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En los últimos años la montaña Sainte-Victoire será el motivo favorito de Cézanne. Se trata de una roca calcárea de unos 1000 metros de altura que se eleva en los alrededores de Aix y que el maestro recogerá con sus pinceles desde diferentes lugares: el Jas de Bouffan, la cantera de Bibèmus, la cima de Les Lauves. En todos sus trabajos se presenta majestuosa, recortando su silueta ante un cielo azulado, rodeada de pinos o de matorrales y rocas. Serían innumerables los días que el pintor se dedicó a observar a su "diosa", intentando no copiar la realidad que le rodeaba sino crear un equivalente pictórico con sus impresiones. El color ha sido aplicado de manera fluida y apenas empastada, de manera que se crea el efecto de envolver la perspectiva, utilizando una banda de tonalidades verdes para dirigir nuestra atención hacia los grises, malvas y azules del cielo y la montaña. El cubismo y la abstracción tienen en estos trabajos sus más directos antecedentes, a pesar de que el maestro de Aix luchara duramente para conseguir dotar a sus telas de volumen y forma para "convertir el Impresionismo en algo sólido y duradero, como el arte que se conserva en los museos".
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Cézanne conocía perfectamente las reglas de la perspectiva. En sus últimos trabajos experimenta novedades en este campo al emplear el color como vehículo que aporta la sensación de lejanía. Así, la montaña está pintada con una tonalidad malva transparente mientras que en primer plano presenta colores más fuertes. La rapidez que reclama el empleo de la acuarela motivará un mayor abocetamiento que contrasta con el constructivismo que presenta en algunas obras de esta excelente serie protagonizada por la montaña. Las tonalidades claras y la iluminación empleada recuerdan al impresionismo, estilo que Cézanne toma como punto de partida en su carrera pictórica, gracias a su estrecho contacto con Pissarro y Renoir.
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En los alrededores de Aix se eleva la majestuosa mole calcárea de la montaña Sainte-Victoire. Sus mil metros de altitud se convertirán en protagonistas principales de los últimos trabajos de Cézanne, dedicándola entre apuntes, acuarelas, dibujos y óleos más de setenta obras. Los lugares favoritos para realizar sus pinturas serán la carretera que conducía al pueblo de Tholonet, la cantera de Bibèmus y el camino de Les Lauves, donde se comprará en 1901 un terreno para construir un estudio. Cézanne prefería la luz de la tarde para representar su querida montaña, momento en que los colores se hacen más suaves y las sombras se suavizan gracias a las tonalidades grises. En primer plano podemos observar tonalidades más oscuras que se van aclarando hasta llegar a los tonos transparentes de la montaña, configurando de esta manera la perspectiva a través del color. Y es que para el maestro de Aix el color será el elemento fundamental tanto para la configuración de la perspectiva como para estructurar la forma y el volumen. Las pinceladas adquieren una peculiar forma afacetada que será utilizada años después por los cubistas, convirtiéndose Cézanne en padre de la modernidad.
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Uno de los lugares favoritos de Cézanne para contemplar la montaña Sainte-Victoire era la cantera abandonada de Bibèmus, donde también pasará largas jornadas pintando sus rocas. Las potentes rocas de la cantera en primer plano, salpicadas de árboles, dejan paso a la mole calcárea de la montaña, cuya inolvidable silueta se presenta al fondo de la composición, recortada ante un azulado cielo. Los colores más oscuros presiden el primer plano de la composición, aclarándose a medida que nos alejamos hasta llegar a las tonalidades casi transparente de la montaña. De esta manera, el maestro de Aix recurre a lo color como vehículo para conseguir la perspectiva, superando las reglas tradicionales. También el color será el elemento con el que se consiga recuperar el volumen y la forma -"No existe ninguna línea, no existe ningún modelado, sólo existen los contrastes. Cuando el color alcanza su mayor riqueza, entonces la forma alcanza su plenitud" afirmaba contundentemente- que se estaban perdiendo en los trabajos de Monet, al interesarse más por la luz y los efectos atmosféricos.
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La venta del Jas de Bouffan en 1899 supondrá la búsqueda por parte de Cézanne de un nuevo estudio donde poder trabajar. En primer lugar eligió el Château Noir pero el propietario se negó a vender la propiedad. En noviembre de 1901 compró un terreno en la colina de Les Lauves donde encargó la construcción de un estudio. Desde allí se dedicará a realizar diversos lienzos de su tema favorito en estos años: la montaña Sainte-Victoire.Este lienzo propiedad del Kunstmuseum de Basilea supone la culminación de las investigaciones cromáticas del maestro. Aplicará el color de manera diluida y tosca, renunciando a reproducir los colores y las formas reales de la naturaleza para mostrar las impresiones cromáticas de las diferentes zonas, estableciendo un acertado contraste entre el espacio sombreado y el iluminado, recurriendo a una sucesión de colores más claros para alcanzar el efecto de profundidad, rompiendo así con la perspectiva tradicional.A pesar del abocetamiento generalizado, el motivo sigue siendo perceptible, identificándose tanto las casitas de la llanura como los campos o la silueta de la montaña. Cada uno de estos elementos se estructura a través de los toques de color, estableciendo un claro vínculo con el cubismo.
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La última serie de imágenes de la montaña Sainte-Victoire será tomada desde la cima de Les Lauves, en cuyo camino tenía Cézanne una propiedad donde se construyó un estudio. Posiblemente este lienzo del Museo Pushkin de Moscú sea uno de los últimos trabajos, siguiendo las pautas de obras anteriores.El color se convierte en el vehículo con el que el maestro intenta recuperar las formas y los volúmenes, al tiempo que se emplea como el elemento que configura la perspectiva al utilizar tonalidades oscuras en el fondo, que se convierten en claras en la montaña, recortada sobre el cielo plagado de verdes nubes. Bernard califica a Cézanne como un pintor místico porque "él no ve las cosas en sí mismas, sino en su relación con la pintura, es decir, con la expresión concreta de su belleza. Es un contemplativo; observa estéticamente, no objetivamente; se expresa por medio de la sensibilidad, es decir, por la percepción instintiva y sentimental de las relaciones y los acordes".La forma de aplicar el color anticipa claramente la estética cubista, de la misma manera que servirá como punto de referencia para los pintores abstractos, a pesar de que Cézanne nunca abandonara por completo la representación figurativa.
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Entre los paisajes más apreciados por Cézanne es la montaña Sainte-Victoire su preferida, realizando numerosas composiciones en las que la protagonista es la montaña contemplada desde diferentes puntos de vista. En todas ellas se presenta majestuosa en el centro de la composición, erigiéndose sobre los bosques de su alrededor. Cézanne nos presenta en primer plano el camino que se dirige a Tholonet como una mancha de color siena entre los árboles, mostrando en la zona intermedia una construcción como única referencia a la civilización. Un entramado de líneas organiza la composición, líneas que son cubiertas por una amplia variedad de tonalidades aplicadas de manera rápida y contundente, distribuyendo las pinceladas en trazos amplios que paulatinamente se acercan a las facetas que tanto utilizarán los cubistas. El colorido es tremendamente intenso, utilizando malvas, azules, verdes, amarillos y naranjas, convirtiéndose el color en el auténtico protagonista de la composición.
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Los autores de la vanguardia del siglo XX encontraron en Cézanne a una de sus fuentes más admiradas, especialmente el cubismo como bien podemos contemplar en este lienzo. La protagonista será una vez más la montaña Sainte-Victoire y el paisaje de su alrededor, construyendo el cuadro con pinceladas diagonales, verticales y horizontales que configuran un entramado similar al mosaico. De esta manera, a través del color se consigue construir la forma, siendo ésta la máxima del maestro de Aix ya que deseaba "pintar como Poussin, pero a partir de la naturaleza". Los tonos se aplican sin apenas mezclar sobre el lienzo, apreciándose en algunas zonas el color de la tela, en un proceso pictórico similar a la acuarela. Emile Bernard nos cuenta cómo era la fórmula de trabajo de Cézanne: "Su método era singular, bastante complicado y completamente al margen de los medios habituales. Empezaba por la sombra y con una mancha, que recubría con una segunda más amplia y luego con una tercera, hasta que todas las tonalidades, a modo de pantallas, modelasen, coloreándolo, el objeto".
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Leonardo escogía con sumo cuidado los papeles sobre los que trabajaba al carboncillo. Los papeles teñidos en rosa, rojo o azul son muy frecuentes en su obra y contribuyen a distinguir sus esbozos. En este caso, la textura recia y porosa del papel apoya el dibujo con la cadena montañosa, contribuyendo a dar una idea de paisaje agreste, visto desde la lejanía. Estos estudios de paisaje y en especial los de montañas eran auténticas herramientas de trabajo para el maestro, quien más tarde incluía sus apuntes en los fondos de cuadros más importantes. Esta costumbre también la tenía el alemán Alberto Durero, que se dedicó a captar todos aquellos lugares por los que pasó, así como aquellos objetos o personas que le llamaban la atención. De esta manera, los artistas del XV y del XVI se construían un nutrido archivo de imágenes que poder recuperar en momentos de necesidad para terminar una obra.
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Los paisajes también atraerán a Courbet, que introduce en ellos una importante novedad que tendrá su repercusión en el Impresionismo: están tomados a "plein air", es decir, directamente del natural, aunque más tarde los retocara en el taller. Este concepto supone incorporar el interés por la luz y el color, como apreciamos en esta escena, ejecutada en uno de los numerosos viajes que el artista realizó por Francia, especialmente en los últimos años de la década de 1850 cuando expuso sus cuadros en diferentes ciudades del país, llegando incluso a mostrar sus obras en Bélgica. La representación verídica de la naturaleza es la máxima del Realismo, como observamos en estas montañas tomadas al atardecer, apreciándose los últimos toques de luz en las rocas así como las tonalidades verdes que se apagan a medida que la luz se consume. El trazo firme y seguro de sus composiciones con figuras también se aprecia en esta atractiva obra.