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A las exequias de la augustísima Reina Doña isabel de Borbón nuestra señora que hizo Burgos cabeça de Castilla. yo aquella que otro tiempo Dulçemente Canté Sonoros elogios Repartidos de españa y Françia Al tálamo Dichoso, yo aquella que en mí templo Miré vnidos A vno y otro Reino firmemente Con laço estrecho y vínculo Amoroso, yo aquella Misma Soy que en Doloroso clamor lastimó con Piadoso llanto Con Ronca voz y lira Destempladas, la Máquina estrellada y el hondo Reino del horror y espanto, que no Permite mi Lealtad atenta a tan cruel destino y fatal hado Menos que Deshazerse en llanto esquiuo Contemplando aquel tálamo festiuo en túmulo luctuoso transformado que Vna Pena de lágrimas Sedienta, a Vista de más goço más se aumenta Considerando Juntos en Vn Puesto Vn tálamo y un túmulo funesto, Puro y sin nube qual la luz la cría Golfos de Rayos vierte fulminante El Sol De españa en Resplandor hermoso Pero luego inuidioso el Dios tonante del ya fatal otubre al sexto Día se opone a su Semblante luminoso y con aspecto turbio y tenebroso en medio de su Curso a çielo Raso asombra su Beldad Resplandeçiente, y su francés oriente Sepulta en español eterno ocaso, y oponense enemigos Declarados a todo Rompimiento de yras y saña los Campos de la Muerte y de la Vida Dejando en Vn encuentro escureçida la Magestad de la Imperial españa, que a falta de su Reina en sus estados que a sobra de Rebeldes Conjurados expuesta a mil Violentas tiranías yaçe exemplo infeliz de Monarquías igual en el valor y la Ventura qual Çesar con Amielas en su Barca de Cataluña el Golfo Peligroso Surcaba el çesar español Monarcha Domando la Çeruiz Rebelde y Dura Del Catalán y del françés Brioso, quando el laurel triunfante y vitorioso que sus Sesudas Sienes Coronaba Se vio en Çiprés funesto Conuertido al llanto enterneçido que el Raudal de sus glorias Represaba, quando más a Vanderas Desplegadas De Rómulo y de Numa Conseguía Blasones De Paçífico y de fuerte, la tenebrosa Nube de la Muerte en turbio de su triumfo el alegría, y en Vez de aclamaçiones Deseadas al son de las Roncas cajas Destempladas Batiendo Por el suelo su estandarte quedó Vençido el invençible Marte temblaron los Castillos de Castilla Bramaron los leones españoles y extremeçiose el godo firmamento, en Marañado el çielo en AReboles de escuridad sangrienta y amarilla turbó su christalino luçimiento, Cometas Portentosos Pintó el Viento formando en aParentes esquadrones exérçitos Copiosos Batallando Pendones tremolando Y Rimbombando Belicosos sones, Boluiose el Mar de Pena tan furioso que saliendo de sí más que otras Veçes quiso tomando el çielo con las Manos, Haçiendo que en los Montes y en los llanos Nadasen aues y Bolasen Peçes, quedó la tierra en caos tan tenebroso tan turbado confuso y espantoso que Pareçía en aBismo tan Profundo que començaba o se acababa el Mundo Lebantó Por Vandera su guadaña en señal de Vitoria es clareçida La Muerte con Semblante Denodado, quedando tan vfana y tan érguida que Pareçió en italia y en españa La Muerte Desarmada un Marte Armado, y el Sacrílego Braço ensangrentado en la Cabeça del Mayor Monarca que el suelo, humilde aDora y Reuerençia con fatal inclemençia Sobre españa estendió la ayrada Parca Dexando de otro Golpe infelizmente al çesar Sin Dulçe Prenda Amada y empañado de espesa niebla fría el claro y limpio espejo en quien Solía Mirar el Sol su luz como afrentada, Marchita la Beldad Más floreçiente que vio la edad Pasada y la Presente, y al imperio español que Pierde tanto en triste Soledad y aMargo llanto y yo Primera agora en la tristeça que soy Primera Siempre en qualquier Dicha Como Cabeça Del imperio godo, Siendo Por todos tan fatal Desdicha que siempre qualquier golpe en la cabeça Se siente más que no en el cuerpo todo, y Como en el sentir no guardo Modo tan Poco le a de hallar mi Amarga Pena en mis ojos que Vierten lastimosos, Dos Ríos Caudalosos en aBundante y en Copiosa Vena, y el tálamo y el túmulo Presente Rebeldes Proçelosos Mouimientos laureles en Çipreses transformados los elementos todos Destemplados la Muerte y el Dios Marte tan sangrientos an de Mirar de oy más eternamente Con turbio Çeño y aRugada frente a mi lealtad antigua Castellana Niña en llorar y en el sentir Ançiana. Gráfico
obra
Se ha intentado identificar al Poeta de Ribera con alguien específico, sugiriéndose Dante o Virgilio, pero no existe ningún elemento que permita su identificación. Posiblemente el pintor haya querido presentar su propio emblema de la poesía, utilizando la corona de laurel y la pose melancólica que identificaban a los poetas. La figura viste una pesada y amplia túnica cuyos pliegues están perfectamente creados. Apoya su codo izquierdo sobre un bloque de piedra mientras al fondo aparece un árbol roto. Su rostro queda en penumbra como si buscara la inspiración.
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Los trágicos sucesos de 1391 se produjeron sólo veintidós años después del establecimiento definitivo de Enrique II como rey de Castilla, de ahí la inevitable tentación a buscar una conexión entre ambos hechos. Ya A. Castro señaló en su día que, con toda probabilidad, las matanzas de 1391 "fueron lejanas e indirectas consecuencias de la guerra entre ambos hermanos" (en alusión a Pedro I y Enrique de Trastámara). Ahora bien, el pogrom sevillano de 1391 fue la consecuencia directa de las predicaciones incendiarias de un clérigo andaluz, Ferrán Martínez, arcediano de Ecija. Las soflamas antijudías del mencionado clérigo habían motivado, años atrás, intervenciones tanto del rey de Castilla como del arzobispo de Sevilla, Pedro Gómez Barroso. Ambos pidieron sosiego al fogoso arcediano. Mas de nada sirvieron esas recomendaciones pues, como nos dice la Crónica de Enrique III, Ferrán Martínez "predicaba por plaza contra los Judíos, é...todo el pueblo estaba movido para ser contra ellos". No cabe duda, por otra parte, de que las prédicas del arcediano de Ecija calaban en las masas populares, ya que se mostraban envalentonadas en su actitud antijudaica. Pero a ese factor se añadió otro no menos importante: el vacío de poder existente en los reinos a raíz del fallecimiento de Juan I. En efecto, las Cortes reunidas en Madrid fueron escenario de disputas sin fin entre los grandes para organizar la regencia del joven Enrique III, que en 1390 había sucedido en el trono a su padre. El seis de junio de 1391 estallaron los disturbios. Al rey de Castilla le llegó la noticia de que "el pueblo de la cibdad de Sevilla avia robado la Juderia, é que eran tornados Christianos los mas Judios que y eran, é muchos de ellos muertos". La violencia contra los hebreos se propagó rápidamente por otras localidades del valle del Guadalquivir: Córdoba, Andújar, Montoro, Jaén, Ubeda, Baeza... Continuó después la onda expansiva tanto hacia la Meseta meridional (Villa-Real, Cuenca, Huete, Escalona, Madrid, Toledo...) como hacia la Corona de Aragón. Es cierto, no obstante, que a medida que pasaban los días el furor antisemita remitía. Ello obedecía a las medidas que se tomaban por parte de los poderes públicos para proteger a la comunidad hebraica, pero también al inevitable agotamiento del furor antisemita. Así se explica que las juderías de la Meseta Norte sufrieran muchos menos daños que las meridionales. Lo ocurrido, al decir de López de Ayala, "fue cobdicia de robar, segund paresció, mas que devocion". El odio a los judíos, debido en buena medida a motivaciones económicas, se sumaba así, incluso de manera preferente, al referente estrictamente ideológico-religioso, de creer al cronista. Por lo demás las consecuencias de los sucesos citados no se hicieron esperar. Hubo sin duda robos y asesinatos, aunque estos últimos en número menor al que tradicionalmente se ha venido proclamando. Pero la consecuencia de mayor calado del pogrom fue la llegada a las filas del cristianismo de numerosos judíos, que aceptaron la conversión únicamente como cauce apropiado para proteger sus vidas y haciendas. Algunas de las más importantes juderías de Castilla prácticamente desaparecieron, como sucedió con la de Sevilla. En cualquier caso, la comunidad judaica de la Corona de Castilla quedó después del pogrom de 1391 sumamente debilitada. Como ha dicho E. Mitre, la fecha de 1391 "adquirió las características de un hecho traumático en la historia del pueblo hebreo y en la de sus relaciones con otras confesiones religiosas".
monumento
Recibe este nombre el puente medieval, situado en el paraje denominado El Pontón, en la cuenca hidrográfica del río Víboras, uno de los subcaudales del Guadalquivir. En esta zona se unen el puente y una calzada romana. Está compuesto por dos pilas o pequeñas lascas de piedra y rejuntados con mortero de cal, asentados directamente sobre base geológica. En el entorno del puente existen dos yacimientos ibero-romanos y el cortijo de la torre, atalaya de control del castillo del Víboras.
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Los padres o los iniciadores del pop en Estados Unidos, aunque ellos no se consideren tales, son Robert Rauschenberg (1925) y Jasper Johns (1930). Los dos pintan con una técnica cercana a los informalistas pero de contenidos radicalmente distintos. Los suyos son temas banales -una bandera, una diana o un número en los cuadros de J. Johns; fotos de la prensa o del gran arte banalizado, reproducido, en los de Rauschenberg- y, frente a la apariencia frágil de la pintura de aquéllos, éstos optan por dar contundencia al objeto: Rauschenberg incorporándolo a sus pinturas y Johns convirtiendo el propio cuadro en objeto. Frente a la presencia fuerte del sujeto-pintor de los primeros, optan por la despersonalización y la elisión del sujeto en favor del protagonismo del objeto.En la formación del pop, y en concreto de estos primeros pasos, tiene un papel muy importante el Black Mountain College de Carolina, donde enseñaba Albers. Allí coinciden en 1952 Merce Cunningham, bailarín y coreógrafo; John Cage, músico, y Robert Rauschenberg. De aquel ambiente y de las ideas de los tres salen muchas cosas, entre ellas el happening, en una mezcla de música, baile, teatro improvisado, pintura, etc.; lo aleatorio y los ready-mades entran entonces a formar parte de la obra de arte. Tampoco hay que olvidar el peso de las filosofías orientales en los cuatro, algo que les diferencia del pop, que rechaza, como decía Lichtenstein, "todo ese barullo neo-zen". Los dos permanecieron siempre ligados a la compañía de danza de Merce Cunningham: Rauschenberg hizo escenarios y diseñó trajes y Johns fue su asesor artístico.Jasper Johns se interesa sobre todo por la ambigüedad de los sistemas de signos que utilizamos en la sociedad contemporánea -los números, las banderas, las dianas, los mapas más adelante-, que para él son "elementos exteriores, previamente formados, convencionales, despersonalizados, objetivos", y los vacía de contenido a fuerza de repetirlos y agrandarlos (como Oldenburg), en series, lo que se convertirá en una forma habitual de trabajo entre los artistas pop. Rauschenberg está interesado por el "espacio que separa el arte de la vida" y él trabaja en sus combined paintings (pinturas combinadas), en las cuales, sobre una base de pintura que pertenece al expresionismo abstracto, coloca con crudeza objetos no artísticos de materiales no estéticos, de la basura -etiquetas viejas, maderas, trapos sucios...-. "Para pintar -decía- vale tanto un estimulante como otro. No hay tema mediocre...", como Oldenburg, para quien todas las materias eran nobles. Los dos hacen tabula rasa del pasado con estas actitudes y ejercen una influencia enorme en los artistas más jóvenes.Johns tuvo su primera exposición individual en Nueva York en 1958 en la galería de Leo Castelli y pocas semanas después la tuvo Rauschenberg. El primero expuso las series de Dianas y Banderas americanas en las que trabajaba desde 1955, y el segundo, obras como Charlene (1954) y Cama (1955), donde se mezclaba la pintura al óleo y los objects trouvés de forma provocativa.A los dos les interesaba la tercera dimensión. Rauschenberg la consigue con la adición de objetos en los combine paintings y Johns empieza a esculpir con bombillas y linternas en 1958 -objetos banales de nuevo- y en 1964 funde en bronce dos botes de cerveza, Ale Cans (1958, colección del artista), abriendo el camino del pop, que dará el salto y prescindirá de la fundición y el bronce, para colocar simplemente los botes tal como se compran en el supermercado (ese otro museo de arte pop). Hechos como éste fueron responsables de que a Johns y a Rauschenberg todavía se les viera como artistas, cosa que no sucede con los pop, considerados muchas veces gente que hace cosas, sin más.L. Steinberg escribió en 1958, al ver la primera exposición de Johns: "Los cuadros de De Kooning y Kline, de repente, me parecieron estar en el mismo cajón que Rembrandt y Giotto. Inesperadamente, todos ellos parecían ser pintores de la ilusión".En el pop americano hay dos figuras emblemáticas, Andy Warhol y Roy Lichtenstein (1923), pero quizá es este último el responsable de la imagen más popular -valga la redundancia- del pop. Sus dibujos de comic llevados a dimensiones de grandes lienzos son las imágenes emblemáticas del pop.
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El rock y los Beatles ponen la banda sonora al arte pop en Inglaterra. Las relaciones son muy estrechas: Peter Blake hace la portada de "Sargent Pepper's" y trabaja para los Beach Boys en 1964 y Stu Sutcliffe, el guitarrista de los primeros Beatles estudia con Paolozzi. La revuelta contra la generación anterior es un fenómeno general y generacional. Los músicos cantan letras que los jóvenes entienden y los pintores y los escultores empiezan a hacer obras que se pueden entender. Después del hermetismo de la pintura informal, se trata de devolver al arte la posibilidad de comunicar, su condición de fabricante de objetos comprensibles y descifrables.En Inglaterra un grupo de artistas jóvenes, nacidos durante la Primera Guerra Mundial o inmediatamente después, que no habían experimentado los desastres de la guerra, y formados en el Royal College de Londres, rechazan la austeridad característica de la segunda mitad de los cuarenta y los primeros años cincuenta, y la abstracción cargada de metafísica. Se abren a los medios de masas y vuelven los ojos a Bacon, un pintor realista (con todas las matizaciones que el término requiere), que desde los últimos años cuarenta utilizaba fotos de prensa o de cuadros y fotogramas de películas, convencido de que "cuando se mira algo no se mira sólo de una manera directa, se mira también a través de la intervención de la foto y del cine".En 1952 precisamente un grupo de artistas, arquitectos e intelectuales forman el Independent Group, dentro del Institute of Contemporary Art de Londres, que se había creado en 1947 (por Herbert Read) como centro de debate. En el Independent Group estaban Hamilton y Paolozzi, los arquitectos Smithson, Banham (historiador del arte), el crítico Alloway y algunos músicos. En las discusiones se hablaba de los nuevos medios, las películas de serie B, la tecnología, la filosofía (McLuhan), la moda, la música pop y muy poco de arte (sólo una conferencia sobre expresionismo abstracto). Sin preocuparse de las diferencias entre las artes, la tecnología y las imágenes de la cultura popular. Pero la cultura popular que manejan no es inglesa, todavía es americana: son revistas americanas, que colecciona desde 1947, las que recorta Paolozzi para fabricar sus collages. Y revistas americanas eran las de John Mac Hale, cuando volvió en 1955 de Estados Unidos.La primera exposición que celebran en 1953 se hace por iniciativa de Paolozzi y bajo el lema Paralelo de la vida y el arte y está compuesta por fotos, no por cuadros o esculturas. La cultura de masas es su fuente y se acercan a ella con una actitud muy respetuosa, como merece una forma de comunicación que ha conseguido un nuevo lenguaje, que es además el más eficaz de todos.
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Tenemos un verdadero monumento literario en el libro sagrado de los mayas o Libro del Consejo, el famoso Popol Vuh, que llegó hasta el siglo XVIII secretamente transmitido por los indios de generación en generación, pero que tuvo la fortuna de ser rescatado para la posteridad por el padre dominico fray Francisco Ximénez, natural de Écija. Con razón llamó José Imbelloni al Popol Vuh uno de los génesis americanos, pues es equiparable a las versiones de otros pueblos sobre el origen del mundo y de los hombres, pero lleno de una plácida y sorprendente poesía. El Popol Vuh es el ciclo mítico maya más coherente. En él se mencionan diferentes edades o creaciones, según la idea cíclica que sobre este tema tenían los indios mesoamericanos. Es una teoría evolutiva que, tras sucesivos perfeccionamientos, conduce a la humanidad actual. En el Popol Vuh, la narración de esta ontogénesis se inicia de la siguiente manera: "Esta es la relación de cómo todo estaba en suspenso, todo en calma, en silencio, todo inmóvil, callado, y vacía la extensión del cielo. Esta es la primera relación, el primer discurso. No había todavía un hombre, ni un animal, pájaros, peces, cangrejos, árboles, piedras, cuevas, barrancas, hierbas ni bosques: sólo el cielo existía." Los dioses estaban en el agua rodeados de claridad, y entonces dispusieron la creación: "Primero se formaron la tierra, las montañas y los valles; se dividieron las corrientes de agua, los arroyos se fueron corriendo libremente entre los cerros, y las aguas quedaron separadas cuando aparecieron las altas montañas". Deseosos de ser adorados, los dioses tratan de lograrlo con animales, pero no consiguen que hablen, por lo cual ensayan a hacer un verdadero hombre de tierra y lodo. Este primer intento resulta fallido, pues los hombres se humedecían con el agua, se deshacían y no se podían sostener, por lo que destruyen su creación y tratan de nuevo con la madera como elemento primordial. Esta humanidad hablaba y pobló la superficie de la tierra, pero no tenía alma ni entendimiento, no pensaba en los dioses, y fueron destruidos por medio de un gran diluvio, y su descendencia son los monos que ahora habitan en los bosques. Por último, los dioses deciden emplear el maíz: "De maíz amarillo y de maíz blanco se hizo su carne; de masa de maíz se hicieron los brazos y las piernas del hombre. Únicamente masa de maíz entró en la carne de nuestros padres, los cuatro hombres que fueron creados".
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El golpe militar de septiembre de 1930 liderado por el general Uriburu puso fin a un largo período de vigencia de las instituciones democráticas y permitió la restauración de la república conservadora, que abriría las puertas a uno de los mayores y más típicos movimientos populistas de América Latina: el peronismo. Para algunos observadores de la época el período de 1930 a 1943 era sinónimo de fraude electoral y de corrupción política y fue denominado popularmente la "década infame". Más allá de lo anecdótico se puede decir que buena parte de las instituciones democráticas funcionó durante esos años, que se mantuvo la división de poderes y que las dos cámaras del Poder Legislativo cumplieron de forma decorosa su papel de control del Ejecutivo. El tono catastrófico que se le dio al período se agudizó por la difícil coyuntura de la Gran Depresión y por la contracción de las exportaciones y de las importaciones. Como señala Carlos Floria, el golpe militar era bicéfalo. El ejército y sus apoyos políticos se dividían entre los partidarios de un régimen corporativo de inspiración fascista que urgía la reforma constitucional, encabezados por Uriburu y que fueron los que inicialmente se impusieron; y los que sólo buscaban restaurar el orden constitucional dañado por las prácticas yrigoyenistas y convocar a elecciones lo antes posible, que contaban con el respaldo del general Agustín P. Justo. Inicialmente el golpe tuvo un fuerte respaldo popular, dado el descrédito del gobierno de Yrigoyen y la polarización de la sociedad argentina. Pero ante la actuación del nuevo gobierno, especialmente en lo referente a libertades públicas y políticas, el consenso se perdió rápidamente. Al poco tiempo de estar en el poder las fuerzas en el seno del gobierno provisional se reacomodaron y las tendencias totalitarias fueron desplazadas por los seguidores del general justo, antiguo ministro de Guerra de Alvear y representante del sector liberal del ejército, que se negaron a reformar la Constitución. Justo ganó las elecciones de 1932, ante la abstención radical, al frente de la concordancia, una coalición de conservadores, radicales anti-personalistas y socialistas independientes (un desprendimiento liberal del Partido Socialista). Su contrincante fue Lisandro de la Torre, el candidato de una coalición de socialistas y demócratas progresistas (centristas), que aspiraba a recoger el voto del descontento, mayoritario en los sectores urbanos. Justo aumentó el papel regulador del Estado. Sus principales objetivos fueron la recuperación del sector exportador y la reactivación del mercado interno impulsando las obras públicas (construcción de caminos y elevadores de granos). Uno de los objetivos de Justo fue mantener abierto el mercado británico, vital para la Argentina, amenazado por los acuerdos de Ottawa, que permitían a las carnes australianas y neozelandesas, de menor calidad y más caras, desplazar a las argentinas. Su gobierno negoció con el británico el Tratado Roca-Runciman, que garantizó una parte importante de la demanda británica, a cambio de una serie de contrapartidas muy favorables a los intereses ingleses en la Argentina. La política contemporizadora de Justo no quiso, o no pudo, acabar con el reducido, pero creciente, grupo de oficiales que pensaba que los militares debían jugar un papel decisivo en la política. Esta idea se alimentaba en el desprecio militar hacia los políticos y en creerse la reserva moral del país, lo que tendría funestas consecuencias para la estabilidad del sistema democrático. El radicalismo pudo superar sus divisiones gracias al liderazgo de Alvear y proyectarse nuevamente en la vida política. Tras comprender que su estrategia era equivocada, los radicales retornaron a la lucha electoral en 1935 pero su triunfo en los comicios provinciales de Entre Ríos y Córdoba, convencieron al oficialismo a contrapesar la mayoría radical con el "fraude" patriótico, lo que permitió el triunfo conservador. En 1938 asumió la presidencia un radical antipersonalista, Roberto Ortiz, que intentó pacificar el clima político, tratando de eliminar el fraude electoral. La mayor transparencia en los comicios permitió a los radicales ganar la gobernación de Buenos Aires, el distrito electoral más importante. Cuando todo indicaba que Ortiz lograría sus objetivos, tuvo que renunciar por una grave enfermedad. A su muerte, el vicepresidente, Ramón Castillo, un conservador autoritario, recuperó las prácticas fraudulentas e interpretó la neutralidad argentina en la Segunda Guerra Mundial como una señal de apoyo a la Alemania nazi. En las filas conservadoras Justo elevó su voz contra estas prácticas y reclamó la vuelta a la democracia y un mayor apoyo a los Estados Unidos.
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En los últimos años del siglo XIX se desarrolló en México la más eficaz dictadura modernizadora de toda América Latina, que propició un espectacular crecimiento económico en el país. Si se comparan las tasas de crecimiento de todo el siglo XIX con las del porfiriato la diferencia resulta abrumadora. El general Porfirio Díaz, que comenzó su marcha hacia el poder como un genuino heredero de la Reforma liberal y anticlerical encabezada por Juárez, fue abandonando con el tiempo muchos de los principios que lo condujeron a la primera fila de la política mexicana y terminó adoptando una postura claramente ecléctica. Díaz fue el restaurador del orden, el "tirano honrado" que haciendo uso de un estilo claramente autoritario condujo férreamente a México por la senda del progreso. El progreso se había convertido en la consigna más importante de todas las que simbolizaban las ansias transformadoras de los latinoamericanos, y en México, el camino al progreso debía dejar atrás la organización económica y social heredada del Imperio español. Para muchos dirigentes porfiristas el camino a la modernización pasaba por la europeización de un país rural y atrasado, aunque el modelo norteamericano también era tenido en cuenta. Entre los principales logros económicos del porfiriato está la atracción de numerosas inversiones extranjeras (especialmente norteamericanas), con las que se financió el programa modernizador, así como la construcción ferroviaria y el relanzamiento de la minería de plata en el norte del país. La agricultura orientada a la exportación conoció un crecimiento espectacular, pasando de 20 millones de pesos en 1887/88 a 50 millones en 1903/4. Entre los productos más destacados figura en primer lugar el henequén de Yucatán, el café, el cacao, el chicle y el hule. Este proceso fue facilitado por la acelerada concentración latifundista, que también favoreció la expansión de una agricultura claramente orientada hacia el mercado. La llegada de inversiones extranjeras fue favorecida por la negativa del Estado a intervenir como mediador en los conflictos obreros, dejando bastante libertad a la patronal. Los bajos salarios que se pagaban en el país explican el escaso atractivo que tuvo México para los inmigrantes europeos. Por ello, su población se incrementó básicamente por el crecimiento vegetativo, pasando de los 9.500.000 habitantes de 1876 a los más de 15 millones de 1910. Durante el porfiriato, el progresismo y el conservadurismo se mezclaron permanentemente, aunque se trataba de las dos caras de la misma moneda, lo que hace dificil la adscripción de Díaz en un campo determinado. Incluso hay quien señala que con él se produjo la consolidación y la muerte del liberalismo mexicano. Todo ello prueba las permanentes contradicciones que rodearon al sistema político en las últimas décadas del siglo XIX y los primeros años del XX. Díaz llegó al poder en 1876 tras derrocar a Lerdo de Tejada con la consigna de "sufragio efectivo, no reelección". Y si bien hasta 1880 cumplió con la consigna de la no reelección, luego abandonaría totalmente los principios que lo condujeron a la presidencia. Entre 1884 y 1911 se mantuvo en el poder, sucediéndose a si mismo en siete oportunidades mediante otras tantas reelecciones, lo que le valió la crítica de la prensa liberal por el incumplimiento de su palabra. Su gobierno contó con el respaldo de los terratenientes y de la Iglesia que se habían opuesto a la Reforma. Los primeros fueron partidarios del avance de la gran propiedad a costa de las tierras de las comunidades indígenas, de los baldíos y también del proceso de desamortización de las tierras eclesiásticas. La "pax porfiriana" se impuso a costa de la represión y de la consolidación de un sistema basado en las relaciones personales, para lo cual atrajo a su órbita a los principales personajes de los grupos políticos más influyentes, aunque fueran contradictorios entre sí. Su estilo inicial estuvo marcado por la búsqueda de la conciliación entre las partes en pugna. En el manejo de las relaciones personales el régimen porfirista no se diferenciaba demasiado de los sistemas oligárquicos existentes en América del Sur y en muchos países del centro y del sur de Europa. Esto no excluyó el estallido de numerosos conflictos y rebeliones, como las guerras contra los indios yaqui que afectaron a la región de Sonora entre 1887 y 1910/11. Díaz se rodeó inicialmente de un grupo de jóvenes tecnócratas, los llamados "cientos", influidos por Gabino Barreda, un intelectual mexicano que había evolucionado del liberalismo al positivismo francés. Barreda había fundado la Escuela Nacional Preparatoria, donde se formaron numerosos cuadros del régimen. Junto con Porfirio Parra crearon la Asociación Metodófila y publicaron la Revista Positiva. Una de sus preocupaciones era presentar la inevitabilidad histórica del porfiriato, una etapa más en el camino hacia el progreso del país. El historiador Justo Sierra compartía este punto de vista, ya que para él, la dictadura de Díaz era una etapa necesaria en la evolución mexicana hacia la modernización y la democracia. A la libertad sólo se llegaría después de que el orden social se hubiera consolidado en el país, aun a costa de la represión. Uno de los "cientos" más descollante fue José Yves Limantour, secretario de Hacienda desde 1893, cargo que mantuvo hasta la caída de Díaz en 1911. A principios del siglo XX los "científicos" ocupaban una posición relevante dentro del régimen y muchos esperaban que Limantour fuera elegido presidente en 1904. Pero, las disputas que enfrentaban a Limantour con el general Bernardo Reyes, secretario de Guerra, obligaron a Díaz a prolongar la duración de su mandato, de cuatro a seis años, y posteriormente a solicitar una sexta reelección en 1906. La apertura de una grave crisis sucesoria comenzó a afectar seriamente la credibilidad del sistema y facilitó algunas manifestaciones de hostilidad al régimen, provenientes tanto de dentro como de fuera del mismo. Los empresarios norteños, nucleados en torno a la emergente industria siderúrgica de Monterrey, se enfrentaron al poder de "los científicos" y a la alianza que habían establecido con los inversionistas extranjeros. Y si los industriales se habían sabido beneficiar del rumbo seguido por la política económica porfiriana, adoptaron una posición nacionalista y reivindicativa en contra de la línea de Limantour y sus seguidores. Sin embargo, fue muy poco lo que pudieron hacer para imponer sus puntos de vista, pues tras desplazar a Reyes del gabinete, el porfiriato pasó a ser controlado por el tándem Limantour-Ramón Corral (un antiguo gobernador de Sonora y después del Distrito Federal). Estos acontecimientos habían conducido al régimen a una situación de parálisis casi total. Su falta de reflejos políticos se relacionaba con la senilidad del presidente y la del mismo gobierno. En 1910 el presidente Díaz tenía setenta años, dos de sus ocho ministros superaban los ochenta años y otros tres tenían más de sesenta. El más joven era Limantour, con cincuenta y siete, pero como hacía diecisiete años que estaba al frente de la Secretaría de Hacienda era todo un veterano. La senilidad de los principales cuadros dirigentes estaba presente en otros sectores de la Administración. De los veinte gobernadores, diecisiete tenían más de sesenta años, siendo ocho de ellos mayores de setenta. En el Congreso y en el Poder judicial la vejez de los jueces y diputados era un hecho relevante. En el ejército federal no era nada raro encontrar generales de más de ochenta años, coroneles de setenta y capitanes de sesenta. Tras mucho tiempo de silencio y asfixia política fueron numerosos los grupos políticos opositores que quisieron salir a la superficie, tratando de aprovechar la debilidad del régimen. En parte fue el mismo Díaz quien hizo posible la existencia de posturas sucesorias, al manifestar en una entrevista periodística que le hicieron en 1908 que era el momento más adecuado para que se reabriera el juego político, aunque muchos de los sectores rurales y campesinos postergados tuvieron grandes dificultades para poder hacer oír su voz. Uno de los personajes que accedió al primer plano de las filas opositoras fue Francisco Madero, el futuro líder revolucionario y uno de los mayores hacendados norteños. Las consignas de acabar con la reelección y a favor del sufragio efectivo no le permitieron liquidar a la muy aceitada maquinaria electoral de Díaz. Madero creó el Partido Antirreeleccionista, acabó convirtiéndose en una amenaza para el dictador, y su accionar lo condujo a la cárcel y, posteriormente, al destierro. En octubre de 1910 Madero lanzó el Plan de San Luis Potosí, el verdadero fermento de la revolución maderista que juntaba las reivindicaciones políticas de la oligarquía norteña con la devolución de las tierras a los campesinos que habían sido despojados ilícitamente de ellas. El 20 de noviembre de 1910, Madero convocó a la revolución contra el porfiriato desde su refugio de San Antonio, Texas, al otro lado de la frontera. Nuevamente se esgrimía la consigna de "sufragio efectivo, no reelección" que en su momento había levantado el propio Díaz.