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Toulouse-Lautrec gustaba de retratar a sus amigos y familiares en su estudio, en un jardín o en un café. Para él los retratos eran fundamentales, no por obtener beneficios de su venta sino por la importancia que concedía a la figura. Y esas figuras serán personas de su entorno, de carne y hueso, siguiendo la tradición del Realismo en la que participaron sus maestros Bonnat y Cormon y que avanzaría con Manet. Sobre el retratado en esta ocasión - Monsieur Boileau - poco sabemos; parece que se trataba de un periodista especializado en asuntos sensacionalistas, un periodista de la prensa amarilla. La figura aparece en el interior de un café, sentado a una mesa en la que contemplamos varias consumiciones y unas fichas de dominó. Tras él se encuentran algunas figuras, siendo una de ellas - concretamente la de barba blanca que hace sonar un cuerno de caza - la imagen del padre del pintor, el conde de Toulouse. Henri emplea una doble perspectiva para representar la escena: desde arriba nos presenta la mesa y desde el frente aparece el resto de los elementos, siguiendo la estela de Degas. El ambiente del café está soberbiamente sugerido, captando a la perfección las luces eléctricas que lo iluminan.
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Los retratos que Ingres realizó durante su estancia en Roma repiten prácticamente el mismo modelo, que se aproxima bastante a la sensibilidad del romanticismo. Sus personajes masculinos, como este Monsieur Charles Joseph Laurent Cordier, suelen aparecer de medio cuerpo, recortados contra un fondo de paisaje agitado y tormentoso, con alguna vista típica de los alrededores de Roma. En este caso, lo que aparece al fondo es el Tívoli. El espíritu es similar a las modernas fotografías de los turistas que se quieren retratar en los lugares que visitan.
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No conocemos exactamente la identidad de este hombre que aquí contemplamos, pudiendo tratarse del director de una firma de carteles publicitarios o de un diputado. Lo que resulta evidente es su elegancia y su simpatía, captadas por Toulouse-Lautrec de manera sensacional. Y es que como buen retratista, Henri sabe mostrar al espectador algo más que el rostro o los detalles de los vestidos; nos ofrece el alma, la personalidad del modelo, para que conozcamos mejor al personaje, de la misma manera que habían hecho Tiziano o Velázquez y que él había tomado de Degas. El lugar donde se presenta Monsieur Delaporte, el "Jardin de Paris", era un lujoso café concierto donde continuaba la diversión al cerrar el "Moulin Rouge" a las 11:30 p.m. Las atracciones musicales y de baile hacían allí su segunda función. Lautrec sigue interesado por la línea y el dibujo mientras que las tonalidades oscuras empleadas son aplicadas en el cartón mediante largas pinceladas, obteniendo zonas de gran planitud como la figura que contemplamos en segundo término. Esta ausencia de volumen está inspirada en la estampa japonesa.
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Los retratos de los personajes cercanos a Lautrec serán frecuentes en la década de los 90. En esta ocasión se trata de Désiré Dihau, fagotista de la Ópera y pariente lejano del pintor. Ha sido captado de espaldas, leyendo el periódico; sigue Toulouse-Lautrec las instrucciones del crítico Edmond Duranty, quien había escrito que por medio de la espalda podía determinarse la posición social y el carácter de una persona. Duranty era muy amigo de Degas, precisamente el pintor de quien Toulouse-Lautrec tomó el retrato naturalista. El fagotista se nos muestra en un jardín, posiblemente el de su amigo Père Forest. En este jardín Henri exhibe un marcado acento impresionista, con un colorido y una luz muy cercanos a Monet o Renoir; de igual modo, la pincelada suelta es característica de este momento. Al no ser muy común este tipo de retratos, resulta ciertamente más original e interesante.
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El banquero Henri Fourcade protagoniza este sensacional retrato, alejado de las típicas imágenes de poder donde las figuras se sientan tras poderosas y engalanadas mesas que refuerzan su posición dominante en la sociedad. Toulouse-Lautrec le presenta en el baile de la Opera para mostrarnos una faceta más divertida del personaje, situándole en el centro de la composición y creando el efecto de acercarse hacia la zona del espectador. Al fondo aparecen varios personajes que no distraen nuestra atención, reconociéndose en uno de ellos al primo del pintor, Gabriel Tapié de Céleyran. Los detalles son eliminados para concentrar el interés en la efigie del banquero mientras la composición se organiza a base de un entramado de líneas que empequeñecen la estancia. El color es aplicado con rapidez, apreciándose los trazos que forman una especie de mosaico. La postura de Fourcade refuerza el aspecto de fotografía que encontramos en la imagen, enlazando con la faceta de fotógrafo de su tiempo que siempre se otorga a Lautrec. Existe también un espectacular estudio del busto de Fourcade a carboncillo.
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El mayor éxito como pintor de Ingres fue su faceta como retratista, ya que a lo largo de su carrera recibió innumerables encargos para ser plasmados por el artista. En 1823 recibió en su taller de Florencia la petición de los señores Leblanc para ser retratados. El cuadro con la señora Leblanc se encuentra en el mismo museo que el de su marido.Ingres pinta al caballero con la familiaridad de la que hace gala en todos sus retratos, según los cuales podría parecer que Ingres siempre retrata a sus amigos, y no a clientes. La expresión relajada y digna del modelo la conseguía a base de trabajar la postura del modelo, hasta conseguirla que más le satisfacía.
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El retrato de Monsieur Moltedo repite el esquema compositivo del retrato de Mr. Granet, realizado un año antes. La figura masculina está tomada de medio cuerpo ante un paisaje romano. Sin embargo, las diferencias entre ambos lienzos quedan patentes: mientras que Granet era un artista y contaba con las simpatías de Ingres, este Mr. Moltedo es un funcionario que refleja en su rostro vulgar la placidez de su existencia. Una vez más Ingres pone de manifiesto sus capacidades extraordinarias para penetrar en la psicología de su modelo y al mismo tiempo darle un cierto aire de elegancia, pese a lo sencillez de este Jefe de Correos. Tal vez el secreto lo encontremos en ese fondo de paisaje, al que Ingres no solía conceder demasiada importancia, cuando frecuentemente proporcionan un poderoso respaldo a sus figuras. El cielo tormentoso está cubierto de nubarrones que dejan pasar una luz grisácea, pesada, que apenas ilumina las ruinas del coliseo. Este fondo inquietante nos habla de un ambiente auténticamente romántico, y no neoclásico, como era el estilo de su autor.
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Si en el retrato de madame Leblanc la dedicatoria del artista era para su esposo, en este retrato de monsieur Leblanc la destinataria era Françoise. El dibujo lo realizó un año después del retrato de su mujer, también en Florencia. Jacques Louis Leblanc era el secretario en Florencia de una de las hermanas de Napoleón, la gran duquesa Elisa Bacchiochi. Además de estos retratos a lápiz, Ingres pintó los rostros del matrimonio en dos cuadros al óleo, que conservó el también pintor Degas hasta su muerte.
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Ingres era un joven artista poco conocido todavía entre el público cuando recibió este encargo. Se lo proporcionó otro pintor, Edouard Gatteaux, también ganador del "Grand Prix de Roma", como Ingres. Este artista le presentó a Charles Marie Jean Baptiste Françóis Marcotte d'Argenteuil, que es el nombre completo del personaje. Este hombre era el director de Aguas y Bosques en Roma, comisionado por Napoleón Bonaparte. Contaba treinta y tres años cuando decidió encargar su severo retrato a Ingres, y el resultado le satisfizo de tal manera que se convirtió en su amigo y patrón el resto de su carrera.Ingres se aparta en este caso de los retratos que solía pintar en Roma, situados en un exterior de paisaje tormentoso, para mostrar a la figura en un interior indefinido, sobre un fondo verde neutro sin luces ni sombras. El personaje es destacado hábilmente con inteligentes notas de color. En primer lugar tenemos el cuello amarillo limón que parece brillar bajo el rostro serio e impenetrable de Monsieur Marcotte. Luego, una insignia de vivo color rojo nos lleva al tejido rojo del mueble sobre el que se apoya la figura. El retrato resulta así de una solidez muy estática pero animada por el lenguaje del color, sabiamente administrado por el artista.
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Ingres había pintado el año anterior a este retrato el de Napoleón I cónsul. Sin embargo, el período oficial era el del Imperio. Ingres firma el lienzo como acostumbra: con su nombre y la fecha, en el calendario revolucionario francés, es decir, el año XIII después de la Revolución Francesa, que se corresponde con 1805. Ingres tiene veinticinco años y el retrato de Napoleón le ha proporcionado un respetable éxito. El señor Rivière le encarga tres retratos: el suyo propio, el de su mujer y el de su hija adolescente. Los tres se encuentran en el Louvre. Ingres coloca al señor Rivière en una pose distendida, con una mirada familiar y simpática. El encuadre está recortado, descentrado, lo que acentúa el carácter íntimo y espontáneo de la imagen. El artista era muy hábil a la hora de conseguir de sus modelos la pose ideal, y la juventud del pintor no interfiere lo más mínimo en su dominio de la situación.