Cuando murió Lenin, formó parte del gobierno de Stalin. En estos años desempeñó el cargo de embajador ruso en Roma. Sin embargo en 1936 fue condenado a muerte al manifestarse en contra de Stalin.
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Personaje
Político
La guerra entre los reyes de Tebas y los hicsos se produce en el reinado de Kames. De una estela hallada en 1935 se desprende que Kames reunió a sus cortesanos para anunciarles su decisión de expulsar a los hicsos y recuperar la unidad de Egipto. Los cortesanos rechazan la idea, ya que viven una etapa de prosperidad y no son conscientes de sus posibilidades para vencer al enemigo. A pesar de la negativa, el rey reúne un ejército con el que avanza hasta Neferusi, donde se produce una batalla de la que saldrán victoriosos los egipcios. Posiblemente Kames llegaría a Menfis, aunque esa información no la facilita la estela. En esta batalla por primera vez los egipcios utilizan los carros de guerra, invento ario que los hicsos habían introducido en tierras egipcias para dominar el país. Kames será el antecesor de Ahmosis, el fundador de la XVIII Dinastía con la que se inaugura el Imperio Nuevo.
acepcion
Divinidad Shinto. Abarca una amplia gama, desde hombres endiosados, héroes y ancestros, objetos sagrados dotados de poderes y las intangibles fuerzas de la naturaleza. Contaban con una jerarquía propia y santuarios dedicados a algunos de ellos, a pesar de que la mayoría carece de nombre. No tenían una especial preocupación por los problemas humanos; sin embargo, eran atraídos a los santuarios mediante festividades agrícolas y otras de tipo ritual.
fuente
Los pilotos kamikaze fueron una de los aspectos más complejos, especialmente a ojos occidentales, de la mentalidad japonesa. Para mejor comprender este fenómeno, sigamos el relato de uno de estos pilotos: "Si tomamos en cuenta la enorme brecha que existió entre el potencial bélico de los japoneses y el de los aliados hacia el final de la guerra del Pacífico, a los japoneses se nos hacía muy evidente que, a menos que mejorase mucho la situación, nos veríamos enfrentados a una gran crisis. En estas circunstancias, parecía natural que los combatientes japoneses estuvieran determinados a sacrificar sus vidas por el emperador y la nación. Su patriotismo derivaba de la hondamente arraigada creencia de que toda la nación, la sociedad y el cosmos incluso estaban unificados por y en el único emperador, y por su causa morirían gustosos. En relación con el tema de la muerte y la vida, nosotros, los japoneses, basamos nuestra espiritualidad en la obediencia absoluta a la autoridad sublime, el emperador, aun con el sacrificio de nuestras vidas. El culto del kamikaze viene influido por el Bushido, código de conducta de los guerreros japoneses basado en el espiritualismo por influencia del budismo, que pone énfasis tanto en la bravura como en la conciencia. Además de que nuestro más ardiente deseo es poder morir de una muerte útil, en el lugar y momento adecuado, sin concitar la censura pública sobre nuestra conducta. Al analizar la actitud de esos hombres, hay que tener en cuenta que consideraban su misión de ataque simplemente como parte de su deber, sin ver en ello nada extraordinario. Además, era tal su entusiasmo por acertarle a los barcos que tomaban por blanco que no paraban mientes en su propio destino. Consciente o inconscientemente, tenían el profundo y firme sentimiento de "vida mediante la muerte", que regía su conducta. Al decir "inconsciente", quiero decir que esos hombres ni siquiera tenían conciencia de los sentimientos que acabo de describir. Estaban demasiado profundamente implicados con la actitud y psicología nacional, consolidada a lo largo de la historia y la tradición de su pueblo. El ataque kamikaze era, en un principio, espiritual, y cualquier piloto con la cuota normal de valor debía ser capaz de llevar a cabo esta misión en la forma adecuada. No teníamos ningún tipo de entrenamiento especial, más que el de recalcarles a los pilotos ciertos factores que experiencias anteriores de "ataque especial" señalaban como importantes. Con todo, como los pilotos elegidos para estas incursiones tenían poco entrenamiento y pocas horas de vuelo, nos tomamos el trabajo de darles un entrenamiento técnico intensivo para que pudieran aprender lo más esencial del ataque kamikaze en el menor tiempo posible. Por ejemplo, un programa de entrenamiento para las acciones llevadas a cabo en Formosa pasaba por las siguientes fases: los entrenamientos para los nuevos pilotos kamikaze duraban siete días; los dos primeros se dedicaban a prácticas de despegue. Esto abarcaba todo el tiempo que va desde la orden de salida hasta que el avión se encontraba en el aire. Durante los dos días siguientes, las lecciones se centraban en el vuelo en formación, alternando con continuos despegues. Los últimos tres días se dedicaban fundamentalmente al estudio y práctica de aproximación y ataque al blanco, además de despegue y vuelo en formación. Al llevar a cabo una misión kamikaze era tan importante el impacto en el blanco como despegar, pilotar y volar bien en formación durante los ataques enemigos, por más intensos que fueran. Por eso recibían los pilotos kamikazes un entrenamiento tan riguroso para despegar, volar en formación y picar sobre los blancos. En el caso de los despegues de bombarderos cargados con gran peso, era importante que el piloto evitara que la nariz de su aparato se levantara demasiado pronto, que manipulara con calma los controles y se mantuviera a una altura de 150 pies hasta haber entrado el tren de aterrizaje. Otro factor importante en el despegue era unirse y mantenerse en la formación con un mínimo de distancia posible, evitando así describir grandes círculos. Contra los portaaviones, el mejor punto de blanco era la santabárbara. Contra otros tipos de barcos grandes, el blanco mejor era la base del puente. Y contra destructores y demás naves de menor tamaño y transporte, el blanco podía ser cualquier punto entre el puente y el centro de la nave, sitio que garantizaba la fatalidad. Si no hubiéramos tenido escasez de aviones, lo ideal hubiera sido enviar cuatro aviones kamikaze contra un avión grande: dos para darle en la santabárbara y uno en la parte inmediatamente anterior y posterior. En teoría, el ideal era dos o tres atacantes por cada portaaviones de escolta. Pero en la práctica había demasiados portaaviones enemigos y nosotros teníamos pocos aviones para todos nuestros objetivos. Por eso, para asegurarnos un blanco efectivo, sólo se enviaba un avión contra cada portaaviones: un avión, un barco de guerra".
acepcion
Se dice que el viento kamikaze era divino porque salvó a Japón en el siglo XIII de la invasión marítima mongola, pues hundió a toda la flota bajo el mar. A partir de ahí surgió la creencia de que Japón era una tierra protegida por los kami. El término evolucionó y, durante la II Guerra Mundial, se llamó así a los pilotos japoneses que se lanzaban en ataque suicida contra los barcos aliados. Actualmente, taxistas y esquiadores alocados reciben este nombre.
contexto
El ejemplo más espeluznante de la ideología utilizada como arma fueron los kamikazes. Los pilotos suicidas eran voluntarios fanatizados por la amalgama patriótico-religiosa. Entraban en combate con un traje de ceremonia y un pañuelo con la bandera nacional y versos patrióticos, atado a la cabeza. Su arma era un caza Zero al que se había adaptado una bomba de 500 kilos. El kamikaze no tenía posibilidad de sobrevivir porque no combatía, sino que se arrojaba, con su avión y su bomba, sobre los barcos norteamericanos. De modo que el ataque costaba siempre una vida y un Cero. Cuando la guerra estaba muy adelantada se vio que el sistema resultaba demasiado costoso y era preciso ahorrar el avión. En 1945 los kamikazes comenzaron a recibir un planeador propulsado por cohetes y cargado con 1.200 kilos de explosivos: el Ohka o Baka (Yokosuka MXY-7). El Ohka era remolcado por otro avión hasta las proximidades del objetivo, donde lo soltaba. En ese momento el kamikaze ponía en marcha los cohetes del aparato y trataba de dirigirlo hacia el buque elegido, sobre el que se precipitaba a más de 900 km./h. Japón produjo 852 ejemplares de este aparato en diversas versiones. Sus éxitos fueron menores de los que esperaba Tokio (un avión = un barco) por las dificultades de dirigir aquel ingenio, tan simple y veloz a la vez, por la gran calidad alcanzada por los cazas norteamericanos y por la densidad y precisión de la artillería antiaérea norteamericana a finales de la guerra. Con todo, los resultados de las acciones suicidas supusieron un alto precio para los Estados Unidos, que perdió 34 buques y tuvo 591 con daños de diversa consideración; 2.000 aviones destruidos en los 36 portaaviones alcanzados, unos 10.000 muertos y no menos de 15.000 heridos. Los kamikazes despegaban condenados a muerte, hasta el punto de no llevar paracaídas. Efectuaron unas 2.500 misiones. Al esfuerzo militar acompañó el intento de organizar la Gran Asia Oriental concediendo libertades teóricas a los gobiernos colaboracionistas y organizando ejércitos nacionales sometidos totalmente al mando japonés. Los alemanes ofrecieron aquellos indios, del VIII Ejército británico, hechos prisioneros en la campaña del norte de Africa, para que se integraran en el Ejército Nacional Indio que combatió junto a los japoneses en Birmania y que correspondía al Estado nacionalista indio presidido por Subas Chandra Bose que englobaba las islas de Andaman y Nicobar, al este de Ceilán, y el sureste de Birmania. También en China peleó el Ejército Nacional Chino, del general Han Te Chin, que obedecía al Gobierno japonés de Wang Ching-wei. Con el mismo ánimo se concedió la independencia a Filipinas, con Constitución, bandera y Asamblea propias. Naturalmente, todo bajo el mando militar japonés y con la vigilancia de la Kempei Tai, su eficiente policía secreta. Pero el sueño de la Gran Asia Oriental era imposible. Esencialmente marítimo, Japón dependía de las comunicaciones exteriores. Enormes cantidades de petróleo, hierro, aluminio, carbón, algodón, caucho y toda clase de minerales estratégicos la mayoría de la soja y el azúcar, la quinta parte del arroz y el trigo tenían que llegar al archipiélago japonés en barco. Y los submanirnos americanos se emplearon a fondo para evitar que alcanzaran su destino los mercantes japoneses. Sin que apenas se organizaran convoyes y escoltas durante el primer año de la guerra, la marina comercial nipona sufrió gravísimas pérdidas. Después se intentó seriamente. Pero sólo en 1943, 1.335.000 toneladas de mercantes se precipitaron al fondo del océano. Los submarinos americanos consiguieron reducir el tráfico de petroleros japoneses: lo esencial de la flota apenas pudo moverse de Singapur, para estar cerca de los campos petrolíferos, y la aviación tuvo que reducir el entrenamiento de los pilotos. El estrangulamiento de la economía y la operatividad militar agotó, poco a poco, las posibilidades japonesas de preparar ofensivas, y ante la creciente presión americana, la Gran Asia Oriental sólo sirvió como escenario de las defensivas tenaces y suicidas de las guarniciones japonesas.