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La relación entre Goya y los Duques de Osuna será muy fructífera para el pintor, obteniendo un importante número de encargos de estos grandes mecenas. Serán ellos quienes introduzcan al maestro en los círculos cortesanos de Madrid, donde se relacionará con las grandes familias: los duques de Madinaceli, los de Alba, los condes de Fernán Núñez, etc. Precisamente fueron los de Medinaceli los promotores de este encargo con el tema de la Anunciación para la iglesia de los Padres Capuchinos en el convento de San Antonio del Prado en Madrid. Goya nos presenta a la Virgen María arrodillada junto a la escultórica figura del arcángel San Gabriel con las alas desplegadas. Sobre ellos se sitúa la paloma del Espíritu Santo, en el centro de los rayos de luz procedentes del cielo que sirven para iluminar la estancia. Los elementos que acompañan a María son los empleados tradicionalmente en el Barroco Español: el lirio simbolizando la virginidad de María y la cesta de labor. Sin embargo, sustituye el tradicional libro por un rollo para aludir a la cultura hebrea en el Antiguo Testamento, acentuando las grafías judaicas que aparecen en él. El ángel se sitúa como principal protagonista al ser enviado por Dios para transmitir su mensaje. La Virgen pierde en parte protagonismo, al aparecer en una sumisa actitud. La composición está muy bien estudiada por el maestro, aludiendo al Neoclasicismo imperante en Madrid debido al importante papel de Mengs: en primer plano sitúa dos escalones que nos llevan a María, cuya cabeza está a la misma altura que el ángel, siguiente punto en nuestra observación. San Gabriel señala con su dedo hacia Dios, obligándonos a elevar nuestra mirada, acentuándose la perspectiva baja empleada. De esta manera, Goya nos obliga a recorrer con nuestra mirada todas las zonas del lienzo. La luz divina es la gran protagonista de la escena al bañar toda la imagen, diluyendo los contornos de las alas. La pincelada suelta caracteriza esta delicada obra en la que destacan los tonos claros a excepción del manto azul de la Virgen que simboliza la eternidad.
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Las figuras se disponen sobre lo que parece la sección de una iglesia del último gótico, con sus pináculos y arcos apuntados y polilobulados. La escena principal esta flanqueada por los santos Ansano, patrón de Siena, y Margarita, posiblemente realizados por Memmi, y en la parte alta podemos ver, en círculos, cuatro profetas, relacionados con el milagro de la Encarnación. De izquierda a derecha Jeremías, Ezequiel, Isaías y Daniel, el tondo vacío quizá estaba ocupado por una imagen de Dios Padre, relacionada con la representación del Espíritu Santo representado debajo. La escena principal nos habla del estilo sofisticado, dentro del Gótico Internacional que alcanzó la pintura de Simone Martini. Un estilo altamente decorativo en el uso de los colores y el uso obstinado de las líneas ondulantes que convierten al ángel y la Virgen en figuras planas. Observamos a María retraída y asustada, como una joven princesa, por la presencia dinámica del ángel cuyos paños están alborotados por su reciente llegada. El ángel comparte la tonalidad amarilla del fondo, lo que le convierte en una figura especialmente plana y con falta de sustancia, que quizá intensifica su aspecto sobrenatural.
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Destinada a uno de los retablos colaterales del Hospital Tavera, esta Anunciación fue cortada a finales del siglo XIX resultando un Concierto de ángeles y esta escena que contemplamos. En ella encontramos interesantes novedades respecto a la Anunciación del Colegio de doña María de Aragón aunque los especialistas no se ponen de acuerdo sobre la autoría de esas diferencias. El arcángel ha posado por primera vez los pies en tierra y aumenta la referencia a la estancia al mostrar un suelo embaldosado, tradicional en el Renacimiento, eliminándose también los elementos simbólicos de María. En estas novedades se quieren ver las manos de Jorge Manuel y Félix Castelo, quienes reelaborarían la versión inicial del Greco e inacabada por él a su muerte en 1614. Las figuras responden al canon estilizado habitual en el maestro, especialmente la Virgen María, cuyo cuerpo arrodillado se hace inmenso mientras que la cabeza se ve reducida al máximo. Sobre los personajes principales encontramos a la paloma del Espíritu Santo, acompañada por un grupo de figurillas interpretadas como las Virtudes: a la izquierda contemplamos a la Caridad junto a la Prudencia - sujetando un espejo -, la Fe - con una cruz - y la Templanza - vertiendo agua sobre una vasija -; entre ellas hallamos una cuarta figura desconocida y un ángel vestido de rojo. La factura rápida y empastada, el modelado a través del color y la luz, siguen la Escuela veneciana, en contraste con el detallismo de las baldosas y el reclinatorio, que crean un aspecto mundano en una composición tan espiritual.
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En 1559 Tiziano recibe de la iglesia de San Salvatore de Venecia el encargo de la realización de una Anunciación. La ejecución de la obra se dilatará hasta 1564 ya que en aquellos momentos el maestro estaba ocupado en una serie de obras para Felipe II de España. La escena está dividida en dos zonas: un amplio rompimiento de Gloria en la zona superior y el momento de la Anunciación en la parte inferior, sirviendo la paloma del Espíritu Santo de unión entre el mundo celestial y el terrenal. Una amplia corte de angelitos y ángeles mancebos rodean al Espíritu Santo, dotando de dinamismo al conjunto. La luz de la paloma resbala por las diversas figuras creando atractivos efectos de luz y sombra. En la zona baja nos encontramos con el arcángel Gabriel -para esta figura realizó Tiziano un dibujo preparatorio- y a la Virgen en una estancia que se abre a un paisaje. La estancia tiene en la zona de la izquierda una amplia columnata clásica y presenta bicromía en las baldosas, efectos de perspectiva ya implantados desde el Quattrocento. María recibe la noticia y la iluminación del Espíritu Santo en el momento que interrumpe su lectura, apareciendo a sus pies un precioso jarrón con flores blancas, símbolo de pureza. La luz y el color ha inundado la producción de Tiziano hasta llegar a dominar todo el conjunto, creando efectos y matices de gran calidad. Emplea una pincelada rápida y empastada con la que consigue sensaciones atmosféricas, sin renunciar a detallar las calidades de las telas o el vidrio del jarrón. Con estos trabajos entusiasmará a los maestros del Barroco como Rembrandt o Rubens, que tendrán en el genio veneciano a su más directa referencia.
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No sabemos con seguridad los caminos que llevaron a Fra Angelico a hacerse pintor, pero algunos historiadores apuntan la posibilidad de que sus primeras incursiones en el arte de la pintura fueran al lado de artistas ilustradores de Fiesole y Florencia. Lo que sí conocemos con certeza es que a su mano pertenece esta Anunciación, procedente del Misal de Santo Domingo de Fiesole. Lo que predomina en esta página de pergamino es su estilo decorativo, muy enraizado en la tradición del último gótico, ese estilo cortesano y elegante donde el peso de la composición recae en la certeza de las líneas estilizadas y los contornos muy marcados de las figuras. Aún no se puede decir que se consiga profundidad y perspectiva en la imagen, aunque existen algunos rasgos que apuntan cierto naturalismo en la escena. La Virgen se sitúa en la parte inferior de la inicial con que comienza la página, con rostro inexpresivo pero atenta a la visita del arcángel. Un poco más arriba, suspendido en el exterior de la letra R, San Gabriel dirige su acción hacia María. Pero su papel se limita a su sola presencia, a ser únicamente el enviado de Dios Padre que, desde arriba, lanza un haz de luz que termina con la paloma de la concepción, sobre María. Mientras Dios se sitúa sobre un fondo de profundo azul que remite sin duda a su ámbito celestial, al igual que las nubes que soportan al arcángel, bajo los pies de la Virgen se percibe un intenso color verde bajo su manto, que la coloca en la esfera terrenal. Además de estos detalles de avance renacentista, Fra Angelico ha eliminado el fondo dorado de la escena, otro motivo más de alejamiento del mundo tardogótico aun su clara concepción de fuerte decorativismo.
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En la década de 1550 Tiziano ha llegado a su momento culminante y recibe numerosos encargos tanto de las iglesias de su ciudad como del rey Felipe II de España, su cliente más importante en estos momentos. Esta lluvia de encargos motivará el establecimiento de un activo taller donde la pintura se convertía en un verdadero negocio.Los asuntos religiosos serán los más solicitados y en ellos podemos apreciar ciertas variaciones iconográficas mientras que el estilo continúa siendo el mismo, dominado por la luz y el color. Si comparamos esta Anunciación de Nápoles con la que realizó para la iglesia de San Salvador de Venecia encontramos un menor desarrollo del rompimiento de Gloria, a pesar de que ocupa toda la zona superior del lienzo. La paloma del Espíritu Santo inunda con su luz toda la composición, dirigiéndose a la Virgen que dirige sus manos al pecho en señal de aceptación. El ángel lleva en su mano izquierda una vara de lirios, símbolo de pureza. La figura de María se recorta ante los relieves del pedestal sobre el que se apoya una gran columna, referencias arquitectónicas al mundo clásico muy del gusto de la época, especialmente en la escuela romana.Las pinceladas son rápidas y fluidas, creando una sensación atmosférica y abocetada que sería admirada más tarde por artistas como Rembrandt, Rubens o Ribera.
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Van Eyck pintó esta tabla como el ala izquierda de un tríptico, hoy perdido. Esta conclusión nos la proporciona el formato, extremadamente vertical, de la misma tabla, y la orientación de los personajes y la acción hacia la derecha, lo que indica que el tema principal del conjunto se encontraba a este lado. La Anunciación parece una escena sencilla, con tan solo dos protagonistas. Nada más lejos de la realidad: con la naturalidad que caracteriza a Van Eyck, el pintor nos ha legado una imagen completamente saturada de símbolos y referencias, fundamentalmente al Antiguo Testamento y la prefiguración de Cristo triunfador sobre el pecado. El ángel es muy similar a esos hermosos adolescentes del Políptico de Gante, con un rico manto lleno de bordados y piedras preciosas. Sus alas poseen todos los colores del arco iris. María viste a la moda flamenca: traje de cintura elevada, pecho diminuto y vientre abombado. Frente a ella están los lirios que simbolizan su pureza. El ángel habla a María y podemos leer la salutación en las letras doradas que se dirigen desde su boca hacia la Virgen. María le responde, y su letrero correspondiente está al revés, porque se dirige en respuesta hacia Dios. El Espíritu Santo en forma de paloma se dirige al oído de María, porque Jesús fue concebido a partir del Verbo de Dios, es decir, a través de sus palabras dirigidas a María. En el suelo, unas baldosas muy decoradas nos cuentan la historia de Sansón: la lucha contra los filisteos, el encuentro con Dalila, etc. En los medallones que separan las escenas están los signos del Zodíaco, puesto que Dios domina tanto en la tierra como en el cielo. Al fondo, entre los arcos, hay dos medallones en relieve con escenas de Isaac y Jacob. La vidriera superior nos muestra a Cristo en majestad. Los frescos que se intuyen en el muro del fondo tienen pintados algunos momentos de la historia de Moisés: cuando fue salvado de las aguas y recibiendo las tablas de la Ley...
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Gracias al legado testamentario del jurisconsulto Amelio da Cortona, miembro de la Cofradía de San Rocco, la Scuola adquirió este lienzo en 1555 para ubicarlo en las escaleras que unen la sala baja con la superior, acompañando a la Visitación de Tintoretto. En la actualidad se sitúa en la Sala Superior, junto al altar con la Aparición de San Roque. En la izquierda contemplamos la llegada del ángel, envuelto en ricas vestiduras blancas y rojas, que con la mano alzada indica el gesto del anuncio. La Virgen recibe el mensaje divino y la luz procedente del Espíritu Santo parapetada tras el atril de madera, empequeñecida y resignada ante la voluntad de Dios. Los objetos cotidianos -la fruta o la cesta de labor- y la codorniz hacen la escena más intimista, a pesar de desarrollarse ante un espectacular pórtico de corte clásico, en referencia a su admiración por las obras de la escuela centroitaliana, con Leonardo, Miguel Angel y Rafael a la cabeza. La luz y el color empleados son identificativos de la escuela veneciana mientras que en la bicromía de las baldosas encontramos cierto aire quattrocentista.Algunos especialistas consideraban el lienzo como obra de taller pero la restauración realizada en 1973 ha permitido poner de manifiesto la elevada calidad de la tela, considerándose autógrafa del maestro de Cadore.
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La Anunciación Friedsam, nombre por el que se conoce este cuadro, fue revelado como obra atribuible a los hermanos Van Eyck hace pocos años. La composición se considera más propia de Hubert que de Jan, por lo que generalmente se cree que su autor es el mayor de los dos hermanos pintores. El cuadro está incompleto, se ha cortado su parte superior.
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En 1502 Maddalena degli Oddi encargó a Rafael un retablo para la capilla funeraria de su familia en la iglesia de san Francisco en Perugia. El retablo consta de una tabla central en la que se representa la Coronación de la Virgen y una predela dividida en tres tablas que recogen historias de la Virgen: la Anunciación, la Adoración de los Magos y la Presentación en el Templo. El mayor arcaísmo de la tabla central será superado en estas tres obras, apareciendo una mayor admiración hacia la arquitectura, encontrándose referencias a Masaccio e incluso Mantegna.Posiblemente en esta Anunciación que contemplamos se muestre con nitidez esa admiración hacia la perspectiva arquitectónica que Rafael manifiesta después de su viaje a Florencia, desarrollando la escena en una amplia estancia con baldosas de colores, columnas clásicas, arcos de medio punto y bóvedas de cañón. Las dos figuras están iluminadas por una potente luz resaltando el colorido brillante de sus ropajes destacando sus acentuados pliegues. Un paisaje abierto al fondo refuerza la sensación de profundidad, apareciéndose la figura de Dios Padre en el arco de la izquierda.