El hecho histórico que David conmemora en este boceto previo para un cuadro que nunca se realizó es el juramento de mantenerse unidos que realizaron los representantes del "Tercer Estado" y el clero, celebrado de manera casi espontánea en una reunión multitudinaria celebrada en el Jeu du Pomme. Este juramento tuvo lugar el 20 de junio de 1789. El 9 de julio estos mismos representantes, rendido el rey, disolvieron los Estados Generales y se transformaron en Asamblea Constituyente, hecho que se considera el arranque legal de la Revolución Francesa. Al año siguiente de la proclamación de independencia y legalidad, los parlamentarios encargaron a David que pintara el cuadro conmemorativo del juramento, por los méritos patrióticos de David en recuerdo de cuadros suyos como Belisario o el Juramento de los Horacios. David se enfrentaba ante un problema nuevo, como era el de una composición en la que se debía incluir entre mil y mil cien retratos de los asistentes. Además, era importante por un lado la fidelidad histórica al acontecimiento y por otro la exaltación ideal del mismo. David plantea una caja espacial sin la pared delantera, que se abre para que el espectador pueda contemplar lo que ocurre, casi como el proscenio de un teatro. El enorme espacio preparado para jugar a un juego parecido al frontón actual está desnudo en los altísimos muros. Un hormiguero de gente se agolpa en el suelo. Efectivamente, la mayoría de los personajes son retratos. Podemos localizar, por ejemplo, a Robespierre, en primer plano a la derecha, en pie y con las manos expresivamente sobre el pecho. El personaje que está en alto con una mano extendida y un papel en la otra es Bailly, el presidente de la Asamblea. Trata de conseguir silencio para leer en voz alta la declaración de independencia y lealtad. Hacia él convergen todos los brazos, todos los rostros, todas las miradas, como el símbolo de la república. Ante él, tres miembros del alto clero francés se entrelazan en un abrazo, dando el toque sagrado a un acontecimiento que se desarrolló completamente en el laicismo de la Ilustración. Las galerías superiores son el único foco de atención del resto de la estancia. Por sus ventanales se asoma el pueblo de París, que desea contemplar a sus representantes por primera vez. El viento de la revolución penetra en la sala y hace revolotear con furia las cortinas y volverse los paraguas del revés.
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obra
Dentro del género de las pequeñas "bacanales de niños", esta obra no presenta ningún tema concreto; se trata de una escena alegórica, relacionada con los misterios dionisíacos. Se ha relacionado con la intención de Poussin de representar la vida después de la muerte, a través de los "putti" o amorcillos, que simbolizan los placeres reservados a aquellos que en vida han sido iniciados en los misterios dionisíacos. Éstos, a su vez, se esfuerzan por atrapar una mariposa y un pájaro, símbolos del alma humana. Por tanto, se inserta en la preocupación esencial en el artista francés, el "pintor filósofo", sobre el destino. El estilo de la obra, de hacia 1630-33, es similar al de El imperio de Flora.
obra
Archivo fotográfico de la Fundación Rodríguez Acosta. Fotografía de Manuel Valdivieso.
contexto
Juego de pelota Otras veces iba Moctezuma al tlachtli, que es el trinquete para pelota. A la pelota la llaman ullamaliztli, la cual se hace de la goma del ulli, que es un árbol que se cría en tierras calientes, y que al punzarle llora unas gotas gruesas y blancas, que se cuajan muy pronto, las cuales juntas, mezcladas y tratadas, se vuelven mas negras que la pez, y no tiznan. De aquello redondean y hacen pelotas, que, aunque pesadas, y por consiguiente duras para la mano, botan y saltan muy bien, y mejor que nuestras pelotas de viento. No juegan a chazas, sino al vencer, como al balón o a la chueca, que es dar con la pelota en la pared que los contrarios tienen en el puesto, o pasarla por encima. Pueden darle con cualquier parte del cuerpo que mejor les venga, pero hay postura que hace perder al que la toca, si no es con la nalga o cuadril, que es la gentileza, y por eso se ponen un cuero sobre las nalgas; pero le puede dar siempre que haga bote, y da muchos, uno en pos de otro. Juegan en partida, tantos a tantos y a tantas rayas, una carga de mantas, o más o menos, según sean los jugadores. También juegan cosas de oro y pluma, y hay veces que hasta a sí mismos, como hacen al patolli, en que les está permitido, como el venderse. Es este tlachtli o tlachco, una sala baja, larga y estrecha y alta, pero más ancha de arriba que de abajo, y más alta por los lados que por los frentes, hechas así a propósito para estos juegos. Lo tienen siempre muy encalado y liso; ponen en las paredes de los lados unas piedras como de molino, con su agujero en medio que pasa a la otra parte, por donde rara vez cabe la pelota. El que emboca por allí la pelota, lo cual acontece muy raramente, porque hasta con la mano cuesta trabajo, gana el juego, y son suyas, por costumbre antigua y ley entre jugadores, las capas de cuantos miran cómo juegan en aquella pared por cuya piedra y agujero entró la pelota, y en la otra, que serían las capas de la mitad de los que estaban presentes. Mas era obligado hacer ciertos sacrificios al ídolo del trinquete y piedra por cuyo agujero metió la pelota. Decían los mirones que tal individuo debía ser ladrón o adúltero, o que moriría pronto. Cada trinquete es un templo, porque ponían dos imágenes del dios del juego de la pelota encima de las dos paredes más bajas, a la medianoche de un día de buen signo, con ciertas ceremonias y hechicerías, y en medio del suelo hacían otros semejantes, cantando romances y canciones que para ello tenían, y luego venía un sacerdote del templo mayor, con otros religiosos, a bendecirlo. Decía ciertas palabras, echaba cuatro veces la pelota por el juego, y con esto quedaba consagrado, y podían jugar en él, cosa que hasta entonces no podían de ninguna manera; y hasta el dueño del trinquete, que siempre era señor, no jugaba a la pelota sin hacer primero no sé qué ceremonias y ofrendas al ídolo: tan supersticiosos eran. A este juego llevaba Moctezuma a los españoles, y mostraba divertirse mucho en verlo jugar, y ni más ni menos que mirarlos a ellos jugar a los naipes y dados.
acepcion
Estructura arquitectónica mesoamericana en forma de doble T contrapuesta. Presenta dos aros en los muros laterales, que es por donde los jugadores tenían que introducir la pelota mediante el uso de codos y caderas. Este juego también lo practicaban los taínos del Caribe americano.
obra
Goya realizó este gran cartón aproximadamente entre enero y julio de 1779; su destino era, como sus compañeros la Feria de Madrid o el Cacharrero, el dormitorio de los Príncipes de Asturias en el Palacio de El Pardo. De hecho, sustituyó a el Ciego de la guitarra en el lugar que éste tenía destinado, debido a los problemas de ejecución ya comentados en esa obra.Se trata de una escena de la vida cotidiana, aunque no sea una feria como los demás cartones. Las figuras vuelven a marcar ese gusto por lo popular tan de moda en la época. Entre las de primer plano destaca el fumador, mientras que es preciso observar la distorsión en las del fondo, por la lejanía. La composición está muy bien estructurada, jugando con diagonales que se chocan, como las pelotas del juego, en la enorme pared del frontón. A su lado, se nos muestra posiblemente la sierra del Guadarrama. El colorido pardo empleado hace recordar a Velázquez, con cuya obra Goya se estaba poniendo en contacto por estos años. Rembrandt, Velázquez y la Naturaleza serán los maestros de Goya, según sus propias palabras.
monumento
<p>Chichén Itza cuenta con trece Juegos de Pelota, pero hay uno que destaca por encima del resto por sus enormes dimensiones. De hecho, se trata del Juego de Pelota más grande de Mesoamérica; mide 166 m. de largo y 68 de ancho. En nahuatl se le llama teotachtli o "lugar de los dioses de juego de pelota". El nombre dado por los mayas al juego de pelota era Pok-Ta-Pok, en referencia a los sonidos que producía la pelota en sus rebotes con las paredes. En Chichén Itzá, el campo de juego era ceremonial, de ahí su tamaño gigantesco, y en él se realizaban actividades sagradas como pedir la aparición de la lluvia o los movimientos solares. El campo era de forma rectangular, delimitado en sus laterales por dos muros altos paralelos y, dentro de la cancha y a una altura de 7,50 m. de altura, se situaban los anillos por donde debía pasar la pelota. Los contendientes del juego variaban su número entre 6 y 8 y portaban un cinturón de caucho (material sagrado entre los mayas), el maxtle, para protegerse las caderas, antebrazos y rodillas, pues eran estas las partes del cuerpo con que debían introducir la pelota en el aro. El objetivo del juego era tener la pelota en movimiento permanentemente, mientras se marcaban puntos en contra del otro equipo. Se ganaba cuando la pelota era encestada en un aro de piedra o madera que existía a ambos lados del campo central y a una altura de 7,5 m. aproximadamente. El juego está asociado al culto del Sol, que debe renacer cada día abandonando las tinieblas; el campo de juego representaba la Tierra y la pelota el Sol, por lo que aquel jugador que deja caer la pelota debe ser sacrificado ya que le había impedido salir nuevamente. El aro representaba la apertura en la tierra que se le abría al Sol y cuando era traspasado exitosamente por la pelota finalizaba inmediatamente el juego. En el centro de los muros laterales hay unos bajorrelieves en piedra que reflejan a trece personajes de pie, realizando trece movimientos del Sol, desde el alba hasta el ocaso. En el centro hay personajes sin cabeza y de su cuello salen siete serpientes de cascabel, simbolizando el momento de mayor energía solar, es decir, a mediodía. La amplia superficie muraria que rodeaba el campo estaba adornada de bajorrelieves con escenas del juego y de sacrificios humanos de aquellos perdedores en él. Los espectadores de Chichén Itzá podían observar el juego gracias a dos tribunas situadas en los laterales; la norte es especialmente interesante ya que presenta una serie de bajorrelieves con el "espíritu de la Tierra" o acto de creación de árboles, animales y flores. Adosado al muro externo se construyó el templo de los Jaguares, con magníficos bajorrelieves, que por uno de sus lados se abre directamente a la plaza del Castillo, mientras la parte superior da al terreno de juego. En su parte baja poseía una cámara decorada con relieves en la que se exponía un trono de piedra en forma de jaguar. La sala superior se utilizaba como habitación ritual durante el juego.</p>