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La historia que narra Jan Victors en este lienzo está inspirada en el Génesis (37; 5-15): José, hijo menor de Jacob, cuenta a su familia un sueño en el cual la gavilla que él llevaba se levantaba y se ponía derecha mientras que las de sus hermanos se inclinaban ante la suya, lo que indicaría la subordinación de los mayores al menor; estos sueños provocaron la ira de los hermanos que acabaron raptándole y vendiéndole a un mercader egipcio. La escena se desarrolla en un interior, presentándonos a Jacob sentado, escuchando las palabras de su hijo menor que aparece en pie, en la izquierda, vestido ricamente y con un gorro plano. Tras Jacob encontramos a los hijos mayores que escuchan con incredulidad y comentan entre sí los sueños del pequeño. Una mujer sentada frente a Jacob escucha también el relato, de la misma manera que la joven que prepara la comida en el hogar se gira para oír el revelador sueño. La influencia de Rembrandt resulta significativa tanto en la iluminación empleada como en las figuras, inspiradas en obras del maestro. La luz dorada presente en la composición inunda a los personajes, creando acentuados contrastes de claroscuro que hacen aumentar la tensión del episodio. Las figuras son tremendamente naturalistas, incluso sus vestiduras recuerdan a la sociedad holandesa del XVII. El resultado es muy acertado, indicando la valía de la escuela de Rembrandt para formar jóvenes artistas como Victors, Gerrit Dou o Ferdinand Bol.
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Cuando Goya retrató a don José de Vargas Ponce acababa de ser nombrado director de la Real Academia de la Historia. Existe numerosa documentación alrededor de este encargo, conociendo el precio que se pagó al pintor: 2.000 reales, eliminándose las manos para no incrementarse en exceso el gasto. Así el modelo aparece sentado en una silla, vistiendo el uniforme de gala de la Marina - no en balde don José era marino además de historiador de la Marina, crítico de arte o diputado liberal en dos ocasiones - ocultando una de las manos en el chaleco y la otra tras la espalda. Una vez más los detalles pasan desapercibidos ante la expresividad del rostro, centro de atención para el artista como bien demuestra en su galería de retratos. La personalidad del modelo no pasa desapercibida para el genio de Goya, mostrándonos a un personaje inteligente, cultivado e ilusionado por su reciente nombramiento. La gama cromática armónica empleada sirve para resaltar elegancia del personaje.
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Nos encontramos ante el primer retrato documentado pintado por Fortuny, cuando tenía 22 años. El protagonista es un joven de la misma edad, sentado en una silla, vistiendo su mejor traje y portando un bastón en la mano derecha. El modelo se recorta ante un fondo neutro y proyecta sus piernas hacia el exterior, en un afán del pintor por manifestar la volumetría de la figura, obteniendo un resultado bastante forzado. El retrato de José Fasandio corresponde a las normas románticas que también observamos en Esquivel y Gutiérrez de la Vega, enlazando con la retratística de Federico de Madrazo. El modelo recibe un potente fogonazo de luz procedente de la izquierda para resaltar la cabeza y las manos, ligeramente acartonadas, obteniendo un resultado poco agraciado. Como es habitual en estos primeros años las líneas dominan al color, siguiendo las pautas impuestas por su maestro, Domingo Marqués.