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Broccardo Malchiostro encargó a Tiziano una obra para la decoración del altar de su capilla familiar en el Duomo de Treviso. El tema de la Anunciación será el elegido y el maestro veneciano se encargó de realizar un sorprendente estudio de perspectiva, muy del gusto del Quattrocento. Las baldosas bicolores y la imponente arquitectura de la zona izquierda de la composición nos dirigen hacia el escaso fondo de paisaje en el que se sitúa la figura del donante. Precisamente algunos especialistas dudan de la autenticidad de esta figura así como la del ángel, ya que en 1526 los ciudadanos de Treviso, disgustados por la presencia de Malchiostro en el altar, decidieron eliminar la figura del donante que sería incorporada después. Lo que nadie pone en duda será la calidad de la figura de María, ataviada con un elegante traje en seda roja cuyos pliegues ocupan un importante papel en la composición. Los brillos del manto azulado también son destacables, creando un espectacular juego de luces gracias a la iluminación dorada empleada. La Virgen tiene cierta sintonía estilística con los retratos femeninos realizados en la mitad de la década de 1510 como la Flora o la Venus Anadiomene.
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El uso del óleo sobre tabla continuaba siendo una práctica relativamente frecuente entre los pintores españoles, pese a la difusión que había alcanzado un material más barato como era el lienzo. Así, Vicente Carducho empleó la tabla para pintar esta Anunciación del Ángel a María que adorna el retablo del Monasterio de la Encarnación. La obra posee los rasgos de la Escuela madrileña del Barroco del siglo XVII. La escena es de compleja composición, dividiendo la misma entre la parte terrenal donde María recibe al ángel, y la parte celeste donde se arremolinan multitud de angelotes que rodean a Dios Padre. Como nexo de unión aparece el Espíritu Santo, que en forma de paloma se dirige hacia María. Carducho emplea con gran habilidad sus pinceles para tratar los bellos ropajes del ángel, cuajados de hilos dorados y pedrería. La vara de azucenas que ofrece a la joven simboliza la virginidad de la misma.
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A pesar de su larga estancia en Urbino, donde trabajó para el duque de Montefeltro, Berruguete no asimiló bien el arte que se estaba desarrollando en esta corte italiana, interesándose más por el estilo flamenco de Justo de Gante, Roger van der Weyden y Jan van Eyck, como se pone de manifiesto en esta Anunciación procedente de la Cartuja de Miraflores, en la que destaca la profundidad espacial conseguida y la minuciosidad de los detalles, especialmente en las telas, sin olvidar las tonalidades brillantes empleadas.
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En el Tríptico de Módena, del que forma parte esta Anunciación, El Greco desea manifestar su admiración hacia los modelos renacentistas italianos y su interés por abandonar el estilo bizantino imperante en Creta. Ese deseo de superación llevará a Doménikos a viajar en 1567 a Venecia para avanzar en su aprendizaje y erradicar definitivamente el bizantinismo de sus obras. Para esta composición empleó como modelo un grabado que reproducía una Anunciación, hoy perdida, de Tiziano, apreciándose un acentuado interés hacia la perspectiva y el dinamismo en las figuras. Sin embargo, el empleo de una luz y un color resplandecientes le sitúan aún en el estilo imperante en Creta así como la factura y el alargamiento excesivo de las figuras. El Greco intenta revelar su originalidad a pesar de las limitaciones, poniendo las bases de su característico estilo, como podemos observar en el rostro de María o en el Rompimiento de Gloria.
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Francisco Rizi de Guevara es hermano de Fray Juan Rizi, autor de la Misa de San Benito. Como su hermano, trabajó en la segunda mitad del siglo XVII, dentro del Barroco Madrileño. Su estilo inicial es el que plasma en esta bonita Anunciación de aproximadamente el año 1660. Rizi trabaja en estos primeros momentos dentro de unos esquemas compositivos muy estables y simétricos, para evolucionar en su obra posterior hacia estructuras diagonales más dinámicas. En el lienzo de contemplamos, el centro de la escena ha quedado vacío y provoca una sensación de amplitud y separación entre María y el ángel. La Virgen se recoge con timidez hacia su oratorio al tiempo que inclina la cabeza en signo de aceptación. El ángel baja del cielo sobre un nube, con las vestiduras agitadas al viento, y la saluda con la mano en alto, al tiempo que ofrece una vara de azucenas, el símbolo de la virginidad de la joven. El tono barroco de la escena se puede apreciar en la variedad cromática empleada, con riquísimos tonos azules y rojos, combinados con los sutiles verdes del paisaje. Los movimientos de los dos personajes se contraponen y crean una tensión que traduce lo trascendental del episodio.
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En la capilla Martelli de la iglesia florentina de San Lorenzo, frente al sarcófago de la familia Martelli realizado por Donatello, se encuentra esta tabla de la Anunciación que Lippi pintó hacia 1440. La obra presenta las características de este pintor renacentista, sintiéndose el espectador atraído por la sinuosa ampolla de cristal transparente que se coloca entre el Ángel y María. La iluminación atraviesa esta ampolla simbolizando la concepción virginal de María por el Espíritu Santo. Tras Gabriel encontramos dos ángeles, extraña iconografía que simboliza las tres virtudes teologales -Fe, Esperanza y Caridad-, representados con las alas blancas, rojas y verdes.
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Es la primera de las siete escenas sobre la infancia de Cristo, situada en la predela delantera de la fastuosa tabla de la Maestà, en la catedral de Siena. Estamos delante de algún pórtico de la ciudad de Siena. Llama la atención la presencia de un marco arquitectónico tratado con una perspectiva tosca e imposible, donde se combinan los planos geométricos y la luz sobre los arcos para crear un primitivo efecto de profundidad, neutralizado por el fondo plano y dorado. A la izquierda el arcángel Gabriel, en una actitud de movimiento intensificada por la diagonal que marcan el brazo levantado y la pierna atrasada, contrasta con la actitud receptiva de la Virgen, que se muestra cauta y sorprendida por la llegada del Ángel y la presencia del Espíritu Santo, en forma de paloma diminuta, suspendida en el rayo que atraviesa el arco ojival. El canon de las dos figuras es alargado, siguiendo la tradición gótica, aunque en el arcángel aparece un cierto ensayo en el tratamiento del volumen de la figura a través de la luz y la sombra que se posan en sus ropajes. El maestro Duccio lucha por conseguir una integración convincente de las figuras en el espacio, consiguiéndolo con dificultad. Uno no puede evitar la sensación de estar delante de un decorado teatral.
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La herencia de Caravaggio se puede encontrar en la composición de este lienzo y en el naturalismo que preside la escena y el ambiente: el lecho con las sábanas deshechas de María, la impresionante cortina roja, la ventana por la que entra la luz y la paloma en dirección a la Virgen. Pero el protagonismo lo tiene, sin escalas ni concesiones a otros aspectos, el color. Los maravillosos colores elegidos son absolutos, primarios, sin matices ni degradados: el rojo espléndido de la cortina es exactamente el mismo de la túnica de María; el amarillo puro de la túnica del ángel es igual de intenso que el azul del manto de la Virgen. El blanco de las flores es un blanco absoluto, sin mácula, tal y como debía de ser la virginidad de la futura madre de Dios. Los colores construyen el espacio, la acción y conducen la mirada del espectador a lo largo de la superficie del lienzo. Son un producto refinado del Barroco más atrevido, el que había asentado Caravaggio sobre su aprendizaje de los venecianos, herencia de la que se hace eco Gentileschi en éste y otros cuadros de su taller.
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Uno de los encargos más importantes realizados por El Greco en los años iniciales del siglo XVII será el retablo del Hospital de la Caridad de Illescas, al que pertenece esta Anunciación, la Natividad y la Virgen de la Caridad, en un programa iconográfico destinado a la glorificación de la Virgen María. La ubicación de esta escena que contemplamos sería el espacio bajo el luneto del arranque lateral de la bóveda aunque actualmente no se encuentra en el lugar original. Se trata de una reelaboración del mismo tema que Doménikos realizó para el Colegio de doña María de Aragón en Madrid - actualmente el edificio del Senado - invirtiendo los personajes y adaptándolos al formato circular, especialmente el arcángel. El reclinatorio se ubica en el centro, cierra la perspectiva espacial, y sobre él contemplamos a la paloma del Espíritu Santo recibiendo un potente foco de luz amarillenta. En primer plano hallamos un jarrón de azucenas, símbolo de la pureza de María. El juego de miradas de ambas figuras es un elemento importante de la composición, que refuerza la espiritualidad de la escena, acentuada por los gestos de las figuras. Ambos personajes son muy alargados, en un canon de uno a trece, por lo que las cabezas son tremendamente pequeñas. La luz y el color proceden de Venecia, pero Doménikos añade su dosis manierista para crear una obra expresiva, donde la factura rápida y empastada se adueña de algunas zonas de la composición.
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La Anunciación que podemos admirar en esta ocasión es el remate de las puertas cerradas del Políptico de Gante, o del Cordero Místico. Se considera la obra cumbre de los hermanos Van Eyck, comenzado por Hubert, el mayor, y rematado en 1432 por Jan, a la muerte de su hermano. El exterior del tríptico cuando se encuentra cerrado nos muestra una serie de hermosas pinturas, distribuidas en dos cuerpos. El superior lo forma esta Anunciación, una escena continua en cuatro tablas. Bajo ella tenemos cuatro tablas independientes con los retratos de los donantes rogando a dos estatuas fingidas de los santos juanes. Cada tabla posee un encanto singular que las hace únicas. Todo el exterior está pintado en un tono suave, agrisado, que no anuncia para nada la explosión de color del interior del Políptico abierto. La Anunciación pudiera ser de Hubert, aunque resulta muy difícil separar la mano de los hermanos en cada parte del cuadro. Gabriel y María están separados por dos tablas verticales que muestran el interior de la habitación de la Virgen. Sobre las cuatro tablas hay escenas independientes que aluden al tema principal: el profeta Zacarías y el profeta Miguel están sobre el ángel y la Virgen. Son dos personajes del Antiguo Testamento, que anunciaron la llegada del Mesías y la salvación del mundo. Sobre las dos tablas vacías, con la estancia de María, tenemos a dos sibilas, la de Eritrea y la de Cumas. Son figuras del mundo pagano, de la Antigüedad grecorromana, en cuyas profecías se encontraron augurios de un salvador del mundo que los cristianos inmediatamente identificaron con Jesús. El tema de la relación entre sibilas y profetas fue tratado innumerables veces por artistas, normalmente muy cultos, como por ejemplo Miguel Angel en el techo de la Capilla Sixtina.