Una verdadera sinfonía de colores brillantes, aplicados con una pincelada rápida y empastada protagoniza esta composición. En ella podemos contemplar la situación emocional de Vincent, interesado en recoger con sus pinceles todo lo que le rodea. Las flores de primer plano están obtenidas a través de pequeños toques de pincel que recuerdan el Puntillismo mientras que apreciamos un mayor dibujismo en las casas del fondo. La pérdida de forma en la que cae el Impresionismo de Monet y Pissarro parece motivar a Van Gogh para realizar estos trabajos donde el color está en su estado más puro, dejando la línea en un plano totalmente secundario. La luz también está presente, aumentando el brillo de algunas tonalidades como el amarillo, intensificado por efecto de la iluminación solar. Vincent está encontrando su manera de expresarse; tras una serie de experimentos se decantará por el sensacional cromatismo e incluso el infantilismo que caracterizan su producción.
Busqueda de contenidos
obra
En 1882 Gauguin es despedido de la agencia de cambio Bertin donde trabajaba, decidiendo dedicarse exclusivamente a la pintura. Sus relaciones con Degas y Pissarro le reafirman en su decisión, aunque los problemas económicos empiecen a florecer. Entre sus primeros cuadros como "profesional" conviene destacar esta bella imagen de un jardín nevado al atardecer, contemplado desde su ventana. En primer plano hay dos figuras, tomadas desde una perspectiva alzada mientras que observamos las casas del fondo con una perspectiva frontal. Esta mezcla de perspectivas será habitual entre algunos maestros impresionistas como los anteriormente mencionados. Las tonalidades azules y malvas protagonizan la escena, resultando una espectacular sensación ambiental, que refleja el frío del invierno. Las sombras coloreadas significan la asimilación del credo impresionista que Monet estaba transmitiendo a buena parte de los jóvenes creadores.
monumento
Fundado por Fernando VI en 1755 y trasladado por Carlos III a su actual situación junto al Museo del Prado, el Real Jardín Botánico de Madrid consta de 3 trerrazas con más de 5.000 especies vegetales de todo el mundo. El arquitecto Francesco Sabatini realizó el primer proyecto en le que destaca la Puerta Real. Posteriormente Juan de Villanueva realizó el proyecto definitivo.
obra
Buena parte de las obras que guardaba la Galería Moderna de Viena fueron trasladas en 1944 al Castillo Immendorf, poniéndolas a salvo de los continuos bombardeos que sufría la ciudad. Pero en el mes de mayo del año siguiente, ante la presión soviética que sufría la zona, las tropas de la SS incendiaron el castillo, perdiéndose tanto el continente como el valioso contenido, evitando así que los tesoros artísticos cayeran en manos soviéticas. Entre las numerosas pérdidas cabe destacar un buen número de obras de Klimt, como los cuadros de las Facultades o este paisaje que contemplamos, de lo que han quedado copias o reproducciones fotográficas que nos permiten contemplar su belleza.No es habitual que Klimt introduzca figuras en sus paisajes, aunque sean elementos simbólicos como en este caso. Debió llamar su atención este altar campestre que vio en uno de sus continuos paseos por los alrededores del lago Atter, donde pasaba las vacaciones, captándolo con toda su belleza en esta tela. El Cristo crucificado tiene a sus pies a la Virgen María, recordando a obras de Gauguin. Como si se tratara de una cascada, las flores rodean a las figuras sagradas, dotando de colorido y alegría al conjunto. Alrededor observamos los troncos de los árboles del bosque y al fondo, en la izquierda, una granja, completando el espacio para crear una curiosa sensación de horror vacui, miedo al vacío que le lleva a llenar de elementos toda la composición. Las pinceladas son rápidas y empastadas, en sintonía con el puntillismo, estilo que llamaba la atención del pintor austriaco. También debemos hacer referencia al decorativismo que caracteriza las obras pintadas por Klimt en la década de 1910, afectando incluso a los paisajes.
obra
La mayor parte de los dibujos realizados por Van Gogh en el verano de 1888 están destinados a Emile Bernard, para que en París estuvieran al corriente de sus progresos. Además, en ellos se evocaba al Japón ya que Vincent seguía una técnica nipona que él resumía así: "El japonés dibuja deprisa, muy deprisa, como el rayo porque sus nervios son más finos y sus sensaciones más sencillas". Este trabajo dominado por las líneas serpenteantes, firmes y seguras, contrasta con los lienzos - véase Jardín en flor con senda - donde el color ocupa el papel protagonista, sirviendo ambos trabajos como muestra de la capacidad creativa de Vincent, independientemente del soporte que trate.
obra
Durante el verano de 1888 Vincent elaborará una importante serie de dibujos, en la mayoría de los casos muy similares a los lienzos. En estos trabajos se demuestra el dominio de la línea mientras en las telas se presenta como un dominador absoluto del color. De esta manera, se complementan las dos actividades. La razón de la ejecución de esta serie viene motivada por la escasez económica y el deseo de Van Gogh de reservar la pintura hasta la llegada de Gauguin para organizar la comunidad de artistas del sur. En este trabajo podemos contemplar con nitidez la firmeza y seguridad de los trazos y puntos que organizan la composición, siguiendo la estampa japonesa que tanto influyó entre los impresionistas. Toda la serie fue enviada a París para que Bernard y los demás pintores pudieran contemplar los progresos de Vincent en Arles.
obra
La luz del atardecer servirá a Van Gogh de inspiración en multitud de trabajos en sus diferentes etapas. En este jardín que observamos las tonalidades anaranjadas y malvas luchan por restar protagonismo al verde de la planta mientras la señora queda en penumbra. El juego de luces y sombras que se crea en el girasol es de gran efectismo, reproduciendo el interés de los maestros impresionistas por captar efectos lumínicos y cromáticos determinados. La aplicación del color supera el puntillismo de trabajos anteriores, empleando una pincelada larga y abocetada con la que organiza las diferentes formas.
obra
Para el crítico de arte Ludwig Hevesi "un simple girasol plantado por Klimt en un caos floreciente, está allí como un hada enamorada cuyo ropaje verdegris fluye como una cascada de estremecedora pasión. El rostro de un girasol, tan secretamente oscuro en su corona de rayos amarillos dorados, tiene para el pintor algo místico, podría decirse algo cósmico. ¿No es este el aspecto de un eclipse solar?". Estas palabras bien pueden ser aplicadas a esta obra que contemplamos, tomada en el jardín del pintor en su estudio de Viena. En sus cuadros de paisajes y flores, Klimt trabaja al aire libre, buscando la inspiración en la naturaleza, al igual que hacían los impresionistas. Pero a diferencia de éstos, el pintor austriaco no se interesa por captar un momento determinado de la luz o la atmósfera sino que será la propia naturaleza en sí la protagonista de estas composiciones. El alegre colorido de las flores resalta ante las tonalidades verdes de la hierba y las hojas, empleando el maestro una pincelada precisa para mostrar todos los detalles de cada una de las plantas. Es ineludible la relación con Van Gogh a la hora de pintar girasoles pero el holandés se muestra más pasional en sus trabajos mientras que Klimt es más descriptivo, aludiendo algunos especialistas a la relación de este tipo de estampas florales con las decoraciones realizadas para los tejidos de la casa de modas de las hermanas Flogë.