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El Pont de la Concorde tenía como objetivos remplazar un antiguo paso sobre el Sena y comunicar los barrios periféricos de Saint-Honoré y Saint-Germain. El proyecto se propuso ya desde los inicios del siglo XVIII. En 1722, a la terminación de la Plaza Luis XV, futura Place de la Concorde, se unió el proyecto de un puente de piedra, aceptado por Luis XVI. Los trabajos fueron dirigidos por Jean-Rudolphe Perronet, no iniciándose las obras, sin embargo, hasta 1788. Curiosamente, los trabajos se aceleraron gracias a la Revolución Francesa, pues la piedra de la demolida prisión de la Bastilla fue utilizada para construir el puente. En 1791 ya estaba terminado, denominándose Puente de la Revolution, primero, y de la Concorde, posteriormente. Tras la Restauración, recuperó su nombre original, de Luis XVI, pero en 1830 se le cambió definitivamente por el de Pont de la Concorde. El puente está construido en piedra y mide 14 metros de largo, compuesto por cinco arcos. Si su construcción fue caótica, su decoración no lo fue menos; Napoleón I instaló ocho estatuas de generales muertos en batalla; posteriormente, Luis XVIII las reemplazó en 1828 por doce estatuas monumentales de mármol blanco, representando cuatro grandes ministros, cuatro militares y cuatro grandes marineros. Alargado el doble de su medida inicial en 1930, hoy tiene 153 metros de largo y 35 de ancho, conservando su estructura neoclásica.
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Puente levantado en etapa napoleónica, concretamente, en 1804, fue construido en metal y era peatonal. Construido por los arquitectos Louis-Alexandre de Cessart y Jacques Lacroix-Dillon, la elegancia de la estructura y la delicadeza de sus secciones de acero, lo hace de una rara ligereza. Tras ser dañado varias veces por las lanchas a remolque, fue cerrado en 1970 por razones de seguridad. Diez años después, bajo el proyecto de reconstrucción del arquitecto Louis Arretche, se construyó una pasarela nueva, sustituyéndose el hierro fundido por el acero y los nueve arcos por siete. Tiene once metros de ancho, cuenta con pilares y estribos de piedra y desde él se puede observar la Île de la Citè.
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En 1821 Claude Navier fue el encargado de realizar un estudio para establecer si se podía construir un puente condujera a Les Invalides. La idea de Navier era totalmente revolucionaria, ya que quería construir uno sin puntos de apoyo. En 1824, su proyecto para el Puente de los Inválidos fue ratificado por la propia monarquía. Sin embargo, este hubo de ser demolido en mitad de las obras al comprobarse la imposibilidad del proyecto. Los ingenieros Verges y Bayard de la Vingtrie construyeron uno nuevo cerca del Boulevard de la Tour-Maubourg, ante las protestas por tapar la visión de Les Invalides con la construcción del anterior. La nueva estructura se apoyó sobre pórticos de 20 m y fue finalizada en 1829; sin embargo, treinta años después ésta ya daba síntomas de un tremendo desgaste por lo que el acceso a través de ella hubo de hacerse restringida. En 1855, el puente fue demolido, levantándose uno de piedra, diseñado por Laglisserie y Savarin, y terminándose en 1856. Éstos utilizaron los estribos y los pilares existentes del puente anterior, añadiéndose únicamente el pilar central. La construcción fue decorada con dos grupos alegóricos, la Victoria en tierra de Víctor Vilain y la Victoria en el mar de Georges Diébolt. Desde 1856, la única obra realizada sobre el Pont des Invalides ha sido el ensanchamiento del pavimento de 1956.
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Las grandes obras de ingeniería romana se caracterizan por adecuar la estética de las mismas a su funcionalidad, algo que se puede apreciar en los célebres acueductos como el de Segovia o este, levantado a 50 metros sobre el río Gardon, que abastecía de agua a Nimes y que además muestra una gran armonía arquitectónica. Al mismo tiempo, cumple la función de puente ya que sobre la primera arquería hay una carretera.