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Pieza conservada en el Museo Arqueológico Nacional. Las cerámicas domésticas, sin decoración, con formas pensadas para cocer los alimentos y servir las mesas más pobres, constituyeron, sin duda, el mayor volumen de producción de los alfares romanos. Se hicieron en todo el territorio del imperio, y sus formas o decoraciones recuerdan, a veces, a las cerámicas locales prerromanas; en otras ocasiones imitan cerámicas de más calidad o recipientes de vidrio y bronce, ya que, en las casas donde éstos no se podían adquirir, eran sustituidos por estas piezas más modestas. No exigían una cualificación especial de los talleres y su mercado era normalmente regional.
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Entre los productos comerciales que los romanos consiguieron elaborar de forma industrial y distribuir por todos los mercados de su imperio, destacan los de vidrio. Durante el siglo I d.C. el dominio de la técnica del vidrio soplado sustituyó a los más rudimentarios métodos tradicionales. Los romanos consiguieron, gracias a esta técnica, fabricar muchas más piezas en menos tiempo, abaratando el coste de producción y, en consecuencia, reduciendo el precio de venta. Lograron, además, diseñar formas mucho más variadas, mucho más grandes y de mayor capacidad. Esta pieza se puede ver en el Museo Arqueológico Nacional. La técnica del vidrio soplado permitió fabricar piezas de formas diversas y de gran tamaño, dar un perfil regular a las piezas y producirlas en serie gracias al molde, crear nuevos tipos y decorar sus superficies con finos motivos en relieve. Su producción masiva y de bajo coste facilitó que el vidrio, que antes era un producto de lujo, llegase ahora a todas las capas de la sociedad. El vidrio se aplicó a la producción de recipientes y objetos de muy distintos usos. La utilización funeraria de las urnas de vidrio con forma globular y tapadera se deduce de su aparición en tumbas y de la similitud con otros recipientes contemporáneos, realizados en cerámica o metal, que tenían el mismo uso. Estos mismos criterios han permitido hacer una clasificación funcional de los vidrios romanos, dedicados unos al servicio de mesa (jarritas, vasos, cuencos, tazas y platos), al adorno femenino (collares de cuentas, anillos o pulseras) y a su arreglo personal (ungüentarios para guardar los perfumes y aceites, y cajitas para polvos cosméticos o joyas). Este conjunto de piezas se conserva en el Museo Arqueológico Nacional.