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El ejemplar más típico y mejor conservado en Roma misma de un templo tardorrepublicano, es precisamente el de Portunus, errónea pero popularmente llamado de la Fortuna Viril, cuando su titular era aquel Portunus, el dios de la puerta de la casa, de tanta importancia en el hogar y en el matrimonio ritual romano (por lo mucho que de él dependía la felicidad de los cónyuges). El templo se remontaba al siglo IV, pero hubo de ser rehecho totalmente como consecuencia de la remodelación de aquella zona durante el siglo II a. C. Su construcción debió de iniciarse a fines del siglo II y de continuar hasta mediados del siglo I, pues en este período empiezan a emplearse en Roma el travertino, la caliza fina de Tibur que aún hoy se utiliza mucho, y el tufo o toba rojiza del Anio. De travertino son las seis columnas jónicas de basa ática del pórtico y las basas y capiteles de las cinco semicolumnas de cada lado de la cella (los fustes de aquéllas y las paredes de ésta, en toba del Anio). Una capa de estuco pintado lo revestía e igualaba todo. De estuco también eran los relieves de candelabros y guirnaldas del friso, coronado por una cornisa denticular y un cimacio lésbico. Las cabezas de león (canecillos) de las cornisas laterales se conservan relativamente bien. El edificio es, en esencia, un templo itálico, con pórtico hexástilo en su primer tercio (dos intercolumnios) y cella en los otros dos tercios. El podio, la escalinata frontal (de reconstrucción moderna) y el pórtico profundo, le imponen la orientación unilateral característica. Otra cosa es el templo griego, abierto por los cuatro costados e indiferente a su entorno. El arquitecto, seguramente griego, cumplía con el ritual romano y quedaba en libertad de revestir el edificio del refinamiento de un jónico impecable.
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El templo se remontaba al siglo IV, pero hubo de ser rehecho totalmente como consecuencia de la remodelación de aquella zona durante el siglo II a. C. Su construcción debió de iniciarse a fines del siglo II y de continuar hasta mediados del siglo I, pues en este período empiezan a emplearse en Roma el travertino, la caliza fina de Tibur que aún hoy se utiliza mucho, y el tufo o toba rojiza del Anio.
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Este templo es uno de los monumentos más importantes de Kamakura. Su edificación data de 1603 y fue realizada por Minamoto Yoriyoshi en honor a Hachiman, el dios de la guerra. Fue considerado el "templo de la familia" mientras la saga Minamoto estuvo en el Shogunato de Kamakura.
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Lo más definitorio, a primera vista, del arte Hoysala es el material, un esquisto clorítico de gran finura y fácil de trabajar en cantera, pero que se endurece conforme se airea resultando una superficie lisa y tersa muy parecida a la del basalto; es de un color grisáceo con matiz verde-azulado, pero cuando se moja se convierte en un negro brillante de reflejo metálico. Otra característica Hoysala es un exhaustivo tratamiento escultórico sobre cualquier superficie, que abunda en la impresión de que el templo parezca una pieza de orfebrería pasada a gran formato. Las figuras de dioses, hombres y animales se entremezclan con guirnaldas de flores y retículas geométricas, con tanto horror vacui que el templo parece hormiguear de. personajes y motivos decorativos.
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Del mismo estilo que el templo de Edfú, el templo de Kom Ombo tiene, sin embargo, proporciones muy distintas: es un poco más ancho (61,80 m) y muchísimo más corto (83,50). El pílono, más estrecho y apenas conservado, y el patio reducido a menos de la mitad, como si lo hubiesen cortado, determinan la reducción de la longitud del edificio, y en cambio el hecho de ser éste un templo doble o geminado, con dos santuarios y dos vías procesionales de acceso a los mismos, obligó a dar al conjunto mayor anchura. Las divinidades veneradas eran dos: Haroeris, de figura de hombre con cabeza de halcón-gorrión, y Sobek, la diosa con cabeza de cocodrilo. Esta imagen corresponde a una de las dos salas hipóstilas que tenía el templo, una de ellas con capiteles campaniformes, la otra compuestos.
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La planta del templo de Dendera se parece mucho a la de Edfú con la diferencia de que aquél nunca llegó a tener el patio porticado y el pílono monumental que anteceden a éste. De modo que hoy se llega directamente a un estupendo pronaos, cerrado hasta media altura de las columnas por los muros habituales en los intercolumnios de la época. Levantando la vista hacia la cornisa, se distingue en ella una inscripción en griego que nos dice que el constructor de la fachada fue el emperador Tiberio. Esto significa que hasta época de Augusto, el templo tenía como vestíbulo la llamada Sala de la Aparición, situada a continuación y sustentada en seis columnas con capiteles dactiliformes con dados hathóricos. Estos capiteles se pusieron de moda entonces y el arquitecto de los Julio-Claudios disfrutó colocando veinticuatro de ellos, con cuatro cabezas hathóricas cada uno, en los enormes capiteles del pronaos. El templo de Hathor no está orientado hacia el este, como de costumbre, porque en esta zona el Nilo corre de este a oeste y no de sur a norte, de modo que el arquitecto se atuvo en este punto a lo que en la práctica se venía haciendo: enfilar el curso del Nilo, aunque a la hora de hablar de los ritos, el lado norte fuese el lado oriental, y el sur, donde se levantó el templo de Isis, el lado oeste. En los relieves del pronaos están representados como faraones todos los miembros de la dinastía reinante en Roma, sobre todo Nerón, que debió ser el que dio remate a la obra. En las cartelas de la puerta de la muralla exterior del recinto se cita a Domiciano y a Trajano (a éste con los "cognomina" de Germánico y Dácico), pero no se sabe que estos dos hayan hecho nada en el templo de Hathor. Uno de los mayores encantos de este templo es su aire de misterio, perceptible ya en el sombrío pronaos y que se va haciendo más sensible conforme uno se adentra en el santuario y en las muchas cámaras anejas. En la terraza se eleva un quiosco sustentado en doce columnas de preciosos capiteles hathóricos. Hasta aquí arriba se traía el día de Año Nuevo la estatua de Hathor, custodiada en el naos, para la ceremonia de su Unión al Disco, que consistía en desvelarla y ponerla en contacto con el sol naciente. Los sacerdotes, rapados y vestidos de blanco, la transportaban en andas por las escaleras, cuyos relieves representan al rey y a su séquito de sacerdotes subiendo y bajando por ellas en procesión.
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La planta del templo de Dendera se parece mucho a la de Edfú con la diferencia de que aquél nunca llegó a tener el patio porticado y el pílono monumental que anteceden a éste. De modo que hoy se llega directamente a un estupendo pronaos, cerrado hasta media altura de las columnas por los muros habituales en los intercolumnios de la época.
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Durante los años que Hatshepsut ocupó el cargo de regente de Tutmosis III levantó este singular edificio, inspirado en el que allí mismo erigiera cinco siglos antes su antecesor Mentuhotep. El emplazamiento de este templo es el más grande circo de la montaña tebana, compenetrándose la arquitectura con el paisaje.