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Iniciado en 1750, es la última obra importante de Cuvilliés. La decoración rococó que se desarrolla, por ejemplo, en el parisino hôtel de Soubise, se lleva en el Teatro de la Residencia de Munich a la exasperación, alejándose de la contención que había caracterizado al mundo francés. Las columnas se sustituyen por palmeras que parecen inclinarse con el viento.
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Iniciado en 1750, es la última obra importante de Cuvilliés. La decoración rococó que se desarrolla, por ejemplo, en el parisino hôtel de Soubise, se lleva aquí a la exasperación, alejándose de la contención que había caracterizado al mundo francés. Las columnas se sustituyen por palmeras que parecen inclinarse con el viento.
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En los años centrales del siglo XIX los principales promotores del género chico decidieron ofrecer al público madrileño un local confortable y moderno junto a la calle de Alcalá. Los arquitectos encargados del proyecto serán Jerónimo de la Gándara y José María Guallart y Sánchez, creando una sala en forma de herradura y tres pisos de palcos, tomando como modelo los edificios italianos, en especial la Scala de Milán. En la fachada encontramos retratos de músicos en sus respectivos medallones. La sala fue inaugurada el día del cumpleaños de la reina Isabel II, el 10 de octubre de 1856. El teatro sufre un incendio en 1909 que destruye todo el recinto, siendo reconstruido por el arquitecto Cesáreo Iradier, volviendo a abrir sus puertas cuatro años más tarde.
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En los años centrales del siglo XIX los principales promotores del género chico decidieron ofrecer al público madrileño un local confortable y moderno junto a la calle de Alcalá. Los arquitectos encargados del proyecto serán Jerónimo de la Gándara y José María Guallart y Sánchez.
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Este teatro, construido con clara influencia helenística, nos muestra las características más comunes en los teatros romanos. Levantado sobre una ladera sin excavar, la escena esta muy desarrollada y frente a ella, la cávea semicircular.
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El momento de mayor esplendor de Leptis Magna, situada en el norte de África, fue bajo el mandato de Septimio Severo. Este teatro, sin embargo fue construido anteriormente con clara influencia helenística, nos muestra las características más comunes en los teatros romanos. Levantado sobre una ladera sin excavar, la escena esta muy desarrollada y frente a ella, la cavea semicircular.
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De los tres teatros existentes en la Roma de Augusto (el de Pompeyo, el de Balbo y el de Marcelo) el único visible en parte hoy en día es el tercero, el más antiguo de los casi doscientos edificios teatrales de época romana que, según cálculos de Alfonso Jiménez, están localizados de una punta a otra del Mediterráneo. Lo inició César, en ejercicio de sana emulación frente al Teatro de Pompeyo, y lo terminó Augusto, a nombre de su sobrino y yerno, Marcelo, entre los años 13 y 11 a. C. Fue un gesto de piedad paternal hacia el príncipe fallecido unos años atrás. Tal y como hoy lo vemos en la vía de su nombre, el Teatro de Marcelo es fruto de una meritoria labor de restauración y liberación de postizos y vecinos indeseables llevada a cabo entre 1926 y 1932. En la fecha de su edificación original, los romanos habían acumulado una experiencia de siglos construyendo teatros y anfiteatros de madera, no sólo en terrenos en cuesta, como los griegos hacían sus teatros, sino en suelo completamente llano, de modo que la construcción de graderíos inclinados, sobre andamios de costillas radiales y ambulacros curvos, no encerraba ya secretos para ellos. Bastó con trasladar sus experiencias al hormigón y a la piedra, para que el edificio teatral en suelo plano, con la escena y la cávea en un solo cuerpo, y no en dos como los griegos lo hacían, pudiera figurar en su palmarés ingenieril. Travertino de la cantera del Barco, cerca de los Baños de Tívoli, es el material de fachada, el mismo que el del Coliseo. Y también como en éste las arquerías se revisten de los órdenes clásicos superpuestos, en este caso el dórico (toscano) abajo y el jónico encima. A partir de aquí la restauración moderna ha respetado la fachada curva del palacio medieval de los Savelli, diseñado a principios del siglo XV por Baldasarre Peruzzi. De este modo el edificio conserva la altura de 32,60 metros, que le había dado el arquitecto romano con una tercera planta en forma de ático ciego con pilastras corintias. La amalgama de arquerías y órdenes superpuestos seguía la tradición republicana del Tabularium y fue aplicada con acierto a las fachadas curvas de teatros y anfiteatros del Imperio cuando ya el dórico y el jónico tenían pocas aplicaciones en la arquitectura imperial, más afecta al corintio y a sus variedades. El teatro reservaba a sus primeros visitantes un escenario que parecía la petrificación de un mural del tercer estilo y que daría la pauta a seguir para muchos teatros imperiales (v. gr. Mérida e Itálica, éste en vías de reconstrucción). El enorme paredón del fondo del escenario se había convertido en una auténtica scaenae frons, ricamente articulada en salientes y nichos, y decorada con órdenes superpuestos de columnas exentas. La parte central, dividida en tres tramos, correspondientes a otras tantas puertas, servía de fondo a la tarima en que se movían los actores, y estaba flanqueada por dos aulas perpendiculares, de cabecera absidada y no visible desde la cávea. Ellas enlazaban la scaenae frons con los extremos del cuerpo del graderío y con la enorme exedra descubierta del porticus post scaenam, en cuyo centro ajardinado se alzaban las dos ediculas que reemplazaron a sendos templos derribados para hacer sitio al teatro, uno de ellos, según Plinio, dedicado a Pietas, el otro no sabemos a quién (Diana?).