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La idea de constitución de una Academia de Bellas Artes en Madrid se remonta al reinado de Felipe III, concretándose en la época de Felipe IV al redactarse unas ordenanzas. Pero la institución apenas funcionó. A lo largo del siglo XVIII se producirán diversos intentos de constitución de la Academia, llevándose a efecto en 1744 cuando se redactan de nuevo unas reglas de funcionamiento. Olivieri sería su primer director. El 12 de abril de 1752 se promulgaba el decreto de constitución de la Real Academia, denominándose de San Fernando en honor del monarca reinante, Fernando VI. Las primeras reuniones tendrían lugar en la casa de la Panadería de la madrileña Plaza Mayor. Debido al aumento de actividades y discípulos, la Institución decidió ampliar sus instalaciones por lo que se trasladó a un palacio de la calle de Alcalá, propiedad de Juan de Goyeneche. El edificio había sido diseñado por José de Churriguera en un estilo barroco que no era del gusto de los académicos, quienes decidieron renovar la fachada y adaptar el edificio a las necesidades de su nuevo uso. Diego de Villanueva será el encargado de la reforma, centrando su intervención en la mutilación de todos los componentes barrocos de la obra de Churriguera.
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Esta academia fue ideada bajo el reinado de Carlos III con el nombre de Real Academia de las Nobles Artes, en respuesta al pensamiento ilustrado que rigió el Neoclasicismo en general. Sin embargo, su establecimiento como tal no tuvo lugar hasta 1744, con el reinado de Felipe V, quedando inaugurada su primera sesión en 1752, ya bajo Fernando VI. Las Reales Academias, llamadas así por depender directamente de la normativa establecida por el monarca, proliferaron en la España de finales del siglo XVIII y muchas de ellas son hoy magníficos museos de pintura de los siglos XVIII y XIX. En la Real Academia de San Fernando, sita en Madrid, se recogen además espléndidas obras de nuestros clásicos españoles, Goya, Vicente López, Murillo, Zurbarán, etc.
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La Real Academia de San Jordi se fundó en 1775 con la creación de la Escuela de la Lonja, cuando la Junta de Comercio de Barcelona instalaba la Escuela de Dibujo en el edificio de la Lonja de Mar, hoy sede de la Academia. "Esta institución, impulsada por la sociedad civil, empezó a comprar cuadros, esculturas, dibujos y grabados para que sirvieran de ejemplo a sus estudiantes", según Jordi Bonet, presidente de la Academia. "En la actualidad se sigue comprando aunque muy poco por la escasez de recursos" según ha señalado el historiador de arte Francesc Fontbona. Entre los fondos de la colección destacan obras de Carracci, Juan Ribalta, Viladomat, Salvador Mayol, Luis Rigalt, Mariano Fortuny y otros artistas catalanes.
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La fundación de la Real Academia de la Historia fue consecuencia del desarrollo de una tertulia que varios eruditos y hombres ilustrados residentes en Madrid comenzaron a mantener en 1735 en el domicilio de D. Julián Hermosilla, abogado de los Reales Consejos, para platicar sobre asuntos de Historia y discutir algunos puntos oscuros del pasado de nuestra patria. Esta Junta tomó el enfático nombre de "Academia Universal", fijando como objetivo propio las ciencias, las artes y las buenas letras. Trasladado provisionalmente su lugar de reunión a la Biblioteca Real recién creada por Felipe V, la ya reconocida Junta fue transformada en Real Academia de la Historia por R.O. de dicho monarca de 18 de Abril de 1738. En 1744 se refundieron en la Academia los oficios de Cronista, tanto generales como particulares, de nombramiento real, siéndole confirmada la condición de Cronista de Indias por el Rey en 1755. Incautados más tarde por el Estado los bienes culturales de monasterios y establecimientos religiosos, según los decretos desamortizadores del Gobierno Mendizábal en 1835, fueron adjudicados a la Academia gran número de códices, documentos y libros para su instalación en la nueva residencia del Nuevo Rezado obra del arquitecto Villanueva, de la madrileña calle del León nº 21. La Academia actúa en Comisiones para discutir y resolver sobre problemas concretos. Las actualmente constituidas son las siguientes: Indias, Historia Eclesiástica, Antigüedades y Estudios Clásicos, Cortes y Fueros, Estudios Orientales y Medievales, Publicaciones, Heráldica, Correspondientes y Mixta de las Reales Academias de la Historia y de Bellas Artes de San Fernando. Mención especial hay que hacer de la Comisión de Hacienda y Gobierno, como asesora del Director en cuantos problemas éste le plantee. En el caserón de Nuevo Rezado que la alberga -sito en la madrileña calle de León- encontramos una colección de pintura que posee varios retratos salidos del pincel de Goya junto a otras obras del siglo XIX, especialmente retratos de sus miembros más destacables.
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El origen de la Real Academia Nacional de Medicina debemos buscarlo en una tertulia de cirujanos y farmacéuticos que tenía lugar en la rebotica de don José Ortega, en el número 19 de la madrileña calle de la Montera. El 12 de julio de 1733 se oficializa dicha tertulia al denominarse Tertulia Literaria Médica Matritense, dotándose de unos estatutos el 12 de agosto del año siguiente. Un mes después, y gracias al apoyo de Felipe V, se convierte en Academia Médica Matritense, permitiendo la Corona el empleo de la denominación Regia. En el siglo XX las necesidades académicas llevan a la construcción de un monumental edificio encargado a Caballero Lapiedra, quien no dudó en construir una espectacular fachada de dos pisos sostenidos en un amplio podium que sirve de acceso al edificio, franqueando dos atlantes la puerta de entrada. Los dos pisos superiores se enlazan a través de pilares corintios; el central presenta vanos cuadrangulares con una balconada corrida, coronados por frontones triangulares mientras que el superior presenta ventanas de menor tamaño rematadas con formas semicirculares. La fachada se corona con una balaustrada de reminiscencia dieciochesca y un grupo escultórico de dos matronas rodeando el escudo de España. En el interior destaca el salón de actos, el patio de honor y la sala de lectura de la Biblioteca, configurando un edificio que corresponde a las necesidades de la academia médica.
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En el siglo XX las necesidades académicas llevan a la construcción de un monumental edificio encargado a Caballero Lapiedra, quien no dudó en construir una espectacular fachada de dos pisos