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monumento
El Palacio Real de Aranjuez se había construido sobre el emplazamiento de una Encomienda de la Orden de Santiago. El Palacio fue trazado por Juan Bautista de Toledo, prosiguiendo su construcción Juan de Herrera y un equipo de prestigiosos maestros. En el año 1700, la construcción sólo alcanzaba el espacio de la torre meridional y el inicio de una crujía que bordeaba el lienzo meridional del patio, a pesar de los esfuerzos del arquitecto Juan Gómez de Mora, a quien se deben las trazas del edificio que conserva la Biblioteca Vaticana y la Biblioteca Nacional de Madrid. Gómez de Mora estableció algunos cambios sobre la planta de Juan Bautista de Toledo, otorgando al eje de portada, vestíbulo y escalera principal y patio una mayor amplitud. La obra fue reanudada hacia 1715 por Caro Idogro, colaborando decisivamente en el proyecto los italianos y franceses, Jacomo Bonavia, Brachelieu y Marchand. En 1748 un incendio de gran alcance obliga a una reconstrucción del edificio bajo la dirección de Bonavia, el cual establece modificaciones muy sensibles en la fachada principal según un diseño italiano. Incorpora a la escalera todo el escenografismo barroco europeo, y da paso a una distribución de los espacios de carácter más representativo. En el reinado de Carlos III se amplía considerablemente el Palacio con dos grandes alas encuadrando la fachada principal, inspirándose en el patio de honor frecuente en la arquitectura palacial francesa, y una capilla en una de las alas extremas. Esta obra se debe a Francisco Sabatini, que lleva la influencia italiana a la combinación de los elementos arquitectónicos de los dos cuerpos de dichas alas. Bonavia roza a menudo la rigidez del lenguaje berniniano como es evidente en la fachada del palacio de Aranjuez con su pórtico adelantado que emula el estilo del Barberini romano y despierta sensación de agitación en la experiencia exagerada y escenográfica de la escalera principal del mismo edificio, la cual ejemplifica el capricho y la inestabilidad escondida tras la pompa palaciega El programa artístico de Aranjuez se prolonga en la arquitectura de jardinería que, tanto a nivel paisajístico (en contextos más alejados) o sometido a un proceso de mayor racionalización y formalismo (en zonas más cercanas), constituye una página de gran esplendor para el arte de la jardinería en España. Tanto en el proceso histórico de los Austrias, donde ya se definen el Jardín de la Isla, Ontígola o Picotajo, con su complemento de fuentes, paseos arbolados, etcétera, como en el siglo XVIII bajo la nueva monarquía borbónica, período en el que se procede a una sólida interpretación del jardín barroco, con el empaque y magnificencia de otras residencias europeas, sobre todo bajo la influencia francesa. A tales proyectos van unidos los nombres de Etienne Marchand, René Carlier, y toda una escuela en torno a la familia Boutelou, la cual se convierte en intérprete fiel del mundo ideal del jardín dieciochesco emulando las directrices del francés Le Nôtre, cuya obra demuestra la irradiación del genio francés en el tema de la jardinería áulica neoclásica.
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Desde los inicios del Estado hitita, el inaccesible roquedal de Büyükkale estuvo ocupado por la ciudadela fortificada y el palacio real de los príncipes hititas. Los restos que conocemos corresponden a los últimos cincuenta años del poderío hitita, entre los años 1250-1200 antes de Cristo. El palacio-ciudadela estaba cercado por una gran muralla con unas 22 torres avanzadas y tres puertas fortificadas. Por las puertas del lado sur se accedía a sendos espacios abiertos que antecedían a los patios inferior y medio. El patio inferior correspondería a la zona de recepción, el patio inferior a la zona de honor mientras que la parte privada de la casa corresponde al patio superior. De los diversos restos de edificios que se han encontrado sólo se conoce el uso de algunos de ellos. Según Akurgal, el edificio A era una biblioteca, constituida por cuatro habitaciones alargadas. El edificio B debió servir como alejamiento del cuerpo de guardia mientras que el C sería un santuario a una ignorada divinidad. En las zonas despejadas del patio superior se hallan los edificios E y F, vinculados posiblemente a la vida cotidiana de la familia real. El gran edificio D estaba dotado de dos plantas y tenía una entrada monumental. La sala baja serviría como almacén mientras que la superior sería la sala de audiencias del monarca. Abierto al patio inferior encontramos el edificio G cuyo uso estaría vinculado al estanque situado entre el edificio y la muralla.
monumento
El palacio-ciudadela de Büyükkale estaba cercado por una gran muralla. En él vivían los príncipes de Hatti, pero lo que hoy conocemos es sólo el palacio de los dos últimos reinados hititas. Contaba con unas veintidós torres, tres puertas fortificadas, y tres patios escalonados y porticados. Es el mejor ejemplo de la arquitectura palacial hitita.
obra
El palacio-ciudadela de Büyükkale estaba cercado por una gran muralla. En él vivían los príncipes de Hatti, pero lo que hoy conocemos es sólo el palacio de los dos últimos reinados hititas.
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Los orígenes del Palacio del Pardo hay que buscarlos en una Casa Real que Enrique III mandó construir en esos terrenos en 1405. Posteriormente, Enrique IV construyó en ese lugar un pequeño castillo. Fueron la afición de Carlos I por la caza y la cercanía del Monte del Pardo las causas que impulsaron al rey a construir en el lugar que ocupaba el pequeño castillo un palacio de dos plantas, como lugar de recreo y descanso. Felipe II mejoró la construcción iniciada por su padre, terminando las obras en el año1568. Felipe II encargó que los tejados del palacio se realizaran en pizarra a la manera flamenca, no escatimando esfuerzos ni gastos para engrandecer el edificio con obras de pintores como Tiziano, Sánchez Coello o Antonio Moro. De la decoración interior del Palacio, de época de Felipe II, se conserva un techo pintado por Gaspar Becerra, y de Felipe III las pinturas como las realizadas por Carducho y Cabrera. El Palacio sufrió un incendio en 1604, en el que resultaron destruidas muchas de las valiosas colecciones que albergaba. La reconstrucción del Palacio del Pardo corrió a cargo de Felipe III y posteriormente de Felipe IV. La decoración interior del Palacio de El Pardo tiene como elemento protagonista los tapices, tejidos en la Real Fábrica de Madrid, según modelos de las composiciones pintadas por Bayeu, Castillo, y sobre todo por Goya, que para este Palacio efectuó cinco de sus series más conocidas. Entre las obras de arte conservadas destacan el Retrato de Isabel la Católica de Juan de Flandes y el Retrato de Don Juan José de Austria a caballo por Ribera, así como importantes piezas de mobiliario de los siglos XVIII y XIX. Desde el año 1983 ha sido adecuado como residencia de Jefes de Estado extranjeros en visita oficial.
obra
El rey Felipe V amplió la construcción palacial trazada por Carlos V duplicando el edificio y trazando en el eje medio un "porte cochere", al modo europeo por obra de Francisco Sabatini. Francisco Carlier remodeló las torres al estilo de los palacios franceses y construyó la Capilla Real, modificó el viejo claustro con balcones angulares en galería al mismo tiempo que cerraba las antiguas galerías de zapatas imprimiendo unidad a los cuatro lienzos del interior.