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La escultura durante el siglo XVI en Alemania continúa inmersa en el mundo gótico, en gran medida por la labor de los prestigiosos talleres de Tilman Riemenschneider, Veit Stoss y Peter Vischer, que prolongan su actividad hasta bien entrado el quinientos. Podemos observar la monumental Anunciación de la iglesia de San Lorenzo de Nuremberg, obra de Veit Stoss, en la que las grandiosas figuras de María y el arcángel San Gabriel están envueltas en hinchados ropajes drapeados, sin renunciar al apasionamiento que podemos apreciar en sus rostros, característica esta última que se reflejará en el Renacimiento germánico.
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Nicolás Francés representa de una forma novedosa la Anunciación del ángel a María. Frente a las tendencias retardatarias imperantes en Castilla, este artista formado probablemente en Italia, introduce las nociones aprendidas durante el Trecento. Su influencia y la de otros artistas similares dieron lugar al Gótico Italianizante. Nos presenta una escena de interior, correctamente trazado según las normas de la perspectiva, aunque con un exterior amurallado a la izquierda, que no guarda relación proporcional con el interior de la habitación. Es más pequeño porque es menos importante y además está más lejos. Este exterior plantea una vista casi urbana, con unas casitas de colores y un joven rubio asomado a un balcón, sacando agua de un pozo, con una maceta de flores al lado. La escena principal, muestra a un ángel arrodillado, con el manto al vuelo, indicando que ha llegado volando. Ofrece una filacteria a María con el saludo divino. María, que estaba leyendo en su escritorio, ha interrumpido su actividad y se vuelve temerosa al ángel. Entre ellos, un jarrón lleno de azucenas blancas indica la pureza de la muchacha. Además aparece el momento de la concepción de Cristo: la cabeza de Dios, barbado, aparece por encima de unos tejados y envía con su palabra al Espíritu Santo en forma de paloma. La palabra entra por el oído de María y ella concibe a Jesús. Los colores delicadamente matizados en gamas y sombras suaves nos hablan del abandono de la rigidez del Gótico. El ajedrezado del suelo pretende hacer fácilmente visible la profundidad del espacio. Las proporciones anatómicas de los personajes están muy cuidadas, aunque no las de las arquitecturas, puesto que si la Virgen o el ángel se pusieran de pie se saldrían del marco. Esto mismo ocurre en el Sueño de Honorio, otra tabla que pertenecía al mismo retablo que la Anunciación, y que también se expone en el Museo del Prado.
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Junto con los fresco de Santo Domingo abrazando al crucificado y la denominada Virgen de las sombras, esta Anunciación figuraba al final de la escalera que daba acceso al primer piso de San Marcos, en el pasillo de las habitaciones de los monjes. Al estar en un lugar de tránsito, Fra Angelico compuso una pintura que pasa por ser el arquetipo de todo su arte, incluyendo además en su base una inscripción alusiva a la devoción y reverencias que los frailes debían hacer hacia María al paso por el corredor. El episodio de la Anunciación tiene lugar bajo una estancia abovedada, donde destaca el efecto espacial conseguido y las columnas corintias que sustentan la construcción, similares, incluso en su suave color, a las realizadas por Michelozzo en la remodelación del claustro del convento. Las figuras del ángel y María, de proporciones monumentales, se sitúan en dos planos distintos del edificio. El efecto se continúa con la abertura de una puerta con una ventana al fondo por la que se ve alguna vegetación, que se continúa con el fondo florido de la parte izquierda de la pintura. De esta zona parte la iluminación de la escena, cuyas reverberaciones quedan plasmadas en las sombras que proyectan la figura de Gabriel y el taburete donde se sienta María. Los colores son de una gama muy suave que hace de la composición un todo de gran armonía. La ejecución de esta obra se sitúa hacia 1450, cuando Fra Angelico ha vuelto de Roma, tras su trabajo en la capilla Niccolina, en el Vaticano. Algunos detalles superficiales, como el tratamiento detallado del paisaje de fondo y las franjas decorativas de las alas del arcángel, certifican la datación de la obra.
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Tenemos ante nuestros ojos una de las más bonitas Anunciaciones que pintó Zurbarán. En ella la composición se ha complicado más que en otras ocasiones, dando lugar a los proverbiales errores espaciales del pintor extremeño, que adolecía de cierta torpeza para crear espacios correctamente. De este modo, las figuras se disponen como en un friso, a lo largo del lienzo, en dos bandas: la parte terrenal y la celeste. Los objetos del mobiliario tratan torpemente de introducirse hacia el fondo para insinuar el espacio, pero lo consiguen muy medianamente. Sin embargo, las figuras protagonistas son excepcionales. La jovencísima María aparece reclinada ante un mueblecito con libros abiertos. Evidentemente ha sido interrumpida en plena oración por el ángel. Ella es el vivo retrato de la mujer andaluza, morena, de cejas espesas y mejillas sonrosadas. Lleva sencillas vestiduras que contrastan fuertemente con el rico atuendo del ángel. Éste aparece como un mancebo hermosísimo, de cabellos dorados. El manto verde del mensajero se arrebola en múltiples pliegues espirales a su espalda, dando a entender que acaba de llegar volando para arrodillarse ante María. Su casaca está cuajada de bordados en oro y perlas diminutas, en cuya representación minuciosa parece recrearse el pintor. Sobre ambos protagonistas se abre el cielo entre reflejos dorados. Una multitud de angelotes se asoman, señalando con infantil curiosidad a la doncella. La paloma del Espíritu Santo los sobrevuela, enviando sus rayos a María. El conjunto es muy armonioso y, como se ha mencionado, de una gran perfección dentro de la obra de Zurbarán.
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Las fechas propuestas para esta Anunciación indican que se realizaría durante la estancia de El Greco en Roma, con numerosos elementos venecianos, demostrando el cretense la asimilación del lenguaje de Tintoretto, Tiziano, Veronés o Bassano. La Virgen María se sienta ante un pupitre, gira su cuerpo para contemplar al arcángel San Gabriel y a la paloma del Espíritu Santo, escena que es contemplada por un pequeño grupo de querubines. El episodio tiene lugar en un interior, acentuado por el cortinaje rojizo de la izquierda y el suelo embaldosado, elemento característico del lenguaje renacentista. La figura del arcángel recuerda a modelos de Miguel Ángel en el canon amplio y escultórico utilizado mientras que los colores son los habituales de los manieristas. La pincelada empleada es rápida, modelando con la luz y el color en el estilo de la Escuela veneciana que se manifestará a lo largo de toda la carrera artística de Doménikos. Existe cierta sintonía entre este lienzo y el del Museo del Prado con el mismo tema.
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El tema de la Anunciación será de los más repetidos a lo largo de la carrera de El Greco, siendo fundamental para apreciar la evolución de su estilo. Esta imagen que contemplamos es el boceto preparatorio para la Anunciación del Museo del Prado, destinada originalmente al retablo del Colegio de Nuestra Señora de la Encarnación en Madrid, conocido popularmente como el Colegio de Doña María de Aragón debido a que esta dama fue su fundadora. El Greco emplea dos marcadas diagonales que se cruzan en la paloma del Espíritu Santo, avanzando el lenguaje barroco; la escena se divide en dos zonas ocupadas, la inferior, por la Virgen María y el arcángel San Gabriel, y la superior por un coro de ángeles músicos en el tradicional Rompimiento de Gloria que acompaña a la mayoría de los trabajos del cretense. Las luces están inspiradas en la Escuela veneciana, eliminando el color allí donde impactan con más fuerza como en la túnica de María. Las figuras son alargadas, en ese canon gigantesco que será habitual en las obras maduras de Doménikos. El Greco empleaba este tipo de figura porque era de su agrado y, por supuesto, del de sus clientes, aportando así la intensa espiritualidad que demandaba la sociedad española de la Contrarreforma.
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El pintor germano Konrad Witz, influenciado por las obras de pintores flamencos contemporáneos, se aparta de la tendencia lirista de la anterior generación de pintores alemanes. Así, representa esta escena en una estancia vacía, dotando a las vigas de madera de un gran detallismo. Un sobrio escenario donde las figuras resaltan sobre un suelo violentamente escorzado.
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En 1784 Goya recibe el encargo de realizar un enorme lienzo para el retablo de la capilla de San Antonio del Prado en Madrid. El tema elegido por sus clientes fue el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios, representado por la Anunciación. El pintor se dedicó a realizar bocetos preparatorios que muestran las líneas básicas de la obra final. Los cambios respecto al lienzo definitivo son significativos ya que las figuras cambian de posición, el ángel se mueve y gesticula y los escalones son más altos. De todas formas, Goya en este boceto nos demuestra su rapidez a la hora de trabajar, con esas largas y empastadas pinceladas que le caracterizan, interesado por un rico y suave colorido resaltado por la luz. Los querubines que rodean al Espíritu Santo están ejecutados con enérgicos e impulsivos toques de pincel, sin hacer casi referencia al dibujo.
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Carpaccio se convertirá durante los últimos años del Quattrocento y primeros del Cinquecento en el decorador favorito de las diferentes "scuolas" de Venecia, congregaciones laicas destinadas a las obras de caridad que rivalizaban entre sí por la decoración de sus sedes. La Historia de la Virgen que pintó para la "Compagnia degli Albanenses" fue realizada en buena parte por ayudantes que disminuyeron la calidad del conjunto; se trata de seis escenas sobre la vida de María observándose aquí la Anunciación. Las figuras están dispuestas en diferentes escenarios: el ángel en el jardín y la Virgen en una estancia del palacio típicamente veneciano, una de cuyas puertas abiertas permite contemplar la cama, aumentándose la perspectiva. En la zona superior izquierda aparece Dios Padre envuelto en una aureola dorada, rodeado de querubines y enviando la paloma del Espíritu Santo. La minuciosidad es una clara referencia al mundo flamenco mientras que la iluminación empleada y la frialdad de las figuras denotan el trabajo del taller.
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Correa trata el tema de la Anunciación del ángel a María como un ballet, tal es el movimiento etéreo y gracioso de los personajes, que parecen deslizarse por la estancia. María, arrodillada ante una mesita, ha interrumpido su lectura y se vuelve hacia el ángel con el rostro sumiso y las manos en un gesto de detenerle. El ángel, con las ropas revueltas por el vuelo que le ha traído a la tierra, se acerca a ella con un impulso contrario, con nubes bajo sus pies, y una filacteria con el saludo divino, que se retuerce y alarga hacia María. Entre ellos está el típico jarro con flores blancas, que simbolizan la pureza de la Virgen. Dios Padre se aparece entre nubes, rodeado de angelitos, para enviar el Espíritu Santo a María y que ésta conciba a Jesús. La estancia es de proporciones clásicas, con un suelo de baldosas para hacer más visible la profundidad del espacio. Al fondo, una pilastra indica el fin de la habitación, en cuya esquina aparece un extravagante lecho cubierto de telas rojas, con forma de tienda de campaña turca. Este elemento exótico nos habla de cierta sofisticación, que se ve apoyada por el complejo lenguaje gestual que los personajes utilizan entre sí. Todo ello, junto a las poses casi coreográficas y las gamas tonales artificiales nos están hablando del Manierismo, propio de su autor.