio, incluido ese gusto por los vestidos orientales y los accesorios estrafalarios, destacando por las escenas bíblicas y los retratos. Aun así, al quedar sólo en Leyden tendió hacia una factura cuidadosa y en exceso meticulosa, tan artificial que se pierde en los detalles más nimios; dedicado a pintar escenas de género (filósofos, personajes leyendo, mujeres al balcón o en las tareas domésticas, encuadrados por el motivo rembrandtiano del nicho). De él partirá la tardía pintura fina de Leyden, que gusta de las superficies satinadas, de la ejecución preciosista y del esfumado cromático, tan identificada con el ser y el sentir artísticos de Holanda como ajena del todo a la concepción y al tratamiento de Rembrandt.
obra
A partir de iniciarse la relación con Hendrickje en 1649, ella se va a convertir en el principal valuarte de la vida de Rembrandt, extendiéndose a ser una de sus modelos más utilizadas. Rubens, por ejemplo, también utilizaba a sus esposas como modelos. La pose de la figura apoyada en una puerta, la mirada penetrante y desconcertante dirigida al espectador y lo marcado del escote, hacen pensar a algunos especialistas que estaríamos ante una imagen de una cortesana, que debían ser utilizados en aquella época con un sentido moralizador. El español Murillo tiene una escena semejante titulada Gallegas en la ventana. La influencia de la Escuela veneciana es cada vez más marcada. A esa luz dorada que es una seña de identidad de Rembrandt hay que añadir el interés por el color, aunque sea oscuro. Así que luz y color como en Tiziano o Tintoretto se van a convertir en las principales premisas del holandés. La pincelada es más vibrante, más empastada aunque sigue obteniendo calidad en los detalles como la pulsera, el anillo, los pendientes o el cordón que cuelga del cuello y parece sujetar una llave.
obra
Las estampas japonesas serán para los pintores de fines del siglo XIX una importante fuente de influencias. Tanto para los impresionistas como los post-impresionistas, las xilografías niponas servirán como interesante motivo de inspiración. Toulouse-Lautrec empieza esta inspiración japoneizante en este cartón que contemplamos debido a su aspecto decorativista, el empleo de líneas onduladas, la planitud manifestada en algunas zonas y la ausencia de sombras. Incluso el espejo donde dirige su mirada la mujer está decorado con motivos orientales. El empleo de un potente dibujo empieza a ser el motivo esencial de los trabajos de Henri mientras que la aplicación del color a base de rápidas pinceladas ocupa un segundo plano. El recuerdo hacia las obras de Degas está presente aunque también apreciamos cierta deuda con Monet o Renoir al utilizar sombras coloreadas que inundan la bata de la dama. Lo más significativo de la escena es el intimismo con que Lautrec nos presenta esta fotografía de la vida cotidiana de su tiempo.