Son numerosas las estatuillas de alabastro que nos han llegado de esta época, especialmente de aquellas que representan felinos. En este caso vemos una figura humana con las manos juntas, en posición de orar y sin la representación de las piernas, esquematizando toda la parte inferior del cuerpo con formas redondeadas.
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obra
La escultura en metal facilitaba la libertad formal a los artistas protohistóricos sumerios. Ésta representa a una figura barbada y desnuda coronada por lo que podría ser un soporte para un recipiente, y levantada sobre un zócalo de tres patas.
obra
En una habitación con columnas del thólos de Kamelares, aparecieron gran cantidad de figuras orantes y oferentes que se dirigían hacia unas estatuillas de mayor tamaño sentadas en un banco corrido y que representaban a diversas divinidades.
obra
Se trata de un edificio de interpretación problemática dada la excepcionalidad de sus formas. Su planta se podría relacionar con lo que serán después las basílicas de nueve tramos del arte bizantino. La ordenación de los volúmenes en torno a la torre central y las plantas de herradura de los absidiolos podrían relacionarse con la tradición hispanogoda de su creador.
monumento
Virgilio Spada, deudo del cardenal Bernardino Spada y miembro de la congregación del Oratorio de San Felipe Neri, procuró a Borromini el encargo de construir el edificio del Oratorio (1637-40), anejo a su iglesia madre de Santa María in Vallicella, obra de empeño en la que trabajó hasta 1652, año en el que entró en conflicto con los religiosos. En general, a diferencia de los de Bernini -unido a la corte papal y a la nobleza de Roma, entregadas a una política de prestigio-, los comitentes de Borromini pertenecían a órdenes religiosas que tenían una concepción simple y austera de la misión pastoral. Así, alejados de la tradición arquitectónica áulica, los filipenses, dados a las obras caritativas y asistenciales, amantes de la música, vieron en Borromini el artista ideal, vinculado con gran disciplina moral al ejercicio profesional. Sin tener que pensar en una contraposición polémica, es evidente que con su elección, los oratorianos expresaban una orientación cultural y estética del todo divergente a la representada por el papa y Bernini, o Da Cortona. Tal elección tiene su reflejo en el edificio, en el que Borromini distribuyó los distintos ambientes: sacristía, biblioteca, oratorio, basándose en los criterios experimentados de funcionalidad y de coherencia representativa. De ese modo, se revela áulico en los espacios colectivos, como en el aula destinada a la interpretación de los oratorios dramático-musicales, mientras que se presenta humilde y acogedor en aquellos destinados a residencia privada, organizados en torno a patios interiores, pensados según sus funciones como pequeñas ciudades ideales. De entre los espacios interiores merece subrayarse la solución que Borromini dio al aula de música, o sea, al Oratorio, donde emplea como elemento unificador la complejidad de la secuencia rítmica de las pilastras de orden gigante que prosiguen, prolongándose en fajas, definiendo los vanos de las ventanas y de las dos tribunas que se abren en los lados menores (la de las autoridades y la de los músicos y cantores), invadiendo el abovedamiento de la sala donde, entrelazándose elásticamente, definen un gran marco oval. Muy alterada la obra borrominesca, es en la espléndida fachada, independiente de la colocación del Oratorio, donde se resumen las novedades del estilo y la rigurosa técnica de artesano del arquitecto. Con una fina textura del paramento de ladrillos, se permitió reducir al máximo la concavidad del frontis y los valores de profundidad para exaltar la estructura en su conjunto, que está pensada y tratada como un todo orgánico elástico, capaz de estirarse. Con ello, además, logra que la luz incida sobre ella de una manera continua y variada, perfilando, dulcificando, potenciando o aplastando los elementos arquitectónicos, según varía la hora del día. Con la imagen simbólica y antropomorfa de los brazos abiertos y protectores da una cumplida respuesta al espíritu caritativo de los filipenses.
obra
Virgilio Spada, deudo del cardenal Bernardino Spada y miembro de la congregación del Oratorio de San Felipe Neri, procuró a Borromini el encargo de construir el edificio del Oratorio (1637-40), anejo a su iglesia madre de Santa María in Vallicella, obra de empeño en la que trabajó hasta 1652, año en el que entró en conflicto con los religiosos.
museo
Oratorio carolingio construido por Teodulfo, obispo de Orleans, a principios del siglo IX. Se trata de un edificio de interpretación problemática dada la excepcionalidad de sus formas. Su planta se podría relacionar con lo que serán después las basílicas de nueve tramos del arte bizantino. La ordenación de los volúmenes en torno a la torre central y las plantas de herradura de los absidiolos podrían relacionarse con la tradición hispanogoda de su creador. En la bóveda de horno que cubre el oratorio encontramos la representación del Arca de la Alianza y, sobre ella, la mano de Dios.
monumento
Según la tradición, corría el año 1213 cuando San Francisco de Asís peregrinaba a Santiago y paró en esta localidad. Fue entonces cuando vivió un milagro, al ver como su bordón se convirtió en un frondoso árbol, al que además se le atribuían poderes curativos. San Francisco interpretó este hecho como un mensaje divino y fundó el primer monasterio franciscano del Camino. Muy cerca de este cenobio está el oratorio, cuya planta rectangular alcanza dimensiones de 16 metros de largo por cinco de ancho. Esta ermita se remata con una cabecera semicilíndrica cubierta con bóveda de horno. Su fundación tuvo lugar en 1266, coincidiendo con el reinado de Teobaldo II. Estuvo ocupado por franciscanos y en 1635 vivió su primera restauración. Entre 1772 y 1821 sus instalaciones fueron ampliadas. Con el tiempo, esta ermita quedó vacía y se empleó para guardar ganado hasta no hace demasiados años. En la actualidad se encuentra prácticamente abandonado. Todavía se conserva su iglesia gótica, con sencillo claustro. Este templo sólo se abre el 24 de agosto por la festividad de San Bartolomé, patrón de Rocaforte.
monumento
Se trata de una ermita y casa museo, donde vivió y murió San Juan de Ávila (1569). En ella escribió parte de sus obras el patrono del clero diocesano español y uno de los escritores y santos más importantes del Siglo de Oro. Conserva el aspecto original de una modesta vivienda del siglo XVI y el museo se nutre de reliquias, esculturas y pinturas de los siglos XVI, XVII y XVIII. La casa es colindante con el Palacio de Medinaceli y habría sido ocupada por San Juan de Ávila gracias a la cesión hecha por doña Catalina, ante la negativa del religioso de vivir en el palacio. La casa mantiene el sabor de las construcciones típicas de la época (S. XVI), aunque más tarde le fue adosada una ermita, la de la Virgen de la Paz. La casa, lugar de su muerte, fue visitada por infinidad de personajes importantes del momento.