Busqueda de contenidos

obra
En esta composición, El Greco repite el lienzo que se guarda en Oslo variando el rostro del santo, aunque mantiene los mismos elementos que hacen de esta imagen una auténtica obra maestra.
obra
El espíritu de la Contrarreforma marca la mayor parte de las obras de El Greco, al existir una importante demanda de imágenes con unas notas características que Doménikos supo asumir e incorporar a sus lienzos. Uno de los temas más demandados fue el arrepentimiento de San Pedro tras haber negado en tres ocasiones a Cristo, inexistente en la iconografía cristiana hasta el siglo XVI. De esta manera se exaltaba el sacramento de la penitencia y la propia persona del santo como fundador de la Iglesia. Tanto San Pedro como el sacramento estaban siendo atacados por los protestantes, motivando que los católicos del momento decidieran defender ambas instituciones. La figura aparece en el interior de una cueva -lugar tradicional de penitencia- vistiendo una túnica oscura y manto amarillo, según los convencionalismos del Renacimiento italiano. Cruza las manos a la altura del pecho y eleva su mirada al cielo, suplicando el perdón; sus ojos están llenos de lágrimas reiterando el arrepentimiento. La figura es tratada con gran naturalismo, como si se tratara de un pescador. En la pared de la cueva contemplamos un tronco con hojas mientras que en la zona izquierda se muestra al ángel guardando el sepulcro y la Magdalena huyendo. El ángel proyecta un enorme foco de luz y la Magdalena aparenta unir ambos episodios. La amplitud de la figura está inspirada en Miguel Ángel cuya influencia será difícil de olvidar para Doménikos. Los detalles de la musculatura y las venas son de clara inspiración escultórica.
video
Para el Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro pinta Velázquez en 1635 una de sus obras más famosas: La Rendición de Breda, popularmente conocida como Las Lanzas. En este lienzo se representa un episodio de la Guerra con los Países Bajos ocurrido el 5 de junio de 1625. Tras un año de sitio por parte de las tropas españolas, la ciudad holandesa de Breda cayó rendida. Su gobernador, Justino de Nassau, entrega las llaves de la ciudad al general vencedor, Ambrosio de Spínola. Pero Velázquez no representa una rendición normal sino que Spínola levanta al vencido para evitar una humillación del derrotado; así, el centro de la composición es la llave y los dos generales. Las tropas españolas aparecen a la derecha, tras el caballo, representadas como hombres experimentados, con sus picas ascendentes. Todas las figuras parecen auténticos retratos aunque no se ha podido identificar a ninguno de ellos, a excepción del posible autorretrato de Velázquez, que sería el último hombre de la derecha. A la izquierda se sitúan los holandeses, hombres jóvenes e inexpertos, cuyo grupo cierra el otro caballo. Al fondo aparecen las humaredas de la batalla, un ejército de las tropas vencedoras y una vista en perspectiva de la zona de Breda. La composición está estructurada a través de dos rectángulos: uno para las figuras y otro para el paisaje. Los hombres se articulan, a su vez, a lo largo de un aspa en profundidad, cerrando dicho rectángulo con los caballos de los generales. La técnica pictórica que utiliza aquí el Velázquez no es siempre la misma sino que se adapta a la calidad de los materiales que representa, pudiendo ser bien compacta, como en la capa de la figura de la izquierda, bien suelta, como en la banda y armadura de Spínola. Breda volvió para siempre a manos holandesas en 1639.
contexto
Muchas de estas amantes del arte literario solicitaron a las autoridades competentes -mayormente eclesiásticas- permiso para la lectura de obras consideradas prohibidas, normalmente de ficción o de temas que simplemente sobrepasaban los límites de la moral y la didáctica recomendadas. Muchas damas recriminaban esta actitud a sus compañeras, achacando la afición de muchas de ellas a los romances, novelas y comedias. Llegaron a existir lectoras que se arrepentían de su condición, como Rosario Romero, quien fue encargada de traducir las Cartas peruanas de Madamme de Graffigny. La española se jactaba de haber abandonado sus lecturas de juventud -novelas de María de Zayas, comedias de Calderón de la Barca- por otros escritos que ella consideraba de mayor rango intelectual y de mucho mayor provecho. Gráfico Hubo también lectoras que alcanzaron una gran diversificación y progresión social, ejerciendo influencia en la adaptación y difusión de diversos géneros literarios, cada vez más tenidos en consideración, por los que se dedicaban al negocio de la publicación o venta de libros. Para todas estas pioneras, la lectura fue una experiencia de diferente orientación y significado. Leer por devoción, por placer y entretenimiento, por identificación con ciertos valores morales o ideológicos, por distinción, para sentirse y mostrarse como integrantes de un círculo selecto de personas afines con quien compartir pareceres, a través de la lectura en común, la conversación o la correspondencia. La experiencia de leer fue para muchas mujeres una ocasión para el retiro y el recogimiento, la intimidad y la soledad; una práctica de afirmación personal de su independencia y autonomía de criterio; un rasgo que las identificaba y las distinguía como mujeres de letras, con capacidad y aspiraciones intelectuales.
contexto
Además de alhajas y objetos de valor (91), algunas damas aristócratas reunieron colecciones de libros importantes por su volumen y diversificación (92) . En el siglo XVIII, la duquesa de Osuna encargaba a sus administradores la adquisición de obras, solicitaba catálogos italianos y novedades literarias de París e intercambiaba libros y opiniones con literatos como Moratín (93) . A la marquesa de Guadalcazar y Mejorada se le requisaron en 1787 en la aduana 129 libros, mientras que la duquesa de Liria reunió un total de 327 títulos y 1217 volúmenes en latín, francés e inglés, incluyendo algunos prohibidos (94). M.? Antonia del Río y Arnedo, traductora de Mme. le Prince de Beaumont y de Saint Lambert, formó una biblioteca bien nutrida, en particular de obras didácticas y novelas, independiente de la de su marido, aunque ambos compartieran el gusto por los libros, que transmitieron a sus hijos, entre ellos el futuro bibliófilo Luis Usoz y del Río. La erudita Josefa Amar consultó la Biblioteca Real y la de San Ildefonso en Zaragoza, además de la biblioteca familiar, rica en obras de Medicina (95) . Esta ilustrada aragonesa, como escritora realizó numerosos ensayos dedicados al género femenino. Sus escritos en pro de la igualdad entre hombres y mujeres, ensalzaban a la mujer. Tradujo el 'Ensayo histórico-apologético de la literatura española' del abate Lampillas. Es autora de escritos en los que habla del papel de la mujer en la política. Gráfico
contexto
Es éste quizá uno de los aspectos que en la actualidad está siendo objeto de mayor dedicación por parte de los lingüistas, como puede verse, por ejemplo, con la celebración de los Coloquios sobre Lenguas y Culturas Prerromanas (los dos primeros) y Paleohispánicas (los tres últimos) de la Península Ibérica. Pero no se centran, como en épocas anteriores, en la ubicación de las lenguas que se hablaban (y se escribían) en la Península Ibérica antes de la llegada de los romanos y su delimitación, sino que es más bien un triple intento de descubrir hasta dónde sea posible su origen, en el caso dé que éste no sea conocido, descifrar aquellas lenguas que no nos son conocidas, así como su naturaleza; si son alfabéticas, si son semisilábicas, y resaltar las diferencias entre lenguas que son parecidas. No es el momento ni el lugar de hacer una historia de las investigaciones, ni de comenzar con discusiones lingüísticas, sino de dar un panorama general de las lenguas que, según el estado actual de nuestros conocimientos, se utilizaban en la Península antes de que el latín se impusiera sobre todas ellas, salvo el reducto pirenaico del vasco. En este sentido es fundamental y punto de arranque de la investigación posterior la obra de A. Tovar publicada en 1961, The Ancient Languages of Spain and Portugal, quien, a partir de los documentos escritos, establecía cuatro lenguas prerromanas en la Península, además del vasco que, para otros autores como Schmoll o Untermann más recientemente, no era una de las lenguas que existían en España antes de la llegada de los romanos, sino que fue quizá introducido en época romana o posterior. En primer lugar hay que decir que puede mantenerse, aunque con matizaciones, la antigua división, que reflejan los modernos mapas de Tovar y Untermann, entre Hispania indoeuropea (con topónimos en -briga) opuesta a la no indoeuropea (con topónimos en uli-, ili-). Dentro de la zona indoeuropea hay dos lenguas claramente diferenciadas, el lusitano y el celtibérico, mientras que en la zona no indoeuropea encontramos la lengua del Suroeste de la Península, donde se realizó la más primitiva escritura hispánica; y el ibero, con testimonios por todo el Levante, el valle medio del Ebro, Cataluña y hasta el norte de Narbona en territorio francés. Los documentos más antiguos de la lengua del Suroeste son grafitos sobre cerámica (siglo VII-VI a. d C.) hallados en Andalucía (Huelva) y Extremadura (Medellín) y las lápidas sepulcrales sobre todo del Algarve en Portugal. De la epígrafia del Suroeste conocemos en la actualidad más de 70 estelas, algunas sólo fragmentos; salvo 5 todas han sido halladas en territorio portugués, en el Algarve, al sur de Aljustrel y al oeste del Guadiana. Los arqueólogos portugueses piensan que pertenecen a la primera Edad del Hierro (siglo VII a V-IV a. C.). Son más abundantes los textos escritos de derecha a izquierda que los escritos de izquierda a derecha. Según Correa, lo que podemos leer de los textos suena distinto del ibero, afirmando este autor que la ausencia que más caracteriza, de momento, a esta desconocida lengua frente al ibérico es la de -il, que tan documentada está en textos, topónimos y antropónimos ibéricos, tanto del Sudeste como levantinos. Este mismo autor se inclina por pensar, siguiendo a Tovar, que se trata de la escritura tartesia propiamente dicha y que debe ser denominada como tal, referido a un sistema gráfico y también lingüístico y no prejuzgando sobre la extensión territorial del dominio tartesio. En fin, tanto los textos escritos en esta lengua, como los de las siguientes de las que vamos a hablar (del vasco no conocemos textos equiparables a los de las demás para esta época), son textos a partir de los cuales se puede establecer un signario, aunque en caso del ibero a partir de Gómez Moreno podemos comprender la estructura interna de esta escritura, pero de los que, hasta el presente no nos es posible conocer el contenido en su totalidad. Los iberos, al igual que hemos visto para otros aspectos de su sociedad, aprenden a escribir como consecuencia de dos influencias diversas, la griega y la meridional desde el alto Guadalquivir, quizá sumada a influencias fenicias. La distribución geográfica de los documentos en lengua ibera se extiende desde Almería y Murcia (zona denominada del Sudeste de España) hasta el río Herault en el sur de Francia. Su penetración hacia el interior es dificil de fijar, pues lo único que sabemos con seguridad es que en época romana alcanza la región de Jaén y en el valle del Ebro llega hasta Zaragoza. Los soportes de estas inscripciones son variados, destacando las cerámicas pintadas, sobre todo de la zona Liria-Azaila, los denominados plomos ibéricos, que son piezas exclusivamente epigráficas, sin otro objeto que el de ser soporte de la escritura, entre los que se encuentran el de El Cigarralejo en Mula (Murcia) y el de la Serreta de Alcoy, escritos ambos en alfabeto griego, por lo que tenemos alguna información adicional al ser más rico y diverso el alfabeto griego que el ibérico (por ejemplo el ibérico no distingue entre sordas y sonoras o fuertes-suaves en las oclusivas, mientras esta distinción se hace regularmente en escritura griega y latina), y muchos que han aparecido y siguen apareciendo en la zona de Cataluña (Ullastret y alrededores), algunos muy largos y escritos todos ellos en alfabeto ibérico, las lápidas sepulcrales, que carecen de un formulario como las de El Algarve y reflejan una tradición diferente, y, por supuesto, las leyendas monetales, muy abundantes en la zona. Como decíamos más arriba, Gómez Moreno logró comprender la estructura interna de la escritura ibérica, mezcla de alfabeto y silabario, utilizando sistemáticamente la comparación de los topónimos y étnicos transmitidos a la vez en las fuentes clásicas -literarias y monetales- y en las monedas con letreros en escritura ibérica. Actualmente podemos descubrir con relativa seguridad los nombres propios debido a la feliz coincidencia de que se haya conservado el denominado Bronce de Ascoli, donde se recoge la concesión en el año 89 a.C. de la ciudadanía a los componentes de la Turma Salluitana, procedentes del valle del Ebro, por el padre de Pompeyo el Grande a causa de los servicios prestados y en el que aparecen indígenas con nombre ibérico y otros con nombre latino pero con el del padre todavía indígena. El elevado número de nombres propios de este documento está permitiendo que sea utilizado como patrón para la identificación de los nombres de personas que aparecen en los demás documentos. A partir de este texto se descubre que la estructura canónica de los nombres propios es de compuestos bimembres y cada miembro consta normalmente de un elemento bisilábico. Por ejemplo, Illur-tibas Bilus-tibas f., aunque también los hay monosilábicos (sufijos), Enne-ges, Biur-no, etc. Por otra parte, parece que hoy se conocen varias secuencias gramaticales: -mi, -armi, -enmi para indicar posiblemente la posesión, pues van detrás de los nombres personales. A su vez en la fórmula are tace en estelas sepulcrales quizá pueda ponerse en relación con la latina hic situs est. Dentro del área de la escritura ibérica quiere verse una distinción entre dos zonas, cuya diferencia más clara estaría dada por los signos utilizados, la zona del Este y Cataluña y la zona del Sudeste (Murcia y Almería). En cuanto a la tradicional relación entre el vasco y el ibérico encontramos una serie de coincidencias fonológicas en ambas lenguas: falta de p, f y m; falta de r- inicial (latín rota"'rueda" - errota"'molino"; falta del grupo oclusiva + líquida (latín crux, vasco gurutz); cinco vocales en un sistema idéntico al castellano, pero no al gallego o al catalán, entre otras. Estas coincidencias se explican por ser lenguas en contacto y no es exclusiva de estas dos lenguas concretamente, sino que es un fenómeno muy extendido. Como ejemplo más significativo de situaciones parecidas puede aducirse la liga balcánica: griego, macedonio, rumano y búlgaro, lenguas con orígenes muy diversos, pero con coincidencias fonológicas y de otro tipo. Por otra parte hay también una relación onomástica ibérico-vasca: ibérico belès/bels -vasco beltz, "negro" - aquitano -belex, -bels; ibérico Enneges (de la Turma Salluitana) -vasco Eneko (vasco medieval Enneco) - español Iñigo; ibérico -iaunliaur-, vasco iaun/iaur "señor", Jauregui. Pero la equivalencia onomástica no es lo mismo que equivalencia lingüística de modo automático. Por lo que respecta al celtibérico, decir que en el área indoeuropea de la Península es probable que a mediados del primer milenio a. C. existiesen distintos dialectos procedentes del mismo tronco común indoeuropeo y que únicamente, cuando varios de ellos hayan llegado a alcanzar una cierta homogeneidad entre sus características, se convirtieran en lenguas, favorecido, además, este proceso, como piensa De Hoz, por estímulos políticos o culturales fuertes, como debió ocurrir en el caso de los celtíberos y en el de los lusitanos. La onomástica indígena de la zona tiene elementos comunes precisamente por este origen común, pero no quiere esto decir que todos hablaran la misma lengua. Esta diferencia de lenguas dentro de lo que genéricamente podríamos denominar área indoeuropea se ve muy claramente entre el celtibérico y el lusitano. El celtibérico es una lengua céltica de rasgos muy arcaicos, que está documentado en inscripciones realizadas en escritura ibérica, lo cual es una dificultad adicional por las carencias de la escritura ibérica para reproducir una lengua distinta a la ibera. Entre los documentos celtibéricos más importantes destacan el Bronce de Luzaga y el de Botorrita en escritura indígena (conocemos otro en Botorrita, la denominada Tabula Contrebiensis, pero está escrito en latín), así como las inscripciones en escritura latina de Peñalba de Villastar. En la gran inscripción de Botorrita tenemos 123 palabras en las 11 líneas del anverso y 14 nombres personales con los cuatro elementos característicos nombre personal + unidad suprafamiliar + genitivo del nombre del padre que expresa la filiación + una palabra que debe indicar magistratura, aparte de 4 posibles indicaciones de localidades de origen. La tésera de hospitalidad de Luzaga (Guadalajara) en letras celtibéricas tiene 26 palabras y la más extensa de Villastar 18. Precisamente a partir de la abundante documentación existente, en la que los letreros monetales constituyen un elemento de primer orden, hoy podemos fijar lingüísticamente un territorio celtibérico, cuyos límites están en el río Ebro en la Rioja, siguiendo hasta Botorrita, la antigua Contrebia Belaisca; de aquí por el Huerva incluyendo Teruel por las inscripciones de Villastar y un límite sur que dejaría dentro del territorio a Valeria y Segóbriga; el límite oeste dejaba entre los carpetanos a Complutum-Alcalá de Henares, y pasando el Sistema Central deja parte del territorio de Segovia dentro y la mayor parte en territorio vacceo, incluye Clunia y vuelve hasta el Ebro en el lugar de inicio. Es muy interesante a tal efecto el artículo de M.L. Albertos sobre la onomástica de la Celtiberia en el II Coloquio de Lenguas y Culturas prerromanas de la Península ibérica. Hoy sabemos que el celtibérico es una lengua céltica, pero las inscripciones celtibéricas son muy dificiles de traducir, pues los celtas que aparecen como celtíberos estaban en la Península desde antes del siglo VII a. C., tuvieron un desarrollo independiente prolongado y no tenemos ninguna lengua del grupo que haya sobrevivido. Acerca del lusitano, decir que en el año 1935 Herrando Balmori afirmaba que la inscripción aparecida en un peñasco en Lamas de Moledo, pocos kilómetros al nordeste de Viseo, estaba escrita en un dialecto céltico arcaico, con nombres parecidos a los ligures. Hacia 1959 se halló una inscripción semejante a la anterior en el Cabelo das Fráguas, cercano a la ciudad de Guarda, que tenía en común con la anterior el término "porcom". Este nuevo hallazgo permitió relacionar con éstas la perdida de Arroyo del Puerco en Cáceres, con la forma indi común a la del Cabeço. Las tres habían aparecido, además, en territorio lusitano. La escasez de documentos no ha sido óbice para que ante esta posible lengua se hayan perfilado dos posturas, la de quienes piensan que hay indicios claros y suficientes de naturaleza fonológica y morfológica para pensar en una lengua indoeuropea occidental distinta del grupo céltico y, por ende, del celtibérico, y los que, basándose en la homogeneidad en el empleo de la onomástica personal y en la existencia de topónimos en -briga en todo el área indoeuropea, así como en la falta de datos, piensan que se trata de una lengua de tipo céltico. Tovar y Untermann serían los más claros representantes de una y otra postura respectivamente. En nuestro caso nos inclinamos porque el lusitano tiene un carácter independiente no céltico, a partir del refuerzo que para la tesis de Tovar han supuesto los trabajos de Schmidt y Gorrochategui, que dan poco valor a los criterios onomásticos y se basan en argumentos de tipo fonológico (mantenimiento de la *p indoeuropea, tratamiento de las aspiradas indoeuropeas y el léxico gramatical). Estamos de acuerdo con Tovar, cuando afirma que "las invasiones indoeuropeas no fueron en realidad siempre de grandes naciones organizadas, sino de grupos mayores o menores, que generalmente no llegaban por de pronto a organizarse en grandes territorios lingüísticos. Las lenguas de gran extensión sólo la lograron por asimilación de grupos menores y por influencias políticas, religiosas, económicas, etc. El lusitano como lengua es el único ejemplo en la península que podemos contraponer al celtibérico como otro dialecto indoeuropeo que ha llegado a nosotros". Por último, con respecto al vascuence y como planteamiento metodológico inicial, es necesario distinguir entre esta lengua, que se ha denominado por algunos autores "pirenaico antiguo" y que actualmente se nombra como euskera, lengua no sólo prerromana, sino, según todos los investigadores, preindoeuropea, y el pueblo de los vascones históricos, situados por los textos greco-latinos de época romana en el territorio de Navarra y algunas zonas aledañas (Noroeste de Guipúzcoa alrededor de Irún, zona de la margen derecha del Ebro en la actual Comunidad Autónoma de La Rioja después de la expansión de los siglos II-I a. C., la zona de las Cinco Villas en Aragón, y la zona Noroccidental de Huesca hasta el territorio de los iacetanos con su centro en Jaca). Porque, además, está suficientemente demostrado en distintas etapas y lugares que no es posible hacer una identificación mecánica entre pueblo y lengua. Para esta pequeña exposición seguimos un artículo de Gorrochategui, citado en la bibliografia. Según este autor en la actualidad parece evidente que en una zona determinada del litoral del Golfo de Vizcaya, entre Bilbao y Biarritz, siguiendo hacia el interior por la zona al norte de la Cordillera Cantábrica y a ambos lados de los Pirineos occidentales hasta la provincia vascofrancesa de Soule se atestigua directamente desde el siglo XVI d.C. e indirectamente desde el siglo XI-XII una lengua no indoeuropea que ha sufrido un retroceso desde sus más avanzadas posiciones medievales. Pero, ¿cuál era la situación a la llegada de los romanos?. Se piensa por parte de Bähr y Michelena que en la zona vasco-aquitana el aquitano representa un estadio antiguo del vasco o de una lengua íntimamente relacionada con él. El río Garona sería el límite a la llegada de los romanos, aunque Burdeos y alrededores, por las noticias de Estrabón, quedarían fuera. Desde allí río arriba hasta la altura de Agen, donde se separaría hacia el sur para ir al encuentro del Garona sin encontrarlo; la línea en dirección norte-sur dejaría a Tolosa al este para alcanzar el Garona, traspasándolo por el desfiladero de Boussens, englobando por la derecha el valle pirenaico del Salat. El vasco histórico del norte de los Pirineos sería continuación del hablado allí en época romana. Por lo que se refiere al vasco peninsular, aunque carecemos de datos para establecer la división entre vasco e ibérico en la zona central de los Pirineos, Gorrochategui piensa que no hay argumentos suficientes para probar la afirmación que hacen algunos autores de la presencia del vascuence en la zona al este del valle de Arán. Para la zona de vascones, várdulos y caristos hay una serie de datos que, aunque no muy abundantes, permiten suponer a Gorrochategui que el vasco era una lengua de uso y que razones sociolingüísticas o de la naturaleza de la misma hicieron que sus hablantes "no consignaran por escrito sus nombres o bien que hubieran aceptado la antroponimia de las personas que se expresaban en una lengua más prestigiosa que la suya". Sería el caso de algún dialecto indoeuropeo y, más tarde, del latín. Lo que sí parece claro, tanto para Gorrochategui como para los autores antes citados, es que el vasco (o una forma antigua del mismo) ya existía del lado de acá de los Pirineos en época prerromana. En contra está la opinión del prestigioso lingüista J. Untermann, que recoge una idea ya expresada por Schmoll y que afirmó que "posiblemente hay que aceptar que el vasco no perteneció a las lenguas antiguas hispanas: quizá fue introducido por primera vez en la Península con los desplazamientos de población de época romana o altomedieval". Pero, como afirma el propio Gorrochategui, "intentar establecer los límites precisos del antiguo vasco en la Península es empresa hoy por hoy, a falta de materiales, imposible, y el intentar establecerlos con exclusividad en oposición a las otras lenguas de la zona, un error".
contexto
Las letras de México No se han hallado letras hasta hoy en las Indias, que no es pequeña consideración; solamente hay en Nueva España una especie de figuras que sirven de letras, con las cuales anotan y entienden toda cosa cualquiera y conservan el recuerdo y antigüedades. Se asemejan mucho a los jeroglíficos de Egipto, mas no encubren tanto el sentido, según he oído; aunque ni debe ni puede ser menos. Estas figuras que usan los mexicanos como letras son grandes; y así, ocupan mucho. Las tallan en piedra y madera; las pintan en paredes, y en papel que hacen de algodón y hojas de metl. Los libros son grandes, cogidos como pieza de paño, y escritos Por ambos lados; los hay también arrollados como piezas de jerga. No pronuncian la b, g, r, s; y así, emplean mucho la p, c, l, x; esto es la lengua mexicana y nahuatl, que es la mejor, más copiosa y más extendida que hay en Nueva España y que emplea las figuras. También se hablan y entienden algunos de México por silbos, especialmente los ladrones y los enamorados: cosa que no alcanzan los nuestros, y que es muy notable. Los nombres de contar Ce Uno Ome Dos Ei Tres Naui Cuatro Macuil Cinco Chicoace Seis Chicome Siete Chicuei Ocho Chiconaui Nueve Matlac Diez Matlactlioce Once Matlactliome Doce Matlactliomei Trece Matlactlinaui Catorce Matlactlimacuil Quince Matiactlichicoace Dieciséis Matlactlichicome Diecisiete Matlactlichicuei Dieciocho Matlactlichiconaui Diecinueve Cempoalli Veinte Hasta seis cada número es simple y solo; después dicen seis uno, seis dos, seis tres. Diez es número por sí; y luego dicen diez y uno, diez y dos, diez y tres, diez y cuatro, diez y cinco. Dicen diez cinquiuno, y diez seis uno, diez seis dos, diez seis tres. Veinte va por sí, y todos los números mayores.
contexto
El texto de mayor valor escrito en la época antigua pertenece a la V Dinastía. En realidad es un conjunto de textos denominado Textos de las Pirámides, entre los que destacad el llamado Himno Caníbal, donde se nos describe la entrada del faraón en la morada de los dioses, devorando a todos los que encuentra con el fin adquirir fuerza espiritual para alcanzar la morada divina. Este Himno aparece en las tumbas de Unas y Teti, desapareciendo después. La profunda crisis que se vive en el I Periodo Intermedio también se refleja en la literatura. Tenemos tres obras clave como son Las Admoniciones del sabio Ipuwer, donde se hace referencia al desorden económico y cósmico que se ha desencadenado sobre Egipto tras la desintegración del Imperio Antiguo; el Diálogo del hombre cansado con su alma, siguiendo el mismo tono pesimista del anterior, y el Cuento del Campesino elocuente, donde se narra cómo el faraón dilata una resolución debido a los bellos discursos pronunciados por un campesino al que se le habían decomisado los productos que llevaba a vender al mercado. La época clásica de la literatura egipcia corresponde a las XI y XII Dinastías. Aparece un nuevo género literario llamado kemyt, donde se procura la formación erudita de los escolares para que lleguen a ser buenos funcionarios. También son habituales las instrucciones para los herederos al trono como las de Merikare o Amenenhat. En el reinado de Sesostris I encontramos una de las obras maestras de la literatura egipcia, la Historia de Sinué, relato escrito como biografía donde se integran diferentes géneros. También destacan cuentos e historias imaginarias como El naúfrago, considerado antecedente de Ulises o Simbad el Marino. La lírica arranca en las canciones de los arpistas, como la famosa del rey Antef, donde se expresa el goce de la vida y el abandono de la idea de la muerte y de la vida de ultratumba. La invasión de los hicsos y su toma del poder no nos proporciona una etapa de esplendor, situándose las historias que se cuentan en la época del rey Kheops. Será en el Imperio Nuevo cuando la literatura alcance su máximo desarrollo. Ahora responderá a una sensibilidad completamente nueva, ya que en la sociedad egipcia se ha generado un proceso de modernización, abriéndose al amor, a lo inmediato y a la intimidad. Como consecuencia de esa modernización aparece la poesía amatoria. Los amantes se comunican de diferentes maneras, llamándose hermana y hermano en los textos. Esto ha provocado que algunos especialistas consideren que en Egipto era habitual el incesto, lo que ahora se descarta casi totalmente, excepción hecha de los faraones, que sí casaban con sus hermanas. La amante se muestra al amado vestida con sus mejores galas y se alegra cuando el amado la encuentra. La voz del amado se convierte en algo necesario, como la doncella que dice: "Oír tu voz es para mí dulce vino, vivo de oír tu voz". Uno de los temas más importantes de este género será el mal de amor, existiendo ya la figura del mensajero que intenta paliar el sufrimiento de los amantes. La colección de poesía amorosa más importante se encuentra en el Papiro Chester Beatty n.? 1 de época de Ramses V y guardado en el British Museum de Londres. La literatura fantástica también florece en el Imperio Nuevo, con obras como El cuento de los dos hermanos, donde el acoso sexual de la mujer de uno de ellos al otro provoca una sucesión de prodigios como la animación de los árboles o la actuación de los dioses a cada momento. El cuento de La Verdad y la Mentira es algo más simbólico, mientras que en La disputa de Horus y Seth se suceden todo tipo de aventuras por la herencia del trono de Osiris. El Príncipe predestinado cuenta las aventuras de un príncipe que escapa de todos los peligros que habían predicho los oráculos. Las desventuras de Wenamón indican la decadencia del Imperio Antiguo. La literatura sapiencial de la época culmina con las Instrucción de Amenemope, en parte copiada posteriormente en la Biblia, concretamente en el Libro de los Proverbios. En Egipto se desarrollará una abundante literatura religiosa que constituye uno de los ejes del pensamiento y de la conciencia egipcia. Quizá los textos más famosos son los que se recogen en el Libro de los Muertos, conjunto de plegarias destinados a asegurar al muerto la resurrección y un fácil acceso al otro mundo. Todo egipcio tiene la posibilidad de adquirir al menos una parte de los textos para que le ayude al transito al más allá. Los textos se escribían en papiros y se depositaban en una caja, en el sarcófago o entre las vendas de la momia. Los faraones querían perpetuar su memoria con poemas épicos que suscitaran la admiración hacia sus hechos y hazañas. Surge así la llamada Novela Real, protagonizada por el monarca, narrándose las hazañas del rey como héroe del ejército en las campañas asiáticas y nubias. La culminación de este género se produce con el Poema de Pentaur, donde se narra la guerra de Ramses II con los hititas.
contexto
Todas las disposiciones que se fueron elaborando durante los primeros años de la presencia española en América tienen una importancia fundamental, ya que fueron construyendo una arquitectura jurídica partiendo de la nada y, con harta frecuencia, nos revelan más la intencionalidad de la Corona, que su cumplimiento efectivo. En este sentido, las Leyes de Burgos constituyen una de las ordenanzas más importantes del siglo XVI, al ser punto de encuentro de profundas reflexiones teológicas y encendidas tensiones económicas y políticas. Con el inicio de la encomienda la Corona implantó un sistema de organización que no conllevaba la propiedad territorial, pero aceptaba la utilización del trabajo. La falta de experiencia y el deseo de enriquecimiento rápido de los castellanos hicieron que con frecuencia se extralimitaran, comenzando los malos tratos y penalidades para la población indígena, hasta el punto de que los años 1504 a 1511 se suelen considerar como "lo peor de la colonización española". Cuando en septiembre de 1510 llegaron los primeros dominicos a las Antillas se horrorizaron al contemplar el trato que recibían "los súbditos indios" de la reina Isabel. Un año después, sin ceder ante las presiones de los dos bandos antillanos, la comunidad dominica acordó denunciar públicamente los excesos y arbitrariedades que se cometían. El tercer domingo de Adviento, y ante el Virrey Colón, Pasamonte, los oficiales reales y los encomenderos y pobladores fray Antón de Montesinos describió desde el púlpito con crudeza los malos tratos y abusos a que eran sometidos los indígenas: exceso de trabajo, alimentación deficitaria, falta de cuidados sanitarios, abandono de su instrucción religiosa, etc.; condenando sin paliativos la encomienda y poniendo en cuestión el derecho en el que se justificaban tales atropellos y servidumbre. Un gran gentío acudió a Diego Colón, para que exigiera al prior Pedro de Córdoba una rectificación pública, además de una amonestación a Montesinos por escándalo y difusión de nuevas doctrinas, afirmando que no podían tener indios, cuando los habían recibido del propio Rey. El dominico no cedió, advirtiéndoles que la decisión había sido unánime por parte de toda la comunidad. Nunca un sermón se ha esperado con tal expectación como el del siguiente domingo. Los vecinos y las autoridades esperaban oír una disculpa pero para su sorpresa, Montesinos fue aún más enérgico y reafirmó la postura de los frailes. El alboroto fue generalizado y no tardó en llegar a la Corte. Además, el Rey, Conchillos, Fonseca, Juan Cabrero y otros personajes de cierta relevancia tenían indios en encomienda, por lo que les afectaba directamente el asunto. Colón y Pasamonte pusieron en conocimiento del Monarca lo sucedido enviándole, además, un resumen de los sermones, lo que sorprendió a don Fernando que de entrada no comprendió la actitud de Montesinos. Si el problema radicaba en el repartimiento, la conducta de los frailes era un acto de rebeldía y desobediencia a la autoridad real. El Monarca ordenó al Virrey y a Pasamonte conseguir un cambio de actitud en los dominicos y, si persistían en su obstinación, su devolución a Castilla. Naturalmente, los frailes no pensaban permanecer impasibles así que fray Pedro de Córdoba y Antonio de Montesinos se trasladaron a la Corte para informar de los hechos personalmente al Rey. Una vez que conoció la magnitud del problema -las enfermedades infecciosas y desde luego los malos tratos habían comenzado a desencadenar la catástrofe demográfica- Fernando el Católico reunió en Burgos a algunos consejeros como Juan Rodríguez de Fonseca, el Doctor Juan López de Palacios Rubios y a los licenciados Santiago y Sosa, junto con los dominicos Fray Pedro de Covarrubias y Fray Tomás Durán y el predicador real licenciado Gregorio. A ellos se agregó Fray Matías de Paz, Catedrático de Teología en la Universidad de Salamanca, por petición expresa del enérgico Montesinos. Gráfico En el Archivo General de Indias de Sevilla se conservan dos manuscritos que refieren el desarrollo de las discusiones celebradas en Burgos, si bien no son ni mucho menos unas actas; uno lo escribió el Bachiller Enciso, el otro es anónimo. Este último refiere como las opiniones eran tan dispares que tras veinte reuniones no fue posible convertir unos principios generales filosóficos y teológicos en los que estaban de acuerdo en un articulado o un código de funcionamiento concreto. Las Casas nos dice que Teólogos y Letrados alcanzaron un consenso sobre siete principios fundamentales: la libertad de los indios; su derecho a ser instruidos en la fe; la conveniencia de trabajar siendo bien tratados; su necesidad de descansar; su derecho a la propiedad privada -casas y haciendas propias-; la convivencia con los cristianos como medio de conversión; su derecho a un salario justo, en especie, en vestidos y objetos para cubrir sus necesidades. Entonces el siempre pragmático don Fernando resolvió la indecisión reuniendo en el convento de San Francisco de Burgos Fray Alonso del Espinar, Pedro García Carrión y el bachiller Enciso, para elaborar unas normas por las que se gobernaran la vida laboral y religiosa de los indios. Sus propuestas fueron sometidas al análisis minucioso de los Teólogos y Consejeros, quienes las aprobaron, y luego fueron promulgadas por el Rey en Burgos el 27 de diciembre de 1512. Un año después se añadieron algunas precisiones que se conocen como la Moderación de Valladolid de 1513. Las Leyes de Burgos son un cuerpo legal de 35 artículos de carácter religioso-doctrinal y socio-laboral. En el preámbulo se advierte de que su razón es la conversión de los indios a la fe católica; como el medio más adecuado era la convivencia entre nativos y españoles, el buen tratamiento era imprescindible. Se ordena las construcción de iglesias en las haciendas y en las minas, donde la afluencia de indios es mayor; se especifican los rezos que han de llevar a cabo por la mañana y al atardecer; el encomendero debía velar por la asimilación de la doctrina y el aprendizaje adecuado del decálogo, los pecados capitales y los artículos de fe, comprobando su asimilación con un examen quincenal. Se les recordaba el precepto dominical y la confesión una vez al año; el encomendero se responsabilizaba de que los bautizos se celebraran en la semana siguiente al alumbramiento; además debía llevar un registro de nacimientos y defunciones. Para facilitar el conocimiento doctrinal se elegía un muchacho especialmente hábil por cada 50 indios para que aprendiera el catecismo, a leer y a escribir, y luego trabajara como maestro entre su gente. Gráfico Se prohibía cargar peso sobre los indios; esto era difícil de lograr porque en América no había animales de carga y en las culturas indígenas eran los hombres y mujeres quienes cargaban las mercaderías y fardos, era pues un elemento cultural arraigado: de lo que se trataba era de que los españoles no lo aprovecharan. Se establecía un periodo de trabajo de cinco meses, al que seguían 45 días de descanso. Otra cuestión primordial era el respeto a sus areytos o bailes festivos y ceremoniales en las fiestas. Los bohíos o casas de palma debían reunir unas condiciones determinadas y capacidad para albergar a una docena de personas; cada uno recibía una hamaca para no dormir en el suelo; se prohibía cualquier maltrato físico o psíquico, de palabra u obra; junto a las viviendas se les entregaban tierras de labranza en propiedad privada e inalienables, varias aves de corral - doce gallinas y un gallo-, media fanega de maíz de siembra, yuca o mandioca para hacer el pan cazabe que era el alimento básico de su dieta, ajes (fruta), ají o pimienta para sazonar y algodón. Los domingos y festivos se les entregaba una olla de carne guisada, y a los indios que trabajaban en las minas una libra de carne diaria, en razón de la dureza del trabajo físico. Se marcó un presupuesto anual de un peso de oro para su vestido y aderezo. Al cumplir los trece años, los hijos de los caciques mayores empezaban sus estudios junto a los franciscanos durante cuatro años, de modo que a su vuelta pudieran transmitir los conocimientos adquiridos. Nadie podía servirse de indio ajeno ni obligar a las mujeres embarazadas de más de cuatro meses a trabajar en las minas o en los montones o conucos de yuca mandioca, donde no regresarían hasta que el niño tuviera tres años. Por último, se establecía que ningún encomendero podía tener más de 150 indios ni menos de 40. Naturalmente los visitadores o inspectores jugaban un papel fundamental ya que eran los responsables de su cumplimiento. Debían conocer a los indios por su nombre, y llevar un libro registro de los mismos. Eran nombrados por el Virrey, Jueces y oficiales reales entre los vecinos más antiguos. Había dos en cada pueblo para la inspección de las minas, estancias y porqueros, procurando información detallada de cómo eran tratados y mantenidos. La visita se realizaba dos veces al año, turnándose los dos funcionarios, quienes además de disponer de un ejemplar de las Leyes, debían someterse a juicio por su gestión cada dos años. Durante la colonización española se generó un amplio cuerpo de legislación indigenista; no obstante cualquiera de esas leyes, ordenanzas, reales cédulas o decretos remitían siempre como primera y más lograda referencia a las Leyes de Burgos. Si a esto añadimos que el Padre Francisco de Vitoria -inspirador del Derecho de Gentes o Derecho Internacional, y con visión muy adelantada a su tiempo respecto a cómo debía llevarse a cabo la colonización y el buen tratamiento de los indios- era burgalés comprenderemos por qué es esencial plantear en su dimensión histórica la relación entre Burgos y el planteamiento y la defensa de los Derechos Humanos.
contexto
La verdadera importancia de las leyes o Ley de las XII Tablas reside en que esta codificación constituye la conclusión del proceso de consolidación del Estado ciudadano romano, de la civitas. Por obra parte, hasta la redacción de este código legal, el derecho en Roma había tenido un carácter sagrado en razón de su propio carácter consuetudinario y por haber estado ligado a la monarquía y al colegio de los Pontífices, principalmente. La redacción de las leyes es el punto de partida de la desacralización del derecho romano y la base remota del derecho de nuestro mundo occidental. Según la tradición, el rey Numa Pompilio habría sido el primer monarca en dotar al incipiente Estado romano de una serie de disposiciones jurídicas, las llamadas leges regiae. Posteriormente, tras la caída de la monarquía, la aplicación de este derecho consuetudinario pasó a ser patrimonio de un pequeño sector patricio, fundamentalmente del Colegio de los Pontífices que controlaban las disposiciones jurídicas escritas en los libros pontificales, tal vez no de ese modo tan arbitrario como algunos historiadores mantienen, pero con el inconveniente de ser desconocidas por los plebeyos. La decisión de elaborar este código legal escrito hay que considerarla como un triunfo de la plebe. La resistencia inicial de un gran número de patricios se desprende tanto de los acontecimientos que las fuentes antiguas nos transmiten como del propio contenido de las leyes. Respecto al primer punto, Tito Livio nos dice que todavía en el año 390 a.C. los pontífices se oponían a este código y después del incendio de Roma provocado por los galos -en el que las 12 placas de leyes habrían sido destruidas- los pontífices hicieron todo lo posible para que algunas de estas leyes no fueran escritas de nuevo. Respecto al segundo punto, en ellas se percibe claramente una especie de compromiso entre patricios y plebeyos -al menos entre un sector de ambos- entre lo antiguo y lo nuevo. Así, por ejemplo, se aplica la ley del Talión en una disposición y en la siguiente se aplica como castigo el pago de una multa, procedimiento mas evolucionado sin duda. Según nos transmite la tradición, en el 451 a.C. se eligió el primer colegio de decemviros, integrado mayoritariamente por patricios que elaboraron, durante el año en el que asumieron el poder, diez tablas de leyes. El segundo colegio decemviral, elegido el 450 a.C. recibió el encargo de concluir el corpus jurídico. Este segundo grupo de decemviros estaba integrado por patricios y plebeyos. Parece que este gobierno degeneró en una tiranía y habrían sido destituidos mediante una revolución popular que habría restablecido posteriormente el consulado. Pero los últimos decemviros habrían preparado dos tablas de leyes, llamadas por los juristas romanos posteriores, leyes inicuas y que incluían la esclavización por deudas y la prohibición de los matrimonios mixtos entre patricios y plebeyos. Algunos autores han interpretado estos hechos relativos al segundo decemvirato como coincidentes con la subida al poder de un gobierno democrático, de alianza patricio-plebeya. El sector mas conservador del patriciado preparó su derrocamiento y a tal fin siguió una revuelta que las fuentes definen como popular, pero que no había sido tal, sino más bien la reacción patricia contra este gobierno democrático. Restablecido posteriormente el consulado, los nuevos cónsules patricios habrían ratificado las dos tablas definitivas, obras, por tanto, no del segundo colegio decemviral sino de los propios cónsules patricios. Ciertamente, esta interpretación de los hechos parece mucho más coherente. Resulta imposible de justificar que las dos tablas de leyes más filopatricias fuesen obra de un grupo de decemviros mayoritariamente plebeyos. La influencia de Grecia en estas leyes es evidente, pero no tanto de la propia Grecia como de las ciudades griegas del Sur de Italia adonde viajó una comisión de los primeros decemviros. Algunos historiadores perciben también una influencia procedente del mundo etrusco, menos constatable al ser poco conocido el derecho etrusco. A estas influencias se añadió todo el trasfondo del derecho consuetudinario romano. El contenido de las leyes se basa en unos ejes claramente definidos: la salvaguarda del patrimonio y la autoridad del padre, que es el único titular de derecho. La mujer aparece privada de toda capacidad jurídica y pasa, tras el matrimonio, de la potestad del padre a la del marido. La potestad del padre sobre sus hijos incluye que puedan disponer libre y arbitrariamente de los recién nacidos, pudiendo eliminar a los hijos nacidos con deformidades o, simplemente, no reconocerlos como hijos. Cierta limitación a esta patria potestad puede considerarse la norma según la cual el padre que vendía a su hijo, no una sino tres veces consecutivas, perdía todo derecho sobre él, quien, a su vez, adquiría plena capacidad jurídica. Por lo mismo, el delito considerado mas grave es el parricidio. El asesinato del padre o de un familiar próximo es castigado con la muerte. También sumamente arcaicas y adecuadas a esta sociedad, en la que la gens seguía teniendo mucha fuerza, parecen las leyes relativas a los atentados contra la propiedad. Así, quien utilizase furtivamente los pastos de otro para su ganado quedaba a merced del propietario perjudicado, que podía llegar a matarlo, eso sí, consagrándolo previamente a Ceres, divinidad plebeya protectora de los cereales. Sin embargo, no se considera legal la muerte de un ladrón cogido en flagrante delito, sino que el castigo aconsejado es el de propinarle un número determinado de bastonazos. Sólo en el caso de que el ladrón sea un esclavo puede ser castigado con la muerte, especificándose el tipo de muerte adecuada: arrojarlo desde la roca Tarpeya. Mucho menos arcaicas son las leyes que regulan las relaciones entre propietarios vecinos. La mayoría de los castigos (talar árboles, desviar el agua, etc.) que se aplican son multas. Las leyes de las XII Tablas son sumamente duras con los deudores insolventes. Estos quedan prácticamente a merced del acreedor, que puede encadenarlos o venderlos. Cuando los acreedores eran más de uno, todos participaban proporcionalmente del beneficio que reportara la venta del deudor o del patrimonio que se le hubiera confiscado. Se castiga con pena capital al juez que emita una sentencia bajo la influencia de haber recibido alguna compensación económica. Hay además algunas normas que regulan la vida económica, fundamentalmente relativas a los acuerdos comerciales, y otras que regulan situaciones de carácter diverso como la prohibición de enterrar a los muertos dentro de la ciudad, la herencia de los bienes del pater familias o del liberto intestado, la aplicación de multas ante casos de injurias o difamación, etc... En conjunto, las leyes de las XII Tablas presentan unos rasgos muy definitorios de la sociedad romana de esta época. En primer lugar, la estratificación social manifestada en la diferencia de los estamentos patricio y plebeyo. Además, el número de leyes que salvaguardan la propiedad agraria es característico de una sociedad agrícola formada por grupos gentilicios, mientras que las pocas normas sobre el comercio reflejan, en términos generales, que tales transacciones pertenecían a la esfera de lo privado. Ciertamente, la promulgación de estas leyes no resolvió las tensiones y enfrentamientos entre patricios y plebeyos, pero la existencia de una legislación escrita, accesible y válida para todos, favoreció sin duda la colaboración entre ambos órdenes y contribuyó a reforzar definitivamente las estructuras de la ciudad estado.