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Fruto de la pensión en Roma de Bellver fueron el relieve Entierro de santa Inés (Madrid, San Francisco el Grande) y El ángel caído (Madrid, Parque del Retiro). Esta última obra, que fue presentada en la Exposición Nacional de 1878, obtuvo una primera medalla. Se trata de una realización singular que, al margen de la polémica que suscitara por el motivo elegido, es considerada como una de las obras escultóricas más logradas del siglo XIX español, dada la fuerza, la tensión y la belleza del desnudo representado. Resulta curioso que España, con una fuerte tradición en la imaginería religiosa, fuera el primer país -tal vez el único- que levanta un monumento al Diablo, ángel expulsado de los cielos. La expresiva energía del personaje, la forzada y atrevida actitud, la perfección en la descripción anatómica, llevaron a Lozoya a denominarlo "Laocoonte desesperado". Por su parte, Gaya Nuño señala que el buen criterio estético de Bellver no ha exagerado la maldad del ángel soberbio, sino que se ha limitado a sugerirla, e incluso sobraría la culebra que se enrosca a las piernas del antihéroe.
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En los últimos años del siglo XIX y primeros del XX crece el interés hacia los protagonistas de episodios bélicos, especialmente si presentaban algún componente de orgullo local. La ciudad de Madrid vio como aparecían varios monumentos en sus calles y plazas como el dedicado al cabo Luis Noval, héroe de la Guerra de Marruecos.
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Este monumento, situado en la laza de Oriente de Madrid, rinde homenaje al capitán del Batallón de Cazadores de Arapiles número 9, Angel Melgar y Mata, participante en Melilla en la Guerra de África. Durante esta contienda, falleció en la Batalla del Barranco del Lobo, siéndole concedida la Cruz laureada de San Fernando.