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contexto
La herencia del Profeta fue origen de una parte significativa de las divisiones históricas del Islam, pese a que su sucesor, Abu Bakr ya venía siendo su vicario desde el año 631; por ello tomó el título de califa y dedicó los dos años que mediaron hasta su muerte a reprimir sublevaciones e iniciar la explosiva invasión de las cuencas ubicadas al Norte del desierto: las orillas del Mediterráneo, la del Jordán y la del Eufrates. Antes de su muerte ya habían derrotado a los bizantinos en la actual Palestina y conquistado Hira, capital del reino de los lajmiés cristianos, que les abrió la puerta de la antigua Mesopotamia. Los compañeros del Profeta eligieron tras Abu Bakr a Umar, quien, además de califa se tituló emir y, hasta su muerte en el año 644, expandió el dominio islámico hasta límites insospechados, consolidando su potencia militar y su primera ordenación institucional.Los ejércitos conquistaron de manera definitiva Siria, Palestina, Persia y Egipto, planteando inmediatamente necesidades inéditas; la más perentoria y fácil de resolver fue la de orar los viernes, que resolvieron de formas variadas y provisionales. Así, durante la visita de Umar a Jerusalén en 638, rezó en un lugar indeterminado de la explanada del Templo de Salomón, al aire libre, pues lo denominó musalla; días después, cuando visitó la iglesia de la Natividad de Belén, acompañado por el patriarca cristiano, oró en el brazo meridional del crucero justinianeo, mirando hacia la Kaaba. Siguiendo esta tónica de indiferencia e incluso promiscuidad, ocuparon o compartieron iglesias y apadanas y cuando no encontraron edificios apropiados, usaron simples espacios despejados, en los que acotaron un extenso cuadrado, una parte del cual, la más próxima a La Meca, techaron como simple cobertizo. Este último fue el caso de la mezquita de Basora, en el 635, que reconstruyeron dos años más tarde y nuevamente en el 665, lo que da idea de su precariedad.Estas mezquitas de nueva planta sirvieron a los primeros asentamientos que el Islam se vio obligado a establecer sin el apoyo de una ciudad previa, a modo de campamentos militares (misr, plural amsar), asentados en lugares estratégicos; éstos fueron los casos de Basora, Kufa (638), Fustat (642) y Ramla (716). El control del incipiente imperio árabe se tradujo en ocupación militar, gracias al establecimiento de los citados amsar, carentes de murallas, y de guarniciones en las ciudades, que sí estaban fortificadas de antiguo; además se vieron obligados a labrar torres de almenara en la costa de Siria, para avistar expediciones navales bizantinas, y algún hisn (castillo) en las rutas más desguarnecidas, como el de Jiza, labrado entre los años 640 y 642; e incluso construyeron pronto algunos puentes, así el de Zanguyan del 636.No sabemos mucho de las formas que materializaron las construcciones civiles, pero sí hay alguna información interesante sobre disposiciones topológicas; así la Casa del Gobierno (Dar al-Imara) de Basora se construyó junto a la mezquita, quedando el Depósito del Tesoro (Bayt al-Mal) ubicado entre ambas; esta organización fue, en adelante, un esquema repetido, como tradición de este creativo orden social en el que religión y política iban de la mano.El califato de Utman (646/656) no se anotará más datos de interés que varias obras de ampliación o restauración en Medina y La Meca, mientras sus ejércitos continuaron la expansión hacia Oriente y Occidente, e incluso comenzaron expediciones marítimas. Los dos años de Ali (656/658), yerno del Profeta, contemplaron la ascensión de uno de los grandes jefes militares del Islam, Muawiya que desde antes de la muerte de Utman comenzó a destacar, pues en Damasco había labrado para sí un palacio llamado Qubbat al-Jadra (La Cúpula Verde). Por lo tanto, no extrañará que ya en el 657 comenzara a ser reconocido en Siria y que fuese proclamado al año siguiente en Jerusalén; tres años después trasladó la capitalidad a Damasco, tras un quinquenio en Kufa, uno de los amsar, adonde había sido llevada por Ali desde Medina.Los años de Muawiya (658/680) fueron pródigos en decisiones funcionales que afectaron a la naciente arquitectura islámica; la más antigua fue la del primer mausoleo individual documentado, el de Muhammad ibn Abu Bakr, que centralizaría una mezquita en las afueras de Fustat (El Cairo, Egipto); se dice que en 665 Muawiya introdujo, en la Aljama de Damasco, el uso de la maqsura; teniendo en cuenta que tres de sus cuatro antecesores habían sido asesinados durante la oración, no extrañará que el Califa procurara separar para su uso particular la zona central del muro al que se dirigía el rezo, clausura que logró con unos elementos de celosía; tal decisión, andando el tiempo, generaría el enriquecimiento de esta parte del edificio y su acceso directo desde el Dar al-Imara, precaución ya iniciada en Basora una década antes. También se añadió uso religioso a un elemento que, hasta entonces y desde el Profeta, sólo había tenido el valor de enfatizar la permanencia de éste o su vicario, el minbar; era éste una especie de trono en alto, accesible mediante una empinada escalera y que, al menos en teoría, podía desplazarse.La serie de aljamas históricas, de cuya primera época poco o nada se documenta, se incrementó con la de al-Aqsa, de Jerusalén (quizá ampliando un primer edificio de Umar) y la de Qayrawan, junto con los palacios y casas de esta primera ciudad islámica del Occidente, fundada en el año 670, como misr al sur del actual Túnez y base de las caravanas que pronto alcanzaron el Atlántico. En el 673 se registra otra invención con futuro; con ocasión de la ampliación de la mezquita de Amr en Fustat, el califa ordenó la construcción de cuatro sawami (singular sawma'a) para llamar a la oración. Fueron éstas otras tantas torres para la función que desde tiempos de Mahoma se hacía desde alguna cubierta; el hecho de que fuesen cuatro y de que la orden viniese de Damasco, sugiere que en la Aljama de la capital ya se usaban como tales las cuatro del témenos del templo romano que la alojaba. La última transformación simbólica que debemos destacar fue, como consolidación del proceso de urbanización del Islam, que la casa de Mahoma en Medina se transformó en mezquita.De los primeros omeyas parece interesante reseñar, amén del edificio al que dedicaremos el siguiente apartado, la construcción en Jerusalén de un Dar al-Imara, ubicado al pie de la ciudadela que hoy es el Haram al-Sarif, es decir, el recinto exterior del templo herodiano. Este edificio, excavado recientemente, se data en época de Abd al-Malik (605-705) y se planteó como un ejemplo de racionalidad compositiva, ya que es un rectángulo, pese a la topografía del lugar, bien ubicado respecto al ángulo de la muralla, con un patio interior porticado y distribución de crujías rigurosa y limpia; su valor radica en que nos muestra, en fecha muy temprana, el origen de varios temas compositivos del período subsiguiente, proporcionando una pista de las raíces clásicas de esta arquitectura.Al atravesar el denso callejero de la misma Jerusalén se produce de vez en cuando y desde el punto más inesperado, la aparición de una grandiosa y esquiva cúpula dorada, rotunda y pulida, que contrasta con el caótico caserío de piedra que nos rodea: es la Cúpula de la Roca, el más antiguo de los edificios musulmanes conservados. Si su apariencia es insólita, no lo es menos su aislamiento en medio del inmenso rectángulo del Haram al-Sarif y aún aparece sobreelevada en el centro de una amplia plataforma yerma, en la que únicamente florece la arquitectura. Es un ente de razón, riguroso y autosuficiente, que anula los tímidos intentos para acompañarla del resto de la ciudad.Consta que se acabó en el año 72 de la Hégira (691 ó 692), durante el califato de Abd al-Malik; es indudable que se construyó en el solar del Templo de Salomón, sobre el Ara de los Sacrificios, y esto no puede ser casual, aunque la tradición afirma que sólo se quiso preservar el recuerdo del viaje del Profeta al Paraíso: de esta manera se formalizó un tercer lugar sagrado para el naciente Islam, cuya apariencia competía, además, con los edificios cristianos de la ciudad, como el Santo Sepulcro, la iglesia de la Ascensión y la tumba de la Virgen; por tanto, no se construyó una mezquita, sino un mashad, que significa lugar de martirio, aunque en este caso se refiera a la manifestación del Profeta.Es un edificio dotado de rigurosa simetría central, con perímetro octogonal y cúpula de madera de planta circular, entre los que, gracias a una bien articulada arquería ochavada, se organizan dos naves concéntricas, destinadas al desarrollo del tawaf (la procesión) en torno al círculo que alberga la Roca. La arquería que sustenta el tambor de la cúpula y la intermedia ofrecen una inteligente alternancia de pilares y columnas, procedentes éstas de edificios romanos y bizantinos, aunque integrados en una organización tan novedosa en lo estructural como clásica en su decoración, pues los arcos aparecen atirantados con unos arquitrabes de madera recubiertos de metal damasquinado. Las naves del tawaf llevan techo plano, en contraste con la cúpula interior, que está separada de la cubierta.Confiamos en las fotografías para describir la decoración interior, cuyo carácter es casi abstracto, ya que sólo vegetación esquematizada, detalles romanos estereotipados y unas figuras bizantinas de joyas la animan. Nada se sabe sobre el diseñador del edificio, pero todo hace suponer que fue un cristiano sirio, pues como demostró Creswell, a partir de una lista de rasgos significativos, el 5 por 100 son de origen clásico, el 15 por 100 bizantinos y el resto de la tradición regional, de tal forma que, si no fuese por el letrero cúfico, sus contemporáneos hubiesen creído estar en un martirium o baptisterio.El edificio que promovió Abd al-Malik quedó ya para siempre como el brillante inicio de una nueva etapa de la historia de la Arquitectura, aunque en el fondo fuese el epígono de una serie de hitos que, arrancando en el Pantheon de Roma pasan por Santa Sofía de Constantinopla hasta cerrar en este ente de razón, posado como un milagro en la plataforma del Haram al-Sarif.
lugar
Esta villa soriana, situada en una atalaya que domina el valle del Abroquelo, tiene sus orígenes en época romana, cuando era denominada Occilis. De estos momentos han quedado importantes vestigios como el famoso Arco de Triunfo y las salinas. Durante la Edad Media fue tierra de frontera y en sus cercanías falleció nada menos que el famoso Almanzor. De la dominación musulmana nos ha quedado el nombre: Madinat Salim, la "ciudad de Salim", el gobernador árabe que la dirigía. Fue Alfonso I el Batallador quien tomó para los cristianos la villa a comienzos del siglo XII. Pero Medinaceli consigue su esplendor en el Renacimiento, al calor de la casa ducal, primero condal, que desde 1348 lleva su nombre. Los infantes De la Cerda fueron los que recibieron el rico señorío y pronto se instalaron en el palacio ducal que enseñorea la Plaza Mayor. Al calor de la riqueza de los duques, se asentaron numerosos nobles de segunda fila, que construyeron interesantes casas blasonadas. También de estos tiempos renacentistas es el monasterio de las Clarisas, la ermita del Humilladero - levantada gracias a las limosnas de los Hermanos Cofrades de la Vera Cruz-, la antigua Alhondiga y la Casa del Concejo. La colegiata de Nuestra Señora de la Asunción es de estilo gótico tardío y domina, con su torre de cuarenta metros, todas las vistas de la villa. De época anterior es el castillo de los condes, del que sólo quedan dos torres. En la actualidad, los poco más de 700 habitantes de Medinaceli viven en la zona baja del pueblo, junto a la carretera.
Personaje
Político
El IX duque de Medinaceli heredó todos los títulos de su padre y se convirtió en uno de los aristócratas más importantes de España, considerando que sus posesiones formaban parte del pago debido a su familia a cambio de renunciar a la Corona en tiempos de Sancho IV de Castilla. Durante el reinado de Carlos II fue miembro de los Consejos de Estado y de Guerra, embajador ante la Santa Sede, virrey y capitán general de Nápoles. Fue nombrado primer ministro por Felipe V, oponiéndose a la creciente influencia francesa que al final provocó su caída y su procesamiento. Fue encarcelado en el Alcázar de Segovia y trasladado al castillo de Pamplona donde falleció.
Personaje
Político
El VIII duque de Medinaceli, Juan Francisco Tomás de la Cerda y Enríquez, fue nombrado primer ministro por Carlos II a la muerte de don Juan José de Austria. Inició una política económica de claro carácter reformista, desarrollada a través de la Junta de Comercio y Moneda. La devaluación monetaria que puso en marcha llevó al colapso de precios y al acaparamiento de granos lo que provocó indirectamente diversas bancarrotas. El estallido de motines en varias ciudades y la pésima actuación militar en la guerra con la Francia de Luis XIV -finalizada con la Paz de Basilea de 1684- motivó el abandono del gobierno por parte del duque y la retirada a su casa de Guadalajara donde vivió separado del poder hasta su muerte. El matrimonio de don Juan Francisco Tomás con Catalina de Aragón, duquesa de Segorbe, Cardona y Lerma entre otros títulos, motivó el enriquecimiento y engrandecimiento de la casa de Medinaceli, títulos que pasarían a su hijo el IX duque.
contexto
Aunque generaciones posteriores a su abandono la consideraron y llamaron una medina, una ciudad, Medinet Habu empezó siendo un conjunto de templos rodeados de una formidable obra de fortificación. Eso era lo que su fundador Ramsés III quería que fuese -una segunda Karnak, de dimensiones menores (314 x 209 metros)-, pero el futuro le tenía reservado a esta gran creación un destino algo distinto: el de servir de refugio y sede permanente a la población de Tebas, convirtiéndose en una nueva Ciudad de Tebas. Su existencia duró hasta que la invasión de Egipto por los árabes impulsó a sus pobladores a buscar asilo en Edfu. En previsión de un ataque del exterior o de una revuelta del interior, Ramsés III rodeó sus edificios de una muralla de adobe, revestida de piedra en las zonas más expuestas, de 18 metros de altura y 10 de espesor. Un segundo muro exterior, separado del primero por un foso inundable, impedía acceder sin obstáculo a la formidable muralla. Dos grandes puertas daban entrada al recinto, una al este y otra al oeste de su eje longitudinal. La primera estaba precedida de un pequeño puerto fluvial, al término de un canal de acceso. La obra, de carácter fundamentalmente religioso, tenía por centro el templo llamado Unido a la Eternidad, el templo funerario del faraón. Eso no impedía que el recinto circundante pudiera cumplir, como pronto cumplió, la función militar prevista en sus muchos elementos de ingeniería castrense: las altas torres del flanco de sus puertas, las almenas y torretas de sus murallas, elementos propios de las fortalezas que Ramsés había conocido en Palestina y en Siria. Lo más notable y original que hoy vemos es el Portal del Este, el único conservado en buena parte. Parece la puerta de una ciudad bíblica, como uno se imagina aquella de Jerusalén donde celebraba sus reuniones el consejo de ancianos y donde David tuvo noticia de la muerte de Absalón: "Estaba David a la sazón sentado entre las dos puertas, y el atalaya había ido al terrado de sobre las puertas en el muro y alzando los ojos miró y vio uno que corría solo" (2 Samuel, 18, 24). A la sombra de sus defensas la puerta de Medinet Habu está hábilmente diseñada para que a pesar de su gran tamaño parezca más grande y profunda de lo que realmente es: la disminución gradual de las dimensiones de las ventanas, los entrantes y salientes de los muros, el estrechamiento paulatino de la calzada, todos los recursos de la perspectiva están al servicio de un deliberado engaño óptico que infunde en el crítico un profundo respeto a sus diseñadores. Los muros del monumental callejón están decorados con bajorrelieves del faraón en presencia de Amón. Las figuras más grandes ocupan el más bajo de los dos registros, reforzando con sus distintas escalas el efecto óptico de los juegos de perspectiva arquitectónica antes señalados. En los entrantes de los dos paramentos se alzan hoy, frente a frente, dos estatuas de la diosa-leona Sekhmet, labradas en granito negro y encontradas en esta zona del portal. El "Unido a la Eternidad" es el elemento principal y nuclear. Da entrada a él, demarcado por un grueso paredón, uno de los pílonos mejor conservados del Egipto actual. A sus espaldas, un primer patio, antesala común del templo que se halla a continuación y del palacio del templo en que Ramsés III residió y asistió muchos años a la gran Fiesta del Valle, durante la cual se alojaba en esta otra casa suya la estatua del Amón de Karnak. Al palacio (o mejor dicho, los dos palacios que se hicieron en vida de Ramsés III) se entraba por el lado sur de este primer patio, sombreado por un pórtico de columnas campaniformes. La puerta central daba a dos estancias notabilísimas del palacio: primero una sala hipóstila, sustentada en 12 columnas de capiteles palmiformes, y después un salón del trono, columnado, de la misma forma y cubierto también por el mismo sistema de bóvedas de medio cañón, edificadas en adobes como los del Rameseum (según Hölscher). Sería el único ejemplo conocido en la arquitectura egipcia de una sala hipóstila abovedada. Todo ello delata una deliberada imitación del plano y de los elementos del Rameseum que se pone de manifiesto en casi todas las piezas de Medinet Habu. Al lado norte del mismo patio, en simetría con el pórtico del palacio, se encuentra otro, pero de pilares osíricos que ofrecen otra interesante novedad: la de los colosos convertidos en elementos arquitectónicos, labrados y cortados como sillares. Tanto el pílono de entrada, más ancho que el resto del edificio, como la fachada del palacio están decorados con escenas de guerra y de caza. Entre ellas destacan, por su tamaño colosal y el primor de su diseño, la figura del faraón con la redada de prisioneros de diferentes razas, y la cacería brutal de espléndidos toros bravos en el cañaveral de una charca. Al fondo del patio se alza un pílono algo más pequeño que el primero; detrás de él, se encuentra un segundo patio. Sus dimensiones son algo mayores que las del primero, aunque no lo parezcan por estar este patio rodeado de pórticos por sus cuatro costados. Los pórticos del este, norte y sur están a ras del suelo del patio, mientras que el lado oeste se encuentra realzado sobre un podio de más de un metro de alto que lo sitúa al nivel de la primera sala hipóstila del templo. La diferencia se salva por medio de una rampa de gradas bajas, que conduce desde el patio al intercolumnio central del pórtico. El pórtico oeste, dos veces más profundo que los otros tres, lleva por detrás de su primera fila de soportes (pilares osíricos decorados con relieves) una segunda fila de ocho columnas monóstilas. La impresión de gravidez que este patio produce es debida no sólo a la superabundancia de soportes, sino a lo pesado y macizo de sus proporciones, contrafiguras de la esbeltez de los cánones de Luxor. La subida gradual de los niveles del piso, desde la entrada al santuario, se hace aquí más sensible en el tránsito del segundo patio al templo propiamente dicho, por encontrarse éste realmente sobre una terraza. La primera sala hipóstila tenía una nave central flanqueada por cuatro columnas a cada lado, probablemente campaniformes, y más altas que las de las cuatro naves laterales, para proyectar hacia el interior la deseada luz de claraboya. Las bases de las columnas están cortadas por el lado que mira a la nave, para facilitar el paso del trineo de la barca procesional. A esta sala hipóstila siguen otras dos, de ocho columnas cada una, y, al fondo, la capilla de la barca de Amón y el nicho terminal. Mut y Khons tenían sendas capillas laterales. Toda esta zona está tan destrozada que, como decía Vandier, la impresión de conjunto es penosa y uno no puede evitar, recorriendo estas ruinas, sentir la nostalgia de lo que ya no existe en ellas. La impresión que uno saca es de algo mucho más fúnebre que toda la arquitectura funeraria anterior, no ya la tan alegre y ligera de Hatshepsut, sino incluso la de Seti I y Ramsés II. Las columnas se han convertido en cilindros con disminuciones y ensanches, pero sin capacidad de evocar la flor que en su origen las inspiró, reducidas a simples soportes de una decoración y de un cromatismo tan intensos que la arquitectura queda desvirtuada. Pero como decía el mismo Vandier, Medinet Habu es una prueba de la correspondencia, tantas veces observada, entre historia y arquitectura. Su creador Ramsés III, fue la gran figura de la Dinastía XX, la única y la última de un momento crucial en la historia de Egipto. La constante imitación de los edificios de Ramsés II, objeto de culto en Medinet Habu como uno más de los grandes dioses allí venerados, de la composición de su corte y hasta de los nombres de las personas, empezando por el del rey, no logran contrarrestar la falta de vitalidad de que el país adolece. Aun enfermo como está, logra, sin embargo, merced a Ramsés III, disipar dos amenazas que a punto estuvieron entonces de sumirlo en la miseria, como sumieron a la Anatolia de los hititas y a la Grecia de los micénicos: la invasión de los pueblos encabezados por Libia, y la doble embestida, por mar y por tierra, de los Pueblos del Mar. Las inscripciones y los relieves de Medinet Habu dan cumplida cuenta de ambas peripecias. Una de las primeras nos informa de que el rey de Egipto hubo de interrumpir la campaña que estaba llevando a cabo contra los libios, porque en el norte de Asia Menor los frigios habían arrasado el territorio de los hititas, y en el sur de la misma, varios pueblos se habían puesto en movimiento en son de guerra. Eran los pulsata, zikar, danuna y washash, aliados con otros de procedencia ignota: turush, shirdan, shakalush. Ramsés lo refiere así: "Los Pueblos del Mar se confabularon unos con otros, y así, de repente, todos los estados desaparecieron y se disgregaron. Ningún país pudo resistir a sus armas: Hatti (los hititas), Cadi (Cilicia), Karkemish (en Siria), Arzawa (Lidia), Alasia (Chipre) habían sido segadas de una vez. Acamparon en Amurru (Líbano-oeste de Siria); exterminaron a la población y el país quedó como si nunca hubiera existido". El año 1175 la oleada llega a los dominios de Egipto. Ramsés III libra con ellos una batalla de importancia histórica universal y los derrota. No consta el lugar de la refriega, pero debió de ser en Palestina. Los contingentes que llegaron embarcados fueron vencidos en las bocas y lagunas de la zona oriental del delta del Nilo. La representación de esta batalla naval es uno de los relieves más célebres y originales de Medinet Habu, la primera en el tiempo de las ilustraciones de una batalla de ese género, con las distintas fases del combate entre dos navíos. Estos relieves son muy originales e interesantes. En otros, los artistas se limitaron a copiar modelos de Ramsés II, incluso en casos como los de victorias sobre los hititas que Ramsés III no tenía derecho a conmemorar porque aquel enemigo había dejado de existir.
Personaje
Literato
Destacado escritor en verso y prosa, mantuvo una estrecha relación con Lope de Vega. La influencia que ejercería este escritor sobre Medinilla se aprecia en su obra "Descripción de Buenavista", donde hace un recorrido literario por Toledo. "Discurso del remedio de las cosas de Toledo" es otra de sus creaciones en prosa más interesantes. Dentro de su producción poética cabe destacar "Limpia Concepción de la Virgen Nuestra Señora", que se compone de cinco octavas reales. Un problema amoroso provocó su asesinato a manos de Jerónimo de Andrada y Rivadeneyra.
contexto
Restringiéndonos a Europa y en términos generales, se observa cómo hace aproximadamente 85.000 años el clima templado que reinaba en el interglaciar Riss-Würm sufre un deterioro paulatino, reflejado en un aumento de la lluvia y un descenso de las temperaturas. El refrescamiento determina un retroceso del bosque, que será reemplazado por medios de praderío. En la fase Würm II, Europa occidental sufrirá una fuerte continentalización del clima. El descenso climático es marcado, con fuertes vientos, presentándose una cierta aridez que favorecerá el desarrollo de la estepa, incluso en el suroeste de Francia. La Europa nórdica verá desaparecer completamente el bosque, siendo reemplazado por la estepa en la que subsistirán los árboles, muy raros, en zonas bien protegidas. Montañas y mesetas sufrirán con intensidad la acción del hielo, que penetrará en el subsuelo a gran profundidad, desnudándose la superficie. La fauna asociada dependerá de las áreas geográficas e incluso de microclimas y de la geomorfología de la superficie, aunque aparece entre los hervíboros alguna especie tradicionalmente asociada al clima frío: lemmings, renos, antílope saiga, mamuts y rinocerontes lanudos junto a los rebecos y las cabras. Entre los carnívoros destaca, por su impacto en los hábitats en cuevas de los grupos musterienses, el oso de las cavernas, así como el león de las cavernas y el lobo.
obra
Pertenece al ciclo de los momentos del día que Friedrich ejecutó entre 1820 y 1822 para el coleccionista de Halberstadt Wilhelm Körte. Junto a su pareja, la Tarde, fue realizado en una segunda fase respecto a la Mañana y el Atardecer. Aunque ha sido referido tradicionalmente como un paisaje del Harz, es imposible relacionarlo con una localización concreta; como era su costumbre, Friedrich funde elementos de diversas procedencias en un todo armonioso. De hecho, los pinos que componen el motivo central de este cuadro no son propios del Harz, sino que se hallan en la zona de Brandemburgo. En esta obra, como en el resto del ciclo, reduce la intensidad alegórica y se concentra en el paisaje. Aparecen dos figuras: una mujer y un pastor; un largo camino se extiende desde el primer plano hacia el fondo, elemento no muy común, que encontraremos en obras posteriores como Ruina de Eldena en el Riesengebirge, de 1830-34. Sin embargo, el motivo central son los pinos, que, en este caso, no parecen poseer un neto contenido simbólico.