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Una de las más destacables consecuencias de la presencia romana en la Península Ibérica a lo largo de seis siglos fue el desarrollo de un amplio programa de obras públicas. Así, crearon una extensa red de carreteras muchas de las cuales aun hoy perviven. También edificaron construcciones para el ocio, como teatros, anfiteatros o circos. Por último, la higiene pública de las ciudades fue atendida por medio de la construcción de redes de alcantarillado, termas o acueductos, que abastecían de agua corriente a las poblaciones.Quizás la más famosa construcción romana en la Península es el Acueducto de Segovia. Perfectamente conservado, la parte más famosa y monumental del acueducto corresponde al muro transparente de arcos sucesivos que lo mantiene airosamente alzado en la vaguada del Azoguejo. Realizado en granito a finales del siglo I después de Cristo, bajo el reinado del emperador Nerva, tiene una altura máxima de 28 metros y medio y 818 metros de largo. Para su construcción se utilizaron 20.400 bloques de piedra unidos sin ningún tipo de argamasa. A diferencia del Pont du Gard, el sistema de construcción que se emplea aquí consiste en levantar enormes pilares unidos a media altura y con arcos de sostén en la parte superior.Su autor hizo un extraordinario alarde de técnica, pues el equilibrio de tan liviana construcción descansa en el conjunto de la obra. De esta forma, el acueducto sólo se mantiene estable si se conserva en su integridad, a diferencia de otros ejemplos como el de los Milagros de Mérida, cuya estabilidad descansa de manera independiente en las columnas. Fue restaurado en el siglo XV por la reina Isabel de Castilla.
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El suministro de agua al sector residencial de Tarraco estaba garantizado por dos acueductos procedentes de los ríos Francolí y Gaiá. Las aguas del río Francolí llegaban a Tarraco a través de una larga conducción a la que corresponde el llamado Pont del Diable o Acueducto de les Ferreres, obra con dos órdenes de arcos superpuestos de mampostería- 11 arcos el inferior y 25 el piso superior-, sin más ligazón que la coaxialidad de los pilares, levantada para salvar el desnivel de un barranco, llamado dels Arcs, próximo a la ciudad. El nombre de Acueducto del Diablo se debe a una leyenda popular que cuenta cómo el Diablo solicitó una doncella a cambio de levantar la construcción en una noche, antes de que los gallos cantaran. El prometido de la joven despertó a todos los gallos de las granjas vecinas imitando su canto, contestando los gallos antes de la hora prevista. El Diablo, al ver que había perdido la apuesta casi habiendo construido el Acueducto, huyó sin conseguir a la doncella. Esta obra de ingeniería ha sido tradicionalmente fechada en época de Augusto. Es un buen ejemplo del tipo estructural más sencillo y menos estable, pues la ruina de algún elemento arrastraría, teóricamente al menos, la de todos los demás, especialmente si pertenecía al orden bajo. Los sillares están almohadillados, animados en apariencia por la estética brutalista de la Porta Maggiore claudiana. El dibujo del ingeniero Josep Boy, fechado en 1713, nos muestra el acueducto principal de Tarraco en alzado y sección, y en un momento de abandono; tiene unos 200 m de longitud y una altura máxima de 26 m y un ancho de bóveda que se aproxima a los dos metros.
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Cerca del cementerio municipal de Mérida, en la barriada de Santa Eulalia, se encuentran las ruinas de un depósito de decantación con cámara de compuertas y salida superior en vertedero (piscina lunaria), desde donde el conducto comienza a tomar altura para salvar, nuevamente, el obstáculo del valle del Albarregas.La longitud del tramo de arquerías, desde el citado depósito de decantación hasta el terminal existente en el cerro de El Calvario, es de 827 metros, mientras que la altura máxima llega a 25 metros.Su estructura revela la perfección y dominio que los ingenieros romanos llegaron a alcanzar en la solución de este tipo de obras. Consiste básicamente en una serie de sillares y ladrillos, cinco y cinco hiladas respectivamente. Los pilares tienen 3 metros de lado y a veces cuentan con un estribo en talud. Se enlazaban unos a otros por medio de arquerías de ladrillo, aunque en los que flanquean la corriente del Albarregas éstas son de piedra. En la parte superior de las arquerías iba establecido el canal (specus).Esta obra que causó el asombro de los emeritenses de los pasados siglos, que consideraron milagroso que los pilares se conservaran aún enhiestos, de donde el nombre de Los Milagros con el que se conoce al acueducto, ha llegado hasta nosotros en excelente estado de conservación. Son todavía cerca de 50 los pilares que todavía permanecen, más o menos deteriorados.La conducción concluía en una de las eminencias de la ciudad, en el cerro de El Calvario, donde a comienzos de la década de los setenta se descubrieron las ruinas de su depósito terminal. La cronología de estas conducciones ha sido muy debatida, pero la teoría general se inclina a considerarlas de época augustea.Tanto el combinado de materiales, como el sistema de construcción, serán luego imitados por los arquitectos hispanomusulmanes en la Mezquita de Córdoba.
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Acueducto romano de Emerita Augusta, la actual Mérida, se trata de una construcción originada en época de Trajano, aunque buena parte de su estructura es de época constantiniana. Cerca del cementerio municipal de Mérida, en la barriada de Santa Eulalia, se encuentran las ruinas de un depósito de decantación con cámara de compuertas y salida superior en vertedero (piscina lunaria), desde donde el conducto comienza a tomar altura para salvar, nuevamente, el obstáculo del valle del Albarregas.La longitud del tramo de arquerías, desde el citado depósito de decantación hasta el terminal existente en el cerro de El Calvario, es de 827 metros, mientras que la altura máxima llega a 25 metros.Su estructura revela la perfección y dominio que los ingenieros romanos llegaron a alcanzar en la solución de este tipo de obras. Consiste básicamente en una serie de sillares y ladrillos, cinco y cinco hiladas respectivamente. Los pilares tienen 3 metros de lado y a veces cuentan con un estribo en talud. Se enlazaban unos a otros por medio de arquerías de ladrillo, aunque en los que flanquean la corriente del Albarregas éstas son de piedra. En la parte superior de las arquerías iba establecido el canal (specus).Esta obra que causó el asombro de los emeritenses de los pasados siglos, que consideraron milagroso que los pilares se conservaran aún enhiestos, de donde el nombre de Los Milagros con el que se conoce al acueducto, ha llegado hasta nosotros en excelente estado de conservación. Son todavía cerca de 50 los pilares que todavía permanecen, más o menos deteriorados.La conducción concluía en una de las eminencias de la ciudad, en el cerro de El Calvario, donde a comienzos de la década de los setenta se descubrieron las ruinas de su depósito terminal. La cronología de estas conducciones ha sido muy debatida, pero la teoría general se inclina a considerarlas de época augustea.Tanto el combinado de materiales, como el sistema de construcción, serán luego imitados por los arquitectos hispanomusulmanes en la Mezquita de Córdoba.
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Al noroeste de la ciudad de Mérida, muy cerca de donde se encontraba el circo, se alzan los escasos restos del acueducto de San Lázaro, una de las tres conducciones que surtían de agua a Emerita Augusta. Su longitud era más corta que los otros dos acueductos -Cornalvo y los Milagros- llegando a los cuatro kilómetros. La anchura no excedía de los 80 centímetros. De época romana han perdurado tres pilares y dos arcos. Los pilares son diferentes entre sí, haciéndose acompañar de contrafuertes para conseguir mayor consistencia. En el siglo XVI se construía el acueducto que hoy podemos ver, posiblemente reutilizando elementos del romano. Respecto a la cronología de la primitiva construcción, existen diversas hipótesis que lo fechan en época de Augusto -cuando fue fundada la urbe- o durante dos etapas: a mediados del siglo I y en el periodo de los Severos.