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Posiblemente sea ésta la escena más atractiva de la serie al encontrarnos con el general triunfador subido en su carro y coronado de laurel por un joven alado. Diversos amorcillos portando laurel salen de entre las patas del caballo que arrastra el carro triunfal. Al fondo se aprecia un arco de triunfo típicamente romano que sirve para cerrar la composición y otorgar un mayor efecto de perspectiva, reforzando el papel de vencedor de César que se manifiesta en toda la serie.
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<p>César fue uno de los responsables de la expansión de Roma por buena parte de Europa y el norte de África, haciendo del Mediterráneo un mar romano. Bajo este rótulo se analizan las diversas campañas en las que participó.</p><p>&nbsp;</p><p>&nbsp;ÉPOCA&nbsp;</p><p>1.República Romana: desde los Gracos a la fase final.</p><p>Reformas de Tiberio Graco.</p><p>Tribunado de Cayo Graco.</p><p>Gobierno de los nobilitas: conquista de la Narbonense.</p><p>Recuperación de los populares: Mario.</p><p>Dictadura de Sila.</p><p>Gobierno de Sertorio en Hispania.</p><p>Revueltas de esclavos.</p><p>Guerra contra Mitrídates.</p><p>Crisis de la nobilitas: el poder personal.</p><p>Intervención de Pompeyo.</p><p>Primer Triunvirato.</p><p>Guerra Civil y Dictadura de César.</p><p>2.Alto Imperio: Augusto.</p><p>Administración del Senado.</p><p>Ascenso político de Octaviano.</p><p>&nbsp;</p><p>BATALLAS&nbsp;</p><p>1.César, el dictador.</p><p>El triunvirato.</p><p>La conquista de la Galia.</p><p>Lucha por el poder.</p><p>César, dictador.</p><p>El programa de César.</p><p>Los poderes de César.</p><p>El magnicidio.</p><p>La significación de César.&nbsp;</p><p>2.Vercingétorix, el héroe galo.</p><p>La gran rebelión de 52 a.C..</p><p>El desastre de Avaricum.</p><p>La derrota de Gergovia.</p><p>El asedio de Alesia.</p><p>La pacificación de las Galias.</p><p>La Guerra Civil romana.</p><p>La batalla de Farsalia.</p><p>La batalla de Munda.&nbsp;</p><p>3.El ejército romano.</p><p>Los campamentos.</p><p>El ejército altoimperial.</p><p>La flotas romanas.&nbsp;</p><p>4.Los mercenarios.</p><p>Mercenarios al servicio de Roma.&nbsp;</p><p>5.Cortadores de cabezas.&nbsp;</p><p>Sacrificios humanos.</p>
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Galería de imágenes de la época. Moneda con la efigie de César. Julio César. Armadura de oficial romano procedente de Rodas. Oficiales y pretorianos. Cota de malla (Reconstrucción). Casco de un capitán de la IX Legión Claudia. Armadura de un soldado (Reconstrucción). Centurión y soldado. Estatua de un soldado con pectoral. Asesinato de César ante la estatua de Pompeyo. Alegoría de César. Rendición de Vercingétorix ante César.
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Cayo Julio César es probablemente la figura más identificada con la gloria y el poder de Roma. Excelente orador, genial escritor, inteligente político y eficaz administrador, todos estos méritos quedan, sin embargo, ensombrecidos por sus excelentes dotes como militar y estratega. Hijo de la civilizada Roma, César contribuyo a extender por el mundo conocido, bien que por la fuerza de sus legiones, el prestigio y la cultura romanas. César continuó con un proceso de expansión imparable, por el que en apenas 60 años fueron añadidas nuevas provincias a los dominios de Roma, haciendo del Mediterráneo un mar propio. Su teatral asesinato a manos de su hijo Bruto, entre otros conjurados, pone el punto final a la vida real del personaje, pero es el punto de partida para la leyenda, con episodios casi míticos como el paso del Rubicón o su relación con la enigmática Cleopatra.
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Si Calder aprovechaba los materiales de la industria para hacer su escultura lúdica, Julio González (1876-1942), un español en París, hace un proceso en cierto modo opuesto o semejante. González entroniza el hierro como material artístico y los métodos de trabajo tradicionales propios de este material -la forja y la soldadura directa - como procedimientos artísticos. Con una formación familiar de forjador y orfebre en Cataluña, se fue a París en 1900. Allí se hizo amigo de Picasso en 1902 y de Brancusi, entre otros. Tras el duro golpe que supuso para él y para su trabajo la muerte de su hermano mayor Joan, en 1918 trabajó tres meses como aprendiz en la Soldadura autógena francesa, que fueron decisivos para su obra. Partiendo de unos inicios cubistas, su escultura cambió radicalmente a finales de los años veinte cuando el malagueño le pidió colaboración para realizar sus esculturas. El beneficio fue doble: González enseñó a Picasso el oficio, pero a su vez se sintió atraído por lo que hacía -esculturas abiertas y lineales, más abstractas-, y sus obras más interesantes datan precisamente de esos años, entre 1930 y 1939. Hasta entonces el material noble para la escultura había sido el bronce; González, después de que Dada dejara claro que todo vale, toma el hierro, que sólo se había utilizado para fabricar herramientas y objetos de uso, lo trabaja como se venía trabajando y consigue cargarlo con una fuerza expresiva desconocida, que viene dada por la textura especial que estos procedimientos -la forja y la soldadura- dan a la superficie y por la tensión elástica que permite una nueva abertura al espacio. Sus figuras, porque no abandona nunca del todo la figuración, se componen de varillas y láminas de hierro que se curvan y se sueldan, fragmentándose una y otra vez en un espacio abierto. Lo que él hacía era dibujar en el espacio, según sus propias palabras.Julio González, como Calder -con la Fuente de mercurio -, participó en el pabellón español de París con una de sus esculturas más famosas, La Montserrat (1937, Amsterdam, Stedelijk Museum), un monumento a la mujer catalana, como El segador, de Miró, lo era al hombre. No se trata en este caso de uno de sus dibujos en el espacio, sino de una estatua figurativa, enraizada con fuerza en su tierra -Cataluña-, que le obsesionó durante los últimos años y a la que volvió una y otra vez.También uno de los caminos que abrió González se demostró muy fértil y después de la segunda guerra, ingleses y americanos, como David Smith, aprendieron su lección, aunque abandonando el carácter figurativo, que él nunca llegó a perder.
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González estimaba que durante siglos el hierro no había servido más que para la fabricación de armamento. "En el presente -decía- permite la edificación de puentes, raíles de ferrocarril. Es ya tiempo de que este metal deje de ser mortífero y mero instrumento de una ciencia demasiado mecánica. ¡Una puerta se abre hoy de par en par a esta materia para ser al fin forjada y trabajada por las manos pacíficas de los artistas!" Procedente de una familia de forjadores barceloneses, González disfrutaba de una firme formación artesanal, y asesoró en el trabajo del metal a Brancusi, Picasso y otros artistas de la ciudad en la que vivió, París.Durante mucho tiempo, aunque dibujaba y pintaba, su actividad se ciñó sobre todo al ámbito artesanal, de estela modernista: flores de metal, bisutería, figuras de metal repujado, etc. Con Gargallo tenía en común esos orígenes modernistas de decoradores y hay gran afinidad entre sus obras a mediados de la década de los veinte, cuando introdujo al artista aragonés en el trabajo del metal. La determinación de convertirse en escultor-creador es llamativamente tardía, pero decidida, de modo que inicia una trayectoria muy rápida en la que de inmediato se dan hallazgos magistrales. Los orígenes de este proceso se ubican en los años en los que trabajó con Picasso, entre 1928 y 1931. Este recurrió a la ayuda de González para hacer sus esculturas de metal de aquellas fechas. En la propia obra de González ese mismo período es decisivo, por la variedad y riqueza de sus soluciones plásticas. Del lenguaje sintético en naturalezas muertas, al modo cubista, pasa rápidamente a formas de primitivización africana y abstracción, en sus máscaras y cabezas de 1929 y 1930..Su obra, con todo, rebasa ampliamente la imaginería más próxima al cubismo. Es tan importante para los intereses de la construcción abstracta como para los surreales y los expresionistas. La originalidad y entereza de las resoluciones formales a las que llegó le han granjeado un lugar preferente en la escultura de la vanguardia histórica, por encima de las distintas escuelas. Alterna la abstracción con la figuración. Esta adquiere a veces una marcada consistencia realista; creciente incluso en lo que respecta a su tema de la campesina catalana: las Montserrats de 1934, 1936, 1941 y 1942. Sus aportaciones de mayor influencia fueron las de compromiso abstracto, aquellas en las que prima absolutamente el concepto plástico. "Un pintor o un escultor -escribió- pueden dar forma a cosas que no tienen una forma concreta: como la luz, el color, una idea". De hecho, González propició la evolución de la expresión escultórica hacia funciones conceptuales. Dio prioridad a las posibilidades formales autónomas de la escultura frente al parecido mimético o descriptivo de la figura. Su arte de invención, con todo, se fundamenta primero sólidamente en síntesis esquemática de formas del natural.La colaboración con Picasso le hizo asumir las posibilidades del ensamblaje de segmentos dispares, cuya yuxtaposición acaba por adquirir congruencia en el conjunto escultórico. El Arlequín de 1930 es una de sus figuras más próximas a las experiencias coetáneas de Picasso. González opinaba que la escultura es dibujo en el espacio, y trabajó abundantemente con varillas y elementos gráciles en figuras estilizadas que se yerguen, y encarnan, en el espacio. Mujer ante el espejo (1934, 1937), Dafne (1937), Los acróbatas (1935), son testimonios notables a este respecto.La obra de González encontró diversos modos de definir felizmente la forma como espacio hueco. Hay intentos de este tipo en sus máscaras y esculturas de planos, en las que se interesa, al contrario que los cubistas, por el elemento firme sólo en tanto que permita la aparición de la figura por incidencia de la luz. Se da magistralmente en obras como la cabeza llamada El túnel y en Los amantes, iniciadas en 1932, cuyos temas se ubican en el vacío que delimita el metal. Abunda en esta intención, por supuesto, en sus construcciones dibujadas en el espacio. Y logra resultados espléndidos cuando construye el volumen de la figura gracias a la sola presencia de la epidermis, encarnada en la chapa metálica, como en el Torso de 1936. En su estatuaria en piedra y en barro buscó, por el contrario, el efecto de gravedad y de compacta solidez matérica que servía a funciones expresivas de otro tenor.
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Los especialistas no se ponen de acuerdo en la autenticidad de este retrato; unos lo consideran obra de Julio Romano mientras que otros piensan que se trata del retrato que se expuso - junto a la Madonna de Loreto - tras el fallecimiento de Julio II en la iglesia de Santa Maria del Popolo con motivo de las celebraciones litúrgicas durante el año 1513. El pontífice aparece sentado, estableciendo así Rafael el prototipo de retrato papal que también utilizará Tiziano o Velázquez, vistiendo hábitos y bonete cardenalicios, destacando la calidad de las telas. Lleva barba blanca y se manifiesta como un hombre mayor, cansado y abatido por los infortunios que le tocó vivir aunque aún podemos apreciar parte del genio que le caracterizó llegando a decir Vasari que "producía temor sólo con mirarlo, como si estuviese vivo". La figura se recorta ante una tela verdosa, proyectándose hacia el espectador para crear un auténtica sensación de volumetría. A pesar de la delicadeza de los detalles en las telas o anillos, los verdaderos centros de atención del retrato los tenemos en el rostro y en las manos, captando Sanzio el alma del papa.
Personaje Religioso
La figura de Juliano della Rovere está asociada a Miguel Angel ya que fue este pontífice el que ordenó la decoración de la bóveda de la Capilla Sixtina. Los continuos enfrentamientos entre dos almas casi gemelas han pasado a la posteridad, siendo uno de los suplicios de Buonarrotti la construcción del sepulcro para el papa. Juliano tenía una amplia experiencia antes de ser nombrado pontífice en 1503, sucediendo a Pío III. Miembro de la orden de los franciscanos, su tío Sixto IV le había nombrado cardenal, Inocencio VIII le otorgó importantes puestos en la corte romana e incluso había pugnado por la elección con Alejandro VI. A la muerte de Pío III alcanzó el solio papal, marcándose como objetivo devolver la independencia al papado, recuperando por tanto su esplendor y poder. Sus primeros pasos se dirigieron a la realización de una importante reforma monetaria que le permitiera iniciar su política expansiva. Supo consolidar de manera bastante definitiva el poder temporal de la Santa Sede al controlar a los señores feudales que de continuo desobedecían la autoridad soberana del Pontífice y expulsó de su ámbito de poder al peligroso César Borgia. No dudó en tomar la espada y someter a la ciudad de Bolonia, dotándola de una nueva Constitución. La resistencia de Venecia a entregar las ciudades pontificias anteriormente tomadas motivó la formación de la Liga de Cambrai -en la que participaban los franceses-. Los aliados derrotaron a los venecianos en Agnadello. Las ciudades de Perusa y Ravena pasaban a la órbita pontificia al tiempo que las posesiones milanesas de Parma y Piacenza eran anexionadas. Temeroso del creciente poderío francés, el pontífice concertó de manera separada una paz con Venecia y decidió atacar a sus antiguos aliados, los franceses, provocando la reacción de éstos, que tomaron Bolonia. La estrategia de Luis XII fue crear un cisma en el terreno religioso al convocar en Pisa un concilio, en el año 1511. De esta manera el monarca francés pretendía minar la autoridad papal y contrarrestar la política exterior de la Santa Sede, que estaba resultando bastante perjudicial para la corona gala. Juliano retomó las riendas de la situación, excomulgó a los cardenales que acudieron a Pisa y convocó un Concilio General en Letrán (1512), poniendo fin al presunto cisma. En el último año de su existencia, Julio II gozó de un amplio reconocimiento en Italia al aparecer como abanderado de la lucha contra los extranjeros, ya que tras las primeras victorias, los franceses tuvieron que retirarse de la península y el Papado recuperó sus antiguos territorios. La independencia pontificia estaba asegurada. La labor de mecenazgo de Julio II no se limita a Miguel Angel ya que ayudó a otros artistas como Bramante o Rafael, siendo el impulsor de la construcción de la Basílica de San Pedro que hoy podemos admirar y el promotor de la creación del Museo Vaticano. Como jefe espiritual Julio II resultó un total fracaso mientras que como soberano temporal y protector de las artes se muestra como un gran triunfador.