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obra
En la primavera de 1882 Vincent está en La Haya intentando olvidar el segundo rechazo amoroso con su prima Kee Vos. Vive con una prostituta embarazada llamada Sien Hoornik y se aloja en el arrabal de la ciudad. En el mes de junio tendrá que pasarse un par de semanas en el hospital para curarse de una gonorrea. Esta es la situación en la que Van Gogh está viviendo sus primeros pasos artísticos, interesado por captar todo aquello que le rodea como este taller que se contemplaba desde la habitación en la que vivía. En primer plano apreciamos los patios de las viviendas, repleto de ropa tendida uno de ellos. Dos mujeres completan el espacio mientras una tercera se introduce en el barracón. Los trabajadores de la carpintería se afanan en su labor mientras que un hombre camina entre los árboles al fondo. Las lecciones de perspectiva y dibujo tomadas con su tío Anton Mauve están dando resultado como se pone de manifiesto en la sensación de profundidad alcanzada o la minuciosidad y firmeza de los trazos. El interés de Vincent por mostrar su mundo es apreciable ya en estas primeras obras, manteniéndose a lo largo de toda su producción.
obra
Representación del taller de un orfebre, de finales del siglo XIV. Se trata de un detalle del retablo de los Santos Juanes, procedente de Santa Coloma de Queralt.
contexto
A fines del siglo XII, seguramente debido a la iniciativa del obispo Pedro El Parisino, nacido en Olite, se produce la apertura del Taller de Pamplona. Coincide con un momento de gran esplendor, subrayado por la construcción de la catedral y el claustro románicos. Aquí trabajan grabadores, esmaltadores, fundidores, carpinteros, metalúrgicos, etc., que utilizan cobre, oro, cristal de roca, esmaltes, etc. Esto implica la importación de productos de diversas procedencias, así como la confluencia de corrientes artísticas, básicamente la hispana y la lemosina. La obra más importante es el Frontal del Santuario de San Miguel in Excelsis en Aralar (Navarra). Se trata de uno de los ejemplos más notables de este tipo de obras románicas que nos ha llegado, a pesar de los avatares sufridos. En 1765 fue transformado en retablo. En la inscripción de la base, se señala su traslado desde el Santuario a Pamplona donde se restauró: "En este precioso Retablo de Laminas de metal dorado, y Esmaltado con su Ymagen de la Virgen del Sagrario de la Cathedral de Pamplona, a que es anexo este Sanctuario de San Miguel, estubo antiguamente en la obscuridad de su Capilla, de donde se sacó, se limpió en Pamplona, y para que su vista mueba a devoción, fué colocado assi en esta Capilla maior, en el año 1765". Después del robo ocurrido en 1979, fue recuperado, en parte, en Roma y París, en 1981, y reconstruido en Pamplona al año siguiente. Su estructura, como es obvio, ha variado con las restauraciones. En origen, debió ser de forma rectangular. En el marco debían encontrarse repartidas las piezas que se reagruparon sobre el frontón del nuevo retablo. La composición está presidida por la Virgen con el Niño, en trono majestad. Sentada sobre un cojín en el arco iris, apoya sus pies, cubiertos con borceguíes, en un subpedaneo. Su cabeza, aplicada en relieve, está envuelta en una toca que se aprecia bajo la corona. El Niño, sentado sobre sus rodillas, bendice con la mano derecha mientras con la izquierda sujeta el libro. Su cabeza, igualmente aplicada y con corona, destaca sobre el nimbo crucífero. El fondo se cubre íntegramente con labor de vermiculado. En él destacan también el alfa y omega apocalíptico que confirman la divinidad de Jesús, y la estrella que guía a los Magos. Una doble mandorla encuadra las figuras; la exterior, lobulada y orlada de cabujones. En los ángulos se sitúa el Tetramorfos como testigo de la Divina Encarnación. La Virgen Theotokos, entronizada y rodeada del Tetramorfos, preside una serie de escenas como la Anunciación, la Duda de San José, la Epifanía, etc., que abundan en la idea de María como Madre de Dios. De este tipo de imágenes se conservan en España numerosos ejemplos correspondientes a los siglos XII y XIII. A ambos lados del grupo principal, doce arquerías, dispuestas en filas superpuestas, cobijan otras tantas figuras. Las seis de la hilera superior representan Apóstoles. Bajo las torres y las cúpulas de la Jerusalén Celeste nos dan la dimensión intemporal de esta Teofanía. En la parte inferior, en el lado izquierdo, la Adoración de los Magos guiados por la estrella, supone el reconocimiento del hecho histórico de la Encarnación y la confirmación de la divinidad del Niño. Dado el contexto de acontecimientos políticos y diplomáticos, este tema se convierte también en la expresión emblemática de las monarquías cristianas. El culto a los Reyes Magos conoció un importante éxito, especialmente cuando sus reliquias fueron transportadas desde Milán y ofrecidas por Federico I al arzobispo de Colonia en 1164. Para su custodia se realizó un maravilloso relicario en los últimos años del siglo XII. Esta veneración se mantuvo hasta bien entrado el siglo XIII. Son las figuras más suntuosamente ataviadas, junto a la de San José. Es notoria no sólo la disposición de sus ropajes; túnica, manto sujeto por una fíbula, calzas y borceguíes, sino también la riqueza de sus tejidos. En sus manos portan los correspondientes presentes. En el lado derecho, las tres figuras restantes representan un ángel, la Virgen y San José. El ángel puede ser susceptible de una doble interpretación, ¿se trata de San Miguel, bajo cuya advocación está el Santuario y cuyo culto alcanzó enorme popularidad?, o más probablemente, dado el resto del programa iconográfico, ¿es San Gabriel y forma pareja con la Virgen en la escena de la Anunciación? La figura de San José, con la cabeza cubierta por el gorro judío, va ataviada con un manto que recuerda su linaje real en la casa de David. Su presencia en la escena de la Epifanía es frecuente. En su mano lleva una vara florida, signo de su elección como esposo de María y padre, en el ámbito social, de Jesús. La fuente teológica tal vez haya que buscarla en el "Tratado de la Trinidad y de la Encarnación", obra de Pedro de París, cuyo manuscrito inédito se encuentra en la Biblioteca de Salamanca. Las piezas que completan el frontón son cuatro placas rectangulares y dieciocho medallones. Las placas están repartidas, dos a dos, a ambos lados de una decoración gemada cruciforme. Representan figuras de santos cuyo tratamiento está muy próximo al de los Apóstoles. Los medallones, por su forma y colorido, recuerdan más el arte de Limoges. La temática incluye variedad en la lucha de dragones, lucha de un hombre desnudo contra un dragón que le derriba, dragones afrontados, etc. En el conjunto de esta espléndida obra confluyen elementos lemosines y silenses, además de otras influencias. Las figuras, de canon alargado, la riqueza de sus atavíos; mantos sujetos por fíbulas, uso de borceguíes, etc., el esquema lobulado de las mandorlas, etc., responden a modelos bizantinos. La aplicación del vermiculado llenando todo el espacio en torno a las figuras, la combinación de colores azul-blanco y amarillo-verde así como el encuadramiento a base de una especie de nubecillas, se relacionan con el ámbito lemosín. El trabajo de orfebrería está íntimamente vinculado al orfebre de Silos. Las cabezas de las figuras, aplicadas en relieve, con los ojos incrustados, son de gran expresividad. En diversas ocasiones rompen la frontalidad con sus giros, a veces en dirección opuesta al sentido de sus pies. Muestran, asimismo, gran variedad en el tratamiento de cabellos y barbas, bien lisos o rizados. La composición arquitectónica está formada por una serie de arquerías de medio punto cubiertas de vermiculado. Apoyan en columnas con sus correspondientes basas y capiteles. Sus fustes están recorridos por una decoración de labor similar a la del taller de Silos. Cronológicamente hay que situarlo hacia 1175-1180, con muchas posibilidades de ser fruto de un encargo real, dada la alianza entre el rey Sancho el Sabio (1150-1194) y el obispo Don Pedro.
contexto
En el último cuarto del siglo XII dos centros atraen la atención especialmente: Silos (Burgos) y Pamplona. El monasterio de Silos remonta sus orígenes al siglo VII. Sufre las vicisitudes propias con la invasión musulmana, para empezar su auténtica historia a partir del siglo X. En este momento, los primeros condes castellanos reconquistan el lugar de su emplazamiento Entre sus primeros abades podemos citar a Gaudencio (929-943), Placencio (954), Blas (978-979), etc... En 954, Fernán González da autonomía total al monasterio y sus posesiones, al otorgarle la carta magna de sus fueros y franquicias. A fines de la décima centuria se ve afectado por las razzias de Almanzor, cayendo en un estado de ruina del que sólo Santo Domingo logrará sacarlo a mitad del siglo XI. El santo riojano, que llegó a ser prior del cenobio de San Millán, es desterrado por el rey García de Navarra a Burgos, tras negarse a entregarle los bienes del monasterio. Fernando I de Castilla le acoge, nombrándole en 1041 abad del monasterio de San Sebastián de Silos. Con su llegada comienza una etapa de gran florecimiento, interviniendo en la vida política, eclesiástica y religiosa, renovando el scriptorium y ampliando la iglesia. Es frecuente en los documentos que aparezca como consejero de los reyes de Castilla. Su muerte en 1073 no supone la paralización de la actividad monástica, sino que, gracias a la situación económica alcanzada, sus sucesores podrán emprender grandes construcciones a lo largo del siglo XII y principios del XIII. Fue canonizado en 1076, hecho que cambió la advocación del templo de San Sebastián a Santo Domingo. Su posición de santo contemporáneo, le convirtió en una de las personalidades más atractivas. Además, sus milagros transformarán el monasterio en uno de los lugares importantes de peregrinación y la protección real se incrementará, dilatándose durante el siglo XIII con la persona de Alfonso X, para iniciar su decadencia a unes de esta centuria. Un nuevo resurgir tendrá lugar en el siglo XVIII. La poderosa abadía, uno de los centros comerciales más importantes del norte de España, extendía sus dominios mucho más allá de los límites de la diócesis. De este modo, el auge de la villa de Silos dependería, en buena medida, de su vinculación con ella. En este ambiente se desarrolla en el monasterio un importante taller de orfebrería del que, a lo largo de los siglos XI y XII, saldrán piezas de inestimable valor. Probablemente corresponde a la iniciativa del propio Santo Domingo la restitución del mismo. El será el donante del espléndido cáliz, de aproximadamente hacia 1050, tal como lo atestigua la inscripción: IN NOMINE DOMINI OB HONOREM SCI SABASTIANI DOMINICO ABBAS FECIT (Museo del Monasterio), que recorre su base. De plata dorada, aparece cubierto con una decoración de filigrana. Básicamente sigue una composición arquitectónica análoga en el pie y en la copa, mediante arcos de herradura, apoyados en columnas. Esta se completa con motivos como la decoración de ochos, la espiral simple o doble, los crecientes, el recuerdo de la escritura cúfica, la parábola, el círculo, etc., que tienden a llenar por completo la superficie. Una mano diferente se puede apreciar en la ejecución de la patena, que muestra una decoración más refinada y una tradición técnica hispana distinta. La inclusión de camafeos en su ornamentación pone de relieve, una vez más, la atracción que la antigüedad ejerció en el hombre del medievo, avalada por textos como el de Heraclio "De coloribus et artibus romanorum" (siglos X-XII), por sólo citar alguno. El motivo del vermiculado, compuesto por una voluta principal, una voluta secundaria y un ojal, que posteriormente se somete a un crecimiento orgánico, hará fortuna poco después en este mismo taller y fuera de él. Su origen habría que buscarlo en la escultura del Egipto tulunida, desde el siglo IX, siendo en el ámbito mozárabe donde se intentan las experiencias más decisivas.
obra
La selección de cuadros del propio Subleyras que aparecen en esta representación de su estudio de Trinitá dei Monti ofrece una atractiva imagen de lo minucioso de su pintura. Formado en Tolosa y París, su pintura en origen estaba estrechamente vinculada al barroco, aunque contenido en el uso del color y el respeto al dibujo. Se trata de un tipo de arcaísmo que, a partir de su presencia en Roma, en 1728, no tardaría en asumir las nuevas ideas sobre la naturaleza y la Antigüedad que se estaban formulando. De ahí el clasicismo de sus composiciones y volúmenes y su fidelidad al natural, que tanta fortuna le proporcionarían en los medios romanos.
monumento
De estilo mudéjar, su disposición es musulmana por lo que recuerda a las estancias de la Alhambra. Lo conservado consta de un salón central y dos alcobas laterales comunicadas entre sí por arcos de ricas yeserías y cubiertos por techumbres de madera. El museo que hoy alberga nació en 1936 cuando el Estado adquirió y restauró el edificio. Se trata del único monumento de carácter civil de la primera mitad del siglo XIV que se ha conservado en Toledo. La pieza central está dedicada a la cerámica y la azulejería mudéjar toledana de los siglos XIV y XV. En la sala de la derecha se exhiben muestras de artesanía en madera, sobre todo la empleada en las antiguas viviendas, como vigas, frisos, canecillos y tablillas talladas. Finalmente, la alcoba izquierda guarda lápidas, cipos, capiteles, cordobanes y arcas de la época. Este lugar sirvió durante la Edad Media de almacén y taller de reparación de los materiales para la fábrica de la Catedral.