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La costa del Golfo de México está poblada hacia el 1500 a. C. por aldeas agrícolas que participan de los comportamientos de las comunidades campesinas del Formativo Temprano en Mesoamérica; aunque incluyen rasgos peculiares que influirán en el perfil cultural de la región. Por ejemplo, la decoración de las figurillas con asfalto, chapopote. Hacia el 1200 a. C., en un área de 18.000 kilómetros cuadrados localizada en el sur de Veracruz y oeste de Tabasco, se inicia la civilización olmeca. Este territorio ha sido denominado área metropolitana, para diferenciarlo de otros más alejados en los que también son evidentes, aunque no tan importantes, las manifestaciones olmecas. Sus centros más relevantes son San Lorenzo, La Venta, Laguna de los Cerros y Tres Zapotes.
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Desde que fue acuñado en el año 1943 por Paul Kirchhof; el concepto de Área Cultural Mesoamericana fue utilizado por todos los investigadores para designar un contexto cultural, histórico y geográfico. La región estaba delimitada en el siglo XVI por el río Sinaloa al noroeste de México, y las cuencas del Lerma y Soto de la Marina en la Costa del Golfo; y al sur por el río Ulúa en el Golfo de Honduras y Punta Arenas en Costa Rica. En este área de poco más de 1.100.000 km2, se desarrolló un patrón de civilización mediante el cual las culturas compartieron una serie de rasgos básicos, como la utilización del calendario ritual de 260 días; una concepción del universo en la que el espacio y el tiempo se consideraban como un continuum con un comportamiento cíclico, recurrente; varios elementos en el campo de la religión, incluyendo deidades de similar funcionalidad, autosacrificios de sangre y toma de cautivos; un sistema social estratificado basado en el prestigio; el cultivo del maíz, la calabaza y el frijol como recursos básicos de subsistencia; la confección de libros manuscritos elaborados en pergamino de papel de amate y en piel de venado; la práctica del juego de pelota en canchas de piedra; la construcción de estructuras piramidales y, en definitiva, el sentido de un origen cultural común. El modelo más ampliamente utilizado para dividir la historia prehispánica de Mesoamérica ha sido el propuesto por Willey y Phillips en un trabajo ya clásico publicado en 1953. En él se establecieron cinco amplios periodos: Lítico, Arcaico, Preclásico o Formativo, Clásico y Postclásico. En algunas regiones, en particular en México central, se han intentado utilizar otros esquemas, que se fundamentaban en cualidades tecnológicas o en instituciones de carácter de asentamiento, social o político, pero todas ellas han sido rechazadas con el tiempo por inadecuadas. En la actualidad, y aún admitiendo las limitaciones del sistema, se sigue empleando la clasificación tradicional de Willey y Phillips, si bien se ha optado por conceder mayor importancia al término de Formativo, a la vista de los procesos culturales complejos que ocurrieron en toda la región poco después del 300 a.C., utilizándose las siguientes fechas: Lítico (?-7.500 a.C.); Arcaico (7.500-2.500 a.C.); Formativo Temprano (2.500-1.500 a.C.); Formativo Medio (1.500-400 a.C.); Formativo Tardío (400 a.C.-1 d.C.); Clásico Temprano (1-550 d.C.); Clásico Tardío (550-750/1.000 d.C.); Postclásico Temprano (750/1.000-1.250 d.C.) y Postclásico Tardío (1.250-1.521 d.C.). Los inicios del Formativo están definidos por cambios cualitativos en la economía de subsistencia, que ahora se basa en la agricultura de maíz, calabaza y frijol, junto con otra amplia gama de cultivos regionales, y se complementa por la caza, la pesca y la recolección. Esta nueva base alimenticia es contemporánea a la formación de aldeas y poblados sedentarios ocupados por familias nucleares y extendidas. Estas sociedades del 2.500 al 1.500 a.C. son igualitarias y mantienen unas relaciones sociales basadas en la solidaridad en relación con el control de los recursos. Paralelamente a la agricultura y a la aparición de poblados, surge la alfarería, aunque su uso no se generaliza hasta varias centurias más tarde. La cerámica mesoamericana más antigua se ha detectado en Puerto Marqués en la costa del Pacífico (2.440 a.C.), y fue confeccionada con arcilla y desgrasante de fibra, por lo que se supone que sus antecedentes se encuentran en las cestas de fibra del Arcaico. Otra tradición cerámica muy temprana pertenece a la fase Purrón de Tehuacan (2.300 a 1.500 a.C.), que presenta grandes semejanzas con la extraída en El Caballo Pintado de Izúcar, Puebla. Los antecedentes de esta alfarería del centro de México son los cuencos de piedra utilizados para moler semillas durante el Arcaico. En ambos casos, las formas básicas son grandes jarras sin cuello y base plana, cuencos sencillos, tecomates, y amplios platos planos, constituyendo un ajuar básico que tuvo una amplia distribución. Recientemente Rust y Sharer han datado el yacimiento de San Andrés, cerca de La Venta, entre el 1.750 y el 1.150 a.C., el cual estuvo dedicado a la recolección de moluscos y a la agricultura, según se ha inferido por su ajuar cerámico. Otra tradición temprana está definida por la fase Barra (1.650 a.C.) del sitio de Altamira, Chiapas, caracterizada por la construcción de pequeños montículos habitacionales y por el cultivo de la mandioca. Tanto su especialización en este tubérculo, como una producción cerámica más sofisticada en cuanto a las técnicas decorativas que la encontrada en Puerto Marqués y Purrón, han hecho pensar a algunos investigadores en la existencia de conexiones con poblaciones tempranas de América del Sur, con quienes estos ajuares guardan cierta relación. La fase Locona del 1.600 a.C. detectada en El Salvador, pero seguramente también existente en el corredor de la llanura costera del Pacífico de Guatemala y Chiapas y del Istmo de Tehuantepec hasta las regiones costeras de Veracruz y Tabasco, parece significar la primera etapa de uniformidad cultural, al menos para el sur-sureste de Mesoamérica. De suma importancia es el Horizonte Ocós, tal vez de raíces sudamericanas y de amplia distribución por todas aquellas regiones en las que se instaló la fase Locona. La mayor parte de los asentamientos Ocós son costeros, próximos a estuarios y ríos; de ahí que desarrollaran una subsistencia orientada hacia la pesca y la recolección de moluscos y a la agricultura de las fértiles tierras cercanas a las fuentes de agua. Las cerámicas Ocós, tales como las encontradas en La Victoria y Ocós (Guatemala) y en San Lorenzo (México), son jarras globulares -tecomates-, platos y cuencos planos de paredes abiertas y decorados con estampado de mecedora, diseños dentados e impresiones de concha. Este sistema de vida y esta alfarería más sofisticada que cualquiera de las existentes en otras regiones de Mesoamérica durante esta etapa, han sido claramente identificadas en las costas de América del Sur. El principal elemento a tener en cuenta es que una cerámica tan compleja sólo pudo ser manufacturada por artesanos especializados, manifestando una incipiente jerarquización de la sociedad; la cual se trasluce en la aparición de figurillas emparentadas con cultos a la fertilidad de la tierra que fueron encontradas en algunos suelos de las casas de La Victoria, y que señalan la existencia de especialistas religiosos, tal vez shamanes dedicados a la curación y al ritual a tiempo parcial. A finales del Formativo Temprano varias zonas de Mesoamérica evolucionan hacia formas de vida más complejas, incluyendo la construcción de montículos públicos y la confección de bienes de status, reflejados por formas no utilitarias de cerámica. Disponemos de evidencias en las fases Ocós de Chiapas (1.500-1.300 a.C.) y Ojochí de San Lorenzo (1.350 a.C.); también existe arquitectura pública en Chalcatzingo, Morelos (1.250 a.C.) y plataformas de adobe en la fase Tlalpan de Cuicuilco, datadas hacia el 1.400 a.C. El Formativo Medio (1.200-400 a.C.), se caracteriza por un mayor control de los recursos agrícolas, algunos de los cuales están acompañados por técnicas intensivas de producción, y por la formación de grandes centros ceremoniales que integran jefaturas complejas. En estos grandes asentamientos vive una sociedad cada vez más estratificada, sancionada por la obtención, por parte de algunos individuos, de bienes exóticos y de alto rango. Para ello se hace necesaria la existencia de especialistas alejados de la producción agrícola, que elaboran productos de elite y un complicado estilo artístico dirigido a la sanción de una sociedad desigual. En la medida en que este sistema social tiene éxito, es exportado a otras regiones mesoamericanas donde se ha instalado la vida compleja, dando lugar a un horizonte de uniformidad cultural en el cual se fundamentan las formas básicas de las civilizaciones mesoamericanas. Estos acontecimientos alcanzan mayor grado de expresión en una región que abarca 18.000 km2 del sur de Veracruz y oeste de Tabasco. Es un área que no supera los 100 m sobre el nivel del mar, a excepción de las Montañas Tuxtlas, y que está afectada por un alto régimen anual de precipitaciones, por lo que el paisaje resultante es un alto y húmedo bosque tropical alternando con sabanas que en época de lluvias se transforman en pantanos. La variedad adaptativa que se formula durante el Arcaico y se profundiza desde inicios del Formativo alcanza, tras la decadencia de los grandes núcleos olmecas, una naturaleza hasta entonces insospechada. Es una época ésta, el Formativo Tardío (400 a.C.-1 d.C.) de gran vigor cultural en Mesoamérica, donde se inician tradiciones que ya anuncian los grandes desarrollos del periodo Clásico, hasta el punto de que, en lo referente a algunas culturas, se hacen patentes sus patrones básicos a lo largo de estos 400 años. Entre el 1 d.C. y el año 1.000, según las zonas, algunas culturas mesoamericanas alcanzarán su máximo esplendor: es el periodo Clásico. En el altiplano mexicano, Teotihuacan supondrá una cultura de referencia y marcará patrones que estarán presentes más allá de su área de influencia y en periodos posteriores. Algo parecido puede decirse, en el área sur mesoamericana, con respecto a la civilización maya. En la región de Veracruz se desarrollará la cultura zapoteca, que alcanzará rápidamente su periodo de esplendor y decadencia. Hacia el año 1000 d.C. los desarrollos culturales han sentado las bases necesarias para la constitución de estados fuertemente militarizados, que será la característica principal del periodo inmediatamente posterior. Uno de los fenómenos claves de la historia mesoamericana afecta a la decadencia de los grandes centros clásicos, lo que sucederá durante el periodo siguiente, el Epiclásico o Clásico Terminal. En un corto lapso de tiempo entre el 750 y el 1.000 d.C. la mayor parte de los núcleos urbanos que habían controlado la vida mesoamericana sufre un proceso de abandono y deterioro, posibilitando que nuevos sitios retomen el poder y se inicie una profunda remodelación de las áreas de influencia y control. El centro de México vive a finales del siglo VIII una etapa de revueltas sociales y de reacomodación del poder debido al fin del Estado teotihuacano; surgen entonces algunos centros muy pujantes desde un punto de vista comercial y militar, que se sitúan en sitios bien defendidos y construyen paredes defensivas a su alrededor. Son capitales de pequeños Estados regionales y protagonizan una etapa de transición hacia un nuevo estado: aquel basado en una sociedad secular y militarizada frente a las teocracias características de la etapa anterior. Entre los años 1.000 d.C. y 1.521 d.C., durante el periodo Postclásico, las sociedades de corte teocrático y sacerdotal que prevalecen en el periodo anterior dejan paso a estados fuertemente centralizados y militarizados, donde la guerra en muchos casos se convierte en el principal motor económico y social. En altiplano central mexicano, el imperio mexica adquiere al final del periodo la configuración de un estado militarista que recoge tradiciones culturales anteriores y que se proyecta como una sombra amenazante sobre sus vecinos. A la llegada de los españoles en 1521, la región aparece como un conglomerado de pueblos en constante interacción, dominados o enfrentados al poderoso vecino mexica.
Personaje Literato
Trabajaba para la administración como inspector de obras públicas. Debido a su ocupación intervino activamente en el nuevo plan urbanístico que se puso en marcha durante esta centuria. Precisamente, uno de sus primeros trabajos fue "Manual de Madrid, descripción de la Corte y de la Villa". Cosechó tal éxito con esta obra que comenzó a colaborar en distintos diarios de la época. Para quedarse al margen de las tendencias ideológicas de los diarios, fundó el "Semario Pintoresco Español". De este modo pudo continuar su labor divulgativa, sin implicarse en materia política. A fin de lograr una difusión mayor redujo el precio de venta de esta publicación, y para abaratar los costes de producción comenzó a insertar publicidad. Para asegurar su éxito siguió dos principios básicos: abundancia de ilustraciones y textos sencillos y con un mensaje básico. El rasgo diferencial de su estilo literario era la ironía. Sus descripciones, por otra parte, eran verdaderos retratos de la vida cotidiana en tiempos de Fernando VII e Isabel II. Lope de Vega y Juan de Zabaleta fueron algunos de los autores que más influyeron en la formación de Mesonero Romanos. Con "Escenas matritenses" y "Tipos y caracteres" entre otras obras, se convertiría en una de las principales figuras del costumbrismo romántico.
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El Antiguo Oriente Medio y Mesopotamia conforman una vasta región y una de las cunas de la civilización. Es en esta extensa zona donde se produjo la transición fundamental desde las formas de vida basadas en la caza y la recolección hacia la agricultura. Es aquí donde por primera vez fueron levantados templos y ciudades, donde primero se trabajó el metal, donde apareció la escritura y donde surgieron grandes reinos e imperios. El corazón del Oriente Medio es Mesopotamia, "país entre ríos", como la llamaron los historiadores griegos. Esta inmensa área geográfica, de casi 80.000 km2, comprende el actual Irak y zonas de Irán y Siria. Fueron los ríos Tigris y Eufrates quienes, gracias a irrigar las fértiles llanuras por las que discurren, posibilitaron la vida en esta región de condiciones extremas, con temperaturas actuales por encima de los 50? en verano y muy escasas lluvias anuales. La tierra y el agua fueron los principales recursos, proporcionando abundantes pastos y una próspera agricultura. Los habitantes de Mesopotamia dispusieron de una gran variedad de animales como alimento. Las estepas estaban pobladas por gacelas, gamos y onagros. En las montañas había ciervos, jabalíes, tigres, leones, osos y cabras salvajes. Hacia el 6500 a.C., ovejas, cabras, cerdos y vacas están en la dieta de las gentes de Mesopotamia. No será hasta finales del III milenio a.C. cuando el caballo y el camello sean domesticados. Las condiciones del terreno eran, pues, favorables para la subsistencia y el incremento de las poblaciones. Hace aproximadamente unos 10.000 años, los pequeños grupos nómadas que viven de la caza, la pesca y la recolección comienzan a experimentar con nuevas formas de subsistencia, a conocer el ciclo de las plantas y a domesticar animales, un proceso acumulativo que está en el origen de la civilización. El cultivo de plantas como el trigo y la cebada y la cría de animales significaba disponer de comida durante todo el año, independientemente de las estaciones. Hacía innecesario, también, desplazarse siguiendo a las manadas, pudiendo ahora vivir en poblados permanentes. Ahora las casas debían ser construidas para durar más, empleando ladrillos de barro. Y era necesario fabricar más utensilios: azadas para trabajar la tierra, morteros para moler el grano, hoces para recoger la cosecha... En unos pocos milenios, los grupos de cazadores-recolectores, cuya forma de vida se había desarrollado durante millones de años, fueron sustituidos por los poblados. La aparición de la agricultura supuso grandes cambios. A partir del 8.500 a.C. la sedentarización se extiende por el Oriente Próximo. Lugares como Jericó, Shanidar, Zawi Chemi, Karim Shefir, Cayönü, Jarmo y otros presentan grandes avances en la agricultura y las técnicas materiales. En la meseta de Anatolia, Hacilar, Suberde y Can Hasan muestran un alto grado de civilización, pero el asentamiento más grande y mejor conservado es Çatal Huyuk. Con una superficie de 12 ha., en todo el asentamiento pudo haber unas 1000 viviendas, en las que debió vivir una población de más de 5000 personas. Hechas de muros de adobe y prácticamente pegadas unas a otras, la entrada a las casas se hacía desde el tejado, al que se accedía por una escalerilla. La decoración de las viviendas, con pinturas, cráneos y cuernos de toro, entre otros elementos, así como las estructuras llamadas santuarios, han permitido sugerir que su población alcanzó un alto grado de ritualización. Hacia el VI milenio, algunos lugares evolucionados, como Hassunna o Samarra, presentan una cerámica decorada con motivos geométricos. Más importante aún que estas culturas fue la de Tell Halaf, entre el 5600 y el 4500 a.C. Sus habitantes desarrollaron nuevos conocimientos técnicos y crearon una de las más hermosas cerámicas de toda la historia de esta región. Poco tiempo más tarde, en el sur mesopotámico tiene lugar un floreciente poblamiento. Las gentes, venidas quizás del este o del sur iraní, llegan atraídas por los recursos naturales de la zona: agua abundante, exuberantes palmerales y condiciones para la caza y la pesca. Los yacimientos más significativos fueron los de Eridu, El Obeid, Uruk y Jemdet Nasr. El Obeid, entre el 4800 y el 3750, presentó los rasgos de una sociedad evolucionada y una organización teocrática. El periodo Obeid es característico por sus singulares viviendas, siendo Tell Madhhur, en Irak, uno de los lugares mejor estudiados. En este sitio, las excavaciones arqueológicas sacaron a la luz una vivienda, la casa de Usaid, construida con paredes hechas de ladrillos de adobe. Constaba de una larga habitación central, flanqueada por una serie de cuartos de menor tamaño. Pero lo más interesante de todo fue que en el lugar se hallaron restos de la vida cotidiana, como vasijas para comer, beber, cocinar o almacenar alimentos, azadas de piedra, piedras de moler, etc. Uruk aporta a la Humanidad los más antiguos ejemplos conocidos de escritura, entre el 3500 y el 3000 a.C. Es ésta ya un sistema completo con más de 700 signos distintos, y su función debió ser sobre todo económica, para el control y la administración de la riqueza de los templos. Las primeras tablillas de barro consignan la cesión de productos tales como el grano, cerveza o ganado. Otras, son listas en las que los escribas aprenden a leer y escribir. Los signos son muchas veces sencillas figuras de significado evidente en las que, por ejemplo, una espiga representa a la cebada. Con el paso del tiempo se adaptó la forma de los signos para escribirlos con un punzón de junco. El resultado fue que las incisiones tenían forma de cuña, de ahí el nombre de escritura cuneiforme. Junto con la escritura, otras invenciones de este periodo están en el camino de la civilización. La cultura de Uruk, ya sumeria y extendida por toda la baja Mesopotamia, proporciona el pleno dominio de nuevas técnicas, como la rueda y el carro, la navegación, el torno de alfarero, el arado o la fundición de metales. El trabajo del cobre y, a partir del IV milenio a.C., el método de la cera perdida, permitió fabricar objetos de oro, plata y plomo. Hacia el II milenio ya se manufacturan el hierro y el acero, que no adquirirán gran importancia hasta el primer milenio a.C. Al mismo tiempo que surgen estos avances, la sociedad se va haciendo cada vez más urbana. Ciudades-estado como Lagash, Ur, Kish o Tutub, entre otras muchas, pueblan el paisaje de la Mesopotamia meridional, ahora dividida -estamos en el III milenio- en dos grandes regiones, Sumer y Akkad. Las ciudades sumerias, como Kafadye, están dominadas por un gran templo, y aparecen rodeadas de murallas, pues son frecuentes las disputas. Algunas, incluso, llegan a los 24.000 habitantes y cuentan con un gran mercado. Proteger la propiedad individual y garantizar los tratos se convierte en una cuestión importante, y para ello se fabrican sellos cilíndricos, en los que se graban escenas que quedan marcadas al pasarlos sobre una superficie de arcilla. Las ciudades-estado, aunque eran políticamente autónomas, compartían rasgos culturales como el idioma o la religión. El gobernante de una de estas ciudades, Sargón de Akkad, se alzará sobre el resto y fundará el primer gran estado de la región, el acadio, hacia el 2400 a.C. Paralelamente, los templos de las ciudades van evolucionando hasta convertirse en zigurats escalonados. Uno de los más antiguos y famosos se construyó en Ur, hacia el 2100 a.C. El gran zigurat de Babilonia pudo haber inspirado la descripción bíblica de la Torre de Babel. Hacia el 2000 a.C., desaparecida ya la supremacía acadia por presiones externas, Oriente Próximo es una tierra de ciudades-estado en guerra, donde cada una aspira a lograr la supremacía militar y política, estableciendo complicadas alianzas. El funcionamiento político se conoce bien gracias a las tablillas descubiertas en los palacios reales de Mari y Ebla. Estas tablas de barro ilustran tarifas e impuestos, cantidades de esclavos y artesanos o datos sobre las ciudades vecinas. Los reyes de Babilonia, Larsa y Eshnunna dirigen federaciones políticas. El más importante de todos es Hammurabi, rey de Babilonia entre 1792 y 1750 a.C. Hammurabi dictó un gran código legal que cubría gran variedad de temas: acuerdos comerciales, disputas matrimoniales, litigios sobre tierras, etc. La gran Babilonia, cuyo nombre significa la puerta de los dioses, vive ahora en todo su esplendor, gracias a ser el centro del culto al dios Marduk. Con su gran zigurat, sus murallas, su puerta de Ishtar, sus maravillosos jardines y sus relieves vidriados, Babilonia se convertirá en una ciudad mítica. A partir del 1500 a.C. la región vivirá tiempos convulsos. Mientras en Egipto se consolida el Imperio Nuevo, el Imperio hitita domina Anatolia y el Reino Mitanni controla la cuenca alta del Eufrates. Las relaciones son tensas, se sitian las ciudades y se libran batallas en campo abierto. Durante este periodo, hasta el 1155 a.C., las ciudades del sur de Mesopotamia están dominadas por la Dinastía Cassita, que tenía su capital en Babilonia. Los cassitas introducirán el kudurru, un tipo de mojón usado para registrar las cesiones de tierra. Hacia el año 1000 a.C. comienza una época dominada por la construcción de grandes imperios. El primero es el asirio, que, hacia el 700, se extenderá desde el Mediterráneo Oriental hasta la llanura iraní. Los gobernantes asirios adornaban sus ciudades más importantes con templos y palacios, como los de Dur Sharrukin, ahora Jorsabad, ciudad levantada por Sargón II. El monarca es ahora el gran dominador de pueblos y caudillo de expediciones guerreras, y para su goce y señal de omnipotencia se levanta el palacio, símbolo de su poder. El poder asirio no durará mucho, pues una coalición enemiga saqueó las ciudades reales en el año 612. Esto dio paso a un nuevo imperio en Oriente, centrado en Babilonia, que será también derruido en el 539 por otro poder emergente, el de los persas. Ciro el Grande será el fundador de un imperio que con el tiempo se extenderá por Irán, Mesopotamia, Siria, Asia Menor, Tracia y parte de la India. Uno de sus grandes gobernantes, Darío, mandará fijar su residencia en Persépolis, ciudad que comenzará a enriquecerse de manera fastuosa, gracias especialmente a sus palacios. Las tumbas de estos y otros gobernantes dejarán constancia del esplendor de la civilización persa. Sin embargo, diversas rebeliones y guerras debilitaron el poder persa. Las ambiciones expansionistas de un joven rey macedonio, Alejandro Magno, le llevaron a enfrentarse y derrotar fácilmente al otrora poderoso Imperio persa. Era el año 331 a.C., y la derrota persa no sólo ponía punto final a una era en la que Mesopotamia fue, de alguna manera, el centro del mundo, sino que marcaba el inicio de otra en la que el poder se trasladaba, en adelante, a las florecientes naciones del Mediterráneo.
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<p>En Mesopotamia nos encontramos diversas etapas artísticas determinadas por la diversificación de pueblos que dominaron este territorio. Los creadores del estilo artístico son los sumerios, estilo que será continuado por los semitas, consiguiendo el máximo esplendor en los periodos asirio y neobabilónico para continuarse con el arte persa, en el que encontramos ya influencia del mundo griego. La arquitectura mesopotámica vendrá determinada por la ausencia de piedra en la región por lo que las construcciones se realizan en adobe, barro cocido al sol. El empleo del adobe provocará la utilización de la bóveda y el arco, eliminando casi la columna. Al ser el adobe un material pobre, se revestirá con otros materiales como la cerámica o el alabastro. El monumento principal es el palacio donde se nos presenta al rey como el dominador de los pueblos. El más importante por ser el mejor conocido es el de Jorsabad, construido por Sargón; estaba levantado sobre una elevación del terreno y se accedía por varias rampas. Su fortificación se realizaba con una potente muralla reforzada por torres. Puertas monumentales con toros alados de ocho patas permitían la entrada al patio principal, eje del palacio, situándose al fondo el salón del trono. Alrededor de otros patios se ubicaban el resto de las dependencias entre las que encontramos el zigurat, el elemento más significativo del templo mesopotámico.</p>
acepcion
Nombre griego que significa "tierra entre ríos", y designa a los territorios situados en el Golfo Pérsico, entre las desembocaduras del Tigris y el Éufrates. En la actualidad se corresponde con el sur de Irak.
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Alejandro volvió a la costa palestina para, desde Tiro, dirigirse al noreste, por Damasco, hacia el Éufrates y, tras cruzar este río así como el Alto Tigris, enfrentarse por fin al Gran Rey en la batalla de Gaugumela, en el año 331, donde se hizo con un magnífico botín, dentro del que nuevamente se halla un número de decenas de miles de prisioneros. El Rey se escapó y Alejandro se dedicó a perseguirlo, al tiempo que ya parece irse fraguando la idea de que va a buscar convertirse en su sucesor, aplicando una vez más la práctica de la tradición regia macedónica, según la cual quien mata al Rey se convierte en Rey. La victoria, por otra parte, le abre el camino hacia Babilonia, sede mítica de la realeza oriental. Pero Alejandro continúa la marcha en persecución del Gran Rey en el territorio de Persia, hasta Susa y Persépolis, donde devasta el palacio, venganza por la destrucción de Atenas en las guerras médicas, modo de reivindicar la herencia del imperio ateniense, sin prescindir de las nuevas aspiraciones orientalizantes. En la práctica, Alejandro no sólo imita el sistema de control de los territorios propio de los persas, el de las satrapías, con el nombramiento de algunos de sus colaboradores como sátrapas de los territorios conquistados, sino que incluso hace uso de los mismos sátrapas que ya ejercían esas funciones bajo las órdenes del Gran Rey. Desde allí, Alejandro continúa la persecución hasta Media y se asienta en la ciudad de Ecbatana, pero Darío se sigue escapando hacia el territorio de las llamadas Altas Satrapías. En Ecbatana, Alejandro decide prescindir de las tropas griegas, en las que empezaban a notarse síntomas de descontento. Seguramente, era ya muy difícil conjugar la nueva imagen de la conquista con las expectativas de los habitantes de las ciudades en crisis. El ejército se configura claramente como un contingente de mercenarios alejado del mundo de la ciudad-estado. De este modo acababan las funciones de la Liga de Corinto.