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Este soldado de caballería ligera del reino de Granada, de mediados del s. XIV, combate de una forma peculiar, muy diferente de la propia de la caballería pesada centroeuropea del mismo período. Su montura, sin protección metálica, aunque con un freno muy eficaz, es apropiada para tácticas de combate basadas en rehuir el choque con tropas pesadas. Se mantiene el uso de la cota de malla, en lugar de la coraza de lámina de acero. El peculiar escudo de cuero es una adarga, de probable origen norteafricano y generalizado en la Península Ibérica. A menudo se importaban del Egipto mameluco y de Oriente otras piezas de la armadura, como el casco.
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Existen ciertas dudas sobre la autoría de este Jinete polaco que aquí observamos. Algunos especialistas lo consideran obra auténtica de Rembrandt mientras que otros apuestan por su taller, sin especificar cual de los ayudantes procedió a la ejecución. Es una de las pocas imágenes ecuestres que tenemos del maestro por lo que resulta de gran importancia. El jinete aparece al aire libre, ante un paisaje montañoso que recuerda ligeramente a Hobbema o Van Ruisdael. La inserción de la figura en el paisaje resulta perfecta gracias a la luz dorada empleada, característica definitiva de la pintura de Rembrandt. El potente foco impacta en la espalda del jinete y la grupa del caballo, resolviendo con acierto la disposición de las sombras. Las pinceladas son rápidas, dentro de la "manera áspera" que identifica las últimas obras del maestro, más interesado por crear efectos atmosféricos que por los detalles, siguiendo a su admirado Tiziano.
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La más antigua estatua ecuestre de Grecia representa a un personaje de alcurnia, como indica su aspecto distinguido, su peinado elegantísimo, la corona de hojas, la barba cuidada y el bigote, que iba pintado. Se ha pensado que pudiera ser uno de los hijos de Pisistrato. Es obra de un taller ático, -se piensa que la Kore del Peplo es de la misma mano- admirable por la calidad y la vitalidad del modelado. La cabeza original se guarda en el Louvre; el cuerpo del jinete y del caballo se conserva en el Museo de la Acrópolis con una reproducción de la cabeza del Louvre.
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Barbarroja contaba con poderosa artillería y numerosas armas de fuego portátiles. Pero lo más temido de su ejército era la caballería ligera turca y mora cuya forma de combatir conocían bien los españoles por su experiencia, todavía cercana, de la Reconquista. Eran habilísimos jinetes, armados con lanza y protegidos por escudos alargados de cuero -adargas- especialmente útiles para proteger el torso y pierna del guerrero montado en su silla. Sin embargo, esta caballería ligera era incapaz de forzar una formación cerrada y disciplinada de piqueros. Europa comenzaba a imponer su forma de combatir fuera de los límites geográficos.
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La atracción hacia lo moderno llevará a Degas a realizar un importante número de escenas de hipódromo. Estos recintos deportivos eran muy frecuentados por los miembros de la burguesía francesa, popularizándose al ser admitidas las apuestas. Degas nos va a introducir en uno de estos lugares un día de carreras, en las que los jinetes son miembros de la alta burguesía que corren con sus propios caballos como diversión y competición. Los espectadores adinerados se codean con ellos subidos en sus carruajes - como la dama que contemplamos en primer plano - mientras que la plebe se tiene que contentar con ver el espectáculo desde el fondo. Por supuesto que el pintor, como miembro de la burguesía que es, se adentra - y nosotros con él - en la zona reservada. El desarrollo de la fotografía llevará a Degas a modificar la concepción tradicional del espacio pictórico; de esta manera rompe los planos y deja las figuras cortadas como es el caso del carruaje, el hombre que aparece en primer plano o el caballo cuyo jinete intenta sujetar. Esta novedad será muy común entre los impresionistas. Otra de sus preocupaciones será la organización del espacio, recurriendo a la tradicional disposición de planos paralelos que se alejan en profundidad para conseguir el efecto de perspectiva. Una diagonal de derecha a izquierda organiza todas las figuras. Al fondo se aprecia un paisaje bastante real, lo que sugiere que podía tratarse de uno de los pocos paisajes tomados directamente del natural que realizaría el artista. El color verde se adueña del conjunto, contrastando con la brillantez de las camisas de los jinetes y con el tono marrón de las colinas del fondo y de los caballos. Debemos añadir una referencia al juego de complementarios que aparece al utilizar el amarillo para las ruedas del carruaje. El efecto de un triste día de otoño se consigue perfectamente, igual que el humo del tren que avanza provocando la estampida de uno de los caballos. Mientras que las figuras de primer plano están perfectamente dibujadas, la multitud del fondo está totalmente emborronada por la distancia y el efecto atmosférico conseguido. Durante trece años estuvo perfeccionando Degas esta obra, que fue adquirida por la barítono Elie Faure, quien amenazó con llevar al artista a los tribunales al no entregársela cuando fue requerida.