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Los textos indígenas dan también testimonio de otras formas de pensamiento, en cierto modo antagónicas a la actitud guerrera. Fueron algunos príncipes y sabios quienes así empezaron a expresarse. Conociendo sin duda las antiguas tradiciones que se remontaban a los tiempos toltecas y hablaban del supremo Dios dual, Dueño de la cercanía y la proximidad, Dador de la vida, así como los preceptos de elevada moralidad, el repudio de los sacrificios humanos y de la guerra, nació en sus mentes la duda acerca de la concepción místico-guerrera de los aztecas. Las inquisiciones de estos sabios incluyeron el tema de la divinidad. Conocían el olvido en que había caído la doctrina tolteca acerca del supremo Dios dual, al sustituirse los cultos antiguos por la veneración sangrienta y guerrera del numen azteca Huitzilopochtli. Se conservan textos con reflexiones como éstas: "En el interior del cielo tú existes, allí estás inventando tu discurso... Tú que eres Dios. ¿Qué es lo que tú allí determinas? ¿Acaso aquí te ha invadido la pereza? ¿Tendrás que ocultar aquí tu gloria y tu fama? ¿Aquí, sobre la tierra, qué es lo que tú habrás de determinar?" Tales preguntas dejan entrever la duda acerca de la presencia y la acción del Dios dual en la tierra. De modo semejante, en otro lugar se plantean también cuestiones acerca del sitio en que debe buscarse al Dios dual, Ometéotl: "¿Adónde iré? ¿Adónde iré? El camino de Ometéotl, el Dios dual. ¿Acaso es tu casa en el sitio de los descarnados? ¿En el interior del cielo? ¿O solamente aquí en la tierra es el sitio de los descarnados?" Poco a poco se fue ampliando lo que hoy llamaríamos problemática de estos pensadores. Planteándose el problema del valor del ser humano frente a la divinidad, el sabio Nezahualcóyotl comenzó por reconocer que, al lado del Dueño de la cercanía y la proximidad, nada debe echarse de menos. Pero el tema central de su meditación fue la profundización de la duda: ¿Qué somos los hombres para la divinidad? ¿Qué es la divinidad para los hombres? Veamos el texto mismo: "Tú, Dueño de la cercanía y la proximidad, aquí te damos placer, junto a ti nada se echa de menos. ¡Oh Dador de la vida! Sólo como una flor nos estimas, así nos vamos marchitando, tus amigos. Como a una esmeralda, tú nos haces pedazos. Como a una pintura, tú así nos borras. Todos se marchan a la región de los muertos, al lugar común de perdernos. ¿Qué somos par ti, oh Dios? Así vivimos, así, en el lugar de nuestra pérdida, así nos vamos perdiendo. Nosotros los hombres, ¿adónde tendremos que ir?" Otro texto citaremos en el que reaparece la misma idea del posible valor del hombre en este mundo de ensueño: "¿Acaso son verdad los hombres? Por tanto, ya no es verdad nuestro canto. ¿Qué está por ventura en pie? ¿Qué es lo que viene a salir bien?" Partiendo de la percepción de estos problemas, llegaron los sabios indígenas a estructurar una visión del mundo relacionada con lo que se piensa fue el antiguo pensamiento tolteca. Sin embargo, muy lejos estuvieron de ser meros repetidores. Tratando por cuenta propia no pocos temas y problemas, elaboraron, como lo muestran los textos, una especie de filosofía náhuatl. Su estudio, a través de las fuentes prehispánicas, permite descubrir un dramático conflicto interior en el pensamiento y la religión indígenas de los siglos XV y XVI. El moderno investigador tiene ahora que preguntarse: ¿hasta qué punto llegaba esa divergencia respecto de la visión místico-guerrera? ¿Era posible y probable que los sabios, renovadores del antiguo pensamiento tolteca, llegaran a ejercer influencia preponderante en el sacerdocio y en el pueblo aztecas? La conquista española interrumpió el desarrollo de estas expresiones de elevada cultura intelectual. Hoy nos resulta imposible formular una respuesta sobre lo que podría haber sido el desenlace de este antagonismo vigente en los siglos XV y XVI. Desaparecidos los sabios y los sacerdotes prehispánicos, lo que sobrevivió durante los tiempos de la Colonia fueron sólo vestigios, en buena parte incoherentes, de la religiosidad del México antiguo. Aún ahora subsisten, en comunidades indígenas apartadas, algunas reliquias de sus ritos y creencias en mezcla confusa con ideas y prácticas cristianas.
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Con posturas más o menos radicales, los jerarcas en su mayoría reprochan a Mussolini el sometimiento de Italia a la voluntad del Führer. La pertenencia a la alianza que une a Roma con Berlín se ha convertido para aquella en una actitud suicida.Los altos mandos intentan convencer, sin éxito alguno, a Mussolini para que efectúe una reversión de alianzas y se acerque a los aliados, que ya se anuncian como futuros vencedores en la contienda.El estado de ánimo de la población, profundamente descontenta ante el racionamiento efectuado por miembros del partido, servirá a los notables como coartada de apoyo a sus pretensiones ante el Duce. Entre ellos, el conde Ciano, yerno de Mussolini y recientemente destituido como ministro de Asuntos Exteriores, se ve ya a sí mismo ocupando el puesto de su suegro en una Italia pacificada. Obviamente, esta visión suponía el mantenimiento del régimen vigente, además de la benevolencia y aun el apoyo de los aliados anglosajones.A la oposición de signo obrero, manifestada en la oleada huelguista vendrá a unirse la también mantenida en la sombra por los niveles burgueses. En previsión de un próximo vuelco en la situación, estas fuerzas de clase media constituirán el Partido d'Azione, como representante de sus intereses y pretensiones.Buena parte del clero católico va adaptándose, al igual que la burguesía, con la que había formada una sólida base de apoyo al régimen, a las circunstancias que aconsejan una profesión de fe democrática. Pero los verdaderos antifascistas, víctimas de la represión durante veinte años, precisan de esas fuerzas, y la unión con ellas no se hace esperar.Con la mención de la figura del rey Víctor Manuel III, ya están presentes en escena los dos elementos principales en el drama de la destitución del Duce. Altos jerarcas del partido y elementos de las clases tradicionalmente dominantes, representadas por el monarca, serán quienes interpreten los dos actos de lo que el general De Gaulle, en sus memorias, calificó acertadamente de "golpe teatral".
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Quizá sea éste uno de los aspectos sobre los que peor estamos informados en las fuentes antiguas con respecto a los pueblos prerromanos de España, pues los textos de los escritores greco-latinos se ocupan, sobre todo, de la narración de la conquista y rara vez hallamos en ellos referencias a los elementos que forman la estructura económica de los pueblos que van paulatinamente siendo conquistados por los romanos. Es, por ello, muy difícil encarar con perspectivas de éxito el análisis de la estructura económica de los pueblos de España en general y, concretamente ahora, de los del área ibera, si tenemos en cuenta, además, que los intentos de evaluación de las noticias económicas por parte de algunos investigadores resultan poco eficaces, al tener que utilizar datos y noticias de áreas geográficamente muy distantes e incluso de épocas bastante alejadas. Hasta el momento dos han sido las vías de análisis de la organización económica de los iberos, una puramente descriptiva, en cuyos trabajos se realiza simplemente una enumeración de productos a partir de los datos que nos transmiten los autores greco-latinos, con los problemas que la propia naturaleza de estas noticias trae consigo, y otra teórica, cuyos trabajos están esencialmente enfocados desde planteamientos del materialismo histórico y en los que se lleva a cabo un análisis de las relaciones de producción, muy difícil en estos casos, pues los datos son escasos y con una escasa posibilidad de comprobación en el ámbito indígena por la falta de fuentes fidedignas. No obstante, sí hay una serie de datos que, aunque dispersos, no podemos dejar de analizar, apoyando las escasas noticias de las fuentes escritas con los hallazgos arqueológicos realizados en estas áreas que, en época prerromana, estaban ocupadas por los pueblos iberos. Optamos por un análisis de todo el área en general, ya que, como en otros aspectos, lo que buscamos es dar una visión de conjunto de cada una de las áreas histórico-culturales en cada uno de los aspectos analizados. Dos son los sectores que hay que destacar de la actividad económica que debió desarrollarse en el área ibera: la agricultura y la minería; el primero por todo el área y el segundo con sus centros principales en Cástulo, Cartagena y el valle medio del Ebro. A ellas hay que añadir otras actividades en los sectores ganaderos y de la caza y la pesca, así como las actividades artesanales.
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La producción de objetos manufacturados en la Edad Media se realizaba bajo unas condiciones que nada tienen que ver con las que caracterizan la actividad industrial contemporánea. Frente a la libre iniciativa, rasgo sustancial del mundo capitalista, la producción en el Medievo se efectuaba a través de las corporaciones de oficios, instituciones sujetas por lo demás a una estricta reglamentación. Ahora bien, en el transcurso de los siglos XIV y XV se fueron gestando ciertos elementos, aunque todavía de forma incipiente, que a la larga iban a definir las relaciones de producción del sistema capitalista. Esto aconteció en algunas regiones de Europa, particularmente en las que tenían mayor actividad artesanal, caso de determinadas ciudades del norte y centro de Italia o de Flandes. En los focos productivos de aquellas urbes aumentaba de día en día la distancia que separaba al capital del trabajo. Asimismo, los productores no hacían otra cosa sino vender su fuerza de trabajo, a cambio de lo cual recibían un salario. El alza de los precios, por su parte, perjudicaba con mucha mayor dureza a los que vivían de un salario, lo que explica el descontento que acompañaba a las gentes de los oficios y su facilidad para sumarse a cualquier acción de protesta. Tampoco solían ser muy favorables para los trabajadores las condiciones laborales. Pero además el acceso a la maestría, objetivo al que en teoría aspiraban todos los oficiales, estaba vedado en la práctica para la mayoría de ellos. Incluso la constitución de asociaciones resultaba cada vez más dificultosa para los trabajadores. En ese complejo entramado de relaciones económicas y sociales entre las gentes de los oficios y el patriciado se encuentra la raíz de buena parte de las revueltas populares urbanas que conoció Europa en los últimos siglos de la Edad Media. En otro orden de cosas, cabe señalar como rasgo característico del mundo artesanal bajomedieval la confluencia de trabajadores de la ciudad y del campo. Una parte no desdeñable de la actividad productiva manufacturera era realizada por aldeanos que vivían en el campo circundante de las grandes ciudades industriales. Veamos un ejemplo significativo: a comienzos del siglo XV la empresa Datini, asentada en la ciudad italiana de Prato, empleaba a 317 trabajadores residentes en la ciudad, y a un número superior, 453, que vivían en aldeas contiguas, en un radio de unos 40 kilómetros en torno a la urbe. Sin duda es éste un aspecto más de la estrecha interdependencia que existía en aquella época entre la ciudad y el campo. También singularizaba al mundo artesanal de finales de la Edad Media el proceso creciente de concentración empresarial. En unos casos se trataba, simplemente, de la concentración de los operarios, como sucedía en la ciudad inglesa de Bristol, en donde eran famosos los barrios de tejedores o, en otro sentido, en Venecia, que contaba con cerca de 2.000 trabajadores empleados en la Zecca, que era al mismo tiempo arsenal y taller monetario de la ciudad. También podemos aportar un ejemplo hispano: el barrio de La Puebla, conocido núcleo de tejedores de la ciudad castellana de Palencia. Pero en otras ocasiones el término concentración tenía otro sentido, pues se refería a la reunión de diversos talleres en manos de un mismo propietario. Tal fue el caso, entre otros muchos, de los Buonacorsi, familia florentina de gentes de negocios que en un momento dado llegó a poseer más de 300 talleres. En la producción de manufacturas desempeñaba un papel decisivo la destreza particular que poseía cada artesano. De ahí que la desaparición de buen número de hábiles artesanos, a consecuencia de las mortandades, dejará una huella profunda en el mundo de las manufacturas urbanas. Pero la sustitución de un artesano por otro no podía ser, ni mucho menos, automática, habida cuenta del tiempo necesario que se requería para el aprendizaje de un oficio. Así las cosas, como señala Miskimin, "el primer efecto de un índice de mortalidad más alto (en el ámbito de la industria) fue una rigurosa reducción del número de artesanos sin aumento de la productividad de los que sobrevivieron. El estudio de los testamentos londinenses de los siglos XIV y XV ha puesto de relieve, por una parte, la rapidez de las sustituciones de los escribientes, sin duda víctimas sucesivas de las calamidades, pero también un progresivo deterioro de los rasgos de la escritura, prueba indudable de la menor destreza en el oficio de los recién llegados. Es bien sabido, por otra parte, cómo desde mediados del siglo XIV se intentó paliar la situación creada por las mortandades autorizando que el aprendizaje de los oficios pudiera efectuarse en tiempos más cortos (pensemos, a este respecto, en las "Ordenanzas de París"). Pero el problema, sin duda complejo, no podía resolverse, ni mucho menos, a golpe de decreto.
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La dominancia que posee en la economía antigua en general, y específicamente en la Hispania romana, la producción agrícola-ganadera determina el carácter subsidiario de las actividades artesanales y comerciales; esta subordinación tiene su reflejo en las consideraciones peyorativas que suscita su valoración y en determinadas disposiciones jurídicas que prohíben explícitamente la vinculación de la elite senatorial al comercio. Su carácter subsidiario no implica falta de rentabilidad y, en la práctica, su atractivo económico se proyecta en la vulneración de estas restricciones dictadas a comienzos de la expansión mediterránea por la aristocracia romana mediante diversos procedimientos entre los que se encuentran los de individuos o sociedades interpuestos. Pese a ello, su infravaloración favorece el que sectores marginales de una sociedad dominada por valores aristocráticos, como los libertos, encuentren en el comercio un arriesgado medio de promoción social. Dada su subordinación a la explotación de los recursos naturales, el desarrollo de las actividades artesanales en la Hispania del Alto Imperio se encuentra mediatizado por las transformaciones que se operan en la agricultura, con la aparición de excedentes especializados comercializables que requieren el correspondiente envase; en la pesca, donde se aprecia el mismo tipo de exigencias; o en las explotaciones mineras, que requieren el correspondiente aporte de instrumental, que también requieren otras actividades. La incentivación del proceso de urbanización constituye asimismo un acicate para las producciones artesanales, que proporcionan todos los elementos materiales e instrumentales que exige la ciudad. Un fenómeno general domina las actividades artesanales en el período posterior a la instauración del principado; se trata de lo que podemos llamar inversión de la situación colonial dominante durante gran parte del período republicano, en el que los centros itálicos envían hacia las nuevas provincias hispanas una serie de manufacturas; así ocurre con los envases de productos agrarios, como las ánforas vinarias conocidas en la correspondiente clasificación tipológica como Dressel 1 y Dressel 2/4 que, aunque derivadas de modelos griegos, se fabrican y se exportan desde Etruria, el Lacio y Campania, o con la vajilla de lujo de barniz negro conocida como campaniense, sustituida desde fines de la república por la cerámica de barniz rojo procedente primero de Italia (sigillata aretina) y con posterioridad de los talleres del Sur de la Galia (sigillata sudgálica). Las transformaciones que se producen tienen una proyección desigual y dependen de los cambios ocurridos en las otras esferas de las que son subsidiarias las actividades artesanales. En ciertos ámbitos perdura el carácter doméstico de la producción artesanal e incluso las tradiciones artesanales previas, que se documentan en la continuidad que tienen durante los siglos altoimperiales las cerámicas pintadas de tradición indígena, que incluso se producen en los mismo talleres donde se fabrican las producciones "de moda". No obstante, la inversión anotada, que no excluye las importaciones de productos manufacturados, implica un nuevo sistema productivo en el que se imponen formas de organización tales como la estandarización de los productos, la consecuente fabricación en serie y el desarrollo de talleres de relativa importancia, donde se concentran productores organizados en asociaciones (collegia) y productos, y en donde se proyectan nuevas técnicas como la del vidrio soplado. Los cambios que se introducen son especialmente constatables en las producciones de cerámica, que poseen una importancia reseñable dadas sus relaciones con la comercialización de determinados productos, con el instrumental doméstico o con el sector de la construcción. Concretamente, los talleres artesanales van a proporcionar los envases que permiten la comercialización de productos agrarios como el vino, el aceite, o de los salazones y de salsas derivadas de la pesca. La localización de los hornos productores de los distintos tipos de envases se localizan en su mayoría en la Hispania meridional y en las zonas costeras; especial importancia adquieren los diversos centros (figlinae) de ánforas conocidas tipológicamente como Dressel 20 en el valle medio del Guadalquivir, que proporcionan el correspondiente envase para las exportaciones de aceite. En el resto de la Península se aprecia asimismo la presencia y fabricación de grandes contenedores destinados al almacenamiento de productos esencialmente agrarios a modo de grandes orzas o tinajas (dolia). En el ámbito doméstico, los cambios en las producciones de cerámica se observan en la amplia difusión que adquieren las vajillas de barniz rojo claro que conocemos como sigillata hispánica, que imitan producciones realizadas con anterioridad en Italia y en el sur de la Galia. Fabricadas a molde cuando llevan elementos decorativos, normalmente de carácter vegetal y excepcionalmente con motivos faunísticos, o a torno cuando carecen de ellos, generan un número importante de hornos que se ubican usualmente en el extrarradio de las ciudades. Precisamente la Lex Ursonensis estipula la localización extramuros de los hornos de determinada capacidad para evitar consecuencias dramáticas como la propagación de incendios. Actualmente se conoce un número importante de figlinae vinculadas a este tipo de producción; entre ellas se encuentran las de Corella (Navarra), Solsona y Abella en Lérida, Brochales (Teruel), Cartuja (Granada) o las que se localizan en diversas zonas de la provincia de Málaga. No obstante, dos centros dominan el panorama productivo; uno de ellos se ubica en la Tarraconense, en los alrededores del municipio Tritium Magallum (Tricio, Logroño), y el otro en los Villares de Andújar (Jaén), donde se localiza el también municipio de Isturgi Triumphale. Las investigaciones realizadas en este último han permitido fijar un cuadro más preciso sobre el inicio de las producciones y su desarrollo ulterior; su comienzo se produce en época de Tiberio o de Claudio y se desarrolla hasta el siglo siguiente. La importancia que adquiere la producción de estos hornos puede apreciarse en el gran número de sellos que identifican a los administradores de los correspondientes talleres (officinae); en ellos la heterogeneidad social se observa en la presencia de nombres latinos e indígenas correspondientes a esclavos, libertos y ciudadanos romanos. Los hornos de Tricio distribuyen su producción por amplias zonas de la Península en las que dominan los territorios de la Lusitania; en la Betica dominan los productos de Andújar, que se proyecta en la otra orilla del Mediterráneo en la Provincia Mauritania Tingitana (Marruecos). También en las actividades textiles se producen cambios con respecto a su organización tradicional. La producción doméstica que había caracterizado el período precedente se mantiene durante el Alto Imperio, como se constata arqueológicamente en la dispersión que tienen las pesas de telar de cerámica en los espacios privados tanto del hábitat rural como urbano; en las excavaciones del poblado de Cabezo de Azaila, por ejemplo, se han encontrado más de 400 pesas. El propio Columela subraya la función que desempeña tradicionalmente la mujer en este tipo de actividad, al indicar que la esposa del administrador (villica) debe instruir a las que trabajan en el telar que abastece a la villa. No obstante, a partir del principado de Augusto, las actividades textiles superaron los límites de la organización doméstica, como se constata en la documentación epigráfica que alude a la existencia de asociaciones o de oficios claramente relacionados con la producción de tejidos que satisfacen esencialmente las necesidades del mercado local, en la variedad de vestidos que se aprecian especialmente en sus representaciones en mosaicos, o en la propia tradición literaria que subraya la importancia de las correspondientes materias primas objeto de exportación. Lana, lino y esparto constituyen los tres productos que se emplean en la fabricación; la importancia de la lana se subraya especialmente en relación con los rebaños de la Meseta, pero también en el Sur de Hispania debe de considerarse algo relevante, como cabe deducirse de su progresiva calidad, alcanzada por el tío de Columelaal realizar cruces de ganado de procedencia africana e itálica. El lino tiene sus zonas de producción en la provincia Tarraconense y en el Sur de Hispania; concretamente en las proximidades de Caesaraugusta, en El Cuadrón (Farasdués), se ha localizado un taller de tratamiento de lino compuesto por tres depósitos comunicados, que permiten cardarlo, obteniendo, como anota Plinio el Viejo, 15 onzas de lino por cada 50 tratadas. La zona de producción del esparto, cuyo tratamiento permite la fabricación de aperos, está constituida por los alrededores de Carthago Nova, que incluso llega a conocerse como spartaria por su abundancia. Las actividades textiles están condicionadas en su desarrollo por los cambios que se operan en otros ámbitos económicos como los agrícola-ganaderos; pero a su vez impulsan el desarrollo de otros sectores entre los que se encuentra el del tinte. También en este aspecto se observa en el mundo romano una importante especialización que se proyecta en los oficios que obtienen sus nombres de los correspondientes colores que aplican, entre los que destaca el de la fabricación de púrpura a partir de las conchas de nurex y purpura tan abundantes en las costas meridionales hispanas; la documentación epigráfica testimonia su presencia mediante la correspondiente identificación de estos oficios ejercidos por libertos y esclavos. El desarrollo que se produce en los distintos sectores productivos demanda la fabricación, a su vez, del utillaje necesario, en cuya elaboración las actividades metalúrgicas cumplen una función fundamental. Aunque el material puede ser transportado en bruto y las propias Leyes de Vipasca estipulan la prohibición de transportarlo de noche bajo multa de 1.000 sextercios, las fundiciones se localizan en las proximidades de las minas como se aprecia concretamente en las fundiciones de galena argentífera descubiertas en el distrito minero de Castulo, en las proximidades de la actual Vilches (Jaén), compuestas por varios hornos yuxtapuestos. En cambio, debemos aceptar que la elaboración del variado instrumental para las actividades productivas, militares e, incluso, la fabricación de objetos con metales preciosos debió de ubicarse en el contexto urbano, como se ve concretamente en Emporiae (Ampurias), en Bilbilis (Calatayud) y en Turiaso (Tarazona). El desarrollo que alcanza el proceso de urbanización en las provincias hispanas y las peculiaridades constructivas que se introducen, en claro contraste con las tradiciones indígenas, generan las correspondientes actividades artesanales, que se vinculan tanto al ámbito estrictamente constructivo como al decorativo, y exigen asimismo el aporte de otras actividades como las metalúrgicas, presentes por ejemplo en las conducciones de plomo para el agua o de hornos de cerámica que facilitan diversos materiales de construcción. Dada la importancia que en la técnica edilicia posee la piedra, el proceso de urbanización genera una intensa explotación de canteras de diversos tipos entre los que se encuentra la caliza, el granito, el travertino o el mármol; cuando el medio lo posibilita, estas canteras se ubican en las proximidades de las ciudades, como ocurre con el tipo de piedra utilizada en las construcciones monumentales de Barcino, procedentes de Montjuic, en las de Tarraco de El Médol, en Baria (Villaricos) de Albox, en Antikaria en las proximidades de Antequera, o con las canteras de granito de Guillena que abastecen a Hispalis y a Italica. La excepcionalidad del mármol, al mismo tiempo que la exigencia de determinadas calidades condicionan la producción de determinadas canteras, que irradian mas allá de las necesidades locales; tal ocurre con el mármol de Macael o con el de Almadén de la Plata, donde la documentación epigráfica constata la existencia del pagus marmorarius, que abastece la construcción de centros relativamente lejanos como la nova urbs de Italica. La propiedad de las canteras se relaciona con la de la tierra y se vincula tanto a particulares como al emperador, y la extracción recae en la misma heterogeneidad social que hemos reseñado para los yacimientos mineros. Innovaciones técnicas y nuevas características de la producción artesanal se difunden por Hispania en clara relación con el proceso de urbanización, como son concretamente el opus caementicium, mezcla de cal, arena y agua, el ladrillo, y las tejas planas y curvas; en todos ellos está presente la producción en serie. Los hornos de fabricación (figlinae), al igual que ocurre con la producción de vasos de cerámica, se ubican extramuros, como ocurre concretamente en Conimbriga, donde el sello de un ladrillo documenta el cupo diario de producción al que estaban obligados los trabajadores, pero en ocasiones se constata la existencia de instalaciones en villae, cuya producción abastece tanto a la ciudad en cuyo territorio se ubican como a zonas más lejanas; tal ocurre con las tejas elaboradas en la villa de Torre Llauder en el territorio de Iluro, propiedad de Lucio Herennio Optato, que abastece a una amplia zona entre Tarraco y la Galia Narbonense. La proyección del modelo urbanístico romano en Hispania durante el Alto Imperio implica también la de los correspondientes monumentos y aspectos decorativos. La difusión no se realiza de forma mecánica y en determinadas zonas subsisten, mediante su adaptación a la nueva situación, elementos de tradición indígena. Así ocurre con la presencia en la Meseta de las estelas funerarias, que emplean en su decoración elementos de tradición celta tales como discos solares, lunas crecientes, escuadra, etc. No obstante, la amplia constatación arqueológica de elementos constructivos de valor artístico, como capiteles corintios, esculturas de particulares, emperadores y dioses, o mosaicos descubiertos en las principales ciudades hispanas, ponen de manifiesto la importancia de los talleres artesanales que se constatan en Emporiae, Barcino, Emerita, Carmo, etc., que abastecen con sus producciones, en gran medida anónimas, las necesidades de los espacios públicos, especialmente de los foros de las ciudades, pero también las necesidades de otros ámbitos, como las domus de las colonias y municipios o las partes residenciales de las villae.
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Dos de las pinturas realizadas por Vermeer están protagonizadas por hombres: El astrónomo (1668-69) y El geógrafo (1668-69). Son dos pinturas muy similares, representando las figuras en una habitación con una ventana en la izquierda que permite la entrada de luz, iluminando la estancia y los utensilios propios de la actividad de los personajes, aunque no nos quede tan claro cuál sea esa actividad. Los personajes del maestro de Delft parecen estar realizando una actividad concreta, eludiendo cualquier referencia alegórica que sí encontramos en otras obras como Mujer con balanza (hacia 1664), El Arte de la Pintura (1662-65) y Alegoría de la Fe (1672-74), dos pinturas estas últimas que parecen escapar de las pautas habituales de las obras de Vermeer y en las que algunos especialistas parecen ver la decadencia del artista. En ellas destacan la sobriedad de la construcción y la nitidez del volumen de las figuras y de los objetos. También podemos apreciar un significativo cambio en la luz, apreciándose un contraste entre luz y sombra mucho más acusado.
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Festival Folklórico. Se realiza el tercer sábado del mes de julio. Se trata de un encuentro de Grupos de Danzas Populares, que provienen de distintos puntos de la geografía española, y está lleno de colorido, música y bailes tradicionales de cada lugar, que se ponen en escena con trajes típicos de cada zona. Campamento Medieval. Se celebra en junio. Es una propuesta del Ayuntamiento de Aguilar que tiene como objetivo acercar a los jóvenes, mediante la aventura, a la Edad Media. Las Sombras de San Juan Se celebra con motivo de la festividad de San Juan. En esta noche se quema todo lo malo acumulado durante todo el año, purificándose en el fuego de la hoguera el alma y el corazón. Cata popular de vino. Se celebra la primera semana de julio en la Plaza de San José. Se trata de una cata de vinos de la denominación de origen "Montilla-Moriles". La velada se acompaña con algún grupo musical. La noche de la Media Luna. Es un recorrido por el cerro de Aguilar, donde se representan los momentos más significativos de su historia, comenzando por el siglo IX y terminando con el final de la etapa árabe. Con motivo de tal celebración se organiza un "mercado andalusí" y una cena para los asistentes. Dicha cena promete una variedad de sabores, con entrantes como: humus, muttabat, bugol, falafel, laban, kebab y brivats, que guardan sabores de purés, cremas, quesos y carne. Entre plato y plato "Alhamí", para refrescar y realzar los sabores. El plato de carne, Al Uzi, y postres como bocaditos de Cadí y hechura de fruta. Para acompañar los platos, bebidas de sabores diferentes como Arak y qarasiya, acompañadas de otras más conocidas. De nuevo, las noches de julio se llenan de magia en el Cerro del Castillo de Aguilar, viviendo sensaciones diferentes en la mágica Noche de la Media Luna. Concierto de Santa Cecilia. Tiene lugar el día 22 de noviembre, en la parroquia del Soterraño, en conmemoración de la patrona de la música.
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Entre las actividades de los dadaístas había cosas ya vistas: el gusto por la sorpresa, la polémica, el escándalo y la experimentación; pero había también cosas nunca vistas, al menos de forma tan pública y ostentosa: la agresión, los insultos, la violencia, el histrionismo, el humor... Algunas de estas armas. procedían del futurismo, pero la utilización que los dadaístas hacen de ellas es diferente, tanto que, como escribió Tzara, "el futurismo murió de Dada".Y hablo de actividades más que de obras, porque aunque éstas existan, y no sean precisamente pocas, ni poco importantes, no se concebían como fines en sí mismas, sino como parte de un espectáculo, un acontecimiento o una manifestación. Desde ese punto de vista valía tanto un dibujo de Grosz como de un estudiante de Bachillerato. Lo más importante para ellos no eran las obras sino las actitudes, el comportamiento, los gestos y la ironía, la provocación y el escándalo que llevaban consigo. Lo de menos eran los ready-mades, pinturas y esculturas, grabados, fotomontajes, collages y papeles impresos que nos han quedado, glorificados y momificados también ellos en las salas de los museos como Obras de Arte con mayúsculas, cuando lo que intentaron apasionadamente sus autores fue escribirlas con minúsculas y engarzarlas en la vida.Más que hacer obras, como ha señalado M. De Micheli, "fabrican objetos" y los términos con que se definen a sí mismos van en esa línea: "monteur" se autodenomina Heartfield, no artista. Lo que les interesa es "el significado polémico del procedimiento, la afirmación de la potencia virtual de las cosas, la supremacía del azar sobre la regla, la violencia explosiva de su presencia irregular entre auténticas obras de arte". Anticubistas, antifuturistas y antiabstractos, utilizan, sin embargo, todos los procedimientos de esos ismos para llevar a cabo su crítica destructiva.