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Personaje
Pintor
<p>Lemuel Francis Abbott fue un destacado pintor retratista inglés nacido en 1760 en Leicestershire, Inglaterra, y fallecido en 1802 en Londres. Es conocido por sus elegantes retratos, especialmente de figuras prominentes de la sociedad británica durante finales del siglo XVIII y principios del XIX. </p><p> </p><p>Abbott comenzó su carrera como aprendiz de grabador en Londres antes de dedicarse por completo a la pintura. Estudió en la Royal Academy of Arts y rápidamente desarrolló su talento como retratista. Abbott era hábil en la técnica del retrato al óleo y también se destacaba en la realización de retratos en miniatura, lo que le permitía capturar con precisión los detalles y la personalidad de sus sujetos. Una de las obras más conocidas de Abbott es su retrato de Horatio Nelson, el famoso almirante británico, que se convirtió en una de las representaciones más icónicas de Nelson y se reproduce ampliamente en libros de historia y en otros medios.</p><p> </p><p>Además de Nelson, Abbott pintó retratos de otras figuras notables de la época, incluidos políticos, aristócratas y militares. La habilidad de Abbott para capturar la esencia de sus sujetos y su atención al detalle le valieron una reputación destacada como retratista. Su estilo se caracterizaba por la elegancia y la precisión, así como por un uso hábil del color y la luz para crear retratos realistas y atractivos. Aunque su carrera fue relativamente corta debido a su muerte prematura a los 42 años, Lemuel Francis Abbott dejó un legado significativo en la historia del retrato inglés. Sus obras siguen siendo apreciadas por su calidad artística y por su contribución a la representación visual de la sociedad británica de su tiempo.</p>
Personaje
Militar
Político
En el año 991 Almanzor designaba a su hijo Abd al-Malik como sucesor en el cargo de chambelán. Tenía 18 años y se inició directamente en la política de manera que a la muerte de su padre, en el año 1002, se convirtió en el verdadero dueño de la situación, manejando los destinos de al-Andalus y dejando al margen al califa Hisam II. Abd al-Malik continuó la política de su padre con respecto a los reinos cristianos del norte, realizando habituales campañas que ahora encontraban mayores resistencias. En estos momentos el chambelán tuvo que sofocar una revuelta dirigida por los "saqalibah", fieles al califa, que trataron de derribarlo. Abd al-Malik salió victorioso. Estaba claro que para mantener el liderato había que recurrir a una constante actividad militar y Abd al-Malik forzó la máquina de guerra para conseguir importantes victorias. En el año 1007 y gracias a una de éstas recibía el título de "al-Muzaffar" -el Victorioso o el Vencedor-. No pudo disfrutar mucho de su título ya que al año siguiente fallecía en extrañas circunstancias, especulándose sobre un posible envenenamiento a manos de su hermano Sanchuelo, quien se convertirá en su sucesor.
Personaje
Religioso
Político
Perteneciente a la tribu de los almohades fue el primer Califa de este grupo. Se relacionó con Ibn Tumart y perteneció a su círculo de seguidores. Cuando Muhammad ibn Tumart falleció en 1130 le sucedió y adoptó el título de Califa, convirtiéndose en el primer sultán almohade. Durante su mandato, logró dominar la parte africana del Imperio y extendió sus territorios a Argelia, Túnez, parte de Libia y el sur de Mauritania. Su figura fue admirada por cronistas y biógrafos de la época. Pasó a la historia como uno los mejores representantes políticos de su tiempo.
Personaje
Político
Miembro de la dinastía omeya que gobernaba en Damasco, Abd al-Rahman I fue el único de la familia que consiguió escapar con vida en la fatídica tarde del 25 de julio del año 750, cuando los abbasíes acabaron con los omeyas para hacerse con el poder. Abd al-Rahman tenía sangre beréber por parte de su madre y puso rumbo al norte de Africa, tras una breve estancia en Irak. La tribu de Nafta le dio cobijo en Marruecos, en las proximidades de Ceuta donde estaba asentada. Desde allí decidió enviar algunos emisarios hacia al-Andalus donde podía encontrar partidarios, en un momento de revueltas y hambrunas. En efecto, entre las tropas sirias -la mayoría clientes de los Omeyas- la figura de Abd al-Rahman fue recibida con mucho cariño, aunque no experimentó la misma sensación entre los dirigentes del grupo del poder, los qaysíes. No obstante, los sirios se volcaron con el omeya y le dieron su total apoyo para cruzar el estrecho de Gibraltar y desembarcar en Almuñécar (agosto del año 755). Abd al-Rahman se puso al frente de un potente ejército formado por sirios, yemeníes y beréberes, derrotando al gobernador de Córdoba un año más tarde, en mayo de 756. En la mezquita de la capital andalusí Abd al-Rahman era proclamado emir. De esta manera se instauraba el primer poder musulmán independiente del califato. No será fácil la tarea a la que se tuvo que enfrentar el joven omeya, ya que los levantamientos fueron continuos, encabezados por el gobernador Yusuf al-Fihrí. Esta revuelta fue sofocada en el año 759, acabando con la vida del antiguo gobernador. El jefe beréber de Cuenca también se rebeló, al igual que el caudillo árabe al-Ala ben Mugit. Estas continuas luchas de poder motivarán que un grupo de jefes árabes de la zona nordeste soliciten ayuda a Carlomagno para levantarse contra Abd al-Rahman. Corría el año 777 y al año siguiente las tropas dirigidas por el rey franco alcanzaron Zaragoza. Carlomagno no pudo rendir la ciudad y regresó a sus posesiones, siendo derrotado por los vascones en Roncesvalles. Estas continuas rebeliones estarían en buena parte motivadas por la diversidad de etnias que encontramos en la población andalusí -mozárabes, beréberes, árabes, sirios, etc.-, pudiendo mantenerse el emir en el poder gracias a la creación de un potente ejército profesional que aumentaba en relación con las necesidades. Los beréberes y los esclavos del norte constituían el núcleo de la milicia. Abd al-Rahman tomó como modelo la administración omeya y desarrolló un importante programa constructivo en el que resalta la edificación de la mezquita de Córdoba, que sería después ampliada por Abd al-Rahman II, Al-Haken II y Almanzor. Le sucedió su hijo Hishem I.
Personaje
Político
Los treinta años que gobernó Abd al-Rahman II el emirato de al-Andalus fueron de prosperidad y cierta calma. Sucedió a su padre al-Hakam I cuando éste falleció en el año 822. Las revueltas de épocas anteriores continuaron en las zonas periféricas, mientras en el centro apreciamos un elevado grado de unidad. Aprovechando las fuerzas destinadas a sofocar estos levantamientos periféricos -encuadrados en las ansias autonomistas de los gobernadores de los territorios fronterizos- se realizaron diversas campañas contra los reinos cristianos del norte. En una de ellas se alcanzó la ciudad de León, que fue saqueada e incendiada mientras que en otra aceifa Barcelona y Gerona fueron sitiadas. Los normandos llegaron a tierras andalusíes en el año 844, atacando Lisboa y Sevilla. Fueron rechazados, pero se llevó a cabo la construcción de un amplia red de atalayas para evitar nuevos ataques. Esta política constructiva indica la eficacia del régimen. Abd al-Rahman II puso en marcha un importante cambio en la administración, inspirándose en el Imperio Sasánida para superar el modelo sirio imperante hasta entonces. Los usos sociales procedentes de Bagdad se impusieron en Córdoba. A pesar de vivir un periodo de calma social, en el año 850 estallaron ciertas convulsiones entre los cristianos, quienes manifestaron su voluntad de mantener su identidad frente a la creciente arabización que se estaba manifestando en la sociedad. Los mozárabes, dirigidos por san Eulogio o Speraindeo, no dudaron en recibir voluntariamente el martirio con tal de mantener su personalidad religiosa. Esta tensión alteró la pacífica convivencia entre ambas comunidades. Muhammad I sucedió a su padre cuando murió en el año 852.
Personaje
Militar
Político
La situación de al-Andalus era tremendamente negativa cuando falleció Abd Allah y designó como sucesor a su nieto Abd Al-Rahman III. Tenía sólo 21 años pero ya había demostrado interesante dotes políticas que pronto puso en marcha desde su nuevo cargo. Las perspectivas no eran favorables al mantenerse la rebelión de Umar, dominar los señores de las Marcas la mayor parte del territorio y manifestarse dos graves peligros externos: el reino cristiano de Asturias en el norte y los fatimíes en la actual Túnez. Su primer objetivo será restablecer el orden interno, dirigiendo varias campañas victoriosas contra Umar. Los partidarios del joven emir controlaban las plazas fuertes y los castillos de la zona rebelde, poniendo fin a la revuelta en el año 928 tras tomar la plaza de Bobastro. Las capitales de las diferentes Marcas cayeron también bajo su órbita. Toledo era tomada en 932, Badajoz dos años antes y Zaragoza en el año 937. Una vez solucionados los problemas internos Abd Al-Rahman III pudo dedicarse con fuerza a detener las incursiones cristianas procedentes del norte. Los primeros éxitos -victoria de Valdejunquera (920) donde se vengaba la derrota de San Esteban de Gormaz de tres años antes y se dominaba la zona sur de Navarra- se vieron alterados por las campañas dirigidas por el rey asturiano Ramiro II, especialmente el enfrentamiento en la batalla de Simancas (939) que cayó del lado cristiano, suponiendo un duro varapalo para los andalusíes. Ramiro extendió sus dominios hasta las cercanías de Salamanca pero la muerte del monarca asturiano en el año 950 motivó que Abd Al-Rahman III impusiera su soberanía a los reyes de León y Navarra y a los condes de Barcelona y Castilla, aprovechando su debilidad. El reconocimiento de la soberanía andalusí iba acompañado del pago de un tributo anual. Otro peligro para al-Andalus procedía del sur donde los fatimíes se habían hecho fuertes. Precisamente la amenaza fatimí motivó que Abd Al-Rahman III tomara los títulos de califa, príncipe de los creyentes y defensor de la religión de Dios en el año 929. Con este cargo reivindicaba la independencia política andalusí frente a una autoridad superior, procediera ésta de Bagdad o de Túnez. Un paso más en el control del norte de Africa será la conquista de las plazas de Melilla, Tánger y Ceuta. Las fronteras del reino manifestaban general tranquilidad lo que motivó el desarrollo económico y la prosperidad. El califa controlaba el poder de manera absoluta e inició contactos diplomáticos con los Estados europeos, especialmente con Bizancio y el emperador Otón I. Dentro de este próspero ambiente destaca la construcción de numerosas obras públicas y monumentos en Córdoba, destacando la edificación de una nueva ciudad residencial para la corte en las cercanías de Córdoba: Madinat al-Zahra. Este periodo de paz y prosperidad será continuado por su sucesor, Al-Hakam II.
Personaje
Político
Las rebeliones marcan el reinado de Abd Allah, sucesor de Almundir al ser ambos hijos de Muhammad I. En Sevilla se enfrentaron miembros de poderosas familias por el poder, al igual que en Granada. Las luchas entre árabes e hispanomusulmanes -llamados muladíes- eran cada vez más enconadas, al considerarse los primeros los únicos dueños del poder que era reclamado por los segundos. De alguna manera el emir intentó mantenerse al margen de las luchas para concentrar toda su fuerza en sofocar la rebelión de Umar ibn Hafsun que ya duraba desde el año 880. Para acabar con la revuelta Umar y Abd Allah alcanzaron un pacto por el que el rebelde se convertía en gobernador de la zona, dependiendo en todo momento de Córdoba. Pero Umar volvió a demostrar que actuaba libremente cuando inició conversaciones con el gobernador de Qayrawuán (actual Túnez) para conseguir apoyo militar y convertirse en emir de al-Andalus. La extensión de los dominios de Umar alcanzaba las actuales provincias de Granada, Jaén y Málaga. La encarnizada lucha con Umar motivó que el rey Alfonso III extendiera sus territorios a costa de las tierras andalusíes, sin poder Abd Allah evitar la expansión cristiana. Bien es cierto que durante la mayor parte de su reinado el poder del emir se reducía a Córdoba y su región circundante, ya que los clanes locales habían ocupado el poder, acercándose a un sistema feudal. Sin resolver el conflicto, Abd Allah falleció designando como sucesor a su nieto Abd al-Rahman III.