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acepcion
Joya pequeña.
Personaje Literato
Traductora. Nacida el 27 de diciembre de 1731 en Madrid dentro de una familia católica burguesa dedicada a las finanzas, de padre irlandés y madre francesa. Representante de las ideas más avanzadas sobre la mujer en la época de la Ilustración. Se da a conocer en el mundo de las letras en 1798 como traductora de la novela El príncipe de Abisinia, de Samuel Johnson, que dedica a la directora de la Junta de Damas de la Sociedad Económica Matritense, la Condesa-Duquesa de Benavente. En esta obra, Inés Joyés se expresa con un claro distanciamiento de la retórica sentimental en boga y revindica para las mujeres el ejercicio de la razón y de una sociabilidad menos constreñida. Es significativo que Joyés eligiera traducir a Johnson, firme defensor del talento de las mujeres, amigo de muchas escritoras y autor de novelas filosóficas apartadas de la sensiblería. Su versión de la novela, está acompañada de una Apología de las Mujeres como carta que la traductora dedica a sus hijas. En La Apología de las Mujeres, única obra conocida de Inés Joyes, la autora se expresa con energía y rotundidad acerca de la posición de las mujeres y otras cuestiones de vital importancia en la sociedad de su tiempo, como la educación, el matrimonio, la amistad o las relaciones sociales. Su principal objetivo era de persuadir a las propias mujeres de su capacidad intelectual y de su mérito moral, así como afianzar su confianza frente a la opinión masculina. Señalaba con brillantez e indignación las presiones interesadas que limitaban la acción de las mujeres, tratando de proporcionarles orientaciones de conducta con las que desenvolverse en una sociedad desigual. El texto está plagado de denuncias contra esas asimetrías: el mensaje sentimental que enmascaraba las desigualdades en el interior del matrimonio, o el doble rasero moral que planteaba a hombres y mujeres exigencias muy diversas en su vida familiar y en sus opciones vitales. Sin embargo, la vida de Joyés fue discreta, casi oscura. Como tantas mujeres de su tiempo y su medio, no tuvo una actividad pública de resonancia, sino que se desenvolvió fundamentalmente en un entorno familiar y local. (BOLUFER PERUGA, Mónica: ¿Escribir la experiencia? Familia, identidad y reflexión intelectual en Inés Joyes (s. XVIII). Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. PAJARES INFANTE, Eterio: Inés Joyes Y Blake, feminista ilustrada del XVIII. Boletín de la Biblioteca de Menéndez Pelayo, n? 76, 2000 , pp. 181-192.)
obra
El coleccionismo y el estudio de obras de arte estaba penetrando con cierta dificultad en España desde Francia, siguiendo la ideología de la Ilustración. Uno de los eruditos más importantes del siglo XVIII es, sin duda, don Juan Agustín Ceán Bermúdez, amigo íntimo de Goya y de Jovellanos. Le encontramos sentado, con la pierna derecha sobre la izquierda y acodado en una mesita circular donde se aprecian varios grabados alusivos a su afición coleccionista. El fondo neutro otorga mayor volumetría a un conjunto dominado por las tonalidades oscuras con las que contrastan los blancos de las medias y del chaleco. La rápida pincelada empleada por el pintor no se interesa en ningún detalle para no desviar nuestra atención del rostro, verdadero punto de referencia del lienzo. La personalidad de sus modelos será la gran aportación de Goya al mundo del retrato, situándose a la altura de Velázquez o Rembrandt, sus dos grandes maestros. Su esposa, doña Manuela Camas y las Heras, también será retratada por el aragonés, conformando esos retratos dobles que tanto atraían a la burguesía y la nobleza española.
obra
Tras la Guerra de la Independencia la alta sociedad madrileña elige al joven pintor valenciano Vicente López como retratista, apartando a Goya del trabajo que venía llevando a cabo durante más de veinte años. Por supuesto que el aragonés continuará ejecutando retratos pero no con tanta frecuencia como en su época dorada y preferentemente a personajes muy cercanos como en el caso que nos ocupa. Se trata del arquitecto - como bien se refleja en el lienzo al aparecer los planos de la iglesia de Santiago en Madrid, su obra maestra - Juan Antonio Cuervo, tío de Tiburcio Pérez Cuervo. Alumno de Ventura Rodríguez, llevó una brillante carrera en Madrid y Avila, siendo nombrado en 1815 director de la Real Academia de San Fernando, cargo que ostenta en el momento que es retratado por Goya. Don Juan Antonio aparece sobre su mesa de trabajo, sentado en un elegante sillón y vestido con el uniforme de académico donde destacan los dorados galones. El fondo neutro sirve para otorgar mayor volumetría al personaje, siguiendo la tradición iniciada por Tiziano. El dibujo empleado por el pintor es tremendamente exacto, siguiendo el estilo impuesto por López, interesándose por los detalles del traje y los rasgos del modelo, destacando hasta las venas de las manos. Alejado de su estilo rápido ajeno a detallismos imperante en estos momentos, quizá Goya quiere recuperar la confianza de su público. A pesar del estilo algo más relamido cabe destacar la personalidad del modelo, captada en su espléndida cabeza, mostrándonos el carácter de este personaje, peinado incluso a la moda.
obra
La figura de Juan Antonio Llorente ha sido denostada tradicionalmente por la historiografía española al escribir una de las obras más contundentes contra la Inquisición española: la "Historia crítica de la Inquisición española" publicada en Francia en 1818. Hombre culto e ilustrado, fue Comisario de la Inquisición en Logroño (1782), alcanzando la Secretaría General de la institución en 1789. Inició un proyecto de reforma del Santo Tribunal en un momento difícil ya que fue en estas fechas cuando la Inquisición se empleó por parte del gobierno para depurar las influencias procedentes de Francia que había vivido su Revolución pocos años antes. Así pues el Tribunal que llevaba dormido casi un siglo se despierta con nuevos bríos. Con José Bonaparte fue nombrado Archivero e Historiador del Santo Oficio, iniciando su estudio histórico que vería la luz en Francia años después. Exiliado en París regresó a España en 1820, falleciendo tres años más tarde en Madrid. Cuando Goya realizó este excelente retrato de cuerpo entero tendría Llorente unos 55 años; viste hábito talar adornado con la cinta roja de la Orden Real de España - la Orden de la Berenjena como la llamaba el pueblo madrileño en desconsideración al Rey Intruso que la entregaba -, anillo de Comisario de la Santa Cruzada en el dedo meñique de la mano derecha y pañuelo blanco sujeto con esa misma mano. Lo más destacable del retrato es el rostro del inquisidor, con una mirada inteligente y despierta, gesto alegre y enorme viveza expresiva. El fondo oscuro y los colores negros de su hábito empujan nuestra mirada hacia la cabeza del personaje, centro de atención de la mayor parte de los retratos goyescos. La relación con los retratos pintados por Velázquez en la década de 1630 es también destacable, preferentemente por el colorido empleado y la disposición del personaje en el espacio.
obra
Quizá sea éste uno de los retratos con más carácter entre los realizados por Goya en la década de 1790, la de su triunfo definitivo en la corte madrileña. El protagonista es don Juan Antonio Meléndez Valdés, nacido en Ribera del Fresno en 1754. Cursó sus primeros estudios en Almendralejo para pasar años después a la Universidad de Salamanca donde compaginaría los estudios jurídicos con las humanidades. Catedrático de Humanidades en la universidad salmantina, se dedicó a la magistratura desde 1789 en las Audiencias de Zaragoza, Valladolid y Madrid. Fue desterrado en 1798, regresando a Madrid en 1808 para ser nombrado consejero de José I, abandonando definitivamente España en 1814 e instalándose en Montpellier, donde falleció en 1817. Pero la personalidad jurídica de Meléndez Valdés no es tan importante como su poesía, siendo considerado por sus contemporáneos como "el restaurador de la poesía castellana". Sus casi 500 poemas ofrecen diferentes temas: el amor, la naturaleza, la filosofía, la religión, la patria y la ideología ilustrada. Gran amigo de Jovellanos, su deseo de regenerar el país se pone de manifiesto en este excelente retrato de medio cuerpo en el que destaca sobremanera la facilidad de Goya para captar el alma de su modelo. La luz impacta en la cabeza, resaltando los vivos e inteligentes ojos y el gesto de preocupación ante el cariz que toma la política española en los últimos años del siglo XVIII. Sus rasgos parecen esculpidos gracias a la iluminación empleada por el aragonés, eliminando detalles superfluos de la vestimenta del poeta. Su pincelada rápida la apreciamos en el corbatín y el chaleco, mostrando también su elevada capacidad como dibujante en el soberbio rostro de este gran personaje.
obra
Goya no compartía el Absolutismo implantado por Fernando VII al considerarlo retrógrado para su tiempo. Harto ya de la situación política española, solicitó al rey permiso para tomar las aguas en el balneario de Plombières (Francia). Al serle concedido el dicho permiso, puso rumbo a Burdeos, donde estaban exilados un importante número de liberales y antiguos afrancesados españoles, en su mayoría amigos del pintor. Será en Burdeos donde se instale hasta el final de sus días, aunque realizó varios viajes a España, en uno de los cuales será retratado por su sustituto como retratista de corte, Vicente López. El retrato de Muguiro será una de las últimas obras que realice Goya, ya con 81 años. Su relación con el banquero era muy estrecha, confesando su amistad en el lienzo al declararse amigo, aunque le doblara en edad, pues Muguiro contaba en esos momentos con 39 años. Como venía ocurriendo desde su enfermedad, en 1792, Goya va a centrar toda su atención en la personalidad de su modelo, iluminando claramente el rostro y las manos. Aquí vemos el carácter del banquero y el cariño que le manifestaba el pintor. El concepto estilístico del retrato ha cambiado en el maestro al utilizar una gama cromática monocroma, sin reparar en detalles, aplicando largas pinceladas en el lienzo como observamos en los papeles sobre la mesa o en las chorreras de la camisa. Este estilo era muy diferente al imperante en Madrid, demostrando D. Juan Bautista un exquisito gusto por lo moderno que le llevará a adquirir la Lechera de Burdeos. Ambos cuadros fueron legados al Museo del Prado por sus herederos en 1945.