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En las obras de Jean Ranc se encarna el retrato de aparato, ostentoso y mayestático en la línea de Rigaud o Larguillière. Los retratos de los monarcas, de príncipes e infantes, hacen aún más sólida su enseñanza en la configuración de la retratística cortesana como podemos apreciar en este elegante retrato de Fernando VI todavía niño. El infante viste casaca asalmonada, chaqueta oro viejo y medias encarnadas, luciendo la insignia de la Orden de Saint-Esprit. Le acompaña un perro. Ranc ha sabido captar de manera acertada la inocencia y el encanto de la infancia.
contexto
La política de pactos familiares no pareció ser muy beneficiosa para España. Algunos políticos eran conscientes de este relativo fracaso y apostaron cada vez más por una política exterior menos agresiva y que permitiese liberar recursos susceptibles de ser invertidos en la recuperación interior de la monarquía. Esta nueva visión iba a tener su oportunidad con la subida al trono de Fernando VI. De la mano de hombres como José de Carvajal, el marqués de la Ensenada y Ricardo Wall, la diplomacia española experimentaría un importante giro al promocionar una política de equidistancias y equilibrios con las diversas potencias europeas. Sin embargo, esta teoría general de relativa neutralidad, que no de aislacionismo, tuvo en ocasiones un evidente matiz anglófilo en el pensamiento y en la acción de José de Carvajal. Para este político, España precisaba la paz para regenerarse y volver a pesar en Europa, cuestión que debía conseguirse ayudando a reequilibrar el mapa europeo a través de un acercamiento a Gran Bretaña y un cierto alejamiento de Francia, máxime cuando los ingleses, según pensaba ingenuamente Carvajal, no parecían practicar una política agresiva y expansionista. Posición que en nada compartía el otro hombre fuerte del reinado, Ensenada, que de clara filiación francófila estaba potenciando notablemente la Armada española y con ello provocando los recelos de los británicos. Estos últimos no dudaron en conspirar contra él hasta conseguir que en 1754 fuera destituido gracias a las gestiones del embajador inglés Keene y la complicidad de Wall, precisamente un año después de la muerte de Carvajal. Así pues, a lo largo del reinado se consiguieron normalizar las relaciones con Austria, recuperarlas con Portugal gracias al Tratado de Madrid firmado en 1750, al tiempo que la política exterior española se despegaba de Francia para acercarse tímidamente a Inglaterra. Sin embargo, la mejora de las relaciones con los británicos no supuso ningún logro tangible en cualquiera de los asuntos pendientes, que pasarían intocados a las manos del próximo rey. Los asentamientos de Honduras, la falta de respeto al pabellón español en el mar, los diversos asuntos comerciales y los difíciles temas de Gibraltar y Menorca quedaron sin resolver y pesando como una losa en la incipiente opinión pública española. De hecho, los acontecimientos posteriores vendrían a demostrar que la entente con los insulares era una ardua tarea: los ingleses mostraban unos fuertes intereses expansivos provocados por un nacionalismo mercantil muy arraigado en los escaños del parlamento londinense.
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En 1814 Fernando VII hace llamar a la Corte a Vicente López, trasladándose en calidad de Pintor de Cámara, siendo al poco tiempo designado Primer Pintor, en sustitución de Mariano Salvador Maella. Toda una vida de triunfos, distinciones y envidiable situación económica será la larga trayectoria de su dilatada existencia en Madrid hasta su muerte, ya casi octogenario. Con el bagaje de la exigencia de un dibujo preciso, la minuciosidad en la colaboración y un sentido del color condicionado por la luz, nuestro artista se traslada a Madrid. Aquí, Maella dejaría en él su impronta, sobre todo en lo que a la pintura religiosa se refiere, pero sería Ferro el artista que más iba a colaborar en una formación cuyo poso se transformaría en constante fundamental a lo largo de su prolongada trayectoria vital. Y sobre ellos, o mejor dicho, por medio de ellos y de la obra conservada, Antonio Rafael Mengs, al que inmediatamente estudiaría analíticamente.
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El Consejo de Santander decidió colocar en la Sala Consistorial, una vez finalizada la Guerra de la Independencia, un retrato oficial de Fernando VII - conocido popularmente como el Deseado durante sus primeros años de reinado por la esperanza depositada en su persona; más tarde el pueblo decepcionado con él le llamará el Narizotas - con una serie de condiciones. Se eligió a Goya para realizar el encargo, solicitando el pintor 8.000 reales de vellón por su trabajo y un plazo de 15 días para ejecutarlo. Entre las condiciones figuraba la postura de cuerpo entero, el uniforme de Coronel de Guardias de Corps, las insignias reales - la Orden de Carlos III, diferentes veneras y el Toisón de Oro -, la posición de apoyarse en el pedestal de la estatua de España coronada de laurel, así como el cetro, la corona, el manto y el león rompiendo las cadenas. Debido a la mala relación entre rey y pintor, Goya empleó como modelo un boceto que había realizado seis años antes. El rostro del monarca resulta vulgar, con un gesto carente de expresión, ausente de lo que le rodea. Su figura está sabiamente trazada, empleando cortas pinceladas que exhiben todos los detalles. Sin embargo, el resto de la composición destaca por su rápida ejecución, casi a través de manchas en algunas zonas - el león o la estatua de España -, resultando paradójico la viveza de la estatua y el estatismo de don Fernando. Puede verse aquí una muestra de la falta de sentimiento del pintor cuando retrata a alguien que no es de su agrado.
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La Diputación de Navarra acordó en 1814, tras regresar Fernando VII de su exilio en Valençay - donde luchó "heroicamente" contra Napoleón haciendo ganchillo junto a su tío el infante don Antonio Pascual -, encargar un retrato con la efigie del rey. Trasladada su petición a Madrid a través de su agente don Francisco Ignacio de Arrieta con el objetivo de encontrar algún pintor navarro, se decidió que fuera Goya al no encontrarse ningún paisano de valía en el arte del pincel. La ejecución de la obra fue bastante rápida, teniéndolo terminado el 12 de julio y recibiendo por él la cantidad de 2.000 reales.Don Fernando viste un traje bordado, cubierto con manto rojo de armiño y adornado con la banda de la Orden de Carlos III y el Collar del Toisón de Oro. La bengala la sujeta con la mano derecha y a su lado encontramos la corona. Para el rostro, como en todos los retratos que realizó Goya del rey, se valió de un rápido boceto tomado en 1808, haciendo pequeñas modificaciones para adecuarse a su verdadera edad seis años después. La dureza de los rasgos y el gesto del monarca indican la escasa sintonía existente entre ambos.
Personaje Político
Poco reyes de la Historia española han provocado sentimientos tan enfrentados en la población como el hijo primogénito de Carlos IV y María Luisa de Parma. Su odio a Godoy le llevaría a convertirse en el líder del partido opositor al valido por lo que fue uno de los promotores del Motín de Aranjuez, revuelta provocada en la villa madrileña el 19 de marzo de 1808 por una importante facción del partido nobiliario, con el apoyo popular debido al odio al valido y el descrédito del monarca. El motín consiguió arrancar la abdicación de Carlos IV y el nombramiento de Fernando como monarca de España. El "Deseado" se hacía con la corona en uno de los momentos más delicados de la Monarquía española. Fernando es llamado a Bayona por Napoleón junto a toda la familia real y el propio Godoy. El monarca piensa que se trata de una excelente oportunidad para legitimar su posición ante el hombre fuerte del continente pero Napoleón tenía otros planes. Gracias a las Abdicaciones de Bayona (6 de mayo de 1808) consiguió que su hermano José Bonaparte recibiera la Corona española mientras que Fernando era recluido en Valençay. En el castillo de esta ciudad le llegó la noticia del inicio de la Guerra de la Independencia pero el monarca, dando muestras de sus escasas dotes políticas, no apoyó el movimiento. Las derrotas infligidas por los españoles a las tropas francesas llevaron al emperador a firmar el Tratado de Valençay (11 de noviembre de 1813) por el que la corona española era restaurada en la persona de Fernando. Cuando entró en Madrid, al grito de "Vivan las caenas" un grupo de madrileños quitó a los caballos del tiro de la carroza, lo que indicaba la emoción con que el pueblo madrileño recibía a su monarca. Las reformas realizadas durante el periodo de las Cortes de Cádiz -entre ellas y la más importante, la promulgación de la Constitución de 1812- no fueron del agrado del rey, quien recibió el incondicional apoyo de los absolutistas firmantes del llamado Manifiesto de los Persas. Un Golpe de Estado ponía fin a la era liberal inaugurada con la convocatoria de Cortes y el decreto de 4 de mayo de 1814 declaraba "nulos y de ningún valor ni efecto" tanto la Constitución como todos los decretos promulgados por las Cortes gaditanas. De esta manera se restauraba la monarquía absoluta en España, recuperando la sociedad del Antiguo Régimen imperante antes de los episodios de 1808. A pesar de ser uno de los principales impulsores de la derrota de Napoleón, el papel español en el Congreso de Viena será absolutamente decepcionante. Se manifestaba así la caída de la posición española en la política europea en beneficio de las nuevas potencias como Prusia. Respecto a la política interior, la situación económica se complicó con el problema de la Deuda Pública y los primeros movimientos independentistas en América, lo que suponían el inicio del fin colonial español. La represión que puso en marcha el rey afectó tanto a los antiguos afrancesados como a los liberales por lo que el ambiente entre los militares liberales era cada vez más tendente al pronunciamiento. Será el 1 de enero de 1820 cuando el teniente coronel Rafael de Riego se pronuncie en Cabezas de San Juan al frente de las tropas destinadas a sofocar los movimientos independentistas en América. El movimiento liberal se extendió por todo el territorio nacional en forma de Juntas lo que provocó la capitulación del monarca. El 7 de marzo de 1820 Fernando VII juraba la Constitución de 1812, lo que ponía en marcha el llamado "Trienio Liberal". El programa reformista anterior se radicalizó pero Fernando empezó a poner las bases que acabarían con el movimiento. Promovió el fracasado levantamiento de la Guardia Real en Madrid (julio de 1822) e intentó crear con la Regencia de Urgel una autoridad que rivalizara con el gobierno constitucional. Su solicitud de intervención a la Santa Alianza sí obtuvo resultados. Las potencias reunidas en Verona eligieron a la Francia de Luis XVIII con la garante de la restauración absolutista en España y la financiación de un potente cuerpo militar denominado los "Cien Mil Hijos de San Luis" dirigidos por el duque de Angulema permitió la intervención en la Península Ibérica. Las tropas entraron en España en abril de 1823, siendo recibidas con entusiasmo por la población. En otoño de ese mismo año Fernando VII restablecía el absolutismo y el 1 de octubre promulgaba un decreto por el que se declaraban "nulos y sin ningún valor todos los actos del gobierno llamado constitucional". Se iniciaba la llamada "Década Ominosa" que abarcaría entre 1823-1833. En esta larga etapa se consolidaría el absolutismo como fórmula de gobierno al tiempo que la mayoría de las colonias americanas conseguían su independencia. Los últimos años de la vida de Fernando VII estarían marcados por la cuestión sucesoria. Se había casado en cuatro ocasiones -María Antonia de las Dos Sicilias; Isabel de Braganza; María Josefa de Sajonia y María Cristina de Borbón- pero sólo su última esposa le había dado descendencia. Serán dos niñas de nombre Isabel, futura reina de España, y Luisa Fernanda, futura esposa del duque de Montpensier. Para permitir que su primogénita reinara, promulgó la Pragmática Sanción que abolía la Ley Sálica de Felipe V. De esta manera, el hermano del monarca, Carlos María Isidro, apoyado por los absolutistas más recalcitrantes, no admitía la Pragmática y al fallecer don Fernando el 29 de septiembre de 1833, estallaba la Primera Guerra carlista entre absolutistas y liberales, llamados éstos por la Reina Gobernadora -doña María Cristina- para apoyar los derechos dinásticos de la pequeña Isabel. Durante estos últimos años el "Deseado" será llamado por su pueblo "El Narizotas".
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Este retrato de Fernando VII fue encargado a Goya por la Escuela de Ingenieros de Caminos. A pesar de ser Goya Pintor de Cámara del rey, Fernando nunca encargó ningún retrato al aragonés ya que consideraba su arte obsoleto, gustando más del Neoclasicismo de Vicente López. No por eso dejó de pagar a Goya su correspondiente sueldo hasta su fallecimiento.El monarca sólo posó en una ocasión para Goya y eso ocurrió en 1808, con motivo de la realización de un retrato ecuestre al poco de ser coronado rey. En dos sesiones, durante hora y media, el maestro captó los rasgos básicos de su rostro y luego los repetiría en cada uno de los retratos que le encargaban, por eso el rostro siempre tiene la misma posición, dando la impresión de que el monarca está disfrazado. Este es el motivo por el que se ha considerado que el pintor intentó ridiculizar al rey, destacando los rasgos menos atractivos de su figura; pero hay que advertir que Fernando VII era ya de por sí caricaturesco, sin necesidad de remarcarlo por parte del artista. Su Majestad viste uniforme castrense de gala y porta la banda de la Orden de Carlos III y el Toisón de Oro. Contra lo habitual, que era colocar el fondo neutro, el maestro nos deja ver un campamento militar a dos niveles: en el primero están los caballos y en el segundo las tiendas de campaña. Esta zona del fondo está trabajada con mayor soltura y fluidez en las pinceladas, mientras que en la figura del rey se esmera algo más para mostrar algún detalle. Quizá la ironía del cuadro esté en situar a Fernando VII en un campamento militar, cuando durante la Guerra de la Independencia estuvo en un castillo francés dedicándose a hacer calceta y a tejer junto a su hermano Carlos María Isidro y su tío Antonio Pascual, en lugar de encabezar la resistencia española contra Napoleón.