No cabe duda de que el artista tenía una honda moral de trabajo, recibida en su hogar paterno y transmitida por él, el mayor, a sus hermanos; así lo demuestra el semblante y atuendo que se recoge en el retrato a lápiz que en su vejez le tomó Joaquín Campos, en que se muestra a una persona delgada y fatigada, con triste expresión en los ojos y claro mutismo, que ha sido sorprendida en su trabajo y ni siquiera se ha quitado el pañuelo huertano que le cubre el pelo para recoger el sudor y evitar el polvo de la madera. Resulta interesante compararlo con el que presenta en su libro don Javier Frentes y Ponte, en donde aparenta una edad cercana a los treinta años, se viste de casaca y se peina de rizos y coleta con gran lazo, pero se puede adivinar asimismo un carácter introvertido, tímido diríamos, unos rasgos delicados, casi femeninos, mirada huidiza y sonrisa inconcreta. Asimismo sus repetidos contactos con la religión y los religiosos, así como la ausencia de noticias que nos hablen de escándalos o pleitos, dan cuenta de aquella Murcia llena de conventos e iglesias parroquiales que presidían sus numerosos barrios: unos y otros, los principales clientes de artista: Estudió en el Colegio de la Anunciata, de los jesuitas, fue novicio en los dominicos, tuvo hermana monja y hermano presbítero, y casó con una mujer cuyo hogar estaba también definido por religiosos: dos hermanos, presbítero y fraile respectivamente. Pero junto a esto que es evidente, me interesa destacar en su personalidad un legítimo deseo de ascenso social que ya se evidenciaba en la actuación de su padre al ponerlo a estudiar con los jesuitas. El continúa esa trayectoria con su hermana Francisca de Paula, seis años menor, y con Patricio, quince, y casi un hijo. Su bien ganado dinero lo invierte en varias casas, cinco, y tahullas de morera (muy rentables para la cría del gusano de seda), y al final de su vida puede presumir de vivir en una estupenda casa de dos pisos y cuatro balcones, con planta baja dedicada a talla y pintura, en ambientes separados, y un buen patio para acoger las grandes composiciones pasionarias. Este éxito social se ve refrendado por el matrimonio de su querida hermana Inés con un importante personaje, un procurador de Murcia, y el de su hija con el hijo del Regidor; de hecho su nieto, Mateo José, se encauzará hacia la carrera militar, y él mismo gozó de la amistad y reconocimiento no sólo de la clientela religiosa, sino de las familias más adineradas e influyentes de Murcia (Fontes o Riquelme) que le encargaban los pasos y hasta un multitudinario Belén. Todo indica que con trabajo bien hecho y férrea voluntad de progreso, en poco tiempo se ascendió mucho desde aquel incipiente taller del joven y no muy hábil inmigrante napolitano.
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Cuando se afronta el tema de la mujer y el trabajo desde la mentalidad contemporánea, es decir de principios del siglo XXI, la primera afirmación que suele realizarse es la discriminación que ésta ha sufrido. Se señala su ausencia en el mundo laboral hasta bien entrado el siglo XX y las diferentes trabas con las que se encontró una vez que se fue incorporando a él. Sería sin embargo un error hablar de discriminación sin tener en cuenta que, secularmente y de manera universal, en la sucesión de civilizaciones que ha conocido la humanidad, hombres y mujeres han ocupando ámbitos distintos y se han dedicado a actividades claramente diferenciadas. Contemplado desde una perspectiva biológica y antropológica, resulta coherente la manera con la que las sociedades han ido constituyéndose a través de los siglos: el varón saldría del hogar en busca de los medios de subsistencia, mientras la mujer se encargaba de administrar esos medios, hacerlos rendir y distribuirlos según las necesidades de los miembros de la familia. Esta organización vendría marcada por la diferente posición que, según su condición sexuada, ocupan la mujer y el hombre. La biología femenina al ser portadora de las nuevas vidas, como prolongación natural lo es también de su primer mantenimiento y cuidado. La masculina, al encontrarse ligada al proceso de la procreación de manera externa y esporádica, frente a la íntima y estable de la mujer, se relaciona con la prole de manera diferente. El vínculo sexual entre mujer y varón, en el que se generan los hijos, se constituye precisamente como el forjador de la comunidad más primaria y natural: la familia. Pronto los hombres descubrieron que uniendo fuerzas con otras personas y otras comunidades familiares, podían afrontar con más facilidad los retos de la supervivencia. Nacen las sociedades, que repiten el modelo de trabajo de las comunidades familiares: el de la mujer se dedicaba a lo que sería la prolongación de su condición biológica, es decir el ámbito de la familia y de lo doméstico, y el varón al que desbordase ese ámbito. A lo largo de los siglos este modelo será perpetuado y, de este modo, por las razones señaladas y por otras que puedan considerarse, no haya estado presente en el mundo laboral que quedó acaparado por los hombres. Esta primera apreciación se hace necesaria cuando se quiere abordar el estudio de la historia del trabajo de la mujer en la España durante la Transición y primeros años de la democracia ya que no puede tratarse como un fenómeno ajeno a la herencia recibida de las épocas anteriores. Por otro lado queremos señalar que el hecho de que las sociedades hayan comenzado a organizarse de la manera señalada, no significa que este modelo de sociedad sea el único válido, pues sería defender una idea de la persona humana como simple biología, dejarse guiar por una mirada determinista. Ciertamente ésta no puede obviarse pero tampoco se puede reducir a ella. Sin la base de la biología se puede llegar a cosificar a la persona, algo que también ocurriría en el caso de despreciarla. El hombre, mujer y varón, se encuentran dotados de unas capacidades intelectuales con las que gobierna su persona, libre de la determinación biológica. A través de la inteligencia conoce el mundo y las cosas, las procesa, elabora, jerarquiza y elige en función del bien que descubre en ellas. Ese bien es captado por las personas y las sociedades desde ópticas variadas según las mentalidades de los momentos de la historia, de los condicionamientos de los espacios geográficos concretos o de los diferentes criterios con los que se ha cohesionado un grupo social. Así, estructurarán de manera variada las sinergias que constituyen la vida en sociedad. El papel de la mujer o del varón en ella, variarán a lo largo de la historia, de la geografía y de las mentalidades. Todas las posibilidades pueden ser legítimas, al tiempo que todas son parciales y contingentes, pues la importancia del asunto radica en que el aspecto de la organización laboral no abarca a la totalidad del modo de ser varón o de ser mujer, de desarrollar su propia existencia. Lo trascendental es la consideración de la condición de igualdad y libertad tanto de la mujer como del varón. En este marco de tipo antropológico, se puede hablar de la existencia de una discriminación legal de la mujer en los albores de la democracia española, pero no sería correcto pretender explicarla por la existencia de una voluntad política o de dominación expresa de los varones, olvidando otros factores. La sociedad española de 1975 no era la misma que la de 1936, como tampoco lo es la del 2009, cuando se escriben estas líneas. Si se contemplasen los años de la Transición desde los presupuestos mentales de principios del siglo XXI, el conocimiento que tendríamos de ellos se encontraría teñido de anacronismos. Baste un sólo dato para corroborarlo. Las relaciones personales y sociales no pueden entenderse actualmente sin la presencia de dos elementos de comunicación: la red de internet y la telefonía móvil. Ambos contribuyen hoy a configurar el espacio social tanto a escala mundial como individual. Las personas no sólo pueden comunicarse y se comunican independientemente de la distancia espacial que les separe, sino que el hecho mismo de disponer de esa facilidad forja sus mentalidades y consecuentemente estructura la sociedad. Los ciudadanos se encuentran cada vez en mejores condiciones de acceder al conocimiento y disponen de un marco de relaciones independientemente del lugar físico en el que se hallen. Unas condiciones de vida impensables tan sólo treinta años antes, en el periodo de la Transición que estamos tratando. Con ello queremos decir que, al tratar de la situación laboral de la mujer en los albores de la democracia, hay que tener en cuenta no solamente las condiciones políticas, legales y económicas existentes, sino también otras intangibles que se corresponden con la evolución de las mentalidades. Gráfico La denominada discriminación de la mujer en la época contemporánea tampoco puede ser explicada solamente por la persistencia de un régimen político, el franquismo, que entendía como principal rol de la mujer, el de esposa, madre y educadora. Una visión que ciertamente favorecía en sus políticas, pero que no fue la única, como se explica en el capítulo dedicado a los derechos de la mujer, en el que se percibe cómo la legislación franquista paulatinamente reflejaba los cambios que se iban produciendo en la sociedad. A la altura de 1975 la situación de la mujer variaba mucho de un lado a otro del planeta. Mientras en los países del ámbito occidental ya se había incorporado de manera masiva al mundo laboral, en otros no sólo no lo había iniciado, sino que se encontraba lejos de equipararse en igualdad de derechos con el hombre. Incluso algunas sociedades, aquellas de influencia islámica, conocerán un fuerte retroceso en relación con la dignidad de la mujer. En definitiva, lo que se ha pretendido señalar que la exclusión de la mujer del mundo laboral que estaba ocupado por los varones, se encuentra en relación con su discriminación legal y ambas están unidas a una mentalidad que fue cambiando a lo largo de finales del siglo XX.
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Si entendemos que la mejor vía de aproximación a la comprensión del arte es acercarnos al pensamiento y a la estructura de la sociedad que lo creó, esta aproximación, que denominamos histórica, arroja unos resultados particularmente fecundos en el caso del arte mudéjar. Sólo considerando el mudéjar en su propio proceso histórico de formación y desarrollo nos ponemos en condiciones adecuadas para la comprensión de este singular fenómeno del arte español. Ante todo, el primer factor que posibilita el nacimiento del arte mudéjar es la fascinación que la sociedad cristiana manifestó ante las creaciones artísticas del Islam desde un primer momento. Numerosos objetos ricos y preciados, con frecuencia fruto del botín de guerra o de los tributos, entre los que se cuentan botes y arquetas de marfil, arquetas de plata, aguamaniles de bronce, tejidos de seda, objetos de vidrio tallado o de cristal de roca, pasaron a enriquecer los tesoros de los monasterios y catedrales, adquiriendo nuevas funciones y usos religiosos. La paulatina reconquista del territorio incorpora además al dominio cristiano un ingente patrimonio monumental islámico, entre el que sobresalen los alcázares y las mezquitas, que se convierten en alcázares de los reyes cristianos y en catedrales. No sólo, pues, se ha mudejarizado la población; también los monumentos islámicos se han mudejarizado, es decir, han quedado sometidos al dominio cristiano. Este era el primer paso necesario para el nacimiento del arte mudéjar, la aceptación social de la pervivencia del arte islámico en la España cristiana. El siguiente factor que incide de manera decisiva en la formación del arte mudéjar es el propio proceso histórico de la reconquista. Hemos dicho que para el nacimiento del arte mudéjar es condición previa la reconquista cristiana del territorio, circunstancia que por razones muy complejas se produce de forma gradual, escalonada e irregular sobre el solar hispánico entre los siglos XI y XV. Algunos de los momentos básicos de la reconquista peninsular deben ser recordados: Toledo es reconquistada en 1085, Zaragoza en 1118, Teruel en 1171, Valencia en 1238, Sevilla en 1248, Granada en 1492. La reconquista cristiana interrumpe así en un momento determinado, siempre diferente, el proceso del arte islámico en cada región española; por esta razón los precedentes monumentales islámicos de cada foco regional son diferentes, y al incidir sus características formales de manera decisiva en los primeros pasos del arte mudéjar de cada zona, le confieren una fuerte personalidad e introducen un importante factor de diversidad en el vasto panorama geográfico del mudéjar hispánico. Así la cronología de la reconquista, las circunstancias de la repoblación y la tradición monumental islámica de cada región son factores importantes a considerar en la formación del arte mudéjar. No obstante, la aparición del arte mudéjar no es inmediata al momento de la reconquista; entre dicho momento y la aparición de los monumentos mudéjares más antiguos conservados en cada región transcurre algún tiempo. Este lapso de tiempo no sólo responde a las dificultades de la repoblación de cada caso, sino también al deseo de los cristianos vencedores por dejar testimonio de los estilos cristianos en las nuevas tierras ocupadas. Solamente un complejo conjunto de concausas (condicionamientos geográficos, económicos y sociales, principalmente) explican el éxito del nacimiento y desarrollo del arte mudéjar. Por otra parte, Diego Angulo ya advirtió en su estudio sobre la arquitectura mudéjar sevillana un proceso de mudejarización progresiva, que es extensible a los demás focos regionales; es decir, que "a medida que se desenvuelve el arte de los moros sometidos, se aparta cada vez más de los cristianos y adapta formas y ornamentación más típicamente musulmanas". Los factores históricos del arte mudéjar no se agotan con estas consideraciones; hay que tener en cuenta que el arte mudéjar va a constituir un fenómeno de larga duración, mucho más amplio en el tiempo que los sucesivos estilos del arte occidental europeo (románico, gótico, renacimiento), de los que es coetáneo, y también que las sucesivas etapas históricas del arte hispanomusulmán (taifas, almorávide, almohade, nazarí), a las que incluso sobrevive tras la conquista de Granada. Por ello las formas artísticas de cada foco mudéjar regional no están sólo alimentadas por los precedentes locales islámicos; se enriquecen constantemente en el devenir histórico con nuevos préstamos procedentes de al-Andalus. Así la reconquista de Levante y del valle del Guadalquivir va a originar durante la segunda mitad del siglo XIII un fuerte reflujo de elementos almohades sobre el foco toledano, que llega asimismo, aunque más atenuado, a tierras de León, Castilla la Vieja y Aragón. Más adelante, desde mediados del siglo XIV, se acentúan los préstamos formales entre el arte nazarí y el arte mudéjar, en ambas direcciones, sin necesidad de esperar a la reconquista de Granada. La movilidad de la mano de obra mudéjar, particularmente en los encargos reales, fundamenta esta libre circulación de formas artísticas, que reintroducen un factor de unidad en el arte mudéjar. Idénticas reflexiones históricas, sobre las que no es ahora necesario incidir, sirven para analizar y valorar en el contexto del arte mudéjar la evolución de las tipologías arquitectónicas y de las formas artísticas que proceden del arte occidental cristiano.
contexto
Si el reinado de los Reyes Católicos se caracterizó por los descubrimientos, el de Carlos I lo fue por las conquistas. En realidad no hubo una dicotomía absoluta de tales acciones, como dijimos. Durante el primero de estos reinados se realizaron algunas conquistas como las de las grandes Antillas y Castilla del Oro, y durante el segundo se efectuaron igualmente descubrimientos notables, entre ellos el de las Molucas, pero estamos utilizando recursos metodológicos de tipo significativo para el estudio de la Historia, y en este sentido puede afirmarse que los grandes descubrimientos fueron propios del primer reinado y las grandes conquistas, de la época imperial. El proceso de conquista vamos a analizarlo en dos capítulos. En éste veremos su problemática general y en el siguiente estudiaremos su desarrollo a nivel regional.
acepcion
Deidades aladas, también conocidas como "divinidades de los perfumes y de la música". Su imagen solía aparecer en la decoración de los murales que acompañaban a los bodhisattvas en los templos budistas. Sirven de ornamento en los templos budistas de China y de la India.
lugar
<p>Aptera fue una antigua ciudad en la isla de Creta junto a la bahía de Souda. Tuvo una notable importancia desde el siglo V a.C. hasta la época Bizantina. En ella se encuentran restos de templos romanos, un teatro y unas cisternas romanas subterráneas.</p>
Personaje
Científico
Literato
Su formación discurre en la ciudades de Cartago, donde asistió a la academia de literatura, Atenas y Roma. En este tiempo, comenzó a adquirir una sólida formación, destacando por sus cualidades como orador y filósofo. A lo largo de su vida ocupó puestos religiosos de gran influencia. Una de sus obras más famosas es "Las metamorfosis", llamada "El Asno de oro," donde realiza una crítica de las tradiciones de su tiempo. Esta obra, catalogada como sátira, consta de once libros y el más famoso es aquel que relata la historia de Cupido y Psiquis. Es, además, autor de otras creaciones de corte filosófico como "De deo Socratis" o "De Platone et eius dogmate". En esta última toma como fuente los diálogos de Platón. Sus disertaciones se identifican con las teorías neopitagóricas, aunque desde un punto de vista más religioso que filosófico. En la "Florida" presenta una recopilación de sus principales discursos. Para completar el estudio de su legado hay que referirse a "Apología", en cuyo discurso se defiende de las acusaciones lanzadas por su familia política y que le relacionaban con la magia. Apuleyo fue una referencia obligada para escritores como Bocaccio.
obra
Los dos últimos años de la vida de Fortuny los pasará viviendo en Roma, interesándose - al igual que había hecho en Granada - por paisajes o escenas cotidianas como las Lavanderas en el Tíber o este apunte que contemplamos, donde las casas de Roca Priora iluminadas por las últimas luces del día se convierten en protagonistas absolutas de la composición. En Italia Fortuny tendrá la oportunidad de contemplar obras de los "macchiaioli", artistas interesados por la luz que enlazan con el Impresionismo francés, viéndose influido por estos trabajos al sentirse atraído por la luz natural, la pincelada franca y espesa y el color potente, mediterráneo. Los contrastes de luz de este apunte le convierten en un precedente de Sorolla.