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termino
acepcion
Frase de consentimiento de origen hebreo, que se traduce como "así sea".
lugar
<p>Esta pequeña localidad rural de la comarca de Arzúa, cercana a Santiago de Compostela está situada en un valle con un amplio bosque de eucaliptos en las cercanías. Pertenece al municipio de Pino y por ellla pasa el Camino jacobeo.</p>
contexto
Amenazas que hacían a nuestros españoles los de Tlaxcallan Aquéllos estaban feroces y habladores, y decían entre sí: "¿Qué gente poca y loca es ésta que nos amenaza sin conocernos, y se atreve a entrar en nuestra tierra sin licencia y contra nuestra voluntad? No vayamos a ellos tan de prisa; dejémoslos descansar, que tiempo tenemos de tomarlos y atarlos. Enviémosles de comer, que vienen hambrientos, no digan después que les tomamos por hambre y por cansados". Y así, les enviaron luego trescientos gallipavos y doscientas cestas de bollos de centli, que es su pan ordinario, que pesaban más de cien arrobas; lo cual fue gran refrigerio y socorro para la necesidad que tenían. Al cabo de poco rato dijeron: "Vamos a ellos que ya habrán comido, y nos los comeremos, y nos pagarán nuestros gallipavos y nuestras tortas, y sabremos quién les mandó entrar aquí; y si es Moctezuma, que venga y los libre; y si es su atrevimiento que lleven el pago". Estas y parecidas amenazas y liviandades hablaban entre sí unos con otros, viendo tan poquitos españoles delante, y no conociendo aún sus fuerzas y coraje. Aquellos cuatro capitanes enviaron luego hasta dos mil de Sus más esforzados hombres y soldados viejos al campamento, a tomar a los españoles sin hacerles mal; y si tomasen armas y se defendiesen, que los atasen y trajesen por la fuerza, o los matasen; mas ellos no querían, diciendo que ganarían poca honra en meterse todos con tan poca gente. Los dos mil pasaron el barranco, y llegaron a la torre atrevidamente. Salieron los de a caballo, y tras ellos los de a pie; y a la primera arremetida les hicieron conocer cuánto cortaban las espadas de hierro; y a la segunda les mostraron para cuánto eran aquellos pocos españoles que poco antes ultrajaban; y a la otra, les hicieron huir gentilmente los que ellos venían a prender. No escapó hombre de ellos, sino los que acertaron el paso del barranco. Corrió entonces la demás gente con grandísima gritería hasta llegar al real de los nuestros, y sin que les pudiesen resistir, entraron dentro muchos de ellos, y anduvieron a cuchilladas y brazos con los españoles, los cuales tardaron un buen rato en matar y echar fuera a aquellos que entraron, saltando el valladar; y, estuvieron peleando más de cuatro horas con los enemigos, antes de que pudiesen hacer plaza entre el valladar y los que combatían, y al cabo de aquel tiempo aflojaron grandemente, viendo los muchos muertos de su parte y las grandes heridas, y que no mataban a nadie de los contrarios aunque no dejaron de hacer algunas arremetidas hasta que fue tarde y se retiraron; de lo que mucho se alegró Cortés y los suyos, que tenían los brazos cansados de matar indios. Más alegría tuvieron aquella noche los nuestros que miedo, por saber que con la oscuridad no pelean los indios; y así, descansaron y durmieron más a placer que hasta allí, aunque con buen recaudo en las estancias, y muchos vigilantes y escuchas por todas partes. Los indios, aunque echaron de menos a muchos de los suyos, no se tuvieron por vencidos, según lo que después mostraron. No se pudo saber cuántos fueron los muertos, pues ni los nuestros tuvieron tiempo para ello, ni los indios cuenta. Al otro día por la mañana salió Cortés a talar el campo, como la otra vez, dejando la mitad de los suyos guardando el campamento; y por no ser sentido antes de hacer el daño, partió antes del día. Quemó más de diez pueblos, y saqueó uno de tres mil casas, en la cual había poca gente de pelea, porque estaban en la junta. Todavía pelearon los que estaban dentro y mató a muchos de ellos. Le prendió fuego, y volvióse a su fuerte sin mucho daño y con mucha prisa, a mediodía, cuando ya los enemigos cargaban a más andar para despojarle y dar en el campamento; los cuales vinieron después como el día antes, trayendo comida y fanfarroneando. Pero, aunque combatieron el real y pelearon cinco horas, no pudieron matar ningún español, muriendo infinidad de los suyos, que, como estaban apretados, hacía destrozo en ellos la artillería. Quedó por ellos el pelear, y por los nuestros la victoria. Pensaban que estaban encantados, pues no les dañaban sus flechas. Luego, al día siguiente, enviaron aquellos señores y capitanes tres clases de cosas en presente a Cortés; y los que las trajeron le decían: "Señor, veis aquí cinco esclavos: si sois dios bravo, que coméis carne y sangre, comeos éstos, y traeremos más; si sois dios bueno, he aquí incienso y pluma; si sois hombre, tomad aves, pan y cerezas". Cortés les dijo que él y sus compañeros eran hombres mortales, ni más ni menos que ellos; y que, pues siempre les decía verdad, por qué trataban con él mentira y lisonjas; y que deseaba ser su amigo; y que no fuesen locos ni porfiados en pelear, pues recibirían siempre muy gran daño, y que ya veían cuántos mataban de ellos sin morir ninguno de los españoles. Con esto los despidió; mas no por eso dejaron de venir después más de treinta mil a tentar las corazas a los nuestros a su propio campamento, como en días anteriores; pero se volvieron descalabrados como siempre. Es aquí de saber que aunque llegaron el primer día todos los de aquel gran ejército a combatir nuestro campamento y a pelear juntos, los otros siguientes no llegaron así, sino cada cuartel por sí, para repartir mejor el trabajo y mal por todos, y para que no se embarazasen unos a otros con tanta multitud, pues no habían de pelear sino pocos y en lugar pequeño, y aun por esto eran más recios los combates y batallas; pues cada apellido de aquéllos pugnaba por hacerlos más valientes, para ganar más honra si matasen o prendiesen algún español; pues les parecía que todo su mal y vergüenza lo recompensaba la muerte o prisión de un solo español; y también es de considerar sus convites y peleas, porque, no sólo estos días hasta aquí, sino ordinariamente durante los quince días o más que estuvieron allí los españoles, ora peleasen, ora no, les llevaban unas tortillas de pan, gallipavos y cerezas; mas, sin embargo, no lo hacían por darles de comer, sino por saber qué daño habían hecho ellos, y qué ánimo tenían los nuestros o qué miedo; y esto no lo entendían los españoles, y siempre decían que los de Tlaxcallan, de los cuales eran ellos, no peleaban, sino algunos bellacos otomíes que andaban por allí desmandados, que no reconocían superior por ser de unas behetrías que estaban detrás de las sierras, que mostraban con el dedo.
contexto
Amenazas que hacían los de México a los españoles Conocida la causa de la rebelión, les preguntó Cortés cómo peleaban los enemigos. Ellos dijeron que en cuanto cogieron las armas cargaron con furia muy grande, pelearon y combatieron la casa diez días consecutivos, en los cuales habían hecho los daños que ya sabía, y que por no dar lugar a que Moctezuma se marchase y se fuese a Narváez, como algunos decían, no se habían atrevido ellos a salir de casa a pelear por las calles, sino a defenderse solamente y guardar a Moctezuma, como se lo dejaran encargado; y que como eran pocos, y los indios muchos, y que de credo a credo se remudaban, que no sólo se cansaban, sino que hasta desmayaban, y si a los mayores arrebatos no subía Moctezuma a una azotea y mandaba a los suyos que se estuviesen quietos, si lo querían vivo, ya estarían todos muertos, pues luego, en viéndole, cesaban. Dijeron también que como vino la noticia de la victoria contra Pánfilo, Moctezuma les mandó, y ellos quisieron aflojar y no pelear; no, según era fama, de miedo, sino porque, llegado él, los matasen a todos juntos; mas, sin embargo, que, arrepentidos, y comprendiendo que al llegar Cortés con tantos españoles tendrían más quehacer, volvieron a las armas y batería como la primera vez, y hasta con más gana y denuedo, de donde coligieron algunos que no era con voluntad de Moctezuma. Contaron asimismo muchos milagros: que como les faltase agua de beber, cavaron en el patio de su aposento hasta la rodilla o poco más, y salió agua dulce, siendo el suelo salobre; que muchas veces ensayaron los indios quitar la imagen de nuestra Señora gloriosísima del altar donde Cortés la puso, y en tocándola se les pegaba la mano a los que tocaban, y en buen rato no se les despegaba, y despegada, quedaba con señal; y así, la tuvieron que dejar; que cargaron un día de duro combate el mayor tiro, y cuando le pusieron fuego para arredrar a los enemigos, no quiso salir; los cuales, cuando vieron esto, arremetieron muy denodadamente con terrible griterío, con palos, flechas, lanzas y piedras que cubrían la casa y calle, diciendo: "Ahora redimiremos a nuestro rey, libertaremos nuestras casas y nos vengaremos". Mas, al mejor hervor del combate, salió el tiro, sin cebarlos más ni ponerle fuego de nuevo, con espantoso sonido; y como era grande y tenía perdigones en la pelota, escupió muy fuerte, mató a muchos y los asombró a todos; y así se retiraron atónitos; que andaban peleando por los españoles Santa María y Santiago en un caballo blanco, y decían los indios que el caballo hería mataba tantos con la boca y con los pies y manos como el caballero con la espada, y que la mujer del altar les echaba polvos por las caras y los cegaba, y entonces, como no veían pelear, se iban a sus casas pensando estar ciegos, y allí se encontraban buenos; y cuando volvían a combatir la casa, decían: "Si no tuviéramos miedo a una mujer y al del caballo blanco, ya estaría derribada vuestra casa, y vosotros cocidos, aunque no comidos, pues no sois buenos de comer, que el otro día lo probamos, y amargáis; mas os hemos de echar a las águilas, leones, tigres y culebras, que os traguen por nosotros; pero con todo esto, si no soltáis a Moctezuma y os vais en seguida, pronto seréis muertos santamente, cocidos con chilmolli y comidos por animales salvajes, pues no sois buenos para estómagos de hombres; porque siendo Moctezuma nuestro señor y el dios que nos da mantenimiento, os atrevisteis a prenderle y tocar con vuestras manos ladronas, y a vosotros, que cogéis lo ajeno, ¿cómo os aguanta la tierra, que no os traga vivos? Pero andad, que nuestros dioses, cuya religión profanasteis, os darán vuestro merecido; y si no lo hacen pronto, nosotros os mataremos y despojaremos después, y a esos hijos de ruines y apocados de Tlaxcallan, vuestros esclavos, que no se irán sin castigo ni alabándose porque cogen las mujeres de sus señores y piden tributo a quien pechaban". Éstas y tales cosas braveaban y baladroneaban aquellos mexicanos; y los nuestros, que de puro miedo se les soltaba el vientre, los reprendían de semejantes boberías que se dejaban decir acerca de Moctezuma, diciéndoles que era hombre mortal, y no mejor ni diferente de ellos, que sus dioses eran vanos y su religión falsa, y la nuestra cierta y buena; nuestro Dios justo, verdadero criador de todas las cosas, y la mujer que peleaba era madre de Cristo, Dios de los cristianos, y el del caballo blanco era apóstol del mismo Cristo, llegado del cielo para defender a aquellos pocos españoles y matar a tantos indios.
Personaje Político
El inicio de la XIII Dinastía trae consigo el fin del Imperio Medio y el principio del llamado Segundo Periodo Intermedio. Quizá sea ésta la época más difícil y oscura para el estudioso por la ausencia de datos. La debilidad de los monarcas de esta dinastía provocará la división del país y una invasión extranjera: los hicsos. Amenemhat-Sebekhotep será el fundador de esta dinastía. Posiblemente accedió al trono gracias a su matrimonio con la reina Sobekneferuré-Neferusobek, aunque también podría tratarse de un usurpador. Gobernó sobre todo Egipto durante un corto periodo de tiempo, posiblemente unos cinco años. Le sucedió Seankhtaui Sekhemkare.
Personaje Político
<p>La XII Dinastía es la más importante de la historia del Imperio Medio de Egipto, siendo también de las más conocidas. Su fundador es Amenemhat I, visir de Mentuhotep V. Su padre fue un sacerdote llamado Sesostris y su madre una mujer procedente de Elefantina. Amón fue elegido como dios protector de la dinastía y la capital de la monarquía se estableció en el norte, entre Menfis y El Fayum. El papel de Amenemhat será fundamental en el aspecto administrativo, realizando una crucial labor de ordenación. Posiblemente al llegar al poder buscó el apoyo de las más importantes familias provinciales, potenciando de nuevo la estructura de nomos y afianzando a los nomarcas en el poder. Estos debían cobrar los impuestos para la corona, hacer las levas necesarias para la ejecución de tareas, colaborar con el faraón en caso de guerra aportando sus tropas, cuidar de los canales y de la explotación de las tierras. También se potenciará la administración cortesana con la existencia de visires, cabeza de una compleja red de funcionarios. Esta compleja tela administrativa estaba dirigida por el faraón. Uno de los grandes logros iniciados por Amenemhat como creador de la dinastía XII es el oasis de El Fayum, una de las zonas más fértiles de Egipto. Respecto a la política exterior, Amenemhat luchó contra los libios, llegó hasta Korosko en su avance por territorio nubio y construyó una fortaleza llamada el Muro del Príncipe, en la frontera este del Delta.</p>
Personaje Político
El hijo mayor de Sesostris I fue asociado al trono dos años antes de fallecer el faraón, siguiendo la práctica iniciada por Amenemhat I. De esta manera se evitaban las posibles luchas sucesorias que se habían producido en dinastías anteriores. El reinado de Amenemhat II es bastante largo, manteniéndose durante más de 30 años con la Doble Corona, disfrutando del equilibrio alcanzado por su antecesor. No conocemos muchos datos de su reinado, pero parece que mantuvo estrechas relaciones con Babilonia, según se desprende de un tesoro encontrado en Tod donde aparecen objetos procedentes de Biblos. No se preocupó en exceso de Nubia y continuó con las expediciones a las canteras de Wadi Hammamat.
Personaje Político
El largo reinado de Amenemhat III se caracteriza por el desarrollo de la agricultura y la economía de Egipto. En esta línea apreciamos la intensificación de los trabajos en las minas del Sinaí y Wadi Hammamat y en la depresión de El Fayum, donde el faraón se construyó un palacio con más de 3.000 habitaciones ordenadas en dos pisos, denominado el "Laberinto" por los cronistas griegos que hablan de él. Posiblemente también realizó alguna campaña en Asia, ya que encontramos un pectoral donde se le representa matando beduinos. La riqueza obtenida con esta política de incentivos económicos le permitió la construcción de un amplio número de monumentos, levantando dos pirámides: una en Hawara y otra en Dahshur. Con Amenemhat III el absolutismo alcanza su momento culminante. Le sucederá Amenemhat IV.