El interés de Hans von Aachen por la pintura italiana le llevará a viajar a Roma, Venecia y Florencia, donde tomará contacto con el manierismo tardío. La influencia de Bartolomé Spranger también se pone de manifiesto en estos años. Después se trasladará a la corte de Rodolfo II en Praga. Con Rodolfo II (1576-1612) los aspectos culturales de su antecesor, Maximiliano II, son desarrollados al máximo, mediante una serie de manifestaciones y programas artístico-culturales, que hacen de su corte uno de los centros más avanzados de Europa y sinónimo de Manierismo, en todos los sentidos. Desde su asentamiento en Praga, Rodolfo comienza a reunir las piezas de la que iba a convertirse en la más importante colección artística de Europa. Aachen se especializará en asuntos mitológicos y retratos durante su estancia en Praga, uno de los cuales aquí podemos contemplar. La presencia de un espejo será constante en buena parte de la pintura moderna, convirtiéndose en uno de los instrumentos de los pintores, necesarios tanto para realizar los autorretratos como para observar la realidad proyectada sobre un plano.
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A lo largo de su etapa más productiva, entre 1882 y 1900, las obras de García Ramos se vendieron muy bien, convirtiéndose en un pintor famoso no sólo en Sevilla sino en el ámbito nacional, especialmente por sus colaboraciones con "La Ilustración Española y Americana" una de las publicaciones más famosas de la época. Sin embargo, no consiguió el reconocimiento oficial a pesar de participar regularmente en las Exposiciones Nacionales. Esta ausencia de reconocimiento le llevó a la frustración y el desánimo pero no quiso, o no pudo, cambiar su estilo, amargándose los últimos años de existencia.
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Brueghel firmó y fechó este óleo en caracteres latinos, justo debajo del primer mono. La pareja de simios está en una ventana, o tal vez la tronera de una fortaleza portuaria. Están encadenados y acaban de comer unos frutos secos. Al fondo, vemos un puerto holandés lleno de barcos y con unos pájaros volando libres, en contraste con la esclavitud de los monos. El mono simboliza normalmente la necedad. A veces, los artistas se comparaban con monos, en especial en el ambiente de los Países Bajos, porque imitaban la creación de Dios con la misma necedad que los monos imitan al hombre. Sin embargo, el significado de la obra se nos escapa. Para algunos se trata de la esclavitud del hombre ante sus pasiones. Pero otros consideran que puede tener un trasfondo político, simbolizando las Provincias Unidas (antiguos Países Bajos) sometidos al dominio de la corona española por estos años.
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Para la decoración de la casa amarilla, Vincent realizará en octubre una serie de jardines otoñales, influidos por el Impresionismo al interesarse por conceptos lumínicos que recuerdan a Pissarro o Monet. Las sombras se distribuyen por la superficie tomando tonalidades malvas, contrastando con los espacios soleados donde los colores resaltan su brillantez. Las pinceladas rápidas y certeras dominan el conjunto, apreciándose claramente la pintura en las zonas de primer plano.
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En los años finales de la década de los 70, Manet está obsesionado por realizar una escena al aire libre que fundiera las vibraciones de la atmósfera con los rasgos de sus modelos, interesado por las teorías del Impresionismo desde su contacto con Monet en 1874. Éste sería el origen del cuadro que contemplamos. Se trata de una imagen de la vida moderna - que tanto atraía al autor - en la que aparecen Louis Gauthier Lathuille, hijo del dueño del restaurante, y la actriz Ellen Andrée, sustituida después por Judith French, pariente del compositor Offenbach. El lugar donde se desarrolla la escena sería la terraza del restaurante Père Lathuille, cercano al café Guerbois, uno de los lugares más frecuentados por el pintor. Los dos modelos aparecen al aire libre, interesado Manet por las luces y las sombras de un momento determinado del día. De esta manera, las figuras se bañan en una iluminación del mediodía, tamizada por las plantas y el toldo del lugar. La pincelada vuelve a ser rápida, con pequeños toques de luz y color, para crear una delicada sensación atmosférica y desdibujar los contornos. Las tonalidades empleadas se asemejan a las de Monet, aunque Manet continúa utilizando el color negro y los contrastes con las tonalidades claras como uno de sus principales elementos de definición. Los rostros de ambos modelos, captados perfectamente, demuestran la alta calidad del pintor como retratista. Presentada en el Salón de 1880, volvió a recibir las críticas hostiles habituales; sin embargo, Zola y Huysmans admiraron la obra, destacando el primero la delicadeza de los tonos y el segundo la vitalidad de las figuras y de los colores.