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La religión romana era animista, es decir, consideraba que todos los objetos y las fuerzas del cielo tenían relación con lo divino. En consecuencia, los hombres debían intentar aprovechar estas fuerzas en su provecho, para lo que recurrían a prácticas mágicas. La mala suerte era combatida mediante el uso de amuletos, que a veces se colocaban en pequeños contenedores (bullae) que eran colgados del cuello de los niños. Otro remedio contra la mala suerte y los malos espíritus era utilizar un símbolo fálico, que representaba la fertilidad. El símbolo del falo era usado para combatir la esterilidad de campos, animales y mujeres, situando estatuas de Príapo cerca de jardines y viñedos. También se utilizaban estatuas de Hermes de Arcadia, con forma de pilar, el pene erecto y los genitales en relieve. La superstición popular personificó sus temores en fantasmas, brujas, vampiros y hombres-lobo. En ocasiones, la magia no era utilizada sólo como defensa sino también como forma de atacar a un enemigo, invocando en este caso a los dioses del infierno. La magia era usada también para maldecir a alguien, recurriendo a palabras sin sentido con las que, probablemente, imitaban a algún lenguaje supuestamente demoníaco. Los enamorados rechazados combatían la resistencia del otro con filtros de amor, muy difíciles de usar. Así, según Suetonio, Calígula enloqueció a causa de un filtro administrado por Cesonia, su esposa. Los filtros se confeccionaban mezclando elementos puros con impuros. Así, en ellos se utilizaban órganos de niños, obtenidos en sacrificios secretos. En la tumba de un niño del Esquilino, antiguo cementerio de Roma, puede leerse: "Vivía en mi cuarto año, pero ahora estoy bajo tierra cuando podría haber sido la alegría de mis padres. Una bruja cruel tomó mi vida y ella aún sigue viva practicando sus peligroso artificios. Vosotros, padres, cuidad de vuestros hijos si no queréis que el corazón se os rompa a causa de la desesperación". Otra práctica llevada a cabo por los enamorados consistía en utilizar dos pequeñas estatuas, una de cera y otra de barro. Puestas ambas al fuego, la primera representaba, al fundirse, el corazón solícito de la persona deseada, mientras que la segunda, al endurecerse, simbolizaba ese mismo corazón despreciando al resto de amantes.
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Los ataques continuos de árabes, búlgaros y eslavos pusieron a prueba la capacidad de resistencia de un imperio reducido en su extensión pero más homogéneo, debilitado pero capaz de poner a punto un régimen administrativo y más relaciones entre sociedad y poder más eficaces. Aquellos tiempos difíciles fueron el crisol donde se formó un país distinto, en el que ha desaparecido ya todo elemento transicional con respecto a la Antigüedad. Heraclio había dado mayor estabilidad a la transmisión del título imperial al designar co-emperador en vida, lo que permitió la creación de una dinastía que duró hasta el año 711 en la que se sucedieron cuatro generaciones de heraclidas: Constantino III, Constante II (641-668), Constantino IV (668-685) y Justiniano II (685-695 y 705-711). La inestabilidad creció desde el año 695 debido a sublevaciones militares que daban origen a emperadores efímeros como Tiberio II (696-705), Bardanes (711-713), Artemio (713-715) y Teodosio III (715-717). El acceso al trono del estratega de Anatolia, León el Isáurico (717-741) marcó el comienzo de una nueva dinastía. Heraclio consideró imposible reaccionar ante las conquistas árabes después de las derrotas de Adinadeyn y Yarmuk y de la pérdida de Jerusalén y Damasco, y abandonó Palestina y Siria para concentrarse en la defensa de Anatolia, protegida por la cadena montañosa del Taurus. Tampoco tuvo éxito la contraofensiva de su nieto Constante II en el año 644 para reconquistar Alejandría y expulsar a los árabes de Egipto, donde habían contado con fuertes ayudas de los monofisitas. Los árabes ocuparon buena parte de Armenia en el 653 y, contando ya con barcos egipcios y sirios, llegaron a tomar Chipre y Rodas y a vencer en el mar a los griegos (año 655) poco antes de la querella interna que enfrentó a Ali y a Mu'awiya: Constante II encontró en ella un alivio inesperado pero no intentó volver sobre las tierras perdidas frente a los árabes, lo que es muy significativo, sino que aprovechó las circunstancias para intentar la recuperación de Macedonia, desde donde deportó en el año 658 muchos eslavos a Anatolia, iniciando una práctica que se repetiría en los siglos VIII y IX, y para asegurar sus dominios en el Mediterráneo occidental africano e italiano y en la costa dálmata del Adriático que, a pesar de las invasiones eslavas, seguiría siendo bizantina hasta el siglo X, a través de diversos avatares, y se organizó como tbema desde el año 870. Después de viajar a Nápoles y Roma, el emperador murió en Siracusa. Su hijo Constantino IV hubo de hacer frente a la segunda oleada de expansión árabe, bajo la dinastía omeya, y a nuevas situaciones de peligro en los Balcanes. En el primer aspecto, los árabes intentaron la entrada en Anatolia e incluso el asalto a Constantinopla por vía marítima, después de tomar la isla de Chio y la península de Cízico, cutre los años 674 y 678 pero los griegos consiguieron conjurar ambos peligros, en el caso de la defensa de su capital apelando al uso del recientemente descubierto fuego griego, que les permitió incendiar los barcos enemigos. El cese de los ataques árabes desde 678 y el equilibrio logrado con ellos en zonas disputadas como Chipre y Armenia, permitió concentrar la atención en el otro gran escenario donde se jugaba la supervivencia imperial, el de los Balcanes. El alejamiento de los ávaros era ya definitivo a finales del siglo VII, así como su sedentarización en Panonia y regiones adyacentes pero nuevos e igualmente peligrosos vecinos habían venido a sucederlos en la persona de los búlgaros, pueblo de raza turca que se había establecido, en gran parte, sobre el curso del bajo Danubio a principios del siglo VII, primero bajo dominio de los ávaros y luego, en época del jan Kuvrat, independientes: la llegada de otro pueblo nómada, los jácaros, los obligó a un nuevo desplazamiento, primero a las tierras de la desembocadura del Danubio, hacia el año 670, y luego, tras vencer la resistencia bizantina, a las situadas entre el río y los Balcanes, en la antigua provincia de Mesia, bajo el mando del jan Asparuch, donde se mezclaron con poblaciones eslavas. Se formó así un nuevo poder búlgaro-eslavo que Bizancio hubo de reconocer, e incluso pagarle tributo para mantenerlo como aliado: el jan Tervel obtuvo en el año 705 el título de César, máxima concesión posible para integrar en el espacio político bizantino a aquel Estado búlgaro que tenía su capital en Pliska y organizaba poblaciones heterogéneas pues a los búlgaros mismos se unían numerosos eslavos y válacos de origen latino. Más allá del Danubio, en el vasto territorio situado al Norte de los mares Negro y Caspio se había asentado desde finales del siglo VII el pueblo, también de estirpe turca, de los jázaros, sobre todo en el bajo valle del Volga. Los jázaros organizaron políticamente un espacio amplísimo hasta su sustitución por pechenegos y rusos, entre los ríos Don y Ural, el Cáucaso, al Sur y los bosques de la taiga, era un ámbito intermedio entre los mundos bizantino e islámico, entre el Mar Negro y el Asia Central, y, como dominadores suyos, los jázaros obtuvieron ventajas apreciables, unas de tipo mercantil y urbano, con el desarrollo de ciudades como Itil, cerca de Astrakán, Samandar, junto al Caspio o Sarkel, sobre el Don. Otras políticas, pues fueron un poder estable durante cerca de tres siglos, dominado por una diarquía (jagán y beg) de modo que su presencia tuvo efectos mucho mayores que la de otros pueblos de origen nómada y alcanzó a pueblos caucásicos, iranios y ugrofineses asentados en el territorio. Los jázaros, que respetaron el ejercicio del cristianismo y el Islam, se convertirían en masa al judaísmo a finales del siglo VIII, lo que es un caso histórico singular, y mantuvieron generalmente buenas relaciones con Constantinopla. Para los emperadores, lo más penoso era aceptar la presencia independiente de eslavos en los Balcanes, a los que consideraban, junto con Anatolia, el fundamento territorial de Bizancio, pero estaban dispuestos a combinar la sumisión por las armas con la asimilación cultural y étnica. Sin embargo, de momento no contaban con medios para emprender acciones decisivas: treinta años transcurren entre la gran campaña del 658 y la de 688-689, que tuvo como objetivo el territorio de Tesalónica y se saldó con nuevas deportaciones de eslavos a Asia Menor y Bitinia como soldados-colonos: algunos pasarían a territorio islámico después de la ofensiva árabe de los años 691-692. Los años finales del siglo VII y primeros del VIII fueron, de nuevo, muy difíciles: el usurpador Tiberio II perdió Cartago y el exarcado de África a partir del año 697. Búlgaros y jázaros mediatizaron la vuelta al trono de Justiniano II y los efímeros mandatos de sus sucesores, y las defensas de Constantinopla se debilitaron hasta el extremo de que los califas de Damasco la sometieron a un asedio prolongado en los años 717 y 718: el prestigio del nuevo emperador, León el Isáurico, se cimentó en la liberación de la capital, que puede considerarse como un símbolo, pues los árabes no volverían contra ella y, en los años siguientes, sus incursiones en Asia Menor fueron perdiendo fuerza hasta que León consiguió derrotarlos en la batalla de Akroinon (740), en Frigia, que marcó un límite a la primera expansión islámica comparable al fijado por la de Poitiers en Occidente algunos años antes, y permitió estabilizar la frontera del Imperio desde Cilicia, a lo largo de la cordillera del Taurus, hasta el Cáucaso.
contexto
Mucho más hábil que el hayib titular del que se sirvió hasta entonces para sus propios intereses, Ibn Abi Amir se aseguró en los siguientes meses el control del ejército, en el que se había ganado simpatías cuando cumplía su misión en Marruecos: mostró su disposición primero a llevar a las tropas en una expedición a la frontera occidental peligrosamente expuesta a incursiones cristianas desde Galicia (febrero de 977) y participó en mayo y junio del mismo año, con un contingente cordobés, en una expedición dirigida contra la frontera leonesa por el viejo general Ghalib, que mandaba desde Medinaceli toda la Marca Central. Justo antes, había hecho que se atribuyera a éste el codiciado título de doble visir. A la vuelta, y siguiendo el consejo del propio Ghalib que odiaba a al-Mushafi, obtuvo del califa la destitución de Muhammad b. Yalfar, hijo del hayib, de su puesto de sahib almadina (prefecto de la ciudad) y lo sustituyó. Al-Mushafi, consciente del peligro que representaba para él la ambición desenfrenada de Ibn Abi Amir, intentó acercarse a Ghalib, pidiéndole la mano de una de sus hijas, Asma', repudiada hacía poco por el visir Abd al-Rahman b. Hudayr, para desposarla con un hijo suyo. Pero a quien Ghalib otorgó la mano de su hija fue a Ibn Abi Amir. Teniendo en cuenta los sentimientos de Ghalib hacia al-Mushafi y el apoyo que los Banu Hudayr habían dado hasta entonces a Ibn Abi Amir, es evidente que este golpe de escena fue preparado de antemano entre el viejo general y el joven visir. Este último, incluso antes de la celebración del matrimonio que tuvo lugar con grandes pompas en Córdoba el primero de enero de 978, se había unido a Ghalib en septiembre-octubre del 977, en una tercera expedición militar contra los cristianos de Salamanca de la cual volvió triunfante como de las otras dos anteriores, cubierto de gloria a los ojos de los cordobeses. Esto justificaba la atribución que le hizo el califa del título de doble visir y su nombramiento como co-hayib. Los acontecimientos del año 977 atestiguan con toda evidencia tanto la capacidad de maniobra de Ibn Abi Amir como su insaciable ambición y sorprendente actividad. El desenlace no se hizo esperar: en marzo del 978, al-Mushafi fue destituido y apresado con sus hijos y su sobrino. Al final de un largo proceso, fue asesinado en el año 983. Aparentemente, Ibn Abi Amir, único hayib desde el 978, se había asegurado la totalidad del poder. Sin embargo, si examináramos atentamente los acontecimientos de los años siguientes, nos daríamos cuenta de que quizá la realidad no era tan simple.
obra
Mantegna ha pintado las dos escenas de la vida de San Cristóbal de manera unitaria, empleando una columna fingida para separar los episodios, compartiendo el mismo escenario. La perspectiva se transmite a través de la arquitectura renacentista que observamos, utilizando sendos puntos de fuga en los laterales: las columnas en la zona de la derecha y los árboles en la izquierda. A través de la estructura de madera donde se enreda la parra se refuerza la sensación de perspectiva, al igual que en las baldosas del suelo, la parte más afectada por las bombas. En la escena de la izquierda se ubicaría el martirio del santo, atado a una columna, mientras los arqueros ocupaban el espacio intermedio. Esta zona está perdida en la actualidad, conociendo su organización gracias a antiguas fotografías y diversas copias. Al fondo se sitúa el rey de Samos, tomando el maestro como fuente La Leyenda Dorada de Santiago de la Vorágine. En la escena de la derecha se muestra el traslado por las calles de la ciudad del cadáver del santo decapitado; un nutrido grupo de figuras contempla cómo los soldados arrastran el cuerpo sin vida de san Cristóbal, destacando los gestos provocativos de los militares. Mantegna exhibe su capacidad para representar el mundo clásico a través de las arquitecturas y las diversas decoraciones, dotando a sus edificios de erudición arqueológica. Sus figuras gozan de una monumentalidad escultórica especial dentro del Quattrocento al ser más naturalistas, aportando sentimiento a la pintura. La composición pertenece a los frescos que pintó Mantegna en la capilla Ovetari de Padua, destruidos en su mayoría durante la Segunda Guerra Mundial. El Martirio de Santiago también forma parte de la serie.
Personaje
Político
A Suppiluliuma se debe la creación del gran Imperio Hitita. El reinado de su padre y antecesor, Tudhaliya III había sido desastroso, siendo atacado el reino de Hatti por todos los frentes, perdiéndose la hegemonía conseguida con Tudhaliya II. La situación provocó que el ejército alcanzara un destacado poder y apoyó a Suppiluliuma a ocupar el trono. El heredero, llamado Tudhaliya el Joven, fue asesinado y la corona recayó en Suppiluliuma, quien había demostrado sobradamente su capacidad castrense en las campañas desarrolladas en los últimos años de reinado de su padre. Desde ese momento el rey moverá todas sus piezas para conseguir que Hatti se convierta en una de las principales potencias de Oriente Próximo. Los territorios que rodeaban el núcleo anatolio del antiguo reino se convertirán en su objetivo. Mitanni será el primero al apoyar Suppiluliuma a Artatama, quien disputaba el trono mitannio a Tushratta pero la expedición acabó en fracaso. Visto lo visto, Suppiluliuma consideró que debía fortalecer su reino antes de iniciar una nueva serie de campañas conquistadoras y durante veinte años abandonó la expansión por tierras sirias. Anatolia será su próximo objetivo. En el curso alto del Éufrates consiguió dominar a los bárbaros del país de Azzi mientras que en el norte anatolio, en las orillas del mar Negro, se enfrentaron, sin someterlos definitivamente, con los gasga, pueblos dedicados a la ganadería que no reconocían ninguna autoridad. En la costa mediterránea consiguió dominar Arzawa, cuyo rey se parangonaba con Amenofis III. Wilusa, en el interior de la península anatólica, también cayó en manos de Suppiluliuma. La situación internacional hacia 1365 a.C. era bastante estable. El faraón Amenofis IV mantenía cierta neutralidad respecto a Hatti y Mitanni lo que aprovechó Suppiluliuma para pactar con el rey de Kizzuwatna y tomar la iniciativa en el frente de Siria. De manera rápida toda Siria pasó a manos hititas sin que los mitanios pudiesen hacer nada. Suppiluliuma firmó una serie de acuerdos con los príncipes de la región por los cuales los sirios reconocían la autoridad hitita a cambio de apoyo militar. Pronto Tushratta actuó y formó una amplia coalición de príncipes contrarios al dominio hitita, extendiendo la rebelión desde Alepo y Qadesh a Damasco, iniciándose la segunda guerra siria Suppiluliuma se encaminó hacia el reino de Isuwa que fue rápidamente ocupado, poniendo rumbo a la capital mitania, Wassuganni, que fue tomada y saqueada. Desde allí se encaminó hacia Alepo, Alalakh y Damasco que corrieron la misma suerte. Toda Siria era dominada por Suppiluliuma y en cada una de las regiones colocó a personas de su confianza. Líbano se convirtió en un auténtico polvorín y Egipto consideró que sus fronteras y sus zonas de influencia estaban amenazadas, pasando a la acción. Hacia 1354 a.C. los egipcios se dirigían hacia Qadesh y los mitanios atacaban Karkemish. Suppiluliuma intervino de nuevo en Siria. Los dos frentes de batalla vieron como los hititas avanzaban posiciones cuando se produjo un hecho curioso. La viuda de Tutankhamón, la reina Ankhesenamón, solicitaba a Suppiluliuma la mano de uno de sus hijos para estrechar los lazos entre ambas potencias. Tras ciertas dudas iniciales el rey hitita envió a su hijo Zannanza que fue asesinado en el camino a Egipto, posiblemente a instancias de Ay que se convertirá en faraón. La muerte del hijo provocó que Suppiluliuma atacara Amqu, en cuya campaña las tropas hititas fueron víctimas de una epidemia de peste, epidemia que extendieron por todo el país a su regreso, produciéndose una situación de emergencia. En cada una de las ciudades de Siria, Suppiluliuma situó a personas cercanas, entre ellos sus hijos que recibieron las coronas de Alepo y Karkemish. Incluso participó de manera indirecta en las guerras civiles que sacudían el país de Mitanni durante el reinado de Shuttarna, apoyando a Mattiwaza con el fin de utilizar a Mitanni como estado tapón frente al reino asirio. Suppiluliuma falleció hacia 1346 a.C. dejando el Imperio en su momento de máximo esplendor. El fallecimiento del hombre fuerte sería aprovechado por los países sometidos para rebelarse pero sus sucesores supieron conservar el poder.
Personaje
Político
Suppiluliuma II alcanzó el trono de Hatti cuando su hermano Arnuwanda III falleció sin hijos. Suppiluliuma renovó las alianzas establecidas por sus antecesores e incluso participó en una expedición naval que aseguraba el control de Chipre. A partir de ese momento no tenemos más noticias del Imperio Hitita. Las fuentes egipcias mencionan a unos "Pueblos del Mar" como los causantes de la invasión que destruyó el país de Hatti, apuntándose a frigios procedentes de Tracia y "mushki" como los causantes del desastre. Sería lógico pensar que los antiguos enemigos de los hititas aprovecharon la ocasión para devastar el territorio, poniendo fin a uno de los imperios más importantes de la antigüedad.
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Tras la guerra del Peloponeso, la situación de todas las ciudades griegas se ha transformado y la propia Esparta entra en la dinámica que se titula habitualmente de lucha por la hegemonía, entendida como aspiración al control de territorios lejanos y de poblaciones susceptibles de ser sometidas a dependencia. Lisandro organiza un imperio controlado por los harmostas y con la colaboración de las oligarquías locales. El rey Agesilao emprende la labor de recuperar para Esparta los territorios de la costa jónica, a través del procedimiento de liberar las ciudades griegas, del dominio ateniense y del peligro de caer bajo el persa. Pero en la península helénica se organiza una alianza antiespartana, formada por Atenas, Tebas, Argos y Corinto, que obligaron a regresar a Agesilao. Fue la guerra de Corinto en la que la victoria de Coronea no proporcionó a los espartanos ningún beneficio importante. Que Atenas restaurara los muros y que Conón, con la ayuda del oro persa, pudiera reconstruir la flota, llevó a Esparta a iniciar las negociaciones que llevarían a la Paz de Antálcidas. Paralelamente, la revuelta de Cinadón, en 397, que había reunido a todos los sectores de las clases marginales espartanas, había colaborado a minar las estructuras sociales y militares de la ciudad triunfadora. Los impulsos expansivos volvían a chocar con los frenos procedentes de las rígidas estructuras sociales espartanas.
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En la obra de Kasimir Malevich el cubofuturismo no fue más que una experiencia de iniciación a la vanguardia. Sus creaciones se orientaron apresuradamente hacia la abstracción neta, como se evidencia en la osadía de sus decorados y figurines de 1913 para la ópera de M. Matyusin "La victoria sobre el sol". Como los poetas del zaum, se inició en el alogismo, especie de lenguaje transmental basado en asociaciones disparatadas de los motivos combinados en el cuadro. Retrato de Matyusin y Vaca y violín, ambos de 1913, son cuadros alógicos.Su siguiente desafío fue el estreno de un modo de manifestación plástica que denominó Suprematismo, cuyos primeros ejemplos presentó en 1915 en la exposición 0'10 de Petersburgo. Malevich, aun no siendo un artista destacado por la calidad de su pintura, como pionero de la abstracción estricta sí fue uno de los más arriesgados pioneros de la vanguardia dura. Suprematismo significaba para él supremacía del sentimiento puro en el arte, de un sentimiento de no-objetividad, en el sentido de que pretendía, según sus palabras, "liberar al arte del lastre del mundo de las cosas". En sus composiciones suprematistas, realizadas todas ellas entre 1915 y 1922, combina formas estereométricas de diverso color sobre la superficie del lienzo, generalmente blanca. Llega a reducir las formas a un solo cuadrado (negro, rojo o blanco) de gran tamaño sobre el fondo, aunque otras veces sus cuadros suprematistas ostentan policromías y una mayor complejidad formal. Generó toda una corriente pictórica, pero Malevich abandonó este repertorio pictórico a fines de los años veinte, para desarrollar una pintura de tema social (campesino), con una figuración muy sumaria, vagamente afín a ejemplos como los figurines de Schlemmer o Lissitzky, y contenido netamente representativo.Malevich tuvo un rival algo más joven que él, Vladimir Tatlin (1885-1953). Tatlin, discípulo de Larionov, expuso repetidamente antes y después de la Revolución con Malevich en muestras colectivas, aunque fueron oponentes de por vida, salvo en el breve período futurista de la preguerra.