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La gran empresa final de los escultores franceses en el Real Sitio de San Ildefonso es el Panteón de Felipe V e Isabel de Farnesio, situado en la Colegiata, lugar que habían elegido para enterrarse, rompiendo con la tradición de El Escorial. El proyecto fue debido a Sempronio Subisatí, quien dirigió también la obra. Se adosa a la pared, disponiéndose delante del sarcófago las insignias reales y a los lados la figura sedente de la Caridad y la de España en pie, sumida en el dolor, obra de Hubert Dumandré y Pierre Pitué. En la parte superior hay dos medallones con los bustos de Felipe V e Isabel Farnesio, obra de Lebasseau y sobre ellos el Ángel tocando la trompeta de la Resurrección. La pirámide que sirve de fondo culmina con una gloria en la que se inscriben las armas reales portadas por ángeles. Frente al mausoleo se sitúa el gran medallón de estuco con la representación de Jesucristo y el triunfo de los mártires, obra de Luis Salvador Carmona. Precisamente en este panteón se inspirará Sabatini para levantar el mausoleo de Fernando VI en las Salesas Reales de Madrid.
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Las tumbas y estelas funerarias realizadas y proyectadas por Canova no son sólo retratos funerarios de sus destinatarios, sino imágenes arquetípicas de la muerte. En la espléndida y escenográfica pirámide del Monumento funerario de María Cristina de Austria se reúnen las cualidades más significativas de la obra artística del escultor italiano. Canova había retomado una idea previa para hacer un monumento a Tiziano en la Chiesa dei Frari de Venecia. Partiendo del lado izquierdo una procesión se dirige a la entrada, integrada por un anciano acompañado por una joven-la Piedad-, mientras una mujer de avanzada edad -la Virtud-, junto a dos niñas, lleva las cenizas a la sepultura mientras la Felicidad porta una medalla que simboliza la inmortalidad.. En la esquina contraria se ubica el ángel de la muerte sobre un león.
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El monumento funerario fue instalado originalmente en la iglesia de los servitas pero en 1812 se llevó a la iglesia de San Zanipolo, el templo funerario más importante de los dux. El sepulcro se asemeja a un arco de triunfo, presidido por el lecho mortuorio, en el que destacan las Virtudes, mientras que en el relieve del arco encontramos al dux arrodillado ante la Virgen. En los laterales se hallan dos soldados que simbolizan las glorias militares alcanzadas por el gobernante.
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En este monumento funerario Sansovino crea un homogéneo conjunto entre arquitectura y escultura, dotándole de un aspecto señorial al emplear mármoles de diferentes colores e incrustaciones de oro. Existen dudas entre los especialistas sobre la atribución de la autoría de las esculturas que constituyen el conjunto ya que en el monumento trabajó el taller de Sansovino, uno de los más fecundos de su tiempo. Se piensa que Alessandro Vittoria sería el responsable de la figura yacente del dux y del relieve de la Piedad que corona el conjunto. Sansovino sería el autor de las figuras que simbolizan la Caridad, en el lado izquierdo, y la Esperanza, en la derecha.
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En el interior de la iglesia de San Salvador se encuentra el monumento funerario del dux Francesco Venier, obra en la que Sansovino sabe aunar arquitectura y escultura de manera espectacular.
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Las tumbas son expresiones ideales de la dramaticidad religiosa del Barroco, tocada de vida por los valores naturalistas y de teatral ilusionismo que se cuelan en su concepción, convirtiendo la última morada en un modo más de vanidad humana, política, religiosa o social. En esta obra realizada para el papa Alejandro VII, Bernini unifica el monumento conmemorativo y el sepulcral, y fija el tipo hasta casi el siglo XIX: el papa bendice, sentado en un trono, o reza, de rodillas, sobre un pedestal que se sitúa detrás de un sarcófago, flanqueado por figuras alegóricas alusivas al difunto.
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Se trata de un cuadro inacabado cuyos elementos basculan entre el amor y la muerte, ésta última representada por los cipreses. Este elemento iconográfico será uno de los elementos preferidos por Dalí a lo largo de su carrera y, como él mismo reconocía, se debía a dos fuentes visuales: ése era el paisaje que veía desde su colegio y era el elemento principal de un cuadro que siempre, a lo largo de toda su vida, le fascinaría hasta llegar a la obsesión: La isla de los muertos de Arnold Böcklin. El tema alude también al mito de Guillermo Tell porque aparece Gala y figuras masculinas de edad avanzada como alusión a su padre. Dalí da a entender que el motivo de su expulsión de casa era además de por escupir contra la memoria de su madre porque también quería a Gala. Existen alusiones a la Gioconda de Leonardo da Vinci, tema que será recogido por otros artistas dalinianos como el catalán Joan Massanet. A la izquierda, el torso femenino de formas blandas está inspirado de un cromo modernista.
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Muy representativo del nuevo clima artístico establecido en el siglo XVIII, fue el surgimiento de una arquitectura de uso público no menos afortunada en sus logros que aquella de tono oficial o que se articula al directo servicio del monarca. Se realiza, por lo general, por fundamentos de utilidad y de servicio y también por cuestiones de prestigio y representatividad de intención claramente política pues fue la respuesta infraestructural necesaria a las disposiciones de Felipe V y de sus sucesores a problemas de administración, educación, gobierno, actividad científica, académica, etc. León de Arroyal invocaba el poder absoluto como nervio principal de las reformas pues los "finales envejecidos de nuestra Monarquía sólo pueden ser curados por el poder omnímodo", hecho que se traducía en la época en un incremento de los recursos económicos de la monarquía, de la riqueza nacional, de la circulación de los bienes nacionales, así como de una elevación del nivel científico, técnico y cultural en todos los sectores de la sociedad. Bernad Ward en su "proyecto económico en que se proponen varias providencias..." llegó a escribir: "El Rey puede con su suprema autoridad remediar todos los inconvenientes...".El sector renovador y crítico del siglo estuvo al día de las corrientes ideológicas y científicas del mundo cultural europeo. El reformismo se orientó no sólo en cuanto condenar en bloque la tradición por lo que pudiera aportar de negativo o de visión antagónica a su visión del futuro, sino que se apoyó fervientemente en el poder de la monarquía de la que aún se razonaba sobre su absolutismo a fines del siglo XVIII, cuando Peñaranda en la Instrucción tercera de su "Sistema social político y económico", más conveniente a España define: "El monárquico bien dirigido por un rey piadoso, justo y amante de sus vasallos, es el más perfecto".Hay numerosos proyectos generados por los criterios que formulan o apoyan los engranajes monárquicos, y por ello el grado de vitalidad de los edificios vinieron a ser una respuesta firme a las iniciativas, a pesar de que su utilidad fuera una respuesta para magnificar la imagen monárquica. En general es una arquitectura de corte viril, uniforme, que demuestra su adaptación y jerarquización en el medio urbano sobre el que ejerce cierto efecto psicológico por su elocuencia, que se concibe a gran escala y se mantiene emergente y altiva en una constante de líneas tendidas horizontales. Su formato está inspirado en los grandes conjuntos palaciales, de ascendencia real o nobiliaria, con la aspiración a lo grandioso del arte barroco. Se insiste en ella en la integración de los órdenes colosales, en la armonía de las proporciones partiendo de la lingüística del barroco atemperado, incluso en algunos casos se deja sentir la nueva orientación que va produciendo la reacción clásica o académica. Es arquitectura generada desde amplios criterios de maduración estructuralista y de comprensión de los nuevos sistemas políticos, sociales y culturales por los que discurre el siglo XVIII. La anómala situación heredada quiso ser corregida con los instrumentos de infraestructura necesarios.Sobrevive un buen número de aquellas creaciones monumentales, con sus volúmenes bien articulados, que vino a ser una fiel respuesta al cometido utilitario específico que se les asigna. En cada edificio se averigua un proceso creador, inmerso en el propio proceso racionalista del siglo XVIII. Gran parte de tales construcciones son en su interior un auténtico montaje deliberadamente previsto para llevar a cabo una determinada función práctica. Las experiencias son diversas, pero todas ellas tienen como denominador común el ser conjuntos monumentales de gran escala y porte señorial en el exterior, verificándose su interior en compromiso con unas tareas pragmáticas. La planimetría, las secciones, la técnica son en general concluyentes. A ellos se podría aplicar aquella adecuada sentencia de Giovannoni: "La técnica en arquitectura se encuentra en inmediata relación con el fin positivo de la obra".Su desarrollo comienza bifurcándose a temas diversos, convirtiéndose en una guía que nos habla de los deseos de transformación y modernización de los servicios ciudadanos. Las construcciones son interesantes desde el punto de vista de la tipología, por factores de integración del monumento en un ambiente que en ocasiones transforma de manera radical y por su propia atracción como imagen figurativa que ornamenta y prestigia determinados enclaves ciudadanos.En las investigaciones proyectadas sobre este género arquitectónico de destino público, se ha descubierto mucho, pero aún se mantienen muchos edificios en el anonimato tanto en su cronología como en su autoría.Sin embargo, es en general una arquitectura fácil de definir y de apreciar ya que el lenguaje es unificador en su visión estereométrica, en su diseño compacto, en su valor distributivo independiente pero siempre al servicio de una función determinada, y por su tono exterior palacios que se transmite incluso a sus vestíbulos y escaleras de honor, con tanto empaque como las que se, destinan al ritual cortesano.Destacamos algunas de aquellas experiencias, resaltando el acento visualmente poderoso de la Fábrica de Tabacos de Sevilla, las de San Fernando de Henares, Brihuega, La Granja o de Aguardientes y Naipes de Madrid. A la majestad de los órdenes, pueden sustituir los apilastrados gigantes, a los módulos rectangulares se les puede alterar con la inserción de un cilindro, a las portadas principales pueden añadirse escudos de mayor o menor riqueza escultural, alegorías u ornamentos decorativos de ascendencia más internacional o más local. Sin embargo, en ellas se observa un arte de orden continuista, formalmente palacial, que mima la textura de las superficies, que se corona por frontones y vanos de apariencia noble, que rinde un genérico tributo a la arquitectura de noble presencia. En ningún caso son objetos solitarios, ya que jerarquizan o determinan monumentalizando los enclaves urbanos.En el caso de los Ayuntamientos, tema que por primera vez se generaliza como sistema arquitectónico en su adecuada concreción, surgen numerosos ejemplos testimoniando la bien cumplida misión que se les asigna en relación con su distribución espacial. Sirvan de referencia los de Mondragón, Oñate, Barcelona y otros ejemplos que han contribuido tan decisivamente a vitalizar determinadas plazas municipales de España en el siglo XVIII. Sus perfiles externos sirven para referenciar una secuencia monumental en el entorno, siendo también instrumentos de sensibilización ambiental, ligados a enclaves urbanos representativos.El edificio Aduana fue excepcionalmente dimensionado. El de Madrid creado por Francisco Sabatini, el de Málaga de Manuel Martín Rodríguez o el de Valencia, son bloques imponentes que no se han debilitado, que conservan sus espacios originales, además del aspecto palacial, que en estos casos es especialmente representativo resuelto en base a una conjugación de reglas clásicas y opciones de diferente raíz estética.La misma apariencia creadora aparece en edificios para la Ciencia, como el Gabinete o Galería de Historia Natural y Academia de Ciencias (actual Museo del Prado), el Jardín Botánico, el Observatorio Astronómico, edificios trazados en este caso por Juan de Villanueva bajo leyes composicionales propias pero insertos en el mismo lenguaje funcionalista y en el rigor monumental de los restantes edificios.Bajo un estado de ánimo análogo se levanta la Universidad de Cervera y la de Toledo, el Colegio de Anaya en Salamanca o la madrileña Academia de Jurisprudencia. Y se guía por el mismo fundamento la construcción de la Real Casa del Correo (1760) y Casa de Postas madrileña, así como el proyecto del Hospital General de la capital por obra de José de Hermosilla y de Francisco Sabatini. Son en general experiencias a través de las cuales se formula toda una clara definición fenomenológica y pragmática de la arquitectura española del siglo XVIII. Los Cuarteles se integran en la misma consideración monumentalista y estructuralista. Pedro de Ribera en el Conde Duque (Cuartel de Guardias Walonas) y Francisco Sabatini en el Cuartel de Leganés constituyen el principio y el fin de una tipología sustentada en organizaciones europeas en la línea de Vauban en cuanto a su distribución, pero son a su vez monumentos de gran empaque en los que incluso se mantiene la portada palacial enriquecida con escudos y trofeos.Teatros, Lonjas, Mataderos, Gimnasios, Hipódromos, Asilos, Laboratorios, Hospicios, Cárceles, etc., constituyen un programa unitario en términos de abstracta tipología. En cada edificio el talento del arquitecto ha añadido una categoría de valor. Pero la valoración de las obras de servicios públicos en el siglo XVIII han configurado un apartado con entidad en sí mismo sirviéndose de sutiles elementos analógicos, experimentados con rigor y elocuencia y como respuesta a las necesidades civiles, técnicas, científicas, educacionales, económicas, etc., a las que hizo frente el reformismo borbónico.
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Catedral de León Junto con la catedral de Burgos, la de León es la otra gran joya del gótico en el Camino de Santiago a su paso por Castilla y León. Los promotores de su construcción fueron el rey Alfonso X el Sabio y el obispo Martín. La fachada principal está flanqueada por dos altas torres y presidida por un gran rosetón. La característica principal de este templo es la sustitución de la piedra por el cristal en gran parte de sus muros. Sus cerca de 200 ventanales y rosetones están cubiertos por más de 1.700 m2 de vidrieras. Al interior, el resultado es un maravilloso juego de luces y contrastes, que traslada al espectador hasta un mundo cargado de espiritualidad. Catedral de Burgos Dedicada a Santa María, patrona de la ciudad, la catedral de Burgos sorprende al visitante por sus espectaculares agujas. Su construcción se comenzó en 1221, por iniciativa del rey Fernando III y el obispo Mauricio. Consagrada en 1260, sus obras no finalizaron hasta el siglo XVI. La catedral burgalense es una de las construcciones más importantes de la arquitectura gótica en España. Su grandiosa apariencia externa está en justa correspondencia con la espectacularidad de su interior, con numerosas capillas y elementos ornamentales. Son muchos los personajes enterrados bajo estas piedras, pero, sin duda, el más conocido de todos es el Cid. San Martín de Frómista En el siglo XI, la reina doña Mayor fundó en Frómista el monasterio de San Martín de Tours. De esta institución, hoy sólo podemos contemplar la iglesia, una de las mejores muestras del arte románico en el Camino de Santiago. La iglesia destaca por su pureza de formas y sencillez. Dos torres cilíndricas enmarcan la portada principal. Tres ábsides semicirculares rematan la planta del templo. El interior resulta impactante, destacando por su sereno equilibrio. Tres naves cubiertas con bóveda de cañón dirigen la mirada del espectador hacia el altar. El crucero está coronado por un espectacular cimborrio octogonal. San Lorenzo de Sahagún La iglesia de San Lorenzo, en Sahagún, es una de las joyas del mudéjar, el arte elaborado por los artesanos musulmanes que vivían en tierras cristianas. La principal característica de este estilo es el uso del ladrillo, que sustituye a la piedra como material constructivo. San Lorenzo destaca por su elevada torre, decorada con galerías de arquillos. En el ábside, los artesanos mudéjares emplearon el arco de herradura, recordando su origen musulmán. La iglesia de San Lorenzo, con su airosa torre, es una de las estampas más identificativas de la villa. Iglesia de Santa María La Blanca (Villalcázar de Sirga) Villalcázar de Sirga guarda uno de los tesoros más impresionantes del Camino, la iglesia de Santa María la Blanca. El templo es un edificio románico de transición al gótico. Su aspecto se debe al hecho de haber sido casa-fortaleza de los Templarios, orden muy presente en la zona y encargada de la protección de los peregrinos. La iglesia fue famosa ya en su tiempo, acudiendo a ella numerosos peregrinos y devotos. Las gentes buscaban la protección de Santa María, más aún después de que el rey Alfonso X el Sabio describiera en sus Cantigas cómo la Virgen había curado milagrosamente a varios romeros. Desde entonces, este impresionante templo, repleto de tesoros, es uno de los más conocidos de la Ruta Jacobea. Arco de Santa María (Burgos) El Arco de Santa María, cuyo aspecto actual es del siglo XVI, es una de las antiguas puertas de entrada a la ciudad de Burgos y, sin duda, la más señorial. Por su lado exterior, la puerta de Santa María simula un castillo, con torres, almenas y dos robustos cubos que encuadran el arco. El interior del arco es más austero, decorado con algunas pinturas. Por su lado interior, el arco resulta ser de una enorme sencillez. El Arco de Santa María pudo servir como lugar de reunión del concejo de la ciudad desde el final de la Edad Media. Monasterio de San Pedro de Cardeña Situado muy cerca de Burgos, el Monasterio de San Pedro de Cardeña está muy vinculado a la vida del Cid. En este recinto fue acogida la familia de Rodrigo Díaz durante sus destierros. Además, se encuentran aquí las tumbas sin cuerpos del Cid y D? Jimena, su esposa. Poco queda del templo románico primitivo. Aparte de la torre, lo más interesante es el claustro del siglo XII, denominado "Claustro de los Mártires". Las arquerías alternan los colores rojo y blanco, colores que sin duda recuerdan los arcos de la Mezquita de Córdoba. El resto de las dependencias del Monasterio de Cardeña son, en su mayoría, obra del siglo XV. Real Monasterio de San Zoilo (Carrión de los Condes) En las afueras de Carrión de los Condes se alza el majestuoso monasterio benedictino dedicado a San Zoilo. Su etapa de mayor prosperidad corresponde a los siglos XI y XII, si bien tendrá un importante renacer durante el siglo XVI. Será en esta centuria cuando se construya el actual edificio. El claustro es la pieza principal del monasterio. Juan de Badajoz el Mozo será el encargado de la obra. Arcos ojivales, bóvedas de crucería y una abundante decoración caracterizan este espacio monástico, una de las mejores piezas del gótico florido castellano. Entre los numerosos privilegios que obtuvo el monasterio destaca el concedido por el rey Fernando IV, quien dispuso que los monjes recibieran una quinta parte del beneficio obtenido con todo el pan que se vendiera en la villa de Carrión. Castillo de Grajal de Campos En la pequeña localidad leonesa de Grajal de Campos el viajero se deja seducir por un coqueto castillo, construido en el siglo XVI, por orden de Hernando de Vega, y finalizado por su hijo, Juan de Vega. La fortaleza tiene planta cuadrada, con cubos en los ángulos y numerosas troneras en los muros, construidos con un pronunciado talud. Amplias almenas coronan la edificación, preparada para protegerse de la artillería y defenderse con las piezas artilleras de su interior. Puente de Paso Honroso Uno de los puentes más largos del Camino de Santiago es el de Orbigo, en León, sobre el río del mismo nombre. Se trata de un puente de planta irregular, formado por 20 arcos de diferentes tipos y tamaños. El puente comunica los pueblos de Hospital y Puente de Orbigo. La tradición dice que, en este lugar, don Suero de Quiñones, un caballero leonés, se comprometió en 1434 a romper 300 lanzas en honor de su dama. Fueron 68 los caballeros andantes que acudieron a las justas, unos combates que siguen siendo recordados en la actualidad. Palacio Episcopal de Astorga Antoni Gaudí recibió el encargo de construir el Palacio Episcopal de Astorga, puesto que el anterior edificio había sido destruido a causa de un incendio en 1886. En 1889 se coloca la primera piedra y dan comienzo oficialmente a las obras. El conjunto tiene planta de cruz griega, rematada en los brazos con torres cubiertas por conos de pizarra negra. El aspecto exterior es espectacular, mostrando un castillo con aire de encantamiento. En la actualidad, el Palacio, uno de los monumentos más importantes de la Ruta Jacobea, es la sede del Museo de los Caminos. Colegiata de San Isidoro Para albergar los restos de San Isidoro, procedentes de Sevilla, el rey Fernando I y su esposa, Doña Sancha, emprenden la construcción de esta joya del románico castellano. El conjunto comprende una iglesia, los restos del antiguo palacio de los reyes leoneses y el panteón real, donde los monarcas están enterrados. Pero la auténtica joya se encuentra en el interior. Las bóvedas del panteón real fueron decoradas con espectaculares pinturas al fresco. Éstas representan pasajes del Apocalipsis y del Nuevo Testamento, plasmadas con un vivo colorido. La belleza de las pinturas es tal que ha hecho a muchos afirmar que nos encontramos ante la "Capilla Sixtina" del Románico. Monasterio de San Juan de Ortega San Juan de Ortega construyó este monasterio para acoger y dar cobijo a los cansados peregrinos de la Ruta Jacobea. El conjunto, del siglo XII, está formado por una iglesia, una capilla y una hospedería. Una sencilla cripta en el interior de la iglesia guarda los restos del santo, que descansan en un humilde sarcófago. Al santo se le atribuían poderes de curación contra la esterilidad, lo que motivó la visita de la reina Isabel la Católica, en 1477. Pero lo más espectacular de este lugar está en uno de sus capiteles. Dos veces al año, durante los equinoccios, la iglesia queda a oscuras al atardecer, dejando que un rayo de luz penetre por la ventana e ilumine el capitel con la escena de la Anunciación. Catedral de Santiago de Compostela En el siglo IX se descubre la tumba del Apóstol Santiago en un paraje conocido como Campus Stellae, la actual Compostela. Aquí se construirá la primitiva iglesia que, con el tiempo, se convertirá en uno de los principales centros de peregrinación de la Cristiandad. El obispo Gelmírez será el principal promotor de la construcción de la catedral románica. En el siglo XVIII se realizaron importantes obras de reforma, espacialmente en esta fachada principal, conocida como del Obradoiro. Fernando Casas Novoa es el autor del proyecto, creando una equilibrada fachada barroca. De esta manera, los estilos románico y barroco se dan la mano parea crear uno de los templos más impresionantes del mundo cristiano.
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Merece la pena tener en cuenta estos datos a la hora de enfrentarnos con los edificios destinados a espectáculos en Hispania; porque, si bien es cierto que, a lo largo de todo el Imperio, pudieron mantenerse, en ciudades menores, teatros ambulantes con sus escenas de madera, circos reducidos a meros llanos con dos postes clavados en tierra, y foros acondicionados para los breves días que durasen los combates gladiatorios, parece evidente, en principio, que la monumentalización de los edificios de espectáculos es reflejo de la que se da en Italia, y que, por tanto, los teatros, anfiteatros y circos de nuestra península que han dejado huellas hasta hoy han de ser todos -salvo algún caso aislado que merece especial análisis- de época imperial. Ahora bien, ¿cuáles son esos monumentos? Antes de centrarnos en los efectivamente conservados, cabría aludir a otros que debieron o pudieron existir, dadas las noticias que han llegado hasta nosotros. Cierto que no nos valen como testimonio todos los epígrafes que hablan de juegos -puesto que éstos pudieron celebrarse en ámbitos efímeros-, y que lo mismo puede decirse de hallazgos muy sugestivos a primera vista -los graffiti con figuras de gladiadores en Gades, las armas gladiatorias de Pollentia (Alcudia)-, pero hay lápidas y textos antiguos de particular valor, por lo concreto de sus alusiones. En Castulo, por ejemplo, podemos recordar cómo un procurador de Augusto puso estatuas junto al teatro, y sabemos por otro epígrafe que el seviro L. Licinio Abascantión, en el siglo II d. C., pagó dos sesiones en el anfiteatro y unos recitales en el teatro. Algo semejante ocurre en Hispalis, si no se equivoca el Pasionario Hispano cuando relata que el cuerpo de Santa Rufina fue llevado al anfiteatro para ser quemado; y más claro aún es el caso de Balsa (Tavira) y Zafra, donde unas inscripciones dan los nombres de quienes pagaron la construcción de sectores concretos del muro del podium en los circos locales: acaso en tales circos sólo fuese de piedra este elemento, quedando todo el resto en madera o tierra, pero al menos hay un indicio seguro de monumentalización, igual que en Siarum (cerca de Utrera), donde otro personaje levanta con piedras, desde el suelo, una grada para ver espectáculos, ignoramos de qué tipo. Si la arqueología actual aún no ha solucionado estos problemas, lo mismo ocurre con el -aún más curioso- que plantean los múltiples circos, teatros y anfiteatros que han sido vistos, o imaginados, por escritores de pasados siglos, y que todavía hoy esperan su confirmación o (como ha ocurrido ya con los pretendidos teatro y anfiteatro de Barcelona) una desmentida clara. ¿Quién sabe si hubo en Toledo un teatro, aparte del probable anfiteatro del barrio de Covachuelas?, ¿qué pensar de los posibles anfiteatros de Bracara Augusta, Calagurris, Ilici y Malaca?, ¿fue anfiteatro, o circo, la ruina que se destruyó en Gades en el siglo XVIII?, ¿dónde estuvieron en realidad los circos y los anfiteatros que sin duda, y dada su entidad, tuvieron las ciudades de Hispalis y Corduba, y que han sido hallados en diversos puntos? Por desgracia, carecemos aquí de espacio para tratar por separado de estos monumentos aún misteriosos. Esperemos llegar a tener noticias futuras sobre ellos, igual que sobre otros con restos conocidos, y hasta analizados por arqueólogos en la actualidad, pero que siguen planteando dudas sobre su identidad, o que no han sido dados a conocer con detalles suficientes para permitir una definición indudable. Tal es el caso, del posible teatro de Castulo; o por ejemplo, del pretendido anfiteatro de Capera (Cáparra), cuya estructura circular sugiere más bien un depósito de agua; o de las huellas informes del posible anfiteatro de Acinippo (Ronda la Vieja); o de las curiosas gradas talladas en la roca de Termes, que pudieron servir de cavea para un rústico teatro o anfiteatro; o del posible circo de Itálica, que pudo ocupar un espacio junto al teatro, pero que exigiría excavaciones para ser reconocido; o, finalmente, del teatro de Corduba, que algunos han querido ver en los restos aparecidos con motivo de las obras del Tren de Alta Velocidad. Apartados, en fin, todos los monumentos dudosos, quedan ante nosotros los 21 teatros, 12 anfiteatros y 6 circos que, actualmente, componen el catálogo de los monumentos dedicados a espectáculos en la Hispania romana. Muchos de ellos serán conocidos por el lector por su asombroso tamaño o por la fortaleza de sus evocadoras y grandiosas estructuras.