Junto con Bravo y Maldonado, Padilla lideró el levantamiento comunero de Castilla. Este noble ocupaba el cargo de Capitán de Toledo. Padilla promovió una revuelta en su ciudad natal en oposición al gobierno de Carlos I. Poco después se repite este episodio en Segovia al mando de Juan Bravo y en Salamanca con Francisco Maldonado a la cabeza. El siguiente paso fue la convocatoria de los representantes las localidades sublevadas en una reunión en Ávila. Coincidiendo con todos estos sucesos la reina Juana se encontraba encerrada en Tordesillas, sin ser consciente de los acontecimientos. Fue entonces cuando Padilla se trasladó a la localidad vallisoletana y le puso al corriente. Ante estas circunstancias, la reina ratificó su nombramiento de capitán general y le solicitó el traslado de la Junta de Avila a Tordesillas. Esta situación movió a otras poblaciones a secubçndar los movimientos iniciados por los comuneros. La confusión entre los monarcas fue general y la monarquía no pudo actuar hasta que recibió ayuda del virrey de Navarra y el de Portugal. Poco después se organizaron las tropas para enfrentarse a los comuneros, al frente de las cuales se encontraba el conde de Haro. En este momento estalló la lucha. Llegando a Villalar, Padilla fue alcanzado por el conde de Haro. El 23 de abril de 1521 se desató la batalla y Padilla fue derrotado. Encarcelado, fue trasladado a Villalar y ejecutado el 24 de abril, junto a Francisco y Pedro Maldonado, Juan Bravo y otros líderes de la causa.
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A este monje se debe la introducción del budismo tantra en el Tíbet, además de ser el primero en traducir los sutras sánscritos al tibetano. En torno a su persona y a sus 25 discípulos se cuentan numerosas leyendas. Se le considera fundador del lamaísmo y maestro de la secta nyingmapa. Su nombre significa "nacido del loto", aunque recibe otros apelativos como el de Rimpoche. Considerado un gran mago, en las representaciones iconográficas aparece como un monje vestido con un manto rojo y con un gorro con orejeras. Aparece sentado en aptitud de concentración y rodeado del sol, la luna y portando una pluma de pavo real.
lugar
En tiempos perteneció a Compostela. También fue priorato de los monjes Hospitalarios de San Juan, orden que regentó una iglesia -San Xoán de Padornelo- entre los siglos XV y XVI, convertida hoy en cementerio.
obra
Frente al recargamiento del Barroco en general, y de la obra de Coello en particular, este sencillo retrato destaca por la composición simple y los colores sobrios. El padre Cabanillas, amigo del pintor, aparece en un primer plano, tomado desde el busto, con una sonrisa muy leve y mirada franca. Ningún efecto de luz, ningún elemento de acompañamiento trata de ampliar la escena, que resulta muy agradable y tranquila. El esquema compositivo es simple, basado en el triángulo formado por la figura del modelo, con el horizonte tras él y una masa arbórea a su izquierda para dar solidez a la estructura. La gama cromática es asimismo de lo más sencilla, con variaciones armónicas de marrones y verdes. El rostro del personaje destaca por su claridad, resaltada por la luz crepuscular del fondo, que hace resplandecer la tez. Es toda una muestra de sobriedad para uno de los autores más desbordantes del Barroco madrileño.
obra
Harmen Gerritsz. van Rijn, padre de Rembrandt, era propietario de un molino de malta para cerveza en las orillas del río que rodea la ciudad de Leiden. Parece que estaría vinculado con la religión calvinista dominante en los Países Bajos. Casado con Neeltje van Siujtttbroeck, la pareja tuvo al menos unos diez hijos, siendo el pintor el penúltimo de ellos. Harmen falleció en 1630 por lo que este extraordinario dibujo pudo ser ejecutado pocos años antes del fallecimiento ya que vemos a un hombre de edad avanzada, con los ojos entrecerrados y vestido a la moda de la época. La seguridad de las líneas trazadas por el maestro demuestra su elevada calidad como dibujante, de la misma manera que triunfará con sus grabados como la Madre del artista.
obra
Louis-Auguste Cézanne será uno de los primeros modelos empleados por el maestro a la hora de realizar retratos, al igual que el tío Dominique. El padre del pintor era un hombre hecho a sí mismo, que había prosperado gracias a su fructífero negocio de sombreros lo que le permitió crear un pequeño banco. Sin embargo, la aristocracia de Aix le veía como un nuevo rico por lo que su integración social fue bastante difícil. Cézanne presenta a su padre leyendo el periódico "L´Evénement", diario en el que su buen amigo Zola había publicado algunos artículos criticando la actitud del Salón y defendiendo a la nueva pintura, especialmente a Manet. El modelo aparece sentado en un sillón de flores -el mismo en el que se sentará después Achille Emperaire- en una posición oblicua respecto a la butaca, butaca que también aparece girada en relación con la pared del fondo. Sobre dicha pared podemos contemplar el lienzo Bodegón: azucarero, peras y taza azul que Cézanne había pintado algunos meses antes. La actitud del modelo ha sido captada a la perfección, reflejando de manera correcta la concentración de monsieur Louis-Auguste a la hora de realizar su lectura. La figura goza de singular fuerza y sensibilidad en sintonía con el estilo de Daumier. Las pinceladas son tremendamente rápidas y empastadas, aplicando el color tanto con pincel como con espátula. Renuncia a los detalles, a excepción de la cabecera del periódico cuyas matizadas letras contrastan con la emborronada contraportada. Las tonalidades oscuras abundan en el conjunto, contrastando con el sillón y el papel del diario, las únicas notas claras en el lienzo.
obra
La figura humana de Dios es rara de encontrar por aislado, sobre todo en el arte español. Los precedentes más famosos con que Zurbarán podía contar eran las imágenes del Padre Eterno de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina, pero sólo podría conocerlos por estampas, ya que no viajó a Italia por lo que se sabe. Parece más bien que Zurbarán ha recurrido a la imagen tradicional del Antiguo Testamento que habla de un Dios terrible y justiciero. Como tal lo ha plasmado Zurbarán, que pinta a un anciano de gesto adusto y ceño fruncido, de porte poderoso que exhala fuerza. Para acentuar este poder Zurbarán pinta unas manos y pies enormes, desproporcionados, para acentuar la expresividad de su gesto. Dios se corona por el triángulo que alude a la perfección geométrica de su creación, que se encuentra a su lado simbolizada por el orbe terrestre. Una cohorte de angelotes dorados rodea completamente la solitaria figura, pintada por completo en tonos pardos y dorados, de origen celestial.