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Otro de los "funnies" de Hobart, que permitieron traspasar las defensas alemanas en Normandía durante el Día-D, fue este carro Churchill con dispositivos propios de los ingenieros, en este caso un elemento de puente SBG. Los vehículos AVRE -"Armoured Vehicle Royal Engineers", vehículos blindados de los ingenieros reales-, fue, junto a otras variantes -AVRE Churchill, Churchill AVRE bobbin, Crab, Churchill Crocodile, etc.- fueron indispensables para el avance de las tropas de infantería aliadas por las playas de Normandía. En definitiva, se trataba del casco de un carro Churchill adaptado para transportar un elemento de puente, con un peso de 40 toneladas, que se podía tender en 30 segundos a través de un vado de 9,10 metros de amplitud, o bien superar un obstáculo de hasta 4,55 m. de altura.
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El objetivo de este carro era acondicionar el terreno, sobre todo cuando presentaba circunstancias especiales, para que otros carros y vehículos pudieran circular. Para lograr este objetivo se recurrió a una antigua técnica basada en cubrir los huecos y obstáculos con haces de maleza y de arpillera que se extendían al paso del carro mediante un rodillo. El mecanismo consistía en colocar sobre el frontal de un Churchill Avre Standar una serie de aparatos. Con la denominada Bobbin Carpet cubría con una estera de arpillera zonas de difícil acceso para facilitar el paso de los soldados. En 1942 realiza su primera aparición en Dieppe.
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Entre los diversos tipo de vehículos blindados que fabricaron los aliados para penetrar en las defensas alemanas en Normandía, uno de los más llamativos es el Crocodile. En definitiva, se trata de una conversión en lanzallamas del Churchill, montando en una casamata, en lugar de la ametralladora, un tubo por el que se expulsaba la llama. Esta podía alcanzar los 110 metros de distancia. El remolque puede transportar hasta 1.818 litros de líquido inflamable. La presión que ejercía el nitrógeno comprimido permitía impulsar el líquido desde el depósito del remolque hasta la lanza.
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Londres había llevado al continente poco más de 300 aviones, en su mayoría anticuados, guardándose más de 600 modernos cazas, Hurricane y Spitfire, para su autodefensa. En la tarde del 16 de mayo llegó el primer ministro británico Winston Churchill a París. Se reunió inmediatamente con el primer ministro francés, Reynaud, el ministro de Defensa, Daladier, y el general Gamelin. Según Churchill cuenta en sus memorias, el general necesitó pocos minutos para resumirle la situación cuando le preguntó el británico dónde estaban las reservas, dónde la masa de maniobra. Gamelin respondió: "ya no existen". Los cuatro hombres se empeñaron luego en una tensa discusión en la que los franceses trataron de convencer al británico para que arrojase a la batalla toda su aviación. Este estuvo totalmente en contra, alegando que las islas precisaban aquellos aviones para su propia defensa. La entrevista terminó a la una de la madrugada, con Churchíll dramatizando sobre el futuro de la guerra y asegurando que continuaría la lucha desde Gran Bretaña si Francia abandonaba y, si los alemanes pusieran el pie en las islas, seguiría luchando desde el Canadá. En la práctica, los franceses lograron que Churchíll enviara al continente 10 escuadrones de cazas -270 aviones- y que sus bombarderos dejasen de castigar al Rhur y atacasen las concentraciones alemanas. Ese mismo día, entre los papeles de un coronel alemán herido y capturado, hallaron los franceses que el destino de la riada de tanques era Abbevílle y Arrás... Pero cuando los papeles fueron vistos y analizados ya era bien entrado en día 17: demasiado tarde para reaccionar. El día 15 se había rendido Holanda y el VII Ejército -que hubiera podido servir como reserva- recibía ya de frente a los alemanes. La única reacción francesa ante el tremendo boquete abierto en su dispositivo fue organizar tres nuevos ejércitos y situarlos en el Somme, tratando de evitar que los alemanes girarán hacía su izquierda. Esa maniobra, modesta y puramente defensiva, causó gravé alarma en Berlín y gran impresión en el general Kleist, jefe superior de las cuñas blindadas que dirigían Guderian y Reinhardt, tanto que hubo algunos parones en el empuje alemán y agrias discusiones entre Kleist y Guderian, que deseaba avanzar sin un solo retraso. Guderian llegó a presentar la dimisión y sólo la intervención de un jefe superior, von List, comandante del XII Ejército alemán, zanjó el asunto, ordenando a Guderian que obedeciera las órdenes de Kleist, pero permitiéndole que siguiera en operaciones exploratorias, que el jefe de los carros aprovechó para cruzar el Oise y tomar Peronne el día 19, en un fulgurante avance de 50 kilómetros en día y medio. Más a la derecha, en el Sambre, Rommel se apuntaba otra acción espectacular. Al anochecer el 16 de mayo, se lanzó a través de la frontera belga-francesa sobre una débil posición cerrojo montada por dos divisiones de infantería y una de caballería. Logró abrirse camino y, en una sonada marcha nocturna avanzó 50 kilómetros, alcanzando la población de Le Cateau, en el Sambre, que atravesó sobre los puentes intactos. Su acción desintegró lo poco que del X Ejército francés quedaba y capturó varios millares de prisioneros.
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La elección de Normandía como escenario para el desembarco de los Aliados en Europa estuvo precedida de vivas discusiones entre los altos mandos angloamericanos. Churchill prefería que el desembarco se produjera en los Balcanes o en Istria, "para poder encontrar al Ejército Rojo lo más al este posible". Roosevelt, sin embargo, prefirió la costa atlántica francesa y, al final, convenció también a los ingleses para que aceptaran su opinión. ¿Quién tenía razón? He aquí una declaración inédita de Arnold Toynbee, historiador británico: "Los americanos fueron criticados por no haberse concentrado en la ocupación de los territorios de la Europa oriental para impedir a los rusos avanzar hacia el Oeste. Yo creo que esto era sólo una ilusión. Tengo dos observaciones que hacer a este respecto: primera, el presidente Roosevelt, que sentía verdaderamente el pulso de los americanos (...) pensó que podría conseguir persuadir a los americanos para abrir un frente militar en la costa del Atlántico para atacar a los alemanes, pero no para participar en una guerra en el oriente europeo ya que, en aquella época, la Europa oriental estaba completamente fuera del horizonte de los americanos (...). En segunda lugar, mientras Alemania permaneciera imbatida, los aliados tenían que mantener buenas relaciones con Rusia, por lo que era necesario ponerse de acuerdo con ellos sobre la repartición de las zonas de ocupación, acuerdo al que llegaron en Teherán. En efecto, cuando se produjo la derrota alemana, los americanos avanzaron más allá de la línea acordada y, dado que la línea ya había sido preestablecida, estos se retiraron primero de Checoslovaquia y después de la Alemania oriental hasta la línea pactada con los rusos en Teherán. Por tanto, no creo que hubiera habido grandes diferencias si los aliados se hubieran concentrado en los Balcanes y hubieran ocupado gran parte del territorio de la Europa oriental (...). Creo que los aliados han tenido sus razones para hacer lo que han hecho, es decir, abrir un frente en Normandía y no concentrar sus fuerzas en los Balcanes".
Personaje Político
Hijo de lord Randolph Churchill y de la norteamericana Jennie Jerome, nació en el Palacio de Blenheim en 1874, propiedad de su abuelo, séptimo duque de Marlborough. En su autobiografía describe su infancia como una época de bienestar y felicidad, cuidado con mimo por su madre, sólo turbada por su ingreso en un internado en Ascot. Posiblemente el alejamiento de su hogar influyera en sus malas calificaciones y en su conducta rebelde, pues el joven Churchill era objeto de frecuentes castigos y despreciaba el estudio. Su escaso interés por los estudios continuó posteriormente, pues al ingresar en la escuela de Harrow fue incluido en el grupo de alumnos con menor nivel académico. En el mismo sentido, suspendió dos veces su examen de ingreso en la Academia Militar de Sandhurst, si bien en la tercera ocasión en que lo intentó sí logro aprobarlo. En esta institución, Churchill experimentó una profunda transformación en su conducta, pues comenzó a manifestarse como un joven disciplinado y trabajador, que pronto comenzó a descollar entre sus compañeros. Posteriormente ingreso en el Cuarto de Húsares, uno de los más famosos regimientos del ejército británico, con los que combatió en Cuba, la India y el Sudán, aprendiendo lecciones prácticas que muy bien hubieron de servirle más adelante cuando, siendo ya Primer Ministro, hubo de dirigir al país durante la II Guerra Mundial. Su entrada en política se produce en 1898, tras abandonar el ejército y solicitar el ingreso en el Partido Conservador. Un año más tarde se presenta sin éxito a sus primeros comicios, por lo que decide marchar a Sudáfrica como corresponsal del diario Morning Post en la guerra de los boers. Una peripecia en principio desafortunada le será favorable: es hecho prisionero y trasladado a Pretoria, pero logra escapar recorriendo cuatrocientos kilómetros y regresa a Inglaterra como un héroe, siendo su nombre reflejado en la primera plana de todos los periódicos. Un año más tarde repite su experiencia electoral anterior, y, esta vez sí, obtiene la tan deseada acta de diputado. Tiene veintiséis años y una demoledora carrera política por delante. Como Parlamentario, destacó por su oratoria y su despliegue de buen humor, pero su carácter independiente no tardó en granjearle algunas enemistades, incluso entre sus compañeros de partido. Con ello, Churchill se aseguraba una buena dosis de publicidad, pues sus alocuciones eran esperadas a causa de su tono polémico y controvertido. Nombrado subsecretario de Colonias y ministro de Comercio en un gobierno liberal, hizo gala de sus grandes dotes para interpretar la realidad y prevenir acontecimientos posteriores. Así, sus previsiones sobre el desencadenamiento de la I Guerra Mundial y el curso que habría de tomar, despreciadas por los militares, se fueron cumpliendo paulatinamente y le ganaron fama de dirigente sensato y capaz. Tras ser nombrado lord del Almirantazgo, dedicó su esfuerzo a modernizar la armada británica, promoviendo la sustitución del carbón por el petróleo como combustible y mandando instalar grandes cañones en todos los buques. Inició también la puesta en marcha de un grupo de aviación y fomentó la creación de los primeros tanques ingleses, destinados a combatir el tremendo potencial alemán. Preludio de lo que acontecerá en el futuro, final de la contienda hará que Churchill sea alejado del primer plano de la vida política. En 1924 regresa a las filas conservadoras y, un año más tarde, se encarga de la cartera de Hacienda del gobierno de Baldwin, precisamente en una época en la que la crisis económica se instalará en Inglaterra. Los tumultos se suceden, las huelgas se multiplican y los malos resultados económicos provocan su enfrentamiento con lo miembros de su propio partido, quienes critican su conservadurismo a ultranza. Acosado, decide retirarse de la política (1929) y dedicarse a escribir y a la pintura, bajo el seudónimo de Charles Morin, cosechando algunas críticas como la de Picasso. Aunque alejado de la primera fila política, no abandonó su escaño en el Parlamento, aunque se estrella y capacidad de influencia parecía haber decaído definitivamente. El ascenso de Hitler al poder en Alemania y el subsiguiente apogeo de los fascismos en Europa fue ocasión para que Churchill comenzara a recuperar el protagonismo perdido, pues empezó a realizar intervenciones en las que advertía del peligro nazi y de la necesidad de preparar a Inglaterra para la lucha. Muchas veces sus intervenciones no fueron bien entendidas por la confiada Gran Bretaña, hasta que la firma en 1938 del Acuerdo de Munich, mediante el cual Inglaterra y Francia eran obligadas a ceder ante Alemania, hizo ver a muchos la capacidad de anticipación de que Churchill había hecho gala. Tras la invasión de Polonia por parte de Alemania el 1 de septiembre de 1939, Francia e Inglaterra declararon la guerra al Estado nazi y Churchill fue puesto de nuevo al frente del Almirantazgo británico. Aclamado en su reingreso al Parlamento, las malas perspectivas que el desarrollo de la contienda parecían deparar a Inglaterra, hicieron que fuera nombrado Primer Ministro el 10 de mayo de 1940. Su discurso, una nueva premonición acertada, ofrecía "sangre, sudor y lágrimas", al mismo tiempo que exigía el sacrificio del pueblo inglés para vencer la Guerra. Desde su puesto, organizó una eficaz política de resistencia ante la adversidad, como la carencia de alimentos, los ataques alemanes o las muertes en combate. Sin duda, fue uno de los elementos que permitieron mantener alta la moral del pueblo británico en las horas más bajas, como cuando Londres era bombardeado y amenazado de invasión por las tropas alemanas. En respuesta, Churchill creó un gobierno de unidad nacional, eliminando las diferencias partidistas, y creó el ministerio de Defensa para racionalizar el esfuerzo bélico. Acosada Francia, Gran Bretaña quedaba en solitario frente al poderoso ejército alemán, por lo que los esfuerzos de Churchill se encaminaron a conseguir la entrada en guerra de la Unión Soviética, que había firmado un pacto de no agresión con Alemania, y de Estados Unidos, reacios a intervenir en un conflicto lejano y no bien entendido de principio. Ambos objetivos se cumplieron, manteniendo reuniones con sus ya aliados Stalin y Roosevelt. Al mismo tiempo, desplegó un vigor y capacidad de trabajo inagotables, dedicando a la dirección del país hasta dieciséis horas diarias y transmitiendo coraje y entrega al resto de la nación. Ganada la guerra, el mismo día de la victoria inglesa fue objeto en el Parlamento de la más grande ovación nunca producida en ese lugar. Sin embargo, apenas dos meses después fue derrotado en las siguientes elecciones, probablemente porque los votantes valoraron las aptitudes de Churchill para dirigir y gestionar un país en guerra, eligiendo otro tipo de política para tiempos de paz. Continuó como jefe de la oposición, siendo el primero en acuñar el término "telón de acero" para subrayar la división de Europa en dos partes -comunista y capitalista- y abogando por la creación de unos Estados Unidos de Europa. En 1951 regresó al cargo de Primer Ministro tras la victoria conservadora, siendo dos años más tarde premiado con el Nobel de Literatura por su obra Memorias sobre la Segunda Guerra Mundial. Dimitió de su cargo en abril de 1955, sintiéndose ya viejo y cansado, tras ser nombrado por Isabel II Caballero de la Jarretera y rechazar su nombramiento nobiliario a fin de seguir siendo miembro de la Cámara de los Comunes. Reelegido en 1959, rechazó presentarse a las elecciones de 1964. Falleció el 24 de enero de 1965, siendo recordado como el gobernante británico más trascendental del siglo XX y uno de los más importantes a nivel mundial.
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Vehículo especial de ingenieros usado por las tropas británicas durante la campaña de Italia, estaba construido sobre el casco de un Mk IV, en el que la torreta normal fue sustituida por una torreta fija, con un cañón falso y dos escotillas. Además incorporaba una polea frontal con capacidad para elevar 7.500 kilos de peso y otra posterior preparada para 15.000 kilos. Llevaba además un cabrestante de dos velocidades, con capacidad para arrastrar 25 toneladas.
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La guerra de trincheras hizo necesaria la construcción de este proyecto en 1939. Pesado, lento y con un fuerte blindaje fueron las tres premisas iniciales que determinaron su diseño. No obstante, en la fabricación del prototipo se logró reducir el blindaje. Debido a ciertos problemas y, sobre todo, a la derrota que sufrió en Dieppe en 1942, no se volvió a utilizar en el frente hasta 1943. Pese a sus deficiencias y escasa fiabilidad fue uno de los carros con mayor eficacia en terrenos difíciles. Su presencia fue absoluta en el norte de Africa. Del prototipo inicial surgieron otras variantes como el lanzallamas o lanzapuentes. No se retiró hasta los años sesenta.