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Cañón antiaéreo de corto alcance, semiblindado y que funciona mediante energía eléctrica propia. Su sistema eléctrico recibe corriente de dos baterías de 12 voltios que se cargan por un generador llamado Unidad Auxiliar de Potencia. Su efectivo sistema de defensa antiaérea fue probado en combate durante la Guerra de Yom Kippur, en 1973. Podía ir remolcado por cualquier vehículo, generalmente liviano, a muy corta distancia; también se podía montar sobre un vehículo semi-oruga o cualquier vehículo blindado descubierto.
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Gauguin escribe una carta a su amigo Daniel de Monfreid aludiendo a esta obra: "Acabo de terminar un gran cuadro... una reina desnuda, acostada sobre un tapiz verde... Creo que, por lo que respecta al color, yo nunca había pintado nada de tanta sonoridad". La intención del pintor es representar una Eva, eliminando toda alusión al pecado original por lo que también dice "la Eva tahitiana es muy sutil y muy sabia en medio de su ingenuidad. El enigma escondido en el fondo de sus ojos de niña me resulta incomunicable". Gauguin tenía en mente, cuando realizó esta bella imagen de la noble tahitiana desnuda, la Olimpia de Manet, una obra por la que sentía profunda admiración, incorporando los ineludibles elementos exóticos como el pai-pai o el color oscuro de su piel. Tras unos árboles se puede contemplar el mar, así como otra joven cogiendo frutos de un árbol, dos figuras paseando y un perro. Pero todo el interés se centra en esta Eva, cuya belleza cautiva al espectador, a pesar de las importantes dosis de primitivismo que ha aplicado el artista a su cuerpo. Y es que lo primitivo y lo simbólico serán los principales objetivos de la pintura de Gauguin durante su estancia en la Polinesia.
obra
Una joven tahitiana en una habitación es la protagonista de este lienzo. Gauguin la presenta sentada junto a unas frutas, un sombrero y una tea encendida y humeante. Al fondo contemplamos un perro y un jinete en su caballo, figuras realizadas de manera muy esquemática. El pintor emplea una perspectiva doble y muestra la habitación vista desde arriba y a la muchacha de frente, siguiendo a Degas en esta mezcla de perspectivas. El colorido empleado continúa siendo claro, destacando el malva del fondo que provoca cierto irrealismo en la composición. Ese colorido malva se refleja en el vestido de la pensativa y enojada muchacha, mostrando la influencia impresionista aún presente en Gauguin. Sin embargo, hay que advertir cómo el pintor está interesado en mostrar al espectador el carácter tanto de su modelo como de sí mismo.
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El centro de reunión de la comunidad maorí donde Gauguin vivía en 1892 es el protagonista de este lienzo. Las figuras están muy esbozadas a excepción de las mujeres, que visten llamativos trajes, repitiendo las posturas empleadas en Árbol grande. Los personajes que aparecen en primer plano tienen rostros de ídolos, similares al que aparece en Parau no te Varua Ino. Un hombre de espaldas nos adentra en la composición, de la misma manera que hacían Toulouse-Lautrec o Degas en sus obras. La iluminación y el colorido empleado sugieren perfectamente el interior en el que nos encontramos, creándose incluso un efecto ambiental de gran maestría. Una vez más, Gauguin desea representar la vida cotidiana de sus convecinos en sus diferentes momentos, trabajando o en la casa de los himnos.
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Para realizar esta obra, Gauguin buscó inspiración en los relieves y frescos del templo de Borobudur en Java, indicando la importancia del arte primitivo en el artista, igual que ocurre en Ta matete. Por supuesto, la protagonista del lienzo es una mujer polinesia, en esta ocasión desnuda, representada posiblemente como una Eva a la tahitiana ya que coge una flor con su mano derecha mientras a la altura de su cabeza encontramos un imaginario lagarto con alas rojas. De esta manera, conjuga Gauguin la religión católica con el mundo polinesio; no debemos olvidar la importancia de la religión en la pintura de Gauguin, como atestiguan obras de la talla de El Cristo amarillo, Ia orana María o La visión tras el sermón. La muchacha se recorta sobre un fondo de paisaje tropical en el que abunda el colorido vivo, a base de verdes, amarillos o naranjas. Ciertas desproporciones en las figuras hacen acto de presencia en estas imágenes, observándose aquí en los pies, que otorgan un aspecto de escultura primitiva a la figura. Las líneas ondulantes y la aplicación plana del color traen a la memoria las estampas japonesas que tanto interesaban a los impresionistas.
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Las escenas de la vida cotidiana que antes representara Gauguin en obras como Hombre con un hacha o Ta matete son sustituidas en estos años finales del siglo XIX por otras llenas de imágenes rituales que recuerdan la estancia bretona y La visión tras el sermón. Las figuras son totalmente estáticas al inspirarse en las estatuas del templo de Borobudur en Java que tanto impresionaron al artista por su contenido primitivo. Son figuras planas, ausentes y aisladas entre sí, como pegadas al fondo rojizo, tratándolas como calcomanías. Tras ellas observamos a un ídolo que preside la ceremonia mística que para los indígenas suponía tener el agua deliciosa a sus pies. La mujer desnuda se convierte una vez más en la fuente de inspiración de Gauguin, como ocurre en numerosas ocasiones - Never more entre otras - aunque estas mujeres no estén exentas de cierta desproporción que anticipa el periodo primitivista de Picasso.
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Posiblemente nos encontremos ante una de las obras más enigmáticas de Gauguin. En ella hay dos figuras femeninas sentadas en posturas diferentes. Junto a ellas, y en primer plano, un bebé dormido en una canastilla y un perro. La escena se desarrolla en una habitación con frisos escultóricos decorativos, apreciándose una puerta abierta a un paisaje con un jinete. Sería lógico pensar que el artista desea reflejar en este lienzo sus sentimientos de tristeza y melancolía que en ese año de 1897 le llevarían a intentar quitarse la vida. La gama de tonos grises y oscuros empleada puede avalar esta hipótesis mientras que la puerta abierta con el vivo paisaje sugeriría un halo de esperanza. Los frisos que decoran la estancia están inspirados en los relieves del templo de Borobudur en Java que significaron para el pintor el descubrimiento de lo primitivo que llevaba tanto tiempo buscando.
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Igual que en Ia Orana María, Gauguin une en esta obra la temática polinesia con la cristiana, recuperando sus temas simbólicos. La figura femenina está tumbada en una cama - elemento típico de la civilización europea - mientras que al fondo observamos a dos mujeres con un niño y un típico establo europeo. De esta manera, el artista alude a las dos civilizaciones - europea y polinesia - en las que ha pasado su vida y que han influido en su personalidad. Algunos especialistas interpretan la composición como un homenaje al nacimiento de una niña habida con Pahura, una indígena de 14 años que convivía con el pintor en 1896. La pequeña falleció al poco tiempo y por eso la sostendría en el lienzo una figura encapuchada de negro. Podría utilizar esa similitud para recordar que Cristo murió para redimir a la Humanidad, apareciendo su destino ligado a su nacimiento. La unión entre la vida y la muerte será una obsesión para Gauguin y más en estos momentos tan bajos en los que se encuentra en el año 1896, pasando tres meses hospitalizado. La Olimpia de Manet - de la que Gauguin poseía una fotografía - sería la fuente artística en la que se inspiró a la hora de realizar esta figura desnuda junto a una mujer y un gato. Esa misma influencia también se encuentra en Never more o La pérdida de la virginidad. El vivo colorido sigue entusiasmando al artista, en contraste con la piel tostada de las figuras nativas. La pincelada suelta sería otra de las características de esta imagen así como la silueta marcada de las figuras, inspirada en el "cloisonnisme". Lo primitivo y lo simbólico vuelven a estar presentes en una obra de Gauguin.
Personaje
Político
La tiranía trajo a la ciudad de Megara la paz y la prosperidad. Teágenes fue el promotor de este sistema político lo que provocó que su yerno Cilón intentase imponer una tiranía en Atenas con su ayuda.