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Los campesinos en su ambiente fueron la especialidad de los hermanos Le Nain, como podemos ver si comparamos este cuadro con uno de similar aspecto, La Carreta. Los hermanos Le Nain plantean en sus cuadros figuras aisladas, sin relación entre ellas, silenciosas y de rostros tranquilos. No hay crítica social ni reivindicación alguna, sino más bien una exaltación a la vida placentera de aquéllos que viven en el límite de la pobreza sin otras preocupaciones, desde un punto de vista burgués de nivel medio-alto. Este tipo de escenas tuvo mucho éxito en su época, en contraste con la exuberancia y la sensualidad general del Barroco.
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Durante la estancia de Vincent en la galería Goupil & Cie. pudo contemplar algunas obras de Millet, pintor por el que sintió profunda admiración llegando a considerar que había hecho más por la modernidad de la pintura francesa que el propio Manet. Las imágenes campesinas que Millet realizó servirán de inspiración al joven Van Gogh durante sus primeros años, surgiendo escenas de gran belleza como los Recolectores de leña en la nieve o estos campesinos en plena labor. Vincent elimina cualquier elemento anecdótico para presentar la dureza de su trabajo, criticando las injusticias de la sociedad. Siguiendo la filosofía del Realismo, el artista debe denunciar en sus obras aquellos aspectos sociales con las que no se identifique, eliminándose la idea del artista como un parásito social. Van Gogh nos presenta a siete figurillas en sus respectivas labores ante un inmenso sembrado. Ninguno de los personajes sobrepasa la línea del horizonte, la zona más clara de la composición obtenida con tonalidades blanquecinas y azuladas. En la zona inferior abundan los colores oscuros característicos de las vestimentas de los campesinos, reforzando el sufrimiento de estas gentes. El color es aplicado con contundencia, empastando el lienzo con largos toques de pincel que apenas otorgan importancia a los detalles, eliminando todos los elementos superfluos para interesarse por el mensaje.
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Los temas campesinos siempre atrajeron a Van Gogh, tomando como referencia las obras de Millet. En esta obra que contemplamos encontramos una evocación de su etapa de Nuenen, protagonizada por las labores rurales pero incorporando nuevos conceptos cromáticos partiendo del Impresionismo; así los colores se hacen más vivos, las sombras coloreadas y la pincelada más rápida y vigorosa. En definitiva, la evolución de Van Gogh se pone de manifiesto si comparamos este trabajo con cualquiera de sus obras de Nuenen.
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Junto al Hombre herido y otros retratos - entre ellos el de Berlioz - Courbet presentó al Salón de 1850 el lienzo titulado los Campesinos de Flagey regresando de la feria en el que una temática cotidiana y popular se eleva a acontecimiento casi histórico. El padre del pintor protagoniza el lienzo subido al caballo, en el centro de una composición realizada en planos paralelos que se alejan en profundidad. Resulta curioso que la perspectiva del camino difiera de la que siguen las figuras por lo que se crea una sensación irreal, como si las figuras estuvieran pegadas a un fondo plano. Desconocemos si este error es asumido por el artista en su afán de provocar a la crítica, de la misma manera que presenta una visión del mundo rural tosca, alejada de las idealizaciones a que estaban acostumbrados en París, pero con unas dosis de absoluta veracidad; las figuras de los campesinos son auténticas, muestran el cansancio en sus rostros. La escena tiene lugar a la caída de la tarde, creando unos efectos lumínicos que recuerdan a Caravaggio. Proudhon, amigo de Courbet, dijo cuando contempló el cuadro: "allí está la Francia rural... lo que caracteriza a nuestro pueblo" reivindicando una forma de vida destinada a desaparecer. Courbet retocó el lienzo original para enviarlo a la Exposición Universal de 1855, añadiendo el hombre que aparece en primer plano fumando en pipa y sujetando al cerdo para equilibrar la perspectiva, según reconoció el propio maestro.
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La admiración por la obra de Millet llevará a Vincent a realizar numerosas obras donde los campesinos son los protagonistas, ejecutando sus tareas más duras como en esta ocasión. De esta manera el pintor pretende dignificar su labor, hacer de ellos auténticos héroes enlazando con la filosofía anarquista y socialista que se imponía entre los trabajadores en los años finales del siglo XIX. Los dos personajes nos dan la espalda, embelesados en su trabajo, ante un cielo azulado que indica la estación primaveral en la que nos encontramos. Las tonalidades amarillas empiezan a ocupar un importante lugar en la composición, color del que llegó Vincent a exclamar su hermosura en alguna carta a su hermano Theo. La factura utilizada por el artista es muy empastada, trabajando a base de largos toques de pincel con los que organiza la composición, sin necesidad de un dibujo preparatorio.
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Valeriano Domínguez Bécquer es el hermano del conocido poeta romántico, Gustavo Adolfo. Inició su carrera como pintor en el taller de su tío en Sevilla, desde donde se trasladó a Madrid, en busca de horizontes más amplios. Valeriano se dedicó en pleno Romanticismo a la pintura de costumbres, en especial aquella que recoge el folklore de las provincias del interior, con sus trajes, sus fiestas típicas y su gastronomía. Este cuadro en concreto lo donó el artista al recibir una pensión estatal con la cual mantenerse, puesto que estaba enfermo.