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Relieve en barro cocido y policromado realizado por Juan de Juni o algún miembro de su taller, conservado en el Museo de León.
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Al existir cuatro imágenes de la Piedad muy similares, los expertos no se ponen de acuerdo en cuáles son auténticas y cuáles obra de taller. Bien es cierto que Van Der Weyden dirigía un floreciente taller en Bruselas en el que, a veces, se repetían las escenas, dependiendo de la demanda. Sí existe coincidencia en afirmar que la escena deriva de la tabla central del Tríptico de la Capilla Real de Granada, actualmente en el Metropolitan Museum de Nueva York. Dentro de la Pintura flamenca, Weyden es el artista que insufla mayor dramatismo a sus escenas, colocando a los protagonistas - San Juan y la Virgen María - sufriendo por la muerte de Cristo. Incluso el maestro repetirá los rostros de estas figuras en otras escenas, lo que conlleva a creer que utilizaba siempre los mismos modelos. La tensión y el dramatismo que se respira en la imagen suplen la casi ausencia de paisaje, al emplear una línea del horizonte muy baja en la que se aprecia ligeramente la campiña flamenca. La cruz hace de eje vertical para separar las dos zonas: una con los personajes divinos y otra con el donante, que se integra de tal manera en la escena que parece que también participa al contemplarla con intensa emoción. Se piensa que el donante sería un miembro de la familia Broers. Weyden será un gran amante de los detalles como se observa en los pliegues de las telas, en los cabellos o en las lágrimas de los rostros de María y San Juan. Los vivos colores empleados están motivados por la utilización - a partir de Jan Van Eyck - del óleo.Resulta curioso observar el cuerpo de Cristo que adolece de un estudio anatómico del natural por lo que parece una figura acartonada, sin fuerza. Será Miguel Angel en el Renacimiento quien se preocupe por las anatomías, llegando a diseccionar cadáveres.
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A lo largo de su carrera Valdés Leal demostrará su facilidad para describir sentimientos pero en pocas ocasiones lo hace con tanta fuerza como en esta Piedad que forma parte de las colecciones del Metropolitan Museum de Nueva York desde 1954. Cristo muerto aparece en primer plano, absolutamente escorzado, con la cabeza y el brazo derecho desplomados sobre el regazo materno y las piernas en diagonal. El blanco sudario cubierto de sangre es sujetado por la Virgen que abre su otro brazo en actitud doliente. Ese dolor del gesto se refuerza con la expresión de su rostro, cargada de angustia y sufrimiento al contemplar el hijo muerto. Las dos figuras se recortan sobre un fondo tenebroso que refuerza su monumentalidad y carga de dramatismo la composición, organizada a través de una pirámide en la que apreciamos varias diagonales. Hasta el color se emplea de tal manera que intensifica el sufrimiento, utilizando tonalidades frías, aplicadas de una manera rápida y abocetada, creando una sensación atmosférica de gran belleza.
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Paso para la Cofradía de las Angustias, es una composición de la Piedad con los dos ladrones, donde faltan las figuras de la Magdalena y San Juan porque permanecen en esta iglesia, origen del encargo procesional. Juan de Juni inició este tipo de Piedad donde es esencial la actitud teatral del levantamiento de los brazos, mientras que la incrustación del cuerpo de Cristo en el regazo es un logro renacentista, que fue extraordinariamente realizado en España por Gaspar Becerra en el retablo mayor de la catedral de Astorga. La variante de Fernández estriba en que no está levantado un solo brazo sino los dos y, en ocasiones, rompe la simetría clásica del ángulo recto que forma el cuerpo de Cristo al extenderlo en una acusada diagonal, tal como vemos en este caso. La naturalidad en las actitudes y el tratamiento minuciosamente realista del desnudo son cualidades propias de la etapa de madurez del artista, a la que también corresponde el gusto por la amplitud de los ropajes, cuyos abundantes plegados propician unos contrastes luminosos muy acusados que confieren a la obra el carácter pictórico y mutable propio del arte barroco. En esta severa y monumental composición priman las líneas diagonales y la asimetría, rompiendo con el esquema piramidal tradicional, definido por Miguel Angel en la Piedad del Vaticano.
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El cuadrito que admiramos en esta ocasión es de tamaño muy reducido. Es la predela del Retablo Colonna - encargado a Rafael por las monjas de San Antonio en Petido - una parte del altar que se colocaba independientemente en la parte inferior, como complemento de un retablo o una pala de altar. Al ser la parte más cercana a los fieles, solía contener escenas de alta carga dramática o sentimental, pintadas con mayor espontaneidad que el resto del altar. Así, Rafael nos ofrece un cuadro con aspecto abocetado, lejos de la depuración técnica que presentan otras de sus obras como la Coronación de la Virgen o la Crucifixión Mond. Por contra, gana en sencillez y expresividad, con un Cristo muerto rodeado de las mujeres que lloran su muerte en vez de contemplarla de manera estática. Los tonos dorados contribuyen a suavizar y descargar la tensión del ambiente, unos tonos que se repiten en los nimbos, las vestiduras, la hierba y los árboles, unificando de este modo toda la escena. Se considera que podría contar con un importante grado de participación de los ayudantes que formaban su taller.
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Esta Piedad es la última obra conocida de Luis de Vargas, pintada en 1564 para la iglesia de Santa María la Blanca de Sevilla. En la tabla central encontramos a las Marías y san Juan reunidas en torno al cuerpo muerto de Cristo, situado en diagonal. La Magdalena se sitúa a los pies del Salvador, besándolos. Un paisaje tenebroso sirve de fondo a la composición, representando el artista dos escenas más: en la zona superior encontramos una descripción del Calvario y en el fondo se divisa el entierro de Cristo. En las calles laterales del retablo se representan las figuras de san Juan Bautista y san Francisco.